09/07/2013

Barbie no ha triunfado

tapa-1242.jpgAlguien dirá que, al fin y al cabo, la Barbie representa nuestras aspiraciones, las aspiraciones de belleza de nuestra sociedad. Pero no es verdad. La Barbie representa las aspiraciones de las empresas que hay detrás: han sido creadas a imagen y semejanza de la rentabilidad, porque aspirar a un cuerpo imposible es mucho más rentable, mercadotécnicamente hablando, que estar a gusto con tu cuerpo. Por Consume Hasta Morir

¿En qué se parecen la Barbie y una adolescente estadounidense?

a-119.jpgNickolay Lamm ha recreado en 3D un modelo de muñeca basándose en las proporciones medias de chicas estadounidenses con 19 años.

La paradoja es que la estilizada e idealizada Barbie es un modelo violento y cruel, como explica Gabriel Cocimano:

El cuerpo del sujeto contemporáneo se ha convertido en mercancía y, como tal, ha quedado sometido a la lógica del mercado. El valor de la imagen corporal se ha ido acentuando al amparo del modelo visual generado por las tecnologías de la imagen. Este prototipo de belleza hegemónico es el signo del individuo en la sociedad occidental, el cuerpo de la ingeniería genética y de la cirugía estética. Afín a la vertiginosidad de los cambios, no es casual en la posmodernidad la imposición del artificio en materia estética: la cirugía es el procedimiento más veloz para alcanzar la metamorfosis corporal. Pero el canon de belleza física está más cerca del mutante de laboratorio: exceso, desmesura, trazos gruesos, estos rasgos agitan en el imaginario social el instinto irrefrenable del deseo insatisfecho. El cuerpo se ha liberado de las cadenas del alma, pero ha perdido la batalla a manos del mercado.

El canon de belleza inducido está muy cerca del mutante de laboratorio. Por supuesto que los hombres y mujeres siempre quisieron parecerse a sus estrellas de cine o de TV favoritas, pero «hay algo escalofriante en cómo los pacientes ven hoy a Pamela Anderson, una consumidora obvia de cirugía estética, como un paradigma de belleza” [14]. Pómulos levantados, ceja altas, senos grandes y labios carnosos; músculos y caras perfectas: puro cuerpo, centímetros perfectos en el lugar exacto. El triunfo de la superficie constituye el lugar del artificio y la apariencia, que no libera ni resuelve conflictos existenciales y sí los oculta y los simula. Paradoja de la época: la imagen de perfección, que no es más que un artefacto soñado de seducción, no hace más que postergar la realización existencial de los seres en la sociedad occidental, la plenitud física artificial vacía de contenido al individuo, lo aísla en su interioridad. Acaso pase de ser un cuerpo perfecto frente a la soledad de su propia contemplación en el espejo, la imagen narcisista contemporánea en estado puro. Como bien apunta Lourdes Ventura, «resulta una triste paradoja que las formas irreales/ideales de la muñeca Barbie sean las que llevan cuarenta años impresas en el inconsciente de varias generaciones de mujeres (…) Si la Barbie fuera humana ostentaría unas medidas imposibles: 100-45-80, no tendría la menstruación a causa de su delgadez y padecería trastornos psicofísicos de todo tipo. La obsesión por unos patrones estéticos artificiales no hace más que recordarnos que la muñeca Barbie ha triunfado sobre la realidad”.

Alguien dirá que, al fin y al cabo, la Barbie representa nuestras aspiraciones, las aspiraciones de belleza de nuestra sociedad. Pero no es verdad. La Barbie representa las aspiraciones de las empresas que hay detrás: han sido creadas a imagen y semejanza de la rentabilidad, porque aspirar a un cuerpo imposible es mucho más rentable, mercadotécnicamente hablando, que estar a gusto con tu cuerpo. b-78.jpg

ConsumeHastaMorir

Texto extraído de El credo de las apariencias. Los mutantes de la cirugía estética



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