25/10/2013

Mariano Ferreyra y Walter Bulacio, las dos caras de la represión estatal

wm-2.jpgSon dos rostros jóvenes que nos miran desde los afiches, las banderas, las pintadas y los graffitis callejeros. Con sus 23 y 17 años, Mariano y Walter, asesinados con dos décadas de diferencia, en muy distintas circunstancias, simbolizan las dos formas complementarias en que se descarga la represión estatal sobre los trabajadores y sus hijos. Por Correpi.


Si Bulacio es el caso emblemático que representa a los cuatro mil pibes asesinados por el aparato represivo de los gobiernos constitucionales en los pasados 30 años, con el gatillo fácil y la tortura, muertos en cárceles y comisarías o desaparecidos, Ferreyra es el paradigma del militante caído mientras enfrentaba a los enemigos históricos de la clase, codo a codo con los trabajadores organizados. Walter y Mariano son las caras más simbólicas de la represión en sus formas «preventiva” y «selectiva”, la represión del control social sobre la clase no organizada, y la del disciplinamiento sobre los sectores organizados de los trabajadores.

En la semana del tercer aniversario del asesinato de Mariano, asesinado por la triple alianza antiobrera del estado, la patronal y la burocracia sindical, comenzaban las instancias finales en el demorado e incompleto juicio por Walter. Imposible rendir homenaje a uno sin pensar en el otro. Imposible no ver cómo el asesinato de uno, hace casi 23 años, es parte de una política de estado que busca imponer el control social para evitar que esos jóvenes, hijos de trabajadores, se conviertan en militantes organizados que se organicen para cambiar la forma en que nos obligan a vivir.

En una de las primeras fojas del grueso expediente iniciado con la muerte de Walter, hay una foto de la pared del calabozo de la comisaría 35ª donde once chicos pasaron la noche. Con rasgos casi infantiles -ninguno tenía más de 17 años- uno de ellos había escrito, raspando la pared, los once nombres: Jorge, Walter, Kiko, Erik, Leo, Nico, Nazareno, Betu y Héctor. Abajo, decía, simplemente: CAIMOS POR ESTAR PARADOS. Y una fecha: 19/4/91.

Sin dudas, el pibe quiso contar «nos detuvieron sin motivo, no estábamos haciendo nada, sólo estábamos parados esperando el recital”. Pero, aunque la idea seguramente no pasó en forma consciente por la cabeza del graffitero, hay otro mensaje que subyace: Caímos por estar parados, por no hacer nada, por estar inmóviles. La simple protesta de un pibe porque lo llevaron preso, estaba advirtiendo que la pasividad y el conformismo son presupuesto de la sumisión y de la derrota.

Mariano no se quedó parado ni vivió inmóvil. Optó por defender los intereses de los trabajadores, se organizó y fue consecuente con ese compromiso hasta su último minuto. Mariano es Walter organizado y luchando.

Fuente: Correpi

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