19/04/2006

«El teatro debe servir para hacer un centro de debate»

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A horas de que una nueva función de «La ternura» se realice, ANRed pudo charlar con su director, Hugo Álvarez. El teatro todavía estaba vacío, sin actores ni público, sólo nos acompañaba la sensación que habíamos sentido semanas anteriores al ver la pieza: angustia. «Mediante lo violento, lo dramático, lo conmocionante que tiene el tema, permite el análisis y la posibilidad al debate». Esto sostiene Álvarez al hablar de los efectos que esta obra puede ocasionar en los espectadores. Una obra que nos interpela y nos hace reflexionar sobre la necesidad de comprender al otro.


«Vi una versión en Suecia en 1992 y me impactó, me dejó helado y me hizo llorar. Al instante dije: esta obra la tengo que hacer en la Argentina». «La ternura» es el nombre de la pieza a la que se refiere el director Hugo Álvarez, pero ya no como un deseo o anhelo, sino como una realidad, dado que recientemente el realizador pudo estrenarla en nuestro país.

Y su representación no resulta fácil ni confortante. Nos permite zambullirnos de cabeza a partir de un caso puntual y especifico -una pareja de homosexuales infectados por el virus del SIDA en los años 80- en los prejuicios y la imposibilidad de aceptar al otro. Ese otro que ama a una persona de su mismo sexo, que está solo y sufre.

«Me parecía que hablaba de temas tan importantes como la intolerancia, la discriminación, y yo pensé: que doloroso debe ser para quien es gay vivir en una sociedad tan represora y machista como es Argentina o Latinoamérica», cuenta Álvarez en la conversación que mantuvo con ANRed.

 ANRed: ¿Qué fue lo que más te conmovió cuando viste la obra en Suecia?

 Hugo Álvarez: La soledad de estos tipos, la marginalidad de no entender que la gente está sola y de que todos somos diferentes. Y acá sos diferente por ser gordo, por ser pobre, por ser homosexual, por tener ideas distintas. Hay una intolerancia hacia la diferencia; es más, yo mismo la padecí en mi propio país. Esto fue lo que me conmovió mucho y me llevó a realizarla. Además, es un problema que sigue existiendo, no desapareció, porque la sociedad argentina sigue siendo intolerable; hasta casi conservadora, muy temerosa, que barre a un costado y dice: ‘Correte’. No diría todos, pero sí, la gran mayoría.

 ANRed: ¿Y cuál es el efecto que produce en el público este tipo de temáticas?

 H.A.: La posibilidad a la reflexión. Mediante lo violento, lo dramático, lo conmocionante que tiene el tema, permite el análisis y la posibilidad al debate. No importa que es lo que después siga, lo importante es que todo se debata. Todos los temas deben hablarse, desde los conflictos de pareja, hasta los problemas entre los amigos. El teatro debe servir para hacer un centro de debate. Yo hice hace dos años una obra que se llamó «Feliz cumpleaños», que trataba sobre el maltrato a los chicos y hacíamos debates; luego de la función la gente se acercaba para contarnos de su propia historia. Y, en particular, el tema de la homosexualidad, es un planteo que no paraliza para nada a ninguna sociedad, sólo se trata de entender que hay gente que prefiere una cosa y otros que eligen otras.

 ANRed: Pero el SIDA sí es una problemática que incube a todos.

 H.A.: El SIDA es un problema nacional. El SIDA no discrimina. En este momento ya no afecta a un grupo de homosexuales. Hoy, por estadísticas, son más las mujeres infectadas que los hombres. Entonces, ¿por qué esto no se plantea? Ni hablar de las personas que a diario se ven en los subtes y que están infectadas y piden dinero. Hay lugares que no emplean a personas que poseen el virus. Todos los temas deben ponerse arriba de la mesa y discutirlos a ver como la sociedad los puede sanear.

 ANRed: Pero «La ternura» no se propone hablar del SIDA…

entreternura5.jpg-H.A.: La obra nos habla de la intolerancia, del abandono, de la falta de amor, de cómo esos padres que tienen un único hijo pueden tener ese grado de incomprensión. Ahora nadie aísla a alguien que tiene SIDA. Pero en aquella época, yo me acuerdo que, si se acercaba una persona que se suponía que era gay, la gente lo evitaba, nadie lo invitaba a su casa, nadie tomaba de su mismo vaso, porque se decía que el contagio se daba por la saliva.

 ANRed: ¿En esa figura de los padres se encubre la representación de toda una sociedad discriminadora?

 H.A.: En principio te diría que la obra retrata a una sociedad sueca; habla de tu aldea y no hables del mundo. Yo quisiera respetar que son suecos, con características y reacciones suecas, para tomar distancia y decir: ‘Ellos son así, a lo mejor acá también son iguales’. Igual, creo que esa familia sueca representa también a esa familia argentina conservadora.

 ANRed: La obra está anclada en los 80 y hoy la realidad es distinta a como estaba planteada en esa época, ¿por qué decidiste mantener la acción dentro de ese contexto?

 H.A.: Porque me parecía que nos iba a permitir tener una mirada sobre el desarrollo de la enfermedad desde los ochenta y pico hasta ahora. Es decir, ¿cuál fue el cambio? Ya no mueren los jóvenes como moscas como en ese momento, ahora están los cócteles, pero eso acá, en las ciudades desarrolladas; pero qué pasa en el África, hay pueblos que están diezmados por este flagelo. Pero si allá se están muriendo de hambre, imagínate que menos les van a dar los cócteles para combatir el SIDA.

 ANRed: ¿Tuviste posibilidad de tener algún tipo de contacto con fundaciones que luchen contra el SIDA?

-H.A.: Tuvimos contacto con dos fundaciones. Por un lado, la Fundación Huésped que vinieron a ver la obra, pero no nos dieron el auspicio, porque nosotros tocamos el tema de la muerte y ellos no toman ningún auspicio que haga mención a ella. Y el otro contacto fue con Nexo que se acercó y estamos en la página de ellos, pero no dice nada más. Yo supongo que también el tema de la muerte les debe preocupar. Yo mismo pensé: qué pasa si viene alguien a ver la obra que está infectado.

 ANRed: ¿Sucedió?

 H.A.: No lo sé. El otro día vino una chica sueca que me llamó la atención y le pregunté qué le había parecido la obra: se le caían las lagrimas, estaba muy emocionada. Y yo pensé que podía tener algún familiar o amigo enfermo. El teatro permite esa identificación directa. Además, escuchar esos diálogos en donde la madre le dice al hijo enfermo: «para eso te traje al mundo», y el chico que le responde: «mamá decí algo amable»; o cuando este empieza a toser y el padre le grita: «deja de toser».

 ANRed: Dentro de ese marco de desamor que vemos en escena, ¿por qué la obra se llama la ternura?

 H.A.: La ternura es el núcleo del amor. Es el vínculo que tiene una madre con su hijo. La ternura es la relación de una pareja, de amigos que se quieren. Y acá, eso no existe. Lo que se muestra es un chico que se muere abandonado por los padres, sin ternura, sin afecto y sin amor. Y eso, se da. Yo no digo que siempre sea así, porque sería negar al hombre, pero sí que existe y que se da en todas partes del mundo.

Mariano Minasso



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