En defensa de lo público, por la desmanicomialización y en contra de la represión
Ayer, domingo 28 de abril, se realizó una de las Jornadas Artísticas por el Hospital Borda, con asamblea y debate sobre los hechos ocurridos el pasado viernes 26 de abril. La actividad comenzó el sábado y concluyó ayer, con la pintada de un mural, candombe con Tambores no callan, una charla con referentes en salud mental y una varieté. La asamblea decidió marchar este martes 30 de abril bajo las consignas No al Centro Cívico, derogación del acuerdo Pro-K, mantenimiento del uso en Salud de los terrenos del hospital, cumplimiento de las leyes 448 de CABA y 26.657 de Nación, en contra de la represión y juicio político a los responsables Chaín, Montenegro y Macri. Crónica: Dagna Faidutti/Fotos: Esteban Ruffa, para ANRed.
El extenso cerco armado de chapones que el viernes buscaba «resguardar” el predio donde se proyecta la construcción del Centro Cívico, ha caído. Hoy tapan la maquinaria del Taller Protegido N° 19 que los obreros del Gobierno de la Ciudad dejaron a la intemperie.
No hay un solo policía. Todo el patio interior del Hospital Borda está abierto y con actividades realizadas por centenares de personas que fueron convocadas a través de las redes sociales por el Frente de Artistas del Borda, Cooperanza, La Colifata o Pan del Borda.
El taller es un cúmulo de escombros, de hierros retorcidos sobre los que se organizan grupos de personas que rescatan lo que aún sirve. Estructuras de ventanas, fichas de pacientes, actas de asistencia, carpetas de antiguas licitaciones, recomendaciones de trabajo o actas de auditorías.
La destrucción ha sido tan rápida e improvisada que aún no se sabe si los obreros sacaron la maquinaria que habría en el sótano.
Marcelo es paciente. Corpulento y con ademanes excesivos, camina sobre los escombros mientras anima a Cesar «Huevo” Pavón (acordeón) y a Marcelo «Zeta” Yeyati” (saxo) para que, junto a los músicos de Babel Orkesta, animen a los que se encuentran trabajando.
Parece una fiesta, pero en los grupos, entre mate y galletitas, murales y olla popular no se comprende la desidia.
En la puerta del Frente, numerosos referentes históricos que han «impuesto agenda” comienzan la mesa de debate. Entre ellos se encuentra Raúl Camino, psiquiatra que desarrolló durante diez años la comunidad terapéutica de Colonia Ciudad Federal (Entre Ríos); Alfredo Moffatt, psicólogo social y psicodramatista fundador de la Escuela de Psicología Argentina; y Enrique Carpintero, psicoanalista. Cada uno a su tiempo, explica qué es y cómo comenzó la «comunidad terapéutica”.
«Comencé con una larga Asamblea con pacientes crónicos, de muchos años de manicomio. Entonces, se hablaba de platos voladores, de los espíritus, los comunistas, los anticomunistas. Un intercambio de delirios espectacular”, ríe Camino.
«Tres o cuatro meses estuvieron de bacanes, no laburaban, se paseaban, morfaban. Y yo les decía: «˜¿cuándo van a trabajar? Qué vamos a trabajar, si ustedes son los empleados y nosotros los pacientes»™, me respondían”.
«Justo había que trasladar uno de los depósitos. Entonces voy a los pacientes, y los arengo. Porque yo usaba recursos como la arenga. La arenga es una manera de sugestionar a la persona para que haga algo. «˜Â¡Señores, pasa esto y esto y esto! ¡De manera que a partir de ahora vamos al depósito y lo trasladamos! ¡Vamos!»™ Y corrí yo adelante. Me siguieron. En menos de dos días, depósito trasladado, y pacientes laburando al lado de los empleados”.
De ahí en más, salieron las listas para trabajos, y allí comenzó lo que técnicamente se llama rehabilitación laboral.
La intención, dice Moffat, es considerar que todo lo que hace el paciente en su internación psiquiátrica sea terapéutico. Que su participación en la vida comunitaria sea el factor esencial de su resocialización y que la asamblea de toda la comunidad, por el cual pasan todas las decisiones, sea el dispositivo básico.
Alguien del público preguntó cuál era la eficacia de funcionar de este modo. «Tuvimos un 82 por ciento de altas, esa es la estadística bruta. Una más fina, que considere al paciente que reingresa varias veces en el año, sería de 49 por ciento anual. Además no fue una experiencia costosa desde el punto de vista hospitalario, porque al trabajar los pacientes éste disminuía”, contesto Camino.
Carpintero, por su parte, destaca la vigencia de la ley 448 de Salud Mental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que prescribe «un sistema de atención digno y eficaz, desde el cual llevar a cabo la transformación que el mandato constitucional exige: una «˜desinstitucionalización progresiva»™: implementación de camas de internaciones breves y guardias interdisciplinarias en hospitales generales, casas de medio camino, hospitales de día, emprendimientos sociales y otros dispositivos sustitutivos”. Pero señala que «habiendo pasado casi trece años, con diferentes gestiones de gobierno, estos lineamentos no fueron instrumentados, por la inacción gubernamental, la resistencia corporativa de algunos sectores profesionales, gremiales y empresariales, así como también por la indiferencia y los prejuicios que operan desde la sociedad”.
Hoy la situación se ha tornado mucho más grave, ya no por el incumplimiento de lo establecido en la Ley, sino por la evidente transgresión que ejerce el actual Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que avanza en una privatización de la atención de la salud pública en general, y de la mental en este caso, a partir del trasvasamiento de los recursos del área pública estatal hacia el sector privado.
La realidad de los relatos plantea el absurdo. Experiencias concretas y leyes prescriptas que solo pintan un paisaje de fondo
El taller de madera y metalurgia ahora es desecho a fuerza de represión y destrucción.
La leyes de salud aguardan escritas las voluntades.
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