04/02/2012

Extranjeros «indeseables» en la Argentina

1-712.jpgLa Ley 4144, o Ley de Residencia, fue duramente combatida por el movimiento obrero desde 1901. A partir de 1946, su aplicación no cayó sobre fugitivos nazis o fascistas, como se anunciara, sino sobre trabajadores contrarios a la CGT. Extranjeros como el criminal belga Pierre Day o el coronel nazi Otto Skorzeny no fueron alcanzados por esta ley, que sí se usó contra carpinteros eslavos como Antonio Dramachonek, obreros del petróleo como Francisco Apolonio Guerreiro, o la estudiante de Bellas Artes Hilda Wajselfiss, nacida en Polonia, quien ayudó a los huelguistas metalúrgicos en 1954 y fue encarcelada por decreto. Por Ariel Kocik para ANRed.

Una historia de nazis, deportados y silencios

El diputado John William Cooke había afirmado un día clave: «La mayoría… estima que debe derogarse la ley 4.144, pero no puede ignorar que por un derecho de su soberanía el Estado se encuentra autorizado para expulsar de su seno a los extranjeros indeseables”. Mencionó su «pacto de honor” con la clase trabajadora, pero también dijo que la ley 4144 sería necesaria en la posguerra, por los extranjeros peligrosos, en aparente alusión a fugitivos nazis o fascistas. La prometida derogación de la ley de residencia (ley de extranjeros indeseables) había sido impedida insólitamente por los diputados gremiales, encabezados de hecho por el joven abogado Cooke, presidente de la comisión de asuntos constitucionales y encargado de la operación legal.

La ley más combatida por el movimiento obrero durante cinco décadas quedaría incluso inserta en la Constitución de 1949. No se usó contra fugitivos peligrosos. Tuvo otra aplicación por el Poder Ejecutivo encarnado en Juan Perón y Ángel Borlenghi. Por ejemplo, el trabajador petrolero Francisco Guerreiro Apolonio, nacido en Portugal, quedó detenido por un año y luego fue enviado a la policía del dictador Antonio Oliveira Salazar. El gobierno superó al texto de la ley de residencia escrita por Miguel Cané en 1901, al decidir el destino final de la víctima deportada, permitiendo su castigo en el país de origen, bajo un yugo militar. Ese extremo de aplicación impedía un refugio en Uruguay o en Brasil. Algunos abogados previeron un refugio holandés para Apolonio Guerreiro, pero el gobierno lo dejó en manos de la policía portuguesa en 1950, como explicó el socialista Carlos Sánchez Viamonte. Por su parte, el griego Kiriakos Kisikis fue extrañado en 1951 y quedó en el campo de concentración de Makronisos. Dos ejemplos bastan, pero fueron decenas. No faltaron víctimas italianas, aunque esa fuera la sangre de quienes firmaron la deportación.

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Contraste

El contraste puede parecer irreal. Extranjeros como el criminal belga Pierre Day o el coronel nazi Otto Skorzeny no fueron alcanzados por la ley 4144, invocada como necesaria, que se usó contra carpinteros eslavos como Antonio Dramachonek, obreros del petróleo como Francisco Apolonio Guerreiro, o la estudiante de Bellas Artes Hilda Wajselfiss, nacida en Polonia, quien ayudó a los huelguistas metalúrgicos en 1954 y fue encarcelada (al parecer también deportada) por decreto. El comunista Obdulio Barthe fue enviado a la dictadura del Paraguay en 1950, pero el criminal belga Pierre Day entró a la Casa Rosada en 1947, según las memorias de Pierre Day, aunque pesara su pedido de captura internacional. El banquero Ludwig Freude, señalado como «embajador fantasma” de Adolfo Hitler en Buenos Aires (luego del retiro del embajador formal en 1945) fue acaso el número uno de la escena nazi en el país (1). Su hijo Rodolfo Ludovico Freude fue secretario del Presidente. (Dueño de los bancos germanos más importantes de Sudamérica, Freude favoreció el flujo de capital y de hombres. Habría financiado campañas políticas y le regaló un departamento a Eva Duarte en Belgrano). El agente SS Carlos Horst Fuldner organizó una red de escapes hacia la Argentina a través de una oficina de migraciones en Europa, actuando en nombre del gobierno. Perón sostuvo que acogió los fugitivos «por un sentido de humanidad”. Se refirió a los juicios de Nuremberg como «una infamia y una funesta lección para el futuro de la humanidad.” Expresó: «Fueron varios miles de alemanes los que entraron a la Argentina.” (2) Algunos de ellos fueron el llamado «Carnicero de Lyon”, oficial SS Klaus Barbie, y el capitán Erich Priebcke, quien mató a 300 italianos en las Fosas Ardeatinas y fue vecino de San Carlos de Bariloche hasta su captura en 1998. Tomás Eloy Martínez creía que Perón tuvo trato con el criminal Joseph Menguele.

El jefe del nazismo croata, Ante Pavelic, responsable de más de medio millón de crímenes, ingresó al puerto de Buenos Aires en un buque de Alberto Dodero (el navío Andrea Gritti), empresario ligado al gobierno y acompañante de Eva en su viaje a Europa. El diputado Silvano Santander denunció una «simiente maldita y dañina del nazismo” que amenazaba «el acervo espiritual de América”. En julio de 1946, Santander afirmó: «Con respecto a sus actividades y a su argentinismo, exhibo a los señores diputados un manifiesto escrito en alemán y firmado por el señor Freude (padre), donde habla de su querida Alemania y de su querido Hitler. Este documento ha sido publicado por un diario de la capital y demuestra en forma terminante y definitiva que el señor Freude fue nazi y recién se acordó de ser argentino después que el nazismo fue derrotado en Europa”. ¿Qué había sucedido? Las presiones de Estados Unidos habían logrado que el gobierno del general Edelmiro Farrell decretara la expulsión de Ludwig Freude el 11 de setiembre de 1945, por ley de residencia. Al mes siguiente, Perón temió por su propia vida al ser destituido de sus cargos y Freude lo refugió en su casa del Tigre, antes que el coronel fuera detenido por sus adversarios del ejército. Una huelga general obrera cambiaría el curso de la historia. Perón tendría el futuro político allanado.

El canciller Juan Cooke (padre de John Cooke) pidió informes a la policía. Alguien intervino para salvar a Freude. Se utilizó un trámite iniciado en 1935 para lograr su ciudadanía (3). Con ese recurso se evitó la deportación. Aunque Santander promovió una investigación sobre los nazis, Perón concedió a Freude un nombramiento para su hijo: «… Reconózcase como subteniente de la reserva del cuerpo de Infantería de Marina al ex conscripto clase de 1923 R.A. 1554 Rodolfo Eugenio Ludovico Freude.- Firmado: Perón. F. Anadón.” Fue uno de los primeros decretos de Perón (24/136/46). Por ley del Ejército, esa promoción solo era posible por una acción heroica en guerra. Freude utilizaba «elementos de la organización nazi” para romper actos opositores, señala Santander en su cuestionado libro «Técnica de una traición» (4). Lo cierto es que no se rebatieron datos como la llegada de Ante Pavelic, cuya gente viajó en buques del propio Alberto Dodero y se integró a las fuerzas de seguridad en Buenos Aires (5). Sus métodos habían logrado impresionar a la propia Gestapo. También ingresaron nazis croatas a la alianza libertadora nacionalista, grupo armado fascista, como afirma el periodista Miguel Bonasso. El investigador suizo Frank Garbely coincide con Santander en que Rudi Freude organizó un servicio secreto especial y la custodia personal de Perón. Agrega que el coronel alemán Otto Scorzeny trabajó con la policía federal argentina. Ignacio Montes de Oca (6) vincula directamente a Ante Pavelic con la Sección Especial, donde miles de argentinos sufrieron castigos y torturas. También señala que entre 1951 y 1953 el gobierno resolvió casi una decena de pedidos de deportación para los nazis, que en todos los casos quedaron sin efecto. No parece un detalle menor la presencia de asesinos de guerra en el aparato policial de un gobierno argentino que usaba la corriente eléctrica contra sus opositores, aunque los especialistas en derechos humanos encuentren el tema irrelevante.

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Un testigo clave

El autor de este artículo entrevistó por teléfono al comisario retirado Jorge Silvio Adeodato Colotto, jefe de la custodia de Perón desde 1951 y testigo de las torturas de aquélla policía, como se lo contó con detalles a Hugo Gambini, repasando el prontuario del comisario Cipriano Lombilla o del oficial Juan Carlos Cardoso, en centros de tormentos como la comisaría octava. Vinculado al famoso Alberto Villar, Colotto asegura haber llevado al cabo José López Rega a la custodia presidencial en 1951. Fue denunciado por el CELS y por Página 12 como defensor de la última represión. En realidad está vinculado al tema desde mucho atrás en el tiempo. Ha tratado a varios presidentes. Podría describir el uso de la tortura por distintos gobiernos, y el de Perón no saldría favorecido. Al ser consultado, esta vez, sobre el comisario Camilo Racana (7), ex jefe de Orden Político, Colotto respondió que por supuesto conocía a ese ex colega y «buen tipo”. Si, buen tipo, además de torturador, se le replicó. «Ah…, sí, bueno, eso puede ser”, fue la frase natural de Colotto. (En 1952, Racana advirtió al coronel José Suárez que lo pondrían en «la parrilla”, cuando Suárez fue brutalmente torturado en el Departamento de Policía, junto al periodista Alfonso Nuñez Malnero). La tortura era natural al punto que a casi nadie sorprendía de los testigos de esos tiempos. Colotto estuvo dispuesto a hablar del asunto hasta hace muy poco, pero desde el año pasado el gobierno se lo impide. El ex comisario le negó reiteradamente una entrevista cara a cara a quien escribe estas líneas. Para ello, según una nueva norma, hay que pedirle permiso al Ministerio de Seguridad y al Departamento de Policía, trámite que se realizó, con la gente indicada, en vano. El testigo teme incluso ser detenido si habla de más, según afirmó. Aunque es una celebridad en la policía federal.

«Fui custodio de Perón y sé cosas que nadie sabe… ¿A usted le parece que vivimos en una época libre?”, fue la explicación del policía respecto a la insólita norma que sella su silencio. No obstante, en 2008 Colotto había accedido a una comprometida entrevista para los investigadores Simon Dunstan y Gerrard Williams, seguidores de las pistas del nazismo en la Argentina, plasmadas en su obra Grey Wolf. Colotto accedió a ser fotografiado y les contó sin rodeos que presenció reuniones personales entre Juan Perón y el jerarca nazi Martin Bormann, acompañante de Hitler en el búnker de Berlín, donde se lo diera por muerto. Uno de esos encuentros se produjo en la primavera de 1953, en el misterioso departamento del barrio Belgrano (calle Teodoro García) que el banquero nazi Ludwig Freude regalara a Evita en 1945, y que entonces Perón usaba para reuniones privadas. Perón le dijo esa vez a Colotto que Bormann llegaría puntual, pues era alemán, no argentino. En efecto a las 8 de la noche el fugitivo nazi -desaparecido en 1945 cuando los rusos avanzaban sobre Berlín- arribó en un taxi a la casa donde también estaban presentes el mayordomo Romano y la cocinera Francisca.

Los líderes se trataron «como viejos amigos” durante dos horas, pese a que el visitante no hablaba un buen español. Bormann le dejó un «pequeño y valioso” regalo al Presidente de los argentinos, que Colotto no supo identificar. (Como dato de ubicación histórica, por aquéllos días Perón recibió al dictador nicaraguense Anastasio Somoza en la Plaza de Mayo, ante el aplauso de la masa reunida, al grito de «Â¡Viva el general Somoza!”. Fue el 17 de octubre de 1953). El propio Colotto luego visitaría a Bormann en su suite del Plaza Hotel, en Florida y Plaza San Martín, para entregarle dinero de parte de Perón. Bormann asistiría con frecuencia al cercano Círculo Militar para hacer negocios. Estas palabras de Colotto constan en Grey Wolf, editado en Gran Bretaña. Recientemente Colotto brindó una entrevista para un blog periodístico, donde no habló sobre las torturas de sus colegas en tiempos
de Perón -como Salomón Wasserman (8)- y donde rescató algunos métodos de los dictadores Francisco Franco y Augusto Pinochet, con quienes Perón tuvo una buena relación. El ex comisario Jorge Colotto, a sus casi 90 años, está invitado al silencio por el gobierno sobre temas ocultos de los años 50′, pero guarda secretos claves de la historia del país, sobre todo en el campo de los derechos humanos, y un importante archivo privado en su departamento de la Avenida Libertador.


Notas:

(1) Garvely, Frank. El viaje del arco iris. El Ateneo. Buenos Aires. 2003.

(2) Goñi, Uki. Perón y los alemanes. La verdad sobre el espionaje nazi y los fugitivos del Reich. Sudamericana. Buenos Aires. 1998. Ver además: Camarassa, Jorge. Odesa al sur. La Argentina como refugio de nazis y criminales de guerra. Buenos Aires. 1995.-La enviada. Buenos Aires. 1988. Ver fuentes del documental Oro nazi en la Argentina, como Guverich, Beatriz. Ver también: Lanata, Jorge. Argentinos. Tomo 2. Ed. B. Buenos Aires. 2003.

(3) Vacca de Uzal, Yolanda. Juan Domingo Peron, Dictador Profesional. Dunken. Buenos Aires. 2005.

(4) Santander denunció, además, el uso de agentes nazis, directamente, para la represión en el país, como el doctor H. Theiss, ex miembro de la Gestapo, luego asesor de la Policía Federal argentina (habría sido recomendado por el doctor Hans Koch a Rodolfo Freude, secretario privado de Perón, en un informe del 3 de enero de 1947). Santander, Silvano. Técnica de una Traición. Juan D. Perón y Eva Duarte. Agentes del nazismo en la Argentina.

(5) Garvely, Frank. Ob Cit.

(6) Garvely, Frank. Ob Cit.

(7) Hijo del comisario Racana que diera origen al apodo «la cana”. Roberto Arlt cuenta que los pibes que jugaban al fútbol en Buenos Aires huían de las razzias del célebre comisario. «Ahí viene Racana” derivó en «Ahí viene la cana” en el lenguaje popular.

(8) Torturador confeso. Fue ascendido por decreto presidencial el mismo día en que le aplicó picana al sindicalista Cipriano Reyes, 25 de setiembre de 1948. Otra víctima, la radical Yolanda Vacca de Uzal, recordaría a Wasserman como «una increíble réplica de un oficial de la Gestapo nazi” que le rogara disculpas llorando en 1955. El Mundo lo señaló como de la guardia de Perón.



1 comentarios

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  1. Fernado · 2019-11-24 00:36:52
    Los indeseables son Uds judeo marxistas

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