22/11/2012

«Y dale con los piquetes, dale con los que luchan»

n1-2.jpgLa presidenta CFK, como siempre desde el atril y en su rol de hacer «docencia”, descalificó el paro del 20 N, e hizo mención a determinados hechos históricos de la clase obrera, con varios errores. Y a eso nos vamos a referir. Por Leónidas Ceruti, historiador.


En
estos días se cumplen a 110 años de la Primer
Huelga General en Argentina
. Fue en noviembre de 1902,
cuando el movimiento obrero reaccionó
enérgicamente con un paro general contra la sanción de
la primera ley especial para reprimir al movimiento obrero: la
Ley de Residencia (ley 4144), que autorizaba a expulsar del
país a cualquier «extranjero cuya conducta comprometa la
seguridad nacional o perturbe el orden público”. Fue el
General Roca el que envió a ambas cámaras dicho
proyecto.

O
sea que de paros conocen los asalariados argentinos, el del 20 N no
fue el primero. Los hubo de todas las formas, con o sin
movilización, «domingueros” o paros activos, con
tomas de fábricas, con gestión obrera de la producción,
etc. Y los motivos también fueron muy variados.

Vale
la pena recordar que los trabajadores, desde que comenzaron sus
luchas, centraron sus métodos en la llamada Acción
Directa. Entendiéndose por ello las huelgas, los piquetes,
cortes de calles, levantando barricadas, movilizaciones, tomas de
fábricas, etc.

Los
piquetes
no son un invento de estas épocas, ni de los
años 90. Tienen a nivel mundial y en nuestro país una
tradición ya centenaria. Las huelgas parieron los piquetes.
Cuando se declaraba una huelga, se montaban piquetes en las
inmediaciones de las fábricas para impedir que algunos
trabajadores acudieran a trabajar desoyendo la resolución del
paro. Trataban de persuadir a los rompehuelgas que se sumaran al paro
o, en caso contrario, empleaban medios más contundentes. A la
vez, cortaban las calles que llevaban a las fábricas, que
hacían las veces de barricadas, para impedir la entrada de
materiales para el funcionamiento de las empresas y la salida de la
producción.

La
tradición de la clase obrera argentina entronca con la
ocupación del espacio público, con las marchas, los
cortes de calle, las movilizaciones, desde fines del Siglo XIX y
principios del XX. Así lo registran las crónicas del
1° de Mayo de 1890, la Semana Roja de 1909, la Semana Trágica
de 1919, de la Patagonia Rebelde, las huelga de la Década
Infame, la jornada del 17 de octubre del 45, la época de la
«Resistencia” a los golpistas del 55, durante el desalojo
de la toma del Frigorífico «Lisandro de la Torre”,
cuando
Mataderos se convirtió en el barrio de las
barricadas. Volvieron a aparecer, en
el Cordobazo, los
Rosariazos, y las grandes puebladas de los «˜60 y los «™70,
se reiteraron en las luchas contra las políticas del menemismo
en los 90, y durante el alzamiento popular del 2001.

Uno de los ejemplos
más antiguos de los cortes de calles en Rosario data de
1907, cuando se llevo a cabo una huelga general en solidaridad
con los carreros y cocheros, con la participación de 25
sindicatos. En esa ocasión la falta de transporte fue total,
la represión fue en aumento, y se militarizó la ciudad. Los
sectores empresariales se movilizaron, y de un informe de la
delegación de la Bolsa de Comercio que entrevistó al
gobernador Echague, se puede verificar el clima social reinante «Otra
originalidad de esta huelga es la de que ante la insuficiencia de
fuerzas, el público y las empresas se ven obligados a
reconocer la autoridad del comité de aquella. Tan es así,
que los que tienen que conducir los restos de algún deudo al
cementerio, para no ser atajado en el camino solicitan autorización
previa al Comité de huelga o a la Federación Obrera.
Para que 1os tranvías de tracción a sangre que van a
Alberdi circulan sin novedad fue necesario también el
consentimiento de los huelguistas. Algunos particulares para poder
transitar con sus vehículos pidieron la venía a los
huelguistas, siendo unos atendidos y recibiendo otros un «No ha
lugar”. De hecho
están los
huelguistas erigidos en poder público”
.

En
este sentido, válidas son las palabras de un viejo periódico
revolucionario argentino de la década del «˜30 que se
refería a la importancia de los piquetes en la gran huelga
de los obreros de la construcción en 1936:
«Ninguna
huelga se mantiene ni triunfa sin la existencia de los piquetes.
Ellos son el vigor de la lucha, el fuego de primera línea, las
brigadas de avanzada en el ataque. En el piquete pueden estar el
joven y el viejo, contagiados de la misma fiebre audaz. Pero el
piquete es del joven, del obrero nuevo en el que el optimismo, el
coraje y la inquietud forman una sola línea tensa y vibrante.
Esta línea avanza al encuentro del traidor y lo domina, busca
al equivocado y lo convence y lo empuja al lado de los camaradas. Del
piquete depende la huelga”.

La
memoria histórica de los trabajadores hizo que durante los
años 90, surgiera lo que se llamo el movimiento piquetero.
Eran los tiempos de Menem, cuando se cerraban o privatizaban empresas
estatales, que expulsaban trabajadores. Florecieron por todo el país
los piquetes y los piqueteros, con sus cortes de rutas y calles, que
comenzaron a hacerse habituales en los paisajes provinciales.

Y
no comenzó en Cutral-Co, en junio de 1996, como dice CFK,
sino que se inició en 1991, cuando las esposas e hijas de los mineros
del yacimiento de hierro de Hypasam, en la localidad patagónica
de Sierra Grande, el 21 de septiembre de 1991, decidieron
cortar la Ruta Nacional 3. Los trabajadores llevaban ya tres meses
sin cobrar y con la amenaza del gobierno nacional de cerrar la mina.
Fue en esa instancia, que las esposas de los mineros decidieron
cortar la ruta e iniciar una huelga de hambre, mientras las hijas
movilizaban a los 12.000 habitantes de la localidad. «Frente a
la impotencia que ganó a los hombres”, dijo Susana, 36
años, tres hijos, las mujeres se autoconvocaron para encabezar
un reclamo que «va más allá de defender la fuente
de trabajo”. Las Madres de Sierra Grande instalaron el cuartel
general de la pueblada en plena ruta. Y lo hicieron bajo el único
liderazgo del conjunto. Partieron el país al Norte y al Sur de
Sierra Grande. Las Madres de la Ruta solo dejaron pasar el camión
con los sueldos atrasados. Carlos Menem cerró la mina y paso
a ser un museo.

Otra
de las equivocaciones de la Sra. Presidenta fue cuando se refirió
a lo sucedido en Villa Constitución. La
represión a la clase obrera apareció
en dicha
ciudad con toda su magnitud el 20
de marzo de 1975
, cuando las
fuerzas conjuntas reclutadas por la SIDE, que incluían a la
Policía Federal, Provincial, Ejército y Gendarmería,
grupos de choque entre los cuales iban armados los guardias blancos
pagados por las acerías de Martínez de Hoz, y miembros
de la Triple A, llevaron adelante el denominado Operativo Serpiente
Roja.

Las
órdenes firmadas por Rocamora, Savino y López Rega,
eran claras: ahogar en sangre a los obreros y activistas de Villa
Constitución.
El plan fue
uno de los mayores ejemplos de complicidad del Estado, sus fuerzas de
seguridad, la burocracia sindical y los empresarios, para atacar a la
clase obrera. Una columna de 105 Ford Falcón invadió la
ciudad. Con una lista de los domicilios provista por la empresa
Acindar, se lanzaron sobre las casas de cientos de activistas
obreros. En los dormitorios de solteros de Acindar se montó el
primer campo de concentración, en un adelanto de lo que haría
luego la dictadura del 76. El operativo se extendió a lo largo
del cordón industrial del río Paraná, pasando
por el barrio de SOMISA de San Nicolás y las fábricas
combativas del norte de Rosario hasta Puerto San Martín.

Isabel
de Perón desde el gobierno nacional denunció un
«complot de características inusuales en la Argentina».
Ese complot, según el comunicado oficial, pretendía
paralizar la industria, amenazando a los obreros mediante el
terrorismo para no ir a trabajar. El saldo de la represión fue
la detención de la Comisión Directiva de la UOM-Villa,
cientos de militantes, y más de veinte los asesinados. Cuando
llegó la noticia a las fábricas, los metalúrgicos
paralizaron la producción. Los obreros, en estado de asamblea
permanente, ocuparon nuevamente los establecimientos. Comenzó
así una larga y dura huelga con movilización por la
libertad de los presos y la devolución del sindicato. La
represión siguió, y con la dictadura del 76 se completó
en toda la zona.

Hace
unos meses, CFK, recomendaba: «Les pido que cuando
protestemos lo hagamos un poco en la vereda y en el cordón
para que la gente pueda circular y llegue a la escuela, al trabajo,
para que pueda llegar».
Su exhortación estuvo
dirigida a los grupos sindicales y sociales, para que revisen los
métodos de protesta. Pidió «no complicar la vida a
la gente», ni violar la ley «ni utilizar métodos
violentos”.

El
espacio público es un lugar en disputa. Lucha de calles,
lucha de clases. Y los cortes de calles son parte de las formas
de lucha de la clase obrera y del pueblo, mal que le pese a muchos.
Por eso, ante las injusticias, lo peor que podemos hacer es quedarnos
SENTADOS AL CORDÓN DE LA VEREDA
.

Leónidas «Noni Ceruti, historiador



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