28/05/2013

Balances de una década

1-1002.jpgEl 25 de mayo se cumplieron 10 años de gobiernos kirchneristas. Aquí puntualizamos algunos datos y una perspectiva crítica. Por Agustín Santella para ANRed.


Primero una nota «metodológica”. Desde las izquierdas se tiende a mostrar las continuidades efectivas entre distintos partidos burgueses, pero las formas son importantes para los cambios de contenido. Decir simplemente que esta «dékada” es la continuidad de los noventa sin más, sería repetir el error del Milcíades Peña pesimista, quien veía al peronismo como la directa continuidad de la decadencia argentina de las décadas previas, y aún de la específica modalidad colonial implantada por los españoles. Sin embargo sabemos la profundidad de los cambios que implicó el peronismo para la sociedad argentina y para las clases trabajadoras y populares. Entonces tratemos de mostrar cambios y continuidades.

En esta década se baja el desempleo significativamente, elevando el consumo interno. Esto es debido a la política del tipo de cambio primero y otras políticas de inspiración keynesiana luego, como la expansión pronunciada del gasto público. Esto tiene un impacto objetivo y subjetivo sobre los sectores populares que no se nos puede ocultar. Además ello se impulsa desde una retórica keynesiana, nacional y popular, muy diferente del discurso neoliberal de los noventa. Este discurso acompaña medidas de nacionalización de empresas (aviones, petróleo, jubilaciones). La retórica progresista acompaña medidas importantes como la reapertura de los juicios a militares, la ley del matrimonio igualitario e incluso la ley de medios. La derrotada resolución 125 de retenciones a la exportación de materias primas también aparecía como progresista.
Todo esto representa un contraste con el neoliberalismo. Sin embargo, para un balance es necesario incorporar las continuidades en la comparación entre las décadas.

La recuperación del salario real se evidencia en comparación con los años de la crisis, pero es igual o menor respecto de los noventa. Por supuesto que esta recuperación es desigual según el sector de empleo, es mayor en el sector formal privado respecto del sector público y el sector informal o en «negro”. De hecho se mantiene el grado de informalidad y precarización de los años noventa en torno del 35% (tomando a los asalariados sin aportes jubilatorios, como indicador para este fenómeno). Por otro lado la tasa de ganancia empresaria según algunos cálculos ha sido incluso mayor en los 2000 que en los noventa (ver informes del CIFRA, centro de estudios simpatizantes del oficialismo). Esto hace que el gasto social del estado, que ha crecido mucho, tenga poco impacto en la balanza final de la distribución de la riqueza.

Favorecidos por políticas de gobierno, se incrementa la concentración empresarial y especialmente la extranjerización de la economía. Por tanto los oligopolios tienen más poder en la determinación de precios ya que no quieren perder su alta rentabilidad que podría deteriorarse por la apreciación real de la moneda debido a la inflación. La extranjerización a su vez agrava el desequilibrio externo por la fuga de capitales (también nacionales hay que decirlo), que se convierte en otro frente de crisis del modelo.
Se ha profundizado el extractivismo neodesarrollista. Esto hace que la estatización parcial del petróleo no tenga el valor nacional ni popular que se pretende. Por otro lado, el extractivismo refuerza un aparato político reaccionario en las provincias, responsable de asesinatos y represiones en las comunidades aborígenes. Si a esto recordamos la aprobación de la Ley «antiterrorista”, tenemos que decir que hay contradicciones más que claras en la política de derechos humanos.

El gobierno ha privilegiado su apoyo en una fracción de capitales, no precisamente nacionales y populares, frente a los sindicatos y los movimientos sociales. Estos han sido limitados a la función de asistencia social.

La politización emancipatoria de las trece abiertas cartas no ha llegado a los lugares de trabajo ni a las provincias ni a los barrios. Ello está fuera de cierta territorialidad imaginaria de una polis que se limita a la Biblioteca nacional y a mochos eventos por lo demás interesantes o necesarios en el bar La academia de Callao y Corrientes. Por supuesto que ha habido una repolitización de la sociedad, pero quizá esta comenzara precisamente en la tremenda movilización social producto de la crisis de los noventa, y luego continuada en la intervención política estatal, pero no al revés. Lo progresivo del gobierno se entiende como una respuesta a esta movilización, no como política autónoma del estado, tal como se entiende este partido en su filosofía política. Todo lo que se ha ganado es por la lucha del pueblo, verdadera reserva moral de la sociedad y de su legado progresista.



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