16/09/2005

Teatro: «El tapadito de la venganza»

Comentario de la obra «El Tapadito» y entrevista a las protagonistas.

Bajo la trivial confección de una prenda de vestir, la obra nos brinda un contundente alegato sobre la ausencia de castigo hacia quienes cometieron una de las mayores masacres de la historia bajo el amparo del Estado.


De eso nos habla, entre otras cosas, la obra escrita por una talentosa y sutil Patricia Suárez, quien construye, mediante la historia de dos mujeres alemanas refugiadas en la Argentina de los años cincuenta, un relato que va creciendo en intriga y emoción con el correr de los minutos hasta llegar a un sorpresivo desenlace en donde todas las cartas serán puestas sobre la mesa.

Pero para eso, es necesario antes introducirse en el mundo de Leni, esa costurera de San Fernando, dispuesta a ganarse la confianza de Vera, su sufrida clienta, hasta el punto de incentivarla y ayudarla a planear una fuga hacia su Alemania natal. Lugar que la preservaría de los maltratos de un marido golpeador.

Una figura masculina, de la cual sobrevuela un pasado nazi, y que no se materializa en ningún momento en el escenario. Pero que, sin embargo, se encuentra presente en todo momento en el mundo de estas antagónicas mujeres que buscan cada una a su manera saldar cuentas con un destino que les es adverso.

Y precisamente, ese «Tapadito», simboliza la unión de estos dos personajes que se precisan uno al otro para poder alcanzar sus disímiles propósitos.

Propósitos que no se sabrán si logran hasta el final de la obra, y que no es conveniente develar. Pero de lo que sí se puede hablar, e incluso agradecer, es la estupenda labor que realizan arriba del escenario las actrices Silvia Baylé y Marcela Ferradás, quienes dotan respectivamente a sus criaturas: Leni y Vera, de una solvencia y profundidad que el argumento requiere.

Ambas actrices brindan una más que lograda composición, que le permite al espectador involucrarse rápidamente en ese juego de ficción y realidad que el teatro propone (y no siempre logra).

Cabe destacar que el tamaño pequeño de la sala, (la más chica que conforma el Teatro del Pueblo) favorece a crear un clima intimista, en donde posibilita que uno se encuentre frente a frente ante ese universo femenino, del cual se hace muy difícil poder escapar.

Gran dirección la de Hugo Urquijo, quien logra imprimirle un ritmo exacto a una obra que no decae en ningún momento, y que mantiene siempre atento al espectador.

Definitivamente, «El tapadito» es una de las mejores obras que hoy se pueden encontrar en la cartelera porteña. Su visión, por lo tanto, representa una buena oportunidad para involucrarse con dos temas ríspidos y comprometidos como son: el nazismo y el maltrato a la mujer. Para no dejarla pasar de largo.

Autoría: Patricia Suárez

Protagonistas: Silvia Baylé y Marcela Ferradás

Dirección: Hugo Urquijo

Teatro del Pueblo (Diagonal Norte 943, Capital Federal, Teléfono: 4326-3606/4394-2639)

Entrada 10 pesos – sábado 21 hs – domingo 20 hs.


Entrevista a las protagonistas de «El Tapadito»

Las mujeres del nazi

Se las ve venir caminar apuradas por la calle en un domingo de frió intenso. Ambas, saludan cordialmente, y luego ingresan al «Teatro del Pueblo».

A los pocos minutos, alguien invita a pasar y advierte que «la entrevista se realizara en el camarín». De inmediato, aparecen ellas: Silvia Baylé y Marcela Ferradás.

Las dos actrices que durante los fines de semana prestan su cuerpo y su mente al servicio de las alemanas Leni y Vera. La costurera y su clienta. La victimaria y su victima, ¿o acaso a la inversa?

Pero eso, mejor se lo dejamos a la interpretación de los espectadores que tengan el privilegio de encontrarse cara a cara con los personajes protagónicos de la obra: «El tapadito».

«Falta poco para empezar la función», alerta Baylé. «Que les parece si charlamos mientras nos cambiamos», agrega al instante.

Y así, ANReD, se convertirá durante más de 40 minutos en testigo de la lenta transformación a que se someterán estas actrices para poder encarnar a sus criaturas.

Pero lo más importante, es que se las escuchará reflexionar acerca del sentido de sus personajes y de la responsabilidad de interpretar a dos mujeres que se enfrentan con un pasado que clama por salir a la luz y que busca ejercer la justicia por mano propia.

 ¿Qué simboliza ese «Tapadito» para Leni y que para Vera?

S.B- En ese «Tapadito», Leni pone la concreción de su gran sueño de venganza. Ella va tejiendo una tela de araña, en donde va seduciendo poco a poco a su victima, hasta ganar su confianza.

M.F- Para Vera, ese tapado representa volver a Alemania. Recuperar esa vida que tuvo y añora junto a su marido y que en la Argentina la perdió. Pero mi personaje es engañoso. Es una cómplice. Una negadora, por eso, pone en la vuelta a su país la posibilidad de libertad y de volver a ser ella misma. Negando todo lo que ha pasado. No hay que olvidarse que Vera es la mujer de un nazi, con todo lo que ello implica.

 Vera tranquilamente podría ser la esposa de cualquier represor de los años setenta, ¿no es cierto?

M.F- Sí, tal cual. Ella podría ser perfectamente la esposa de Videla, Suárez Mason o de cualquiera de esos tipos de la dictadura. Es probable que cualquiera de esas mujeres no supieran exactamente las tareas que realizaban sus maridos, como por ejemplo, hacer esos vuelos de la muerte, en donde se tiraba gente al río; robar chicos, depredar casas y matar a tantas personas. Pero estaban con esos tipos y alguna señal tendrían que tener y, sin embargo, estaban contentas de estar con ellos. Es indudable, que Vera pertenece a esa clase de mujeres. Ella asegura en un momento de la obra, que no sabía lo que su marido hacia y que este le decía que era el jefe del ferrocarril. Pero bueno, estamos trabajando un personaje que niega.

 ¿Y cómo se hace para poder entender al personaje y no juzgarlo?

M.F- Tiene que ver con tratar de entender las conductas humanas. Yo sé que Vera es cómplice, que es una negadora. Pero lo primero que tengo que hacer es no trabajar desde el prejuicio. En el caso concreto de mi personaje, ella es una mujer golpeada, desarraigada de su familia. Que tenía un marido que en Alemania era relativamente amoroso y aquí en la Argentina, se transforma es una especie de monstruo, que la tiene totalmente sometida a sus horarios y caprichos. El tema es poder querer al personaje y encontrarle la humanidad, y no juzgarla, porque si yo la juzgo, no la puedo representar. Ningún actor podría representar a un personaje jodido, malo.

 Silvia, es claro que el accionar de tu personaje es consecuencia directa de una justicia ociosa que permite impunemente que los asesinos puedan caminar libremente por la calle.

S.B- Sí, es una reacción vital que cualquier madre en esas circunstancias hubiera hecho. Pero fíjate que justo después de la segunda guerra mundial la justicia comenzaba a ser injusta. ¡Qué casualidad! Después de la guerra hubo una necesidad de volver a colocar todo en su lugar, pero ahora uno se da cuenta, de que los que liberaron a los judíos del nazismo, resultaron ser tan nazis, como los nazis mismos.

 Se podría decir que las dos son victimas del mismo hombre, pero, sin embargo, el personaje de Leni, parece tener un cierto grado de comprensión hacia el de Vera, algo que no ocurre a la inversa. ¿No es cierto?

M.F- Es que desde el punto de vista de Vera, Leni la traiciona. Dado que esa costurera era la única persona en la Argentina en la cual Vera confiaba. Mi personaje, es una mujer que vive encerrada, perseguida y controlada por su marido. Y de repente, aparece Leni, que le comienza a hablar de la posibilidad de una fuga hacia Alemania y que ella la puede ayudar. Y mi personaje, le cree, confía y luego es traicionado.

S.B- En cuanto a Leni, el deseo de venganza no es hacia el de Vera. Y en algún punto, mi personaje se enfurece y le da pena, el modo en que ese hombre trata a su mujer, dado que esta viene todo el tiempo golpeada. Y además, Leni piensa que es un nazi típico y que hasta en su vida de casado, no ha podido salir de sus atributos de milico.

De repente, uno las mira y las escucha, y parece que no estuviera conversando con las actrices, sino con los personajes mismos de la obra que tratan de justificar y defender sus actos. Cada una con sus razones y a su manera.

Por eso, la última pregunta que se les realiza, ya no en referencia al «tapadito», las hace volver a ser ellas mismas y desprenderse de las mascaras de Leni y de Vera.

 ¿Es posible hablar hoy de una mayor realización de teatro comprometido?

M.F- No, creo que no. No te olvides de lo que fue Teatro Abierto, un movimiento importantísimo y que se desarrolló en plena dictadura. Se puede ver también el ejemplo de Tadeo Cantón, el creador del Teatro de la Muerte; que armó su grupo de trabajo, metiendose en un sótano en plena ocupación alemana en Polonia. Y dieron vida a una de las expresiones más importantes del teatro contemporáneo. En general, creo que en épocas de crisis y de represión, lo artístico, como una necesidad de metaforizar la realidad, es mucho más fuerte y potente que en épocas de democracia.

 ¿Y por qué creen que esto se da así?

M.F- Porque el hombre genéricamente utiliza mejor las épocas de prohibición para crear. Esto se puede ver en los diez años que dejó el menemismo, no sólo a nivel económico, sino a nivel estético, a nivel de discurso; que es el vacío, la forma por la forma, la forma sin contenido.

S.B- Y además, otra de las consecuencias fundamentales que produjo el menemismo, fue el vaciamiento de los cerebros. Dado que fue una época, de un supuesto confort y del estar bien, pero de cero creatividad, en donde todo se copiaba, no había nada potente, fuerte. Algo que nazca nuevo, como la parte de adentro de una ola. Acá, en la Argentina, esta comprobado que los mejores autores aparecieron en épocas de dictadura, y universalmente también. Fíjate el ejemplo de Beckett, cuando trae a Galileo Galilei es para explicar algo de su contemporaneidad, aprovecha ese personaje que la pasó tan mal como él, para dar una visión más allá del futuro inmediato.


Por Mariano Minasso

Sección Cultural de ANRed

Enviar información cultural a:

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