16/04/2013

¿Qué pasa con el dólar?

Nota_Dolares_MK_Tapa.jpg Desde que en octubre de 2012 comenzaron las restricciones a la compra de dólares para el ahorro, el mercado ilegal («dólar blue”) ganó cada vez más fuerza. En efecto, los trabajadores argentinos con capacidad de ahorro ven en este mercado una de las pocas posibilidades de mantener el valor de su dinero ante una eventual crisis o devaluación abrupta. Mientras tanto, la rápida suba del dólar paralelo tiene su causa en el hecho de que pocas personas quieran desprenderse de los dólares que han atesorado y en un componente especulativo respecto del precio futuro que pueda tener. Esto ha permitido tener grandes ganancias en pesos en muy cortos plazos a todos aquellos que lo habían comprado antes de la suba. Por Cynthia Recchi y Martín Kalos


El inicio de las restricciones a la compra de divisas

El 28 de octubre de 2012, el Gobierno nacional dispuso que la venta de dólares para ahorro quedara limitada al 40% de los ingresos declarados. El ministro de Economía de ese momento, y actual Vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, señalaba en su cuenta de Twitter: «No ha cambiado nada de nada respecto a la posibilidad de comprar dólares. Todo aquel que pueda demostrar sus ingresos puede adquirirlos”.

Reservas Internacionales del Banco Central de la República Argentina, en millones de dólares.

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Fuente: elaboración propia en base a datos del Banco Central de la República Argentina.

En pocos meses, el porcentaje de los ingresos que podía usarse para comprar dólares primero se redujo al 25%, y luego directamente desaparecería de la página de AFIP la opción de compra de dólares para el ahorro, restringiéndose al turismo «“ opción que, al día de hoy, ha quedado sumamente limitada -.La medida en sí ha probado ser ineficiente: no sólo se mantuvo el exceso de demanda de divisas, sino que fue interpretada como una señal negativa que impactó en los mercados. Sin ir más lejos, al 8 de marzo de 2013 el stock de reservas internacionales era de 41.528 millones de dólares, un 12% más bajo que el mismo día del año anterior y 22% menos que el record de Reservas alcanzado a comienzos de 2011. Ya desde julio de ese año, el Banco Central estaba perdiendo reservas dramáticamente y era necesario colocar un freno a esa sangría. El Banco Central de la República Argentina tiene facultad para imprimir pesos, no dólares. La fuga de divisas implica quedarse sin moneda de respaldo, que necesita para realizar transacciones con organismos extranjeros, para concretar operaciones de comercio internacional (tanto pagar importaciones como financiar exportaciones), para el pago de deuda, etc.

Una forma de evitar la salida es reducir el precio relativo de una moneda frente a la otra (que los dólares cuesten más pesos). Es decir, devaluar. Existen distintas razones por las cuales el Gobierno puede no querer hacerlo: implica una transferencia de ingresos a los sectores exportadores, encarece la compra de maquinaria por parte de la industria, y encarece la compra de energía por parte del Gobierno nacional (Argentina se encuentra hoy, nuevamente, en déficit energético). El mayor precio de los insumos importados por la industria y de los alimentos producidos por el sector agropecuario tiene un impacto negativo sobre el poder adquisitivo de los trabajadores, ya que los salarios reaccionan con demora o en menor magnitud que la suba de precios. Por ende, una devaluación en estas condiciones afectaría la calidad de vida de la población, la distribución del ingreso y la capacidad productiva del país. Esta capacidad productiva se ve afectada por la devaluación de dos formas: por un lado, los productos de exportación ganan competitividad, y se incentiva la sustitución de bienes importados; por el otro, los insumos de importación se encarecen, al tiempo en que se desacelera la demanda interna. De momento, el Banco Central está avalando tasas de devaluación mes a mes, rondando hoy en día el 17% de devaluación interanual.

La segunda salida posible es la que se implementó: restringir el volumen de divisas en oferta.

¿Por qué se compran los dólares?

Una parte de la población argentina con capacidad de ahorro ha tenido un romance histórico con el dólar. Lejos de confiar por completo en la moneda nacional, lo que ha subsistido desde siempre es un sistema bimonetario, donde las grandes transacciones se realizan en dólares como forma de preservar el valor de la mercancía adquirida.
Preservar el valor de sus ahorros ha constituido la mayor ambición de los argentinos, que demasiado bien recuerdan los períodos hiperinflacionarios de los 80 y la confiscación de sus depósitos en el año 2001. Es por eso que, a la menor señal de alarma, las casas de cambio pululan de pequeños y medianos ahorristas. Solo en 2011, las personas físicas o jurídicas con compras mensuales por el equivalente de hasta 10.000 dólares representaron el 45% del total; es decir, existe un amplio volumen de compra que no responde a grandes contribuyentes.

Compras mensuales de dólares por persona o empresa en 2011.

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Fuente: informe del mercado único libre de cambios del Banco Central de la República Argentina.

Este comportamiento es lógico, ante tasas de inflación superiores al 20% anual. El alza en los precios de la mayor parte de los bienes de consumo implica que, con los mismos pesos (y el mismo salario), se puede comprar cada vez menos. Mis pesos pierden valor; pero si los convierto a dólares, una eventual devaluación podría devolverme el poder adquisitivo perdido, al permitirme comprar una cantidad mayor de pesos con los dólares que obtuve anteriormente.

Esto pone a cualquier persona que disponga de un excedente mensual por sobre su sueldo en una disyuntiva. No conviene ahorrar en pesos, porque mes a mes se pierde poder adquisitivo frente al avance de la inflación (un plazo fijo paga una tasa efectiva de hasta el 15% anual, con lo que se sigue perdiendo dinero; incluso el bono de YPF, reducido en volumen, tiene uno de los mejores rendimientos del mercado y paga «apenas” 19% anual, por debajo de la suba de precios). Pero a la vez comprar divisas extranjeras para ahorrar está restringido «“ razón por la cual también se ha paralizado el mercado inmobiliario, que se ha valuado históricamente en dólares y ha sido siempre un refugio para los ahorros de los argentinos -. Incursionar en el mercado de capitales en general requiere tener conocimientos previos sobre cómo funciona, contratar un agente de bolsa como intermediario, etcétera; todo lo cual conlleva tiempo, esfuerzo, gastos monetarios y riesgo, quedando fuera del alcance de la mayoría de la población.

La suba del dólar blue y su impacto

Ante este escenario, no resulta sorprendente la apertura de un mercado de cambios ilegal. El precio del intercambio en este sistema informal (de compra y venta de dólares en negro) es lo que se conoce como cotización de peso/dólar «blue”.

La brecha con el dólar oficial ocurre por dos motivos. El primero es que la demanda de dólares es alta en relación a una oferta muy reducida (ya que pocas personas se desprenden de los dólares que han acumulado) y esta demanda relativamente elevada no puede canalizarse por vías legales. Esto implica que los pocos vendedores de dólares pueden fijar un valor alto, y es probable que consigan compradores «“incluso si el precio de venta de esos dólares estuviera «inflado”-. El segundo motivo es precisamente que, mientras se espere que el valor del dólar blue continúe subiendo, comprarlo seguirá siendo negocio. Por ejemplo, para quienes lo compraron a $7,80 a comienzos de marzo, venderlo apenas diez días después a $8,50 hubiera significado una ganancia del 9% en apenas diez días. Comparado con las tasas de interés (de a lo sumo 19% en un año) que se obtienen en el sistema financiero legal, esta ganancia es exageradamente alta. Es por este motivo que el proceso se retroalimenta; las personas esperan que el dólar suba, aumentan su demanda y esa demanda causa finalmente que el aumento del dólar se concrete.

Es imposible hablar de un «valor real” del dólar, ya que no existe un fundamento económico que diga cuál debe ser su precio en el corto plazo. Para cada persona, el valor real será aquel al que pueda conseguir los dólares «“con un precio para la compra legal para turismo en el exterior, otro para la importación de bienes extranjeros, otro para la compra en el mercado ilegal, etc.-. Pero prolongar la existencia de un dólar blue informal implica un fuerte incentivo a que los exportadores evadan los controles de la AFIP y vendan sus divisas en el mercado ilegal (donde obtienen más pesos que al vendérselos al Banco Central), generando por ende una mayor ilegalidad en toda la economía argentina.

Para el Estado es sumamente difícil (aunque puede intentarlo) perseguir a quienes venden dólares ilegalmente (las «cuevas» y «arbolitos»); su mayor dilema radica en si aumentar la oferta de dólares, lo cual podría drenar las Reservas del Banco Central, o si permite que la cotización del dólar blue siga dando señales de riesgo en la economía y fomentando la ilegalidad en las transacciones.

No surge hoy ningún sector que cuestione quién genera o se apropia de esas divisas y en qué sentido esos hechos nos afectan como trabajadores. Ni los trabajadores ni ningún partido político está poniendo en discusión una salida propia a este problema, incluyendo por ejemplo la posibilidad de reeditar medidas que ya se han tomado en el pasado (como la nacionalización del comercio exterior o del sistema bancario). Quienes ahorramos un poco del sueldo cada mes seguimos viendo cómo otros toman estas medidas que nos afectan en nuestra calidad de vida actual y futura, mientras buscamos alternativas legales para mantener el poder adquisitivo de nuestro salario y nuestros ahorros.



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