24/09/2013

¿Los partos que tenemos son los partos que queremos?

tapa-1510.jpgLa Argentina cuenta con leyes específicas que tienen por objetivo «potenciar la participación femenina en la toma de decisiones relativas a su salud sexual y procreación responsable”. Sin embargo, un gran número de clínicas privadas y hospitales públicos en GBA no cumplimentan las reglamentaciones vigentes. Por José Grillo- El Caminante


A pesar de que se esconde tras el manto de una supuesta neutralidad técnica, la medicina, como saber y como práctica, define qué se irá a entender por salud y por enfermedad y cómo deberá tratarse. Es así que los modos en los que recibimos atención médica no están separados de los procesos políticos, económicos e ideológicos de la sociedad. Los procesos de la atención de la salud y enfermedad quedan atravesados por relaciones de poder y son un terreno más de la vida social en donde se da la lucha por la construcción del sentido. Y ese sentido común sigue relegando el rol de la mujer en la sociedad.

Con respecto al nacimiento, cada cultura va a entenderlo de cierto modo y su manera de explicarlo es la que va a justificar cómo deberá atenderse. En nuestra sociedad, la atención del embarazo y del parto está en manos de la medicina y todos entendemos al nacimiento como un gran evento médico. Casi naturalizando la legitimidad de la intervención médica en este proceso, confiamos ciegamente en la ciencia y la tecnología y decimos «sí” a prácticas invasivas muchas veces innecesarias. Sin ser demasiado conscientes de ello, terminamos siendo parte de una especie de ritual en donde nos «entregamos” al saber que parece solamente venir de mano de los médicos, y el papel protagónico del proceso de nacimiento queda lejos del cuerpo (y de las decisiones) de la mujer.

Esto concluye en una aceptación pasiva de las decisiones que otros toman para que sus hijos puedan nacer. Es interesante prestar atención a la propaganda que protagoniza la actriz Soledad Villamil, en la que se muestra como una mujer en el momento de dar el sí durante su casamiento toma como cosa lógica que el hombre que ama la acompañe en ese momento especial. Porque es de ambos. Esto, como se compara finalmente en el spot, no sucede durante el momento de dar a luz, otro momento trascendental en sus vidas y que el exige el máximo respeto y cuidado. Allí no se evidencia como una falta grave que el hombre no pueda presenciar y acompañar activamente el proceso del parto.

Este es uno de los muchos ejemplos que evidencia que muchas veces los partos no son atendidos desde el respeto y con la paciencia necesaria para garantizar que se cumplan «“mientras eso sea saludablemente posible- las elecciones de las familias. Las necesidades de quienes asisten el parto se imponen por sobre los tiempos y las formas fisiológicas que los cuerpos de las mujeres pueden llevar adelante.

Hablar de parto respetado significa dotar a la mujer de decisión. También es informarla para que pueda optar libremente, respetarla y garantizarle intimidad, aceptar sus pautas culturales, velar por sus tiempos biológicos y psicológicos, no invadirla y no medicarla cuando no haga falta, respetarle su derecho a estar acompañada por alguien de su confianza durante el trabajo de parto, el parto y el postparto y poder estar al lado de su hijo durante toda su permanencia en la institución sanitaria en la que se atienda.

Pero la violencia obstétrica sigue siendo más frecuente que este ideal «parto respetado”. En nuestro país se ha incluido en la Ley contra la Violencia de Género (Ley 26.485), a la violencia obstétrica como una forma de violencia hacia la mujer y se ha sancionado otra que brega por la «˜humanización»™ del parto, haciendo referencia a los derechos que deberán cumplirse para garantizar una atención en el marco del respeto (Ley 25.929). Sin embargo, al no problematizar las condiciones de acceso y atención en los servicios de salud y omitir en la promulgación y reglamentación de las normas el establecimiento de mecanismos institucionales o colectivos que garanticen el cumplimiento de la ley, el efectivo acceso a los derechos establecidos se individualiza y se deja librado a la buena voluntad del personal de salud o la capacidad de adquisitiva «“o de pagar por un «parto respetado”- de las mujeres.

¿Acaso esta Ley está mirando a los establecimientos hospitalarios? ¿Alcanza con que exista una Ley para que los Hospitales, con su infraestructura y la formación que suelen recibir los trabajadores de la salud, garanticen los derechos que le corresponden a la mujer, el niño y su familia? ¿Cómo puede una mujer que se atiende en un Hospital Público exigir no ser examinada por seis médicos residentes? ¿Cómo puede una mujer con un embarazo sin complicaciones evitar ser sometida en un Centro Privado a una cesárea innecesaria cuando allí el índice de cesáreas supera un 300% lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud?

En la búsqueda de un mundo mejor donde vivir también tenemos que empezar a cambiar las formas de nacer, y para esto debemos exigir no solamente que se cumplan las leyes, sino además cambios estructurales en la sociedad.

En lo que concierne a los hábitos culturales se debe dejar de naturalizar la violencia que existe alrededor del proceso de nacimiento. Se debe cambiar nuestra mirada y nuestras prácticas como trabajadores y usuarios del sistema de salud, para exigir cambios desde la libertad y el respeto.


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