30/07/2013

Ni mucamas, ni sirvientas: trabajadoras

tapa-1323.jpgEl Día Internacional del Trabajo Doméstico se celebra cada 22 de julio. Se declaró como tal oficialmente en 1983, durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, con el objetivo de reconocer la contribución de las labores de las mujeres en los hogares, actividades que todavía hoy siguen siendo objeto de discriminación. Por Revista Otro Viento


Históricamente existen dos esferas sociales diferenciadas: el mundo del trabajo (producción) y el mundo de la casa y la familia (reproducción). Estos espacios marcan diferencias, distribuyendo tiempos, lugares, cotidianeidad y personas. Entre los miembros de la familia, las mujeres históricamente fueron responsables del mundo privado y los hombres del mundo público y responsables, a su vez, de la manutención económica de la familia. Esta clasificación también es denominada como «división sexual del trabajo”

Según el sociólogo francés Pierre Bordieu, las necesidades reproductivas de la familia son reconocidas como funciones propias de la condición femenina y llevan en sí mismas valores fuertemente simbólicos. Aquí radica la fundación de la división sexual del trabajo dentro del hogar. Pero las imágenes de género que prevalecen en el ámbito privado son reproducidas, sin ningún lugar a dudas, en los espacios de trabajo fuera del hogar, y por lo tanto, explican también la segregación por sexo y la segmentación del mercado de trabajo.

No es muy difícil notar que las tareas o actividades que desarrollan mayoritariamente las mujeres en el ámbito laboral son, muchas veces, extensiones productivas de los trabajos reproductivos que los paradigmas de la sociedad patriarcal tienen reservado a las mujeres. Tengamos en cuenta que las mujeres predominan en todas las ocupaciones que tradicionalmente han sido realizadas por las amas de casa: tender la cama y servir la mesa (hoteles y restaurantes), enseñar (educación, cuidar enfermos (servicios sociales y de salud) y hacer la limpieza (servicio doméstico).

Sumado todo esto,tal como lo explica la antropóloga francesa Françoise Héritier, la división sexual del trabajo se acompaña de una «valencia diferencial” de los sexos a favor de los hombres, es decir, que las ocupaciones femeninas, y lo femenino en general, son menos valoradas que las ocupaciones masculinas y lo masculino en general.

Del servicio doméstico

El servicio doméstico en América Latina es un fenómeno predominantemente urbano y femenino. Desde que la participación de las mujeres latinoamericanas en el mercado de trabajo empezó a crecer de manera significativa, se inició un proceso de transformación del sector. Sin embargo, el servicio doméstico sigue siendo uno de los sectores más relegados, y sus trabajadores se estancan en los escalones inferiores de la jerarquía laboral y social. En su conjunto, estos trabajadores tienen condiciones menos favorables que el resto de los asalariados, ligados a la subvaloración económica y social del trabajo de la mujer y de su rol mismo dentro de la sociedad.

Siguiendo el contexto latinoamericano se observa como a causa de las conocidas corrientes neoliberales y sus consecuentes crisis llevaron a la ruptura de la estructura patriarcal del trabajo productivo, en donde ya no era posible que un solo miembro familiar sea el encargado de la subsistencia material de la familia. Por ende, muchas mujeres salieron a buscar un trabajo remunerado como consecuencia de una necesidad de reemplazar los aportes, muchas veces deteriorados, del presupuesto familiar que anteriormente proveía su cónyuge, sin que su objetivo estuviese centrado en las expectativas de su propia realización personal.

Además, hay que tener en cuenta el arma de doble filo que representa la flexibilidad laboral instalada en la mayoría de las relaciones de trabajo doméstico. La flexibilidad como trabajadoras es uno de los factores más importantes en la expansión del empleo femenino, ya que la flexibilidad laboral de las mujeres en horario, tiempo, entrada y salida del mercado laboral encaja con las necesidades de la nueva economía. Esta coincidencia también está relacionada con el género: nuevamente las mujeres necesitan compatibilizar permanentemente trabajo y familia.

¡Nueva Ley!

El 12 de abril de 2013 entró en vigencia el nuevo régimen de contrato de trabajo para el personal de servicio doméstico de casas particulares el cual pretende equiparar sus beneficios a los que recibe cualquier trabajador. Se aplica a las personas que presten sus servicios en las casas particulares o en el ámbito de la vida familiar y que no importe para el empleador lucro o beneficio económico directo.

La nueva ley plantea importantes cambios respecto del anterior sistema, estableciendo licencia por maternidad, vacaciones pagas, aguinaldo, igual indemnización por despido, limita la jornada de trabajo a ocho horas diarias, establece que las trabajadoras tendrán derecho a descansar 35 horas seguidas de descanso semanal, se incorpora el régimen de horas extra y prohíbe el trabajo a menores de 16 años.

Hay que mencionar también, que al ser blanqueadas mantienen el derecho a continuar percibiendo la Asignación Universal por Hijo y a la Asignación por Embarazo para la protección Social, porque así expresamente lo establece la ley.
Coincidentemente a lo que venimos sosteniendo, notamos como se «festeja” una ley que equipara la situación de un trabajador cualquiera con una trabajadora de servicio doméstico. Una situación que debió haber sido por naturaleza equiparada a cualquier situación laboral, lo cual demuestra una falla evidente en la legislación anterior.

En un acercamiento a los medios el ministro de Trabajo Carlos Tomada, explicó que el objetivo es que tengan los mismos derechos que cualquier otro trabajador y agregó: «Esta no es una política aislada sino que forma parte de un conjunto de iniciativas que buscan ampliar derechos, como la ley que modificó el Estatuto del Peón Rural”. Igualmente, habrá que ver y analizar cómo se desarrolla la aplicación de la misma, ya que la nueva ley no apunta a regular, vale decir, que legislar no es lo mismo que hacer cumplir la ley. Además, debemos tener en cuenta la falta de organización colectiva que existe en ésta actividad.

Para el subsecretario de Relaciones Laborales del Ministerio de Trabajo de la Nación, Álvaro Ruiz, la nueva ley da justo en ese clavo: implica un cambio cultural en el modo de mirar el trabajo doméstico, ya no como servicio personal sino como un trabajo. «Es un cambio de paradigma. Con un mayor control y una libreta de trabajo «inteligente», que permita el seguimiento de las trabajadoras”, asegura.

Por otro lado, bastante más cauta, desde el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, su directora, Natalia Gherardi, advierte: «Si lo poco que se tiene no se cumple, nada hace pensar que sólo con una ley más exigente en términos de derechos para las empleadas va a haber una mayor regularización». Para que algo cambie, sostiene, se necesita además una mejor y mayor fiscalización del Estado y una mayor conciencia social.

Es destacable el avance de las mujeres en el ámbito laboral en general, y en los últimos años han aparecido diferentes reformas legales al respecto, también acompañadas de algunos tibios cambios de criterios judiciales. Podemos notar que la situación se está dando para que se avance con paso firme, pero es totalmente necesario que desde cada ámbito social se interpelen estas cuestiones para poder generar realmente una masa crítica que tome conciencia del hecho.

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