No siento tristeza por Fort
El fin del fin de semana largo último nos recibió en las pantallas con la noticia del fallecimiento del famoso y excéntrico empresario millonario Ricardo Fort. En las redes sociales, la TV y las radios las opiniones fluctuaron entre la risa y burla por la muerte del empresario, y la identificación y el sentimiento de tristeza por su patética figura de metrosexual entregado hasta la muerte a la sobreexigencia de su salud por cuestiones de estética y aceptación social. ¿Hay que reírse por lo que pasó? ¿Hay que sentir tristeza? ¿Qué más podemos encontrar detrás de tanto chocolate, glamour y morbo mediático?. Por Fernando Ruffa, de ANRed.
La noticia sacudió las pantallas y las redes sociales el pasado lunes 25 de noviembre: había muerto el empresario mediático Ricardo Fort tras sufrir un paro cardiorrespiratorio en el Sanatorio de La Trinidad, donde estaba internado por un tratamiento. Rápidamente empezaron a desfilar por los medios masivos los allegados, amigos y familiares del empresario, comenzaron a circular las dudas sobre una posible mala praxis de parte del cuerpo médico que lo cuidaba; se empezaron a tejer historias sobre su orientación sexual; acerca de su mala relación con el resto de su familia y sobre el manejo del dinero que le correspondía de la explotación de la empresa familiar de chocolates Fel-Fort; sobre su probable abuso de esteroides, su obsesión con la imagen y su carencia de afectos, lo cual lo volvía un ser débil y dependiente, emocionalmente hablando, del resto; sobre los fuertes dolores que debía soportar producto de las intervenciones que realizó en su cuerpo; entre otras cuestiones que se abordaron y aportaron la leña al fuego que el morbo mediático exigía.
En este sentido, rápidamente en esos mismos medios y las redes sociales el «humor público” fluctuó a lo largo de la pasada semana entre la risa, la burla y el escarnio por la muerte empresario chocolatero, y la identificación y el sentimiento de tristeza por cómo alguien que tenía todo a favor a nivel material termina sacrificando su vida en el altar de la imágen y la estética como valor supremo.
Pero la muerte de este personaje mediático tiene muchos ribetes que no aparecieron en los medios masivos ni las redes, o sólo de manera marginal. En principio, vale hacerse una primer pregunta: ¿hay que reírse o entristecerse por la muerte de un empresario millonario excéntrico y mediático?
En su sitio de Facebook el psicólogo Jorge Garaventa se diferenció de las expresiones de alegría por la muerte de Fort: «si se entendiera que el disparatado personaje que lo alojaba fue tallado en el odio social y en la discriminación al diferente, si se lograra advertir que detrás de semejante construcción había un niño desolado y con el corazón destrozado, si se pudiera ver que no hay dinero que albergue el sufrimiento, si se lo hubiera mirado a los ojos unos segundos, apenas esos segundos que se le escapaban al personaje, tal vez, digo tal vez, no circularían tantas burlas sobre la muerte de Ricardo Fort”, opinó Garaventa.
Luego, en declaraciones radiales en Radio La Retaguardia agregó: «creo que no es necesario aclarar que estoy en las antípodas ideológicamente de Fort, pero me pareció que había un espectáculo tanto más degradante y degradado de lo que había sido la vida de este hombre («¦) Creo que hay que empezar a desmitificar la cuestión de los monstruos y empezar a poner las cosas en su lugar en el sentido de que todos estos personajes, los buenos, los malos, los mediocres y los notables son productos sociales. Fort no era ni más ni menos que eso”, y reflexionó sobre porqué creía que la muerte del empresario conmovía a tanta gente: «el sufrimiento a flor de piel disfrazado de displicencia, de banalidad, de burla hacia los demás. Una cosa absolutamente maníaca, porque en realidad, no lo sabíamos, pero estaba en una carrera contra la muerte absolutamente urgente. El tipo está internado por una cosa absolutamente menor y termina disparándose de la forma en que se dispara; esto quiere decir que había un organismo que ya se iba preparando para la muerte”.
Pero hay otras cuestiones que no han tenido espacio en las redes y los medios masivos. Siguiendo el planteo de Garaventa sobre la construcción social de personajes reflejados en los medios, podemos preguntarnos porqué no abordar más críticamente cómo los medios masivos trabajan la identificación en la gente con personajes famosos y millonarios.
Estamos hablando, en principio, de que Fort encarnaba una figura de un famoso que por mucho tiempo debió ocultar al público su homosexualidad, escondido en un discurso homofóbico, porque en la TV pareciera que sólo es válido el gay si es absolutamente amanerado. De él se esperaba otra cosa, entonces tuvo que amoldarse a ocultar su naturaleza detrás de un discurso de exacerbación de los rasgos masculinos, y absolutamente sexista, cosificador y misógino para con las mujeres. Un personaje de un mundo en el cuál es natural ver que las mujeres sean objetos sexuales que se compran o se venden fácilmente por dinero, y donde ésta y otras formas de violencia de género forman parte del paisaje.
Hablamos de que si bien a Fort los medios lo presentaban como una especie de «antihéroe” bizarro y gracioso, de actitud altanera y prepotente, que a la vez se genera rechazo e identificación con su estereotipo, a partir de la idea de poder ser millonarios como él. Poder hacer lo que nos plazca, viajar por el mundo, vivir en mansiones, tener gastos supérfluos, obscenamente lujosos, y codearnos con los famosos, suponiendo ese relato como un modelo de vida a seguir o envidiar. Una vida que la mayoría sólo llegamos a conocer por que nos enteramos por las revistas «Gente” (¿qué seremos los/as que no aparecemos allí?) o «Caras”, publicaciones en las cuáles la «créme de la créme» nos abre las puertas de en vez en cuando de sus countries o mansiones para que veamos a lo que deberíamos aspirar y a lo cuál nunca llegaremos. Una muestra de superioridad social, derroche y confusión de valores en el altar del consumo, el glamour, la fama y la acumulación material que nos propone el capitalismo como ideal a seguir.
Una figura que naturaliza que los hijos del poder o las familias acaudaladas de un país pueden darse una gran vida y mostrarla obscenamente, casi como una burla, en público, sobre la base de una acumulación económica que tiene su origen en la explotación de trabajadores y trabajadoras de la empresa familiar Fel-Fort, quienes cotidianamente denuncian en comunicados los maltratos y abusos patronales que reciben de parte de los familiares de Ricardo Fort que se hacen cargo de llevar adelante la fábrica de chocolates. Fraude laboral (hay 200 trabajadores tomados por agencia, que hace ya 3 años deberían haber sido efectivizados); inseguridad laboral en accidentes recurrentes por falta de elementos de trabajo y medidas de seguridad acordes; los sistemáticos despidos de empleadas embarazadas; acosos laborales y sexuales en la planta; bajos salarios y discriminación de género en la distribución de los puestos, son sólo algunas de las condiciones sobre las cuáles se construyó el imperio de la familia Fort.
En los medios, sin embargo no hay espacio para sentir tristeza ni para lograr la identificación con estos trabajadores y trabajadoras de Fel-Fort, ni con los chicos que mueren en las villas por el paco, por ser reclutados para delinquir por bandas del narcotráfico o por la misma fuerza policial, los que mueren por causas evitables, los que viven en las villas. ¿Y qué decir del puto pobre, ese que no tiene glamour porque no se puede vestir bien ni puede darse los lujos del brillo? ¿Cuánto nos podrían contar si tuvieran espacio y atención todos esos anónimos olvidados, que seguramente también sufren el maltrato, el desapego familiar, la carencia afectiva y de horizontes, y la dependencia emocional, aunque sin dinero?
Entonces, burla y alegría ante la muerte no, pero tampoco tristeza por un millonario.