22/02/2006

«Cada espectador debe armar su propia realidad»

A-entrev.jpgAngustia y risas, luego aplausos. ¿Pero por qué? Esa es la pregunta que surge después de asistir a la función de «No me dejes así», una obra que posibilita múltiples lecturas a partir de una situación de alto dramatismo que va generado variados cambios de estado. Por eso, ANRed decidió ir a la caza de su creador, Enrique Federman, a quien encontró en la puerta del teatro. «Acá, la lógica es que el espectador también trabaje y aporte lo suyo», afirmó el director ni bien nos vio. Además, aclaró que «lo fácil es explicarlo todo».


Al salir del teatro «El Piccolino», después de asistir a la presentación de «No me dejes así», los comentarios que se podían escuchar del público eran unánimes: «Â¡qué buena obra!». Pero seguro que si les preguntábamos a esas mismas personas de qué se trataba el argumento, cada uno de ellos iba a contestar algo diferente. Casi como si hubieran asistido a representaciones diferentes.

O contemplado realidades distintas. Y engañosas: porque nada parece ser demasiado
claro dentro de lo que ocurre arriba del escenario. «Se miente sobre la mentira que es el teatro, sobre la mentira que representa esta obra», nos segura Enrique Federman cuando ANRed decide ir a buscarlo para charlar acerca de su espectáculo, una pieza que nos propone algo tan sencillo como atrayente: curiosear al vecino. Luego sólo resta dejarse llevar, introducirse y finalmente «armarse» la historia.

Una historia no apta para espectadores perezosos que pretenden encontrar todo resuelto. Dado que Federman no da nada servido en bandeja. Ni a los que se encuentran arriba del escenario, actuando, ni a los de abajo, que observan. Ambos deben jugar con una realidad. Salvo que los primeros se encuentran inmersos y deben hacerse cargo de ella y los segundos, sólo la distinguen y tratan de develarla.

Por eso, a días de haber visto la obra, volvemos al ataque, a ver que le podemos «sacar» a
su creador. Sí… nos negamos a quedarnos así.

 ANRed: ¿Cómo surge la idea de «No me dejes así?

 Enrique Federman: Tiene varios puntos de partida. El primero está asociado a la antesala de una terapia intensiva, que es un lugar que genera una situación de alto dramatismo. Y al tener tanta tensión me parecía que se tenía que tocar con lo cómico.

El segundo, se liga que, al ver el clásico River- Boca, en el cual este último elimina a River de la Copa Libertadores, en ese partido, observe que todo el tiempo hubo cambios de emociones y de estados; según del equipo que fueras te podías poner contento o triste. Y yo dije: qué bueno hacer un espectáculo en donde todo el tiempo pudiera haber cambios de estados. Y por último, tiene que ver con un trabajo que vi sobre el atentado a la embajada de la AMIA, en donde desmitificaban el informe oficial y puntual que conocemos sobre Riveli y la camioneta. Y esto, me dio a pensar sobre las verdades, esta cosa entre la realidad y la verdad. Hay una realidad que si vos la sostenes con verdad es posiblemente creíble. La otra, que es opuesta, pero si es sostenida también es creíble, cómo mintiendo lo mejor posible se puede llegar a generar la mejor de las verdades. Y esto, es lo que pasa en este espectáculo, en donde se miente sobre la mentira que es el teatro, sobre la mentira que es esta ficción
.

 ANRed: El espectáculo es el resultado de una creación colectiva, ¿cómo fue ese proceso?

 E.F: A partir de una situación inicial y con consignas, los actores fueron improvisando. Yo les traía temas de afuera y ellos los devolvían desde adentro. Y después evaluábamos los resultados.

 ANRed: ¿Hubo choques con los actores a la hora de plasmar esa idea inicial en la acción?

 E.F: Fluyó, fue un material que rápidamente encajo y nos fuimos enganchando. Estuvimos de acuerdo, más allá de alguna diferencia.

 ANRed: La obra propone al espectador variadas lecturas, pero a vos, como creador, ¿qué es lo que te gustaría que el público se lleve?

 E.F: Busco que cada cual se lleve lo que quiere; que se emocione, se angustie, se divierta, se intrigue. Que vaya pasando por un cambio constante de estados. Además, cada uno de los que vienen, tienen una verdad con respecto a lo visto y eso no se puede rebatir. Que cada uno arme su realidad, eso es lo que nos interesa.

 ANRed: ¿Cuáles son los riesgos de montar una obra que profundiza en lo no-dicho y en la libre interpretación del público?

 E.F: En principio nunca nos propusimos ocultar la historia, ni pensamos en hacer esto para confundir y que crean otra cosa. Nosotros avanzamos en la trama, sin preocuparnos en ocultar. Lo que pasa es que se potencia lo no-dicho con esta mecánica de los secretos, de hablar en voz baja, o de expresarse mediante señas e indicaciones, pero no veo riesgos en este tipo de espectáculos.

 ANRed: No hablamos de riesgos entonces y cambiemos por: ¿no es mucho más difícil mantener la atención del espectador mediante este mecanismo?

 E.F:Lo fácil es explicar todo. Y eso, uno lo ve todo el tiempo. Acá la lógica es que el espectador también trabaje y aporte lo suyo.

 ANRed: Sé que asistís a casi todas las representaciones de la obra, hecho poco habitual entre los directores una vez de estrenada la pieza, ¿por qué lo haces?

 E.F: Por varias razones; este espectáculo es de un enorme calibración, en donde una cosita que se corre, se ve y puede distraer a otra. Pero no hablo de la distracción por si misma, sino la que desvía la atención de algunas pautas puntuales y concretas. Y esa, debe ser corregida, ya que el espectáculo es como un mecanismo de relojería que tiende con la presencia y la risa del público a correrse. Por eso, por ahora, debo seguir viniendo.

 ANRed: El presenciar la función te permite además estar cerca del público, ¿cómo ves que reacciona ante la obra?

 E.F: Pasa de todo. Hay gente que de entrada denota un sesgo cómico y se empieza a reír y otros que se enganchan en lo dramático; entonces, se pelean. Hay funciones en que algunos se empiezan a reír y otros los chistan para que se callen, porque sienten que no es para reírse, que es algo dramático. Pero el otro pescó que hay algo en eso dramático que tiene un costado humorístico; por patético, por tremendo, por trágico, por la tensión que se genera. Hay mucha gente que se reprime mucho la risa durante el principio de la obra, dado que dice: «¿pero cómo en esta situación me voy a reír?», hasta que algunos comienzan a soltarse y los demás lo siguen.

 ANRed: Al ver la obra uno tiene la sensación de estar espiando una realidad que desconoce, ¿es esto así?

 E.F: Tal cual. Yo planteaba esto como si alguien espiara una situación a 10 metros. Si vos te vas ahora a una sala de espera de terapia intensiva y te paras a esa distancia y no conoces a nadie, vas a empezar a suponer actitudes, comportamientos y gestos. «Este debe ser el padre, no mejor el suegro o tal vez un amigo». A mí me pasó en un bar, antes del estreno, que al lado mío había una señora y una joven, ambas comían y lloraban, y yo pensaba deben llorar porque se le murió el papá a la chica o porque estaba gravemente enfermo. En resumen, me armé 25 historias distintas con la poca información que tenía. Pero ese estado era lo que me conmocionaba; puta, mira como llora, pensaba, qué bajón. Era una situación da emoción y, cuando uno se encuentra en una situación así, los estados están alterados.

 ANRed: Y hablando de los estados, vos antes lo habías mencionado, ¿cómo es eso de mezclar una situación cómica en medio del dolor?

 E.F: Es que están unidas. Vos vas a un velorio, y en momento, surgen los infaltables chistes porque uno se cansa de llorar. Así como uno se cansa de reírse, también se cansa de llorar. Y en el medio de esa transición puede pasar cualquier cosa.

 ANRed: En los personajes mismos también hay una transición pero ligada al dolor, dado que en las primeras escenas ellos sufren por un otro y luego ese sufrimiento se va corriendo hacia sus propias personas.

 E.F: Sí, es así. Cada uno tiene lo suyo, es decir: un vínculo consigo mismo. Pero, además, tiene un vínculo con el otro que lo rodea. Y también con aquel o aquella que está adentro y que desconocemos su sexo. Hay un momento que yo lo llamo el de los monólogos, en donde un personaje dice:»yo nunca pude llorar así, que se te de vuelta el alma» y otro dice:» a mí me gustaría tener suerte», y un tercero afirma:» yo siempre estoy detrás de las cosas, pero nunca adelante» y la otra cuenta: «el otro día me miré al espejo y por segunda vez me volví a asustar. ¿Quién soy?». Estos son conflictos consigo mismo, o sea, además de tenerlos con los demás, se plantean conflictos internos.

Federman debía ingresar al teatro dado que una nueva representación de «No me dejes así» estaba por comenzar. A una cierta distancia y por la esquina, ya se los venía venir a los actores de la obra; tres hombres y una mujer que se desplazaban de forma apresurada. La imaginación comenzaba a volar y con ella la trama de estas cuatro personas en medio de la noche. Lástima que sus vidas, al menos por un rato, estaban destinadas a desarrollar su correspondiente historia.

Pero a no desesperarse, en la ciudad abundan diversos personajes con los cuales es posible imaginar las más insólitas, dramáticas y delirantes situaciones. Sólo era cuestión de seguir avanzando hasta encontrar otras almas que nos generen la debida curiosidad…

Mariano Minasso



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