16/09/2011

Una condena histórica

tapago.jpgLas horas iban transcurriendo y Jorge Julio López no aparecía. Mientras crecía la angustia por la falta de cualquier tipo de noticias sobre Julio y se llevaban adelante denuncias solicitando reuniones e investigación a todos los organismos del Estado, teníamos ante nosotros la jornada histórica de lectura del veredicto a Etchecolatz. Por Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos.


«Como a los nazis les va a pasar,

a donde vayan los iremos a buscar»

Ese día conseguimos que se condenara a Miguel Osvaldo Etchecolatz por los crímenes que cometió en el marco del genocidio ocurrido en nuestro país. El logro histórico, que nos llevó a todos los sobrevivientes, familiares y organizaciones populares más de 20 años de trabajo y lucha contra la impunidad, que queríamos festejar, reproducir, difundir, diseminar y gritar a los cuatro vientos, lo alcanzamos pero con Julio desaparecido y sin poder hacer inteligible del todo la dimensión que esa ausencia tenía y tendría de ahí en más.

Desde la mañana, la sala de audiencias en el Palacio Municipal estuvo repleta. Ese mismo martes 19 se realizó la denuncia ante el Ministerio de Seguridad bonaerense, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, y en diferentes organismos estatales y medios de comunicación. Aguardábamos la sentencia contra el genocida, pero al mismo tiempo comenzábamos a pedir entrevistas en carácter de urgencia con el Ministro de Seguridad de la Provincia, León Arslanián, y con el Ministro del Interior de la Nación, Aníbal Fernández. Difundíamos comunicados de prensa y exigíamos la publicación y difusión de la foto de Julio en todos los diarios y canales de televisión. Cuestionábamos la ligereza con que Alejandro Incháurregui, titular de la Dirección de Personas Desaparecidas bonaerense, menospreció la hipótesis del secuestro como si la víctima y las circunstancias no dieran para pensarla. A las 24 horas de haber presentado el hábeas corpus, exigíamos que se implementaran todos los mecanismos necesarios para su búsqueda, asegurando su APARICIÓN CON VIDA y en perfectas condiciones.

Poco antes de las 12 del mediodía, la defensa del genocida Etchecolatz formuló su alegato, una extensa exposición que duró hasta cerca de las 16. Los abogados del represor Etchecolatz plantearon sus alegatos, que tuvieron más de provocación política que de contenido jurídico concreto.

El primero en alegar fue Luis Boffi Carri Pérez. Como era previsible, el defensor del represor esgrimió una vez más los ya anacrónicos argumentos según los cuales la dictadura actuó «en un estado de guerra». Para el letrado, Etchecolatz operó «en legítima defensa de la patria, y en legítimo cumplimiento de su obligación y cargo en la lucha contra el terrorismo subversivo». Sostuvo que el ex comisario debía ser juzgado «por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas», y trató de amparar los delitos cometidos por su defendido bajo los decretos de «aniquilamiento de la subversión» dictados en octubre de 1975 y las ya anuladas leyes de Obediencia Debida y Punto Final, a las que definió como «normas de pacificación, para poder mirar hacia delante» y a las que reivindicó fervientemente. «Reclamo la nulidad de la nulidad», llegó a decir.

Después, su alegato consistió en una serie de provocativas proclamas: «Es muy triste todo lo que han contado, pero más horroroso es haberlo provocado», espetó, en referencia a los crímenes de los que fueron víctimas los que él calificó como «activistas», «subversivos» y «delincuentes ideológicos».

Boffi Carri Pérez -autodenominado «experto» en derecho internacional- la emprendió luego contra los tratados internacionales que contemplan los crímenes de lesa humanidad y el delito de genocidio: afirmó que esas convenciones «vulneran el principio de igualdad, independencia y soberanía de los pueblos» e incluso reclamó «la inconstitucionalidad de la Reforma Constitucional de 1994», mediante la cual se incorporó esas normas internacionales al derecho interno argentino.

No obstante, su pedido más insólito fue respecto de la prueba reunida durante esta investigación: «Voy a solicitar la nulidad de toda la prueba», lanzó, y lució todo su cinismo cuando se refirió a los testimonios brindados por familiares y sobrevivientes: «Todos los testigos que tuvieron relación con los hechos ocurridos en la década del ’70 tienen un interés en esta causa. Además, si estaban vendados, ¿cómo pudieron ver?»
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Insistió en que las víctimas «eran activistas», y que «las fuerzas armadas estaban frente a personas que eran del bando enemigo». Y finalmente solicitó la absolución de Etchecolatz, porque «no tuvo nada que ver con ninguno de los hechos que se le adjudican».

A su turno, Adolfo Casabal Elía adhirió a los dichos de su colega, y no incorporó ningún argumento jurídico. Se limitó a remarcar: «Aquí hay un gran resentimiento de los testigos, porque son guerreros que pelearon contra los que defendieron las instituciones», y que tanto las víctimas como los familiares y los organismos querellantes «han armado todo esto para lograr la condena de un luchador, que sólo quería defender a la patria». El abogado argumentó en favor de la prisión domiciliaria: dijo que Etchecolatz «llegó hasta aquí por ayuda divina», lo describió como «anciano y enfermo» y agregó con un blumbergiano «queremos derechos humanos para todos». «Conciliemos. Han pasado 30 años de la guerra contra la subversión marxista, y nadie quiere seguir hurgando, salvo un pequeño grupo», concluyó.

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Quien redondeó el planteo de la defensa fue el mismo Etchecolatz, cuando fue su turno de decir sus últimas palabras antes de la sentencia: se definió como «un prisionero de guerra», calificó al juicio en su contra como «un rompecabezas para niños bobos», indicó que «el único juez es el juez supremo, que nos juzga después de muertos» y terminó: «No es este Tribunal el que me condena; son ustedes los que se condenan».

Hoy entendemos que Etchecolatz con sus amenazas quizá estaba adelantando lo que podría pasar con Julio y con los demás participantes del juicio:

 «No es este tribunal el que me condena, sino que son ustedes los que se condenan”, dijo en referencia al tribunal que lo estaba juzgando que fue amenazado días después junto a varios magistrados y fiscales.

 «Están condenando a un hombre anciano, enfermo, sin poder y sin dinero”. ¿En referencia a quién hablaba? ¿Lo decía por él o estaba hablando de nuestro compañero que ya estaba desaparecido desde el día anterior?

«Esperando la Perpetua”

Para esperar el veredicto del Tribunal, nos reunimos frente al Palacio Municipal desde que finalizó el alegato de la defensa, después de las 16 y hasta las 19 horas, hora en se preveía que se daría lectura al veredicto. La organización de apoyo para este juicio había sido muy firme y por eso fue efectiva. La Multisectorial de La Plata, Berisso y Ensenada estaba funcionando semanalmente desde comienzos del 2006. Antes del juicio se había decidido que Justicia Ya! se dedicara a las estrategias político jurídicas y la Multisectorial se dedica al afuera, a la gente, a la difusión y a la movilización. Creemos también que la existencia y especial fuerza de la Multisectorial y de Justicia Ya! durante ese año posibilitaron que la lucha por la Aparición con Vida Ya! de Jorge Julio López tuviera inmediatamente muchísima energía y coordinación.

Ese martes, a la puerta del edificio fueron llegando organizaciones sociales, estudiantiles, gremiales y políticas que mantuvieron una vigilia de varias horas a la espera del veredicto. Llegada la hora anunciada, las puertas de la Municipalidad todavía permanecían cerradas, y el público se impacientó. Finalmente, se dio prioridad para entrar a las víctimas, testigos y familiares -la prensa terminó ingresando por otro sector-, y el resto de las personas que contaban con acreditación fueron entrando con cuentagotas. Gran parte de los presentes quedó fuera del edificio, y tuvo que seguir el desenlace del juicio desde la explanada del Palacio Municipal, con equipos de audio y video (que funcionaban a medias) que se instalaron a pedido de las querellas.

Dentro de la sala, la expectativa crecía. Rufino Almeida, por ese entonces integrante de la AEDD, junto con Nilda Eloy, pidieron un minuto de silencio a todos los presentes y él planteó: «Por a, b, o z, pero el compañero no está hoy aquí…yo les pido, desde la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos, el compromiso de que cuando salgamos de acá salgamos a buscarlo y que exijamos que aparezca ya! con vida, y además pido un cerrado aplauso por su testimonio, y su compromiso y su lucha». Todos aplaudimos muy fuerte sin poder contener la emoción.

Cerca de las 20.30, el juez Rozanski comenzó con la lectura del veredicto: «Este Tribunal resuelve condenar a Miguel Osvaldo Etchecolatz a la pena de reclusión perpetua…». En ese momento, estalló un aplauso cerrado, y para muchos fue imposible contener la emoción. Con los gritos del público cantando «como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar«, volaron algunas bombas de pintura que tiñeron una columna, un parlante, parte del piso e incluso la cabeza de uno de los policías federales responsables del impresionante operativo de seguridad que durante todo el día rodeó al represor. A esa altura, Rozanski ya había interrumpido la lectura del fallo. Etchecolatz y sus abogados defensores se escudaron detrás de los policías y salieron de la sala, y hubo que esperar un momento para calmar los ánimos, incontenibles después de 30 años de espera.

Organizaciones sociales y políticas, junto con militantes de diferentes sectores del campo popular se concentraron en la puerta con sus banderas y vibraron con cada palabra de Rozanski y gritaron junto a todos los que desde adentro se soltaron tras tres meses de relativa contención en la sala para cantar versos.

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Luego, el presidente del Tribunal reanudó la lectura del veredicto, y una segunda ola de aplausos se desató cuando, después de enumerar los secuestros, torturas y homicidios cometidos por Etchecolatz, se reconoció que estos fueron «delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del genocidio que tuvo lugar en la República Argentina entre los años 1976 y 1983«. En una sala colmada de público y cientos de personas que quedaron fuera del recinto pero acompañaron cada palabra, los jueces condenaron al represor a prisión perpetua, por su responsabilidad en privaciones ilegales de la libertad, torturas y homicidios, pero enmarcándolos expresamente bajo la figura del genocidio, tal como habíamos solicitado en nuestros alegatos. Además, el Tribunal resolvió que Etchecolatz cumpliera su condena en una cárcel común: el penal de Marcos Paz, en donde estaba detenido desde que perdió el beneficio del arresto domiciliario a comienzos del juicio.

Es decir, que fue el primer reconocimiento jurídico concreto de que en Argentina se perpetró un genocidio durante la última dictadura cívico-militar. El veredicto (y la sentencia completa que se leyó una semana después) sentaron un precedente que se esperaba que afectara la instrucción de todas las causas abiertas -y por abrir- sobre los delitos cometidos durante el terrorismo de Estado. Porque a partir de ese momento, existía un antecedente que podría permitir que otros cientos de represores de toda jerarquía fueran indagados, procesados y condenados por este delito. Es el primer paso para superar los procesos judiciales contra imputados aislados y por hechos fragmentarios, y para avanzar en juicios unificados, que reconozcan el carácter coordinado y sistemático de la represión ilegal.

Al grito de «30.000 compañeros detenidos-desaparecidos: Presentes», las víctimas, los familiares, los organismos y todos los presentes festejaron este fallo histórico y se entregaron a los abrazos, las lágrimas y las felicitaciones. Afuera, el resto del público cantaba: «Olé, olé, olé, olá, vas a la cárcel, Etchecolatz; no es el Estado, es la lucha popular».

El veredicto

El Tribunal, por unanimidad, resolvió: «Condenar a Miguel Osvaldo Etchecolatz a la pena de reclusión perpetua e inhabilitación absoluta perpetua con accesorias legales y costas, por considerarlo coautor penalmente responsable del delito de homicidio calificado en perjuicio de Diana Esmeralda Teruggi; autor mediato penalmente responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad calificada, aplicación de tormentos y homicidio calificado de Patricia Graciela Dell’Orto, Ambrosio Francisco De Marco, Elena Arce Sahores, Nora Livia Formiga y Margarita Delgado; autor penalmente responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad calificada y autor mediato penalmente responsable de la aplicación de tormentos en perjuicio de Nilda Emma Eloy; autor mediato penalmente responsable del delito de privación ilegal de la libertad calificada y autor penalmente responsable de la aplicación de tormentos en perjuicio de Jorge Julio López; en todos los casos en concurso real; todos estos, delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del genocidio que tuvo lugar en la República Argentina entre los años 1976 y 1983. Y dispone que el nombrado quede alojado en su actual lugar de detención, Complejo Penitenciario Nº 2 de Marcos Paz».

«Festejando la Perpetua”

Desde la semana anterior habíamos enviado por correo la invitación para festejar juntos en la Plaza Moreno la condena que entendíamos como el resultado histórico de la larga lucha de nuestro pueblo.

Había muchas bandas e intérpretes locales muy jóvenes que se habían anotado porque querían tocar aunque sea un tema para estar en el escenario en esa plaza, compartiendo con todos y todas esa alegría. Se había convocado también a artistas populares y murgas platenses, junto a organizaciones sociales, estudiantiles, gremiales, políticas y culturales. Lo cierto es que esa noche ninguno de los que formábamos parte de Justicia Ya y la Multisectorial teníamos voluntad de festejar. Nilda Eloy habló ante todo el público para agradecer a todos los que estaban allí y solicitar que se entendiera que los organismos no podíamos acercarnos a celebrar en ese contexto.

Con nuestros compañeros de Justicia Ya! nos fuimos a dos cuadras a brindar por la sentencia y a poner en común cómo entendíamos lo que estaba pasando con López. De allí salieron convocatorias a reuniones de emergencia para el día siguiente con autoridades y con organizaciones, recomendaciones de medidas de seguridad e ideas para comunicados. Nos separamos esa noche con la tarea de llamar a todas las organizaciones a una reunión para la tarde del día siguiente, miércoles 20 de septiembre, a las 19 hs. en la Casa de DDHH Hermanos Zaragoza, de calle 53 entre 3 y 4, para decidir colectivamente qué pasos seguir para reclamar la aparición de López.


Este artículo forma parte del número especial «Julio López” de la revista Tantas Voces… Tantas Vidas de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos, editada en septiembre de 2011.



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