16/09/2011

Los medios y la desaparición de Julio López

uno-17.jpgLa responsabilidad estatal en la desaparición forzada de personas es innegable. ¿Pero qué rol les cabe a los medios de comunicación en el sostenimiento y ocultamiento de esa desaparición? La ausencia de Jorge Julio López, no sólo de su casa en La Plata sino de las páginas de los principales medio gráficos argentinos, invita a pensar la importancia de los medios a la hora de sepultar noticias (Sí, noticias. Nadie podría dudar que la desaparición de personas durante gobiernos constitucionales debería ser denunciada por los comunicadores). Por Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos.


Cuando Julio López desapareció, el 18 de septiembre de 2006, los medios retrataban la situación con recelo. Nadie podía dudar que se trataba de una «noticia”. Claro, un testigo desaparecido en uno de los primeros juicios abiertos tras la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final era una noticia, pero también era una novedad cargada de historia. Era el regreso de una práctica que los medios de comunicación supieron ocultar prolijamente durante la última dictadura (1976-1983), cuando el secuestro, la tortura y la desaparición eran moneda común. ¿Estaban los medios de comunicación a la altura en 2006? ¿Podrían romper con su historia de silencio y hacerle caso a Rodolfo Walsh, cuando llamaba a difundir informaciones para romper el aislamiento en los años de plomo para volver a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad?

Cualquier lector osado podría aventurar una rápida respuesta: No, que sería correcta pero no concluyente. Los medios de comunicación son arena de combate ideológico. En ocasiones, se informa y en otras, se oculta. Siempre amparados detrás del «criterio de noticiabilidad”.

Quizá lo más destacable es cómo en los primeros momentos los medios construyeron la identidad de Jorge Julio López. En su edición web del 19 de septiembre de 2006, el diario Clarín titulaba: «Denuncian la desaparición de un anciano que declaró contra el represor” (Miguel Osvaldo Etchecolatz). «Uno de los querellantes de Miguel Etchecolatz, que atestiguó en contra del represor en el juicio oral que se le sigue en La Plata, desapareció ayer y sus compañeros, que ya denunciaron el hecho, lo vinculan con sus declaraciones ante el tribunal. Se trata de Julio López, un albañil de 76 años que ayer faltó a la audiencia en la que debía estar presente pues sus abogados realizaron el alegato y pidieron al tribunal que condene a Etchecolatz por haberlo detenido en forma ilegal y someterlo a torturas”, completaba ese mismo día el segundo diario con mayor tirada a nivel nacional, La Nación.

En ese momento, la hipótesis de un shock traumático a consecuencia de su declaración frente a su verdugo se abría camino entre las que reclamaban una investigación seria y que se siguiera la pista de la Policía Bonaerense, fuerza que comandaba Etchecolatz durante la dictadura. Por eso, retratar a López como un anciano, olvidando sus aportes como testigo y querellante en la causa, era funcional y ponía a los medios en sintonía con la teoría de turno. Durante los primeros días de su ausencia, el ex ministro León Arslanián fue quien formuló con total descaro esa supuesta línea de investigación: «Se trata de una persona mayor, que tiene un problema de Parkinson, y además cierto estrés emocional pueden haber tenido alguna incidencia”. Meses y aún años después los medios volvieron a hacerse eco de la intención de hacer una «autopsia psicológica” a Julio y a sus compañeros para determinar las presuntas causas de su ausencia, buscando otra vez un vericueto para no investigar las verdaderas razones de la desaparición forzada de López.

Hubo medios que retrataron correctamente el reclamo por aparición con vida de Julio. Página/12 encabezaba una nota el 22 de septiembre de 2006 sobre la primera marcha en La Plata con el pedido de nuestra compañera Nilda Eloy: «Hace 30 años el Estado lo secuestró. Hoy el Estado es el responsable de que aparezca”. La consigna también aparecía clara cuando el diario retrataba el 28 de septiembre de ese mismo año la convocatoria que llevó a miles de personas a Plaza de Mayo para pararse frente a la Casa Rosada y entonar un cántico que volvía desde el pasado, poniendo en palabras el mismo horror. «Creemos que el pueblo entendió que la amenaza es contra todos”, decía la nota del diario fundado en 1987, que también procuraba mostrar que el reclamo no era unánime y que no todas las voces denunciaban la responsabilidad del gobierno frente a la desaparición de López.

Ya sea por «criterios de noticiabilidad” o por una concesión a los poderes para los que la ausencia de López es molesta porque en el mejor de los casos muestra su desinterés en hallarlo, los medios desaparecieron a Julio de sus páginas. Al principio, aparecía algún artículo para los aniversarios de su desaparición. Después, sólo hubo ausencia o alguna mención lateral. El periodismo argentino mostró su escasa vocación por la investigación, por deconstruir el mensaje que una justicia perezosa en el mejor de los casos- y cómplice en el más evidente- emitía y mucho menos por romper el silencio en el que las autoridades nacionales y provinciales se sumergieron.

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Este artículo forma parte del número especial «Julio López” de la revista Tantas Voces… Tantas Vidas de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos, editada en septiembre de 2011.



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