19/03/2014

El décimo círculo del infierno: CCD en la subzona 52 (II)

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El poeta italiano Dante Alighieri describió en «La divina comedia” nueve círculos del infierno destinados a distintas «pecadoras” y «pecadores” a quienes se les aplicaba diferentes «penas”, entendidas como castigo. Los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio de toda Latinoamérica fueron el décimo círculo -que hoy protagonizan las cárceles legitimadas desde las cimas políticas-, ocupados por personas que no respondieron a las exigencias del Estado en terrorismo y convirtiéndose en las receptoras de los más atroces tormentos. Por Por Soledad Arrieta, para Cártago Web / Imágenes: gentileza Matías Subat.


Esas cuevas, en simulado desconocimiento de la sociedad cómplice acerca de lo que sucedía entre 1976 y 1983 en Argentina, funcionaron sobre esta área del país en varios sitios. La Escuelita ubicada en los fondos del Batallón 181 de Neuquén, la Comisaría de Cutral Có, la sede neuquina de la Policía Federal y la Comisaría Primera de Cipolletti fueron los lugares elegidos por el gobierno de facto para torturar, amedrentar, violar y asesinar en la subzona 52. En el marco del tercer tramo de los juicios por delitos de lesa humanidad en la región, se realizaron inspecciones oculares por cada uno de ellos.

La Federal

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Orlando «Nano” Balbo fue secuestrado el mismo día que se anunció que el golpe cívico militar del ´76 se había instalado en Argentina. Permaneció dos años en cautiverio en distintos centros clandestinos del país, pero su primer destino fue el que le quitaría, entre otras cosas, la audición: la sede de la Policía Federal en Neuquén. Allí fue sometido a interrogatorios y torturas en las que el agente de inteligencia Raúl Guglielminetti desplegaba todo su odio.

Nano entró otra vez en el edificio ubicado en Santiago del Estero 136 sabiendo que esta vez saldría por sus propios medios. Más de tres décadas atrás, el maestro había sido sacado por la fuerza para ser trasladado a la cárcel de Rawson, donde continuaría su calvario hasta que en el ´78 y gracias a la ayuda del obispo Jaime de Nevares pudo exiliarse en Italia.

Pasados treinta y ocho años, Nano descubrió que había muchas reformas en el lugar, pero que seguía allí la tabla de la mesa en la que se sentaba Guglielminetti durante los interrogatorios devenidos en sesiones de tortura interminables. Tras la inspección ocular, el sobreviviente contó que el genocida condenado el año pasado en el marco del segundo tramo de los juicios por delitos de lesa humanidad en la región «se sentaba en la punta de la mesa y yo estaba sentado en una silla metálica, al alcance de su mano siempre, que iba mi cara a cada rato”.

Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo línea fundadora, estuvo presente acompañando a Nano y en el recorrido por el predio en el que se encontraba La Escuelita

El sótano de la sede de la Federal, al que tanto Balbo como otras y otros testigos víctimas hacen referencia en sus declaraciones, fue sellado y ya no se puede acceder a él. Como el edificio de La Escuelita, desapareció, como desaparecieron hombres y mujeres que fueron guardados allí en los inicios de la última dictadura.

El lugar es una casa grande, ubicada a mitad de cuadra. El horario de la visita en democracia coincidió con la siesta y el silencio -pese a ser pleno centro de la ciudad- imperaba por sobre los incesantes ruidos cotidianos. Nano gritó cuando lo torturaban, mientras sufría, esperando ayuda. Los gritos de las víctimas eran el secreto mejor guardado en aquellos tiempos, el nexo de la complicidad civil que recién ahora se empieza a nombrar.

@SoledadArrieta

Ver parte I: La Escuelita

Fuente: Cártago web



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