21/11/2011

¿Hacia una Europa de dos categorías?

download-7.jpgLa crisis europea se profundiza día a día y se encamina hacia lo que amenaza ser una inevitable recesión. Mientras, intereses contradictorios entre los países y de éstos con los bancos y organismos internacionales alimentan la crisis política y la fragmentación de la UE. Por Eduardo Lucita


La crisis de estos días no es más que el resultado del salvataje que los Estados hicieran en 2008/2009, cuando el endeudamiento público reemplazó al privado. Por lo tanto se trata ahora de una deuda de Estados soberanos que en rigor han perdido su soberanía monetaria prisioneros del cerrojo del euro y de la supervisión de la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE) sobre sus cuentas fiscales.

Cumbres y más cumbres

La incertidumbre recorre en estos tiempos la Unión Europea (UE) y es acerca de si las cumbres regionales, que se suceden continuamente, obtendrán finalmente algún resultado efectivo para resolver la crisis. Sin embargo hay una certeza, un acuerdo es seguro: que habrá nuevas cumbres. Es que la UE parece estar subida a un tren fantasma, uno de esos entretenimientos que suele haber en los parques de diversiones en los que ingresado al túnel y superado el primer monstruo, cuando uno comienza a respirar hondo aparece otro y luego otro que imponen más temor. Esto es lo que pasa en estas cumbres, los acuerdos que se alcanzan son de cortísimo plazo y difíciles de consensuar (algunos no se logran aplicar nunca o solo con demoras). Primero tienen que ponerse de acuerdo Alemania y Francia, los líderes, luego este acuerdo debe extenderse a los otros 15 países de la zona euro, cuando finalmente estos los aprueban debe lograrse el consenso de los otros diez países que en conjunto con los anteriores conforman la UE, caso contrario volver a empezar.

Para colmo varios de los principales países -España, Francia, Alemania- están en períodos preelectorales y esto juega en la morosidad de las decisiones y en su aplicación pues muchas de ellas, sino la mayoría, son decididamente impolíticas. Así las cosas son los banqueros y los organismos financieros supranacionales, los que llevaron a la crisis, los que realmente dirigen el proceso para salir de ella.

Ajustes al por mayor

Todos los planes que se presentan para rescatar al euro de la catástrofe y a los países de su endeudamiento están preñados de neoliberalismo. No son otra cosa que planes para salvar a los bancos.

Un principio de solución a la crisis de la deuda por esta vía solo sería factible con una quita no menor al 80 por ciento de la misma, pero esto llevaría a una quiebra bancaria en cadena, porque los bancos tienen en su poder la mayoría de los bonos de deuda emitidos por los Estados europeos. El temor a la «solución islandesa”, un referéndum popular que resolvió el no pago de la deuda, se hizo patente cuando el primer ministro griego, ahora renunciado, apenas insinuó un referéndum similar. Insinuación que hizo cundir el pánico y que bajo la presión de otros gobiernos y los organismos internacionales duró lo que un suspiro. La respuesta es esta suerte de golpe de estado financiero por parte de los rentistas que vulnera el régimen democrático e impone condiciones y soluciones que solo responden a los intereses del capital sin permitir que los ciudadanos decidan democráticamente sobre su futuro.

El reconocido economista francés Michel Husson resume en forma por demás clara el meollo de la crisis: «…el capitalismo se ha reproducido en los últimos decenios acumulando una montaña de deudas. Para evitar el hundimiento del sistema los Estados han asumido lo esencial de estas deudas, que de privadas han pasado a ser públicas. Su proyecto es ahora presentar la factura a los ciudadanos bajo la forma de recortes presupuestarios, de aumento de los impuestos más injustos y de congelación de los salarios. En resumen, la mayoría de la población (trabajadores y jubilados) debe asegurar la realización de beneficios ficticios acumulados durante años.”

La contrapartida de los salvatajes no es otra que los planes de ajuste y austeridad, cuya profundidad y combinación regional es inédita e inevitablemente hará recaer en la recesión a toda la región. Así lo advirtió la Comisión Europea en su último informe económico señalando, sobre la base de estimaciones de un pobrísimo crecimiento de los principales países para el año próximo, de caer en «…una profunda y prolongada recesión”. Por su parte la titular del FMI, Christien Lagarde, preocupada por el impacto mundial no se quedó atrás: «La economía esta ingresando en una fase peligrosa e incierta con riesgos de un colapso de la demanda global”.

Fragmentación de la Europa del capital

El desenvolvimiento de la crisis, la impotencia de los Estados para contenerla y la desorientación que muestran sus principales dirigentes no ha hecho otra cosa que alimentar lo que se conoce como euroescepticismo. Cada vez son más quienes piensan que el reinado del euro está concluido y que la integración, proceso que ya lleva más de seis décadas, está en serio riesgo. La propia canciller alemana, Angela Merkel, no ha vacilado en caracterizar la coyuntura como «…la hora más difícil para Europa”.

Los problemas de la UE no son nuevos y son de carácter estructural pero ha sido la crisis griega la que los ha disparado. Las asimetrías económicas no han logrado superarse, los diferenciales de productividad entre los distintos países se han acentuado y la brecha entre las tasas de crecimiento ha aumentado. En este contexto, la diferenciación entre grupos de países en cada vez mayor. Hay una Europa de dos velocidades y países de diferentes categorías.

Los trascendidos hablan de un primer grupo de países -Alemania, Francia Holanda, Austria- que tienen superávit comercial y déficit manejables y que estarían en condiciones de gestionar más armónicamente sus economías y un manejo financiero común, constituyendo una suerte de Confederación de Estados con un euro fuerte. Otro grupo de países estaría compuesto por los restantes integrantes de la eurozona -Grecia, Portugal, Irlanda, Italia entre otros- que tienen fuertes déficits comerciales y fiscales que operarían con un euro devaluado. Nadie sabe aún en cual de estos grupos se incorporarían Bélgica y España.

Por último un tercer grupo integrado por los países fuera del euro: Reino Unido, Suecia, Dinamarca y los países del Este.

La tan mentada «Europa de la integración solidaria” quedaría así hecha añicos y emergería con fuerza la Europa de los países potentes, de la integración sobre la base de la riqueza y del mercantilismo más acentuado. La Europa del Norte que le soltaría la mano a la del sur.

La Europa social

La desocupación creciente, la flexibilización y la precarización laboral, las desigualdades sociales y la desarticulación de los últimos restos del Estado del Bienestar se manifiestan en Europa desde hace años pero la crisis los ha acentuado y los planes de ajuste y austeridad fiscal los profundizarán aún más.

La crisis se ha llevado puestos ya varios gobiernos europeos -siete en los últimos dos años- y los relevos tienen una fuerte influencia de economistas tecnócratas, como ya se ve en Italia y Grecia, nada bueno puede esperase. Crecen las opciones de derecha y los sectores más racistas, mientras que los indignados se mantienen y en algunos casos se han extendido y se está pendiente de la reacción, más que demorada, de los sindicatos.

Cuando se escuchan distintas opiniones que equiparan la crisis europea actual, particularmente la griega, con la Argentina del 2000, convendría recordar, justo cuando están por cumplirse diez años de las jornadas de diciembre del 2001, que lo que puso límites a los planes de ajuste en nuestro país, al pago de la deuda, a la degradación social y la debacle nacional no fueron medidas tecnocráticas ni neoliberales, como las que se implementan ahora en Europa, sino la revuelta plebeya. Si se quiere ponerlo en términos actuales, fue la indignación argentina. Verdadero anticipo de lo sucedido en Islandia y de los actuales indignados europeos.


Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI – Economistas de izquierda.



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