13/10/2011

«Hay que sacar el mito de que la violencia sexual es una experiencia privada”

tapita-18.jpg Ayer comenzaron las 5tas Jornadas de Derecho Crítico en la Facultad de Derecho de la UNLP. Se tratarán temas como «La violencia sexual y de género durante el terrorismo de Estado en la Argentina”, «Crisis habitacional y derecho a la vivienda” y «La precarización laboral como violación del derecho de trabajo”, entre otros. Habrá cortometrajes y documentales sobre el proceso de ocupación de tierras y sobre la problemática carcelaria en la Argentina. Por ANRed La Plata.


Ayer comenzaron las 5tas Jornadas de Derecho Crítico en la Facultad de Derecho de la UNLP. Desde la 16, en el edificio del ex Jockey Club (calle 7 y 48), arrancan todos los paneles de estas jornadas, que durarán hasta este vienes 14.

El panel de apertura trató sobre «Violencia sexual y de género en el marco de terrorismo de Estado”. Entre las panelistas invitadas estaban Laurana Malacalza, licenciada en Historia y magister en Estudios de Género; Sofía Caravelos, abogada e integrante del Colectivo de Investigación y Acción Jurídica (CIAJ); y la profesora de Derecho Penal I de la FCJyS de la UNLP, Inés Jaureguiberry.

Malacalza habló sobre violencia sexual y violencia de género en los contextos represivos. Y aclaró al respecto que «la sexualidad de la mujer detenida en los centros clandestinos de detención fue un lugar de disputa, un medio para infundir violencia”, e instó a pensar qué tuvieron de excepcional las experiencias de las mujeres en esos centros de detención. «Sin lugar a dudas, éstas lógicas de dominación tienen el cuerpo de la mujer como un cuerpo de disputa, como un cuerpo donde el poder las atraviesa en sus diferentes manifestaciones y la violencia sexual es una modalidad de violencia», explicó, y desestimó la idea de utilizar el concepto de «violencia sexual” por quedar éste mucho más restringido a la imagen de la violencia mas que a lo sexual. Según la historiadora, es preferible hablar de violencia a través de la sexualidad, o «cómo la sexualidad es un medio para abordar la violencia, para infundar violencia.”

En éste sentido, las panelistas invitadas hablaron de la violación sexual como un delito autónomo, de lesa humanidad y no solo como un delito de tortura. Se recalcó la idea de que no es el resultado de un apetito sexual si no un tipo de tortura dirigido a destruir la subjetividad de los detenidos y las detenidas. Y que por lo tanto, la violencia sexual no es un delito privado sino público, político y de lesa humanidad. Esto deja de lado la habitual caracterización de la acción como algo íntimo y privado. En éste sentido se habló de la importancia de «generar espacios de escucha distintos” en los juicios, para que las víctimas de violencia sexual cuenten las experiencias vividas, ya que «la dominación sobre sus cuerpos (…) va muchas veces mas allá de los carnal y la penetración”. En éste sentido se explicó que el hecho de que, por ejemplo, una joven de 17 años, detenida, fuera obligada por cinco represores a desnudarse y abrir las piernas para ser torturada con una picana eléctrica es un delito de violencia sexual, desde el mismo momento en que se la obligó a exponer su desnudez ante cinco hombres adultos.

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«La violación sexual fue un medio más de tortura”

Malacalza explicó: «A fines de los ’90 aparece un marco normativo claro respecto a la violencia sexual y de género, pero aparece con esto de la imposibilidad de las mujeres sobrevivientes de poder dar cuenta especialmente del modo diferenciador del que la violencia se manifestó en sus cuerpos. Hay como distintas teorías al respecto: algunas organizaciones de mujeres y de derechos humanos dicen que en los procesos judiciales las mujeres no dan cuenta de esto porque no se les pregunta, porque no hay un contexto que cuando lo dicen no indagan, o hay determinadas trabas procesales que impiden dar cuenta de esa especificidad y yo diría que hay algunas cuestiones más. Que hay algunas cuestiones que tienen que ver con especialmente el modo en que las mujeres podemos dar cuenta de las experiencias de violencia, el modo en que las mujeres podemos apropiarnos del lenguaje y qué herramienta nos dá el lenguaje, el discurso, para dar cuanta de esas experiencias que es tan particularmente femenina, o tan particularmente dirigidas hacia la mujeres. Cuántas veces hemos oído a una mujer víctima de violencia, y de violencia sexual en particular, poder narrar lo que esa experiencia significa en términos discursivos, poner en palabras lo que esa experiencia significa. Y en eso la justicia es un poco complicada porque lo que requiere son pruebas , descubrir la verdad y una lógica racional en la declaración, que muchas veces este tipo de experiencias no permiten seguirla. Al menos en términos subjetivos, de lo que significa en términos personales una experiencia de violencia sexual poder dar cuenta de eso.”

Por otra parte Malcalza aseguró que «es cierto que hay toda una connotación social y moral respecto a lo que la violencia sexual significa para una mujer, esto de que es » desmoralizante”, «des-subjetivante”, de que es » devastador”, ésta imagen de que para las mujeres una experiencia de violencia sexual es lo peor que nos puede pasar. Y las mujeres también hemos reproducido parte de ese discurso. Parte de ésta traba social respecto a qué podemos y no podemos decir las mujeres respecto a ésta experiencia”. Y recalcó la idea de «poner en duda realmente si éstas experiencias son tan desmoralizantes y des-subjetivantes como el discurso patriarcal que infunde la sociedad establece de esta forma”.

«La mujer sobreviviente como traidora, pero traidora como puta”

Por otro lado, se explicó la importancia de” recalcar cómo han tratado las organizaciones armadas al cuerpo de las mujeres previo al ’76 y después de la democracia. La estigmatización que sufrieron las mujeres sobrevivientes de haber podido sobrevivir en términos de «traicionar”, una traición en términos de que ofrecieron sus cuerpos a los torturadores, a los represores.

«O sea, asociar la idea de la mujer sobreviviente a la idea de la traidora pero la traidora como puta. Una traidora que vendió su cuerpo, un cuerpo que correspondía a las organizaciones armadas, un cuerpo que era parte de ese entramado colectivo, de esos hombres de esas organizaciones armadas, entregado a los represores. O puesto quizás como factor de intercambio posible. Cómo eso que aparece dentro de las organizaciones armadas ha influído en el modo en que las víctimas se autodefinen como víctimas”, señaló la especialista.


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