20/04/2013

El crecimiento de la oposición social

cacerolazo-18A-1.jpgEn los últimos siete meses los cacerolazos en Buenos Aires y otras ciudades se repitieron tres veces, siempre in crescendo, y el 18 de abril movieron al menos doscientos mil manifestantes. El gobierno y sus voceros periodísticos declaran que, por el contrario, las marchas y actos decrecieron en concurrencia; por lo tanto, prosiguen imperturbables del mismo modo con las mismas políticas. Por Guillermo Almeyra.


Los representantes más notorios de la intelectualidad kirchnerista «“ el sociólogo Forster, el director de la Biblioteca Nacional Horacio González, por ejemplo, advierten en cambio preocupados que el gobierno debe tomar acto de esta oposición social creciente que, hasta ahora, no coincide con la oposición política de derecha, centroderecha o centroizquierda ni encuentra siquiera en ésta una expresión. Mientras los gobernantes, como antes de las terribles inundaciones que los metereólogos advertían a tiempo, no hacen nada ante este veloz oscurecimiento del cielo político porque son incapaces de cambiar y en su soberbia se creen protegidos por un Dios particular. Mientras tanto, las dificultades económicas tensan las relaciones sociales, se hace cada vez más difícil el proyecto de volver a elegir por tercera vez como presidente de la República a Cristina Fernández y surgen amenazas a la mayoría parlamentaria oficialista en las próximas elecciones de octubre.

La última manifestación, sin embargo, no fue organizada por los partidos y grupos de oposición. Los organizadores fueron los grandes diarios de los terratenientes, los financistas, los monopolios, Clarín y La Nación, y las redes sociales. Las decenas de cacerolazos y manifestaciones reunieron personas de clase media, bien vestidas, en su mayoría de más de 40 años, que participaban por decisión individual. No se veían carteles ni delegaciones de grupos, partidos, organizaciones ni había consignas unificadoras aunque los miles de pequeños carteles personales hechos a mano insistían en repudiar la corrupción oficial, los robos al erario, la soberbia y autoritarismo del gobierno y rechazaban la reforma de la justicia (a pesar de que nadie tiene la menor idea de en qué consiste pues el gobierno no informó sobre su contenido ni lo hizo discutir previamente, pero que es vista, por influencia de los diarios citados, como peligrosa para la independencia de los poderes del Estado y los derechos de los ciudadanos). La manifestación era calma, tranquila, sin ira y, a diferencia de las anteriores, no gritaba insultos soeces a la presidente ni clamaba por su muerte. Al sentir la imponencia de su acción, sus manifestantes se satisfacían que no verse solos y, cuando mucho, pedían a los líderes de los partidos opositores «“sin importarles mucho su orientación- que se unieran aunque muchos manifestantes declaraban repudiar tanto al gobierno como a dichos líderes. Algunos de éstos, como Mauricio Macri, no se animaron a salir a la calle, temiendo que les recordasen los muertos de las inundaciones, y los demás simplemente se mezclaron con la multitud sin osar hablarle ni dirigirla pues tienen claro que una cosa es la oposición social de una clase media que teme perder posiciones y otra un apoyo político a sus fórmulas y propuestas.

Tarde o temprano, el gobierno tendrá que registrar que ha perdido la mayoría de los sectores de clase media que formaron parte del 54 por ciento de los votos de los que se ufana Cristina Fernández. Todavía confía en mantener entre un 30 y un 40 por ciento porque los trabajadores no siguieron a la CTA Michelli ni a la CGT de Hugo Moyano en su apoyo al cacerolazo, en el cual participó sólo el millonario burócrata sindical Momo Venegas, patrón del Sindicato de Trabajadores Rurales. Pero tendrá que modificar, como mínimo, su estrategia electoral para octubre y para la elección presidencial del 2015. Tampoco podrá ignorar indefinidamente los escándalos de todo tipo que salpican incluso a la familia de Néstor y Cristina Kirchner y a su entorno, pues la corrupción y el robo son los principales motivos de protesta de los sectores populares que podrían ser reconquistados. Sobre todo porque, al seguir las ideas de Ernesto Laclau según las cuales no existen las clases y las agrupaciones de jóvenes deben ser el punto de apoyo principal del kirchnerismo, dejando de lado el apoyo tradicional de los trabajadores al peronismo, Cristina Fernández ha roto los puentes con la burocracia sindical corrupta que se le opone (usa en cambio al resto, a la que les sirve) pero también con el movimiento obrero como tal, es decir, con su principal caudal de votos.
La manifestación también provocará reagrupamientos en la oposición pues, probablemente, el Proyecto Sur de Solanas se juntará con la conservadora y derechista «Lilita” Carrió y otros sectores de centroderecha, abandonando sus pretensiones de centroizquierda y aumentarán los esfuerzos para unir la derecha y la centroderecha clásicas, no peronistas, detrás de una candidatura peronista de ultraderecha, como la de
Macri. Al mismo tiempo, el intento del gobierno de limitar los aumentos de salarios aumentará sus enfrentamientos con los trabajadores y entre éstos y los burócratas sindicales. Los meses próximos, que quizás vean una situación económica algo mejor, serán sin embargo meses de crisis política y social.



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