Solana Macías: la palabra invisible
Su nombre es Solana Macías. Su ocupación, doble, pero inseparable: maestra y poeta. Vivió de cerca la experiencia de estar encerrada en las cárceles de la última dictadura militar junto a su esposo. Sostiene que «la mujer es la que ha sostenido en estos últimos tiempos la sociedad argentina», y que desde el lugar de lucha diaria que ocupa, aporta algo para cambiar el mundo.
Su simpleza transparente nos recibe enfundada en sus 54 años de luchas, con un agradable «Buen día, ¿cómo andan?». Y su rostro y manos ya empiezan a narrarnos la lenta cadencia de un vivir cotidiano que discurre sin prisa pero sin pausa, aún cuando todavía no logramos ingresar a su hogar, en su Lanús de «toda la vida».
«Te doy la mano
y abro la puerta de la casa
para que tus pasos la recorran,
y perciba toda tu piel
la recolección de un mundo que te ofrezco»¦»
Su nombre es Solana Macías. Su ocupación, doble, pero inseparable: maestra y poeta. Una doble ocupación que llena su vida empujada por los motores de la vocación y la satisfacción por el trabajo realizado.
«Yo creo que desde este lugar que ocupo puedo hacer algo para los demás. Hacer algo para la humanidad. -relata, convencida- La poesía, siempre digo, me dio todo y me sacó todo. Porque me dio la posibilidad de conocer gente muy piola, ir a hacer cosas»¦ Pero también me ha costado trabajos, porque a veces parece que a la gente no le gustan las cosas que uno escribe. Pero el balance es positivo. Yo escribo porque lo tengo adentro, no puedo evitarlo. Tengo como un río de fuego que me desborda, y si no lo largo, me quema. En mi escritura abordo lo social y el amor, el amor total. Y luego, aparte, yo amo la escuela, amo estar frente a los chicos. Yo sé que hay gente que está en la escuela por una cuestión económica. Yo estoy por amor.», afirma, segura de sí misma.
«Qué es Solana
guardapolvo blanco,
asentamiento,
reja de cárcel
negra imbancable de afectos
crepúsculo de alfiler en el pecho
una loba hambrienta
un sueño de Liberación en un beso
un amanecer en la tierra.
(Un sol definitivo de Frente).»
Solana Macías se crió en un hogar muy pobre, repitiendo así un destino-origen común con sus padres: «Ellos, que habían sido campesinos, deseaban para mi que yo tuviera como meta que me engrandeciera con respecto a los conocimientos. Porque fueron muy pobres: mi mamá, que era del pueblo `América’, pero sobre todo mi padre, que había pasado mucho hambre en Corrientes y había sufrido muchas injusticias».
«El hambre abrió puertas
despedazó cristales
y la desesperación
fue la única salida de conciencia»¦»
Su actividad como poeta comenzó a principios de los 70′, cuando junto a su marido, el escritor Jorge Eduardo Reboredo y un amplio grupo de destacados artistas y gente de la cultura, como escritores, pintores, actores y directores de teatro, se empezaron a nuclear en torno a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). En esa época, por la Asociación de Escritores pasaron figuras de la talla de Roberto Santoro, Haroldo Conti, Juan Carlos Sigiero o Julio Canteros.
Muchos de ellos venían de participar en la revista (clave para la época) de cultura y política «Crisis», y volcaron luego sus experiencias en proyectos que luego se materializaron en otras revistas importantes de la época, como «Barrilete» o «Grumete» (editada esta última por su marido Jorge), caracterizadas por su orientación hacia un compromiso social y político claro.
«Compañeros:
aunque salga con boca de metrallas
y vientos radiactivos
uno, solo, de ustedes, habría dicho más»¦»
«En esa época -rememora Macías- en la Argentina había un gran movimiento, orientado hacia la idea de que las cosas tenían que cambiar para que las condiciones del pueblo mejoraran. Y el grupo en el que estábamos se vivía en un ambiente de camaradería bárbaro. Te reunías con los muchachos, ibas para aquí, para allá. Reunión literaria de esto, presentación de aquello. Era un mundo muy especial. Y no paraban de pensar siempre qué era lo que íbamos a hacer mañana.
«Además, -sigue rememorando- la distribución de muchas de nuestras obras era underground: había que patearse toda la calle Corrientes y dejar el material en concesión en las librerías. Y después, a los 10 días yo pasaba a ver si se habían vendido; que en general se vendían».
«Qué es Solana sino nombres que duelen
que se llevan prendidos como cicatrices del cuerpo
con Rayos del Sur y Grumete»¦
Qué es Solana sino un fuego que no acaba en tus manos
espira sideral en la lentitud de octubre.
Aceleramiento de ideas
mirada de metal o estrella
sahumerio ambulante
sinnúmero de objetos, libros, papel, birome
discos, grabador y sueños.
Disfraz de adjetivos
Soledad tierna que se va violentada
A la impaciencia de la crueldad y desafecto»¦»
Como todo ser humano, Solana, la poeta, la maestra, la mujer, está hecha de presencias, pero también de ausencias, de esas que duelen, y de fragmentos de recuerdos que, en un tono que evoca constantemente la incompletud y la carencia, parecen imponérsele a fuerza de vida en su escritura. Quizás porque esos elementos ya son parte de su identidad.
Y la presencia-ausencia que evidentemente surge una y otra vez es la de su esposo Jorge Reboredo, escritor y militante, con quien tuvo que huir y esconderse en Castelar durante la última dictadura militar.
«El ha venido contento;
saca de su bolsa de trabajo
un paquete marrón,
lo desenvuelve esperando ver el espectáculo;
y como un dos de oro,
me quedo estática,
mirando el treinta y dos corto.
La pequeña burguesa está a punto de desplomarse.»
Casi todos sus compañeros habían sido desaparecidos, y ellos ya habían pasado por la experiencia de estar en las cárceles del proceso. Habían estado detenidos en la Unidad 9 de La Plata.
«La primera vez que lo llevan preso, allanan mi casa. -relata Solana – No puedo decir nada con respecto a mi, porque no me tocaron, pero sí escuché esos días cómo torturaban gente, y los simulacros de fusilamiento. Esto afectó mucho la salud psíquica de él. Durante su paso por la cárcel vio cosas que lo shockearon. Eso, después, con el tiempo, llevó a que él se suicidara.
«Los días vinieron a tu hora exacta
cuando tu boda con la muerte se entretejía en quebrantos;
sobre el censor atómico el ritual de sangre
apoyó la circunstancia arremetida de los soles,
y fue entonces que te despojaste
de lo único que quedaba»¦»
Luego, la poeta se permite analizar a la distancia la experiencia de la época: «La dictadura logró su objetivo en tanto esta sociedad es una y totalmente distinta a la que yo viví en la adolescencia -reflexiona- No en vano desaparecieron a 30 mil personas. Yo siempre digo que desaparecieron a los mejores, y que lo hicieron porque sabían que eran los que podían llegar a modificar las cosas».
En este sentido, Solana también posa su mirada sobre los errores de esa generación de luchadores: «todos tuvimos un sueño. Lo que creo que falló fue que estábamos muy divididos, muy rígidos en distintos sectores», explica, sentando su posición, y también trazando un paralelo con la actualidad, al reconocer que hoy percibe que «hay lentos destellos, de a poco. Desde hace dos o tres años, a partir de lo que sucedió en diciembre de 2001, que es como que se está volviendo lentamente a las fuentes. Lentamente se está reorganizando todo desde abajo, pero aún no hay una organización fuerte, sino experiencias individuales, desarticuladas.»
Sin embargo:
«Un color rojo me recuerda
a libertarios
a la liberación avanzando
a las rocas de coral
que defienden tu nombre
entre mis dientes apretados.
Un color rojo insiste
Que debo seguir andando.»
Finalmente, Macías, que siempre apostó a un perfil bajo forjado en la actitud de publicar en editoriales independientes, y cuyas poesías fueron traducidas al inglés por una compañera de la Universidad de Colorado, al portugués, en Brasil, y al italiano, sienta su posición con respecto al lugar de la mujer en la Argentina, ante el Día Internacional de la Mujer:
«Yo creo que la mujer es la que ha sostenido en estos últimos tiempos la sociedad argentina. -define- Las mujeres silenciosas, las mujeres del pueblo, las que salen todos lo días a trabajar, si es que tiene trabajo, o si no hace lo imposible para que no falte el pan en la casa. No tenemos que hablar de los derechos de las mujeres. Los derechos son de todos, del ser humano. Aunque, obviamente, en algunos lados están fallando. A mi me duele mucho la violencia física que están sufriendo las mujeres debido, muchas veces, al machismo. Y también me duele la otra violencia: la violencia social que sufre la mujer que hace malabares en su casa para que su hijo estudie, coma, y esté seguro.»
Por Fernando Ruffa
Los fragmentos de poemas utilizados en la nota pertenecen a «La palabra invisible», de Solana Macías (Ediciones América, febrero de 1990).
Por orden de aparición, corresponden a los poemas «Recibimiento», «Definición», poema sin título de julio del 89′, «Allanamiento» y «Rojo». Los dos poemas enteros que siguen a esta nota pertenecen al mismo libro.
Día de lluvia
Recortada la tarde en planos grises;
no tienen alas los geométricos sentidos
detrás de las ventanas.
Llueve.
Sondea el viento sur los cables telegráficos
que emergen
de collares húmedos de encanto.
En algún lugar deben haber besos encerrados
o frío creciendo;
ahora,
la mirada que va al punto seco del suelo,
se encuentra,
con la presencia de los pasos.
En algún lugar tu casa,
mi casa, se está inundando.
Tus ojos me persiguen.
Todos los marinos aparecen al cerrar los ojos,
me invaden
colgándose como perlas,
y mis manos pájaros sin retornos
andan contagiadas de tristezas.
¡Qué no haría mis chiquitos
sino traerles la estrella
y coronarlos de duendes;
zapatillas al viento
remontarlas como barriletes!
¡Qué no haría sino donarles mi sangre
a los collares de hambre y miserias!
Esta, mi escuela pobre
que me canta la lluvia en los techos de chapas
en mi salón de verde
con su patio de tierra,
tienen los marinos,
con sus ojos persiguiéndome.