18/09/2010

«El Pozo de Banfield es un testimonio del terrorismo de Estado”

cp.jpgA 34 años de la Noche de los Lápices, el Pozo de Banfield, centro clandestino de detención y exterminio, fue una vez más el lugar donde distintas organizaciones llevaron adelante el homenaje. Organizada por la Multisectorial Chau Pozo, que logró hace 4 años el cierre de ese sitio, se llevó adelante una movilización desde la intersección de las calles Larroque y 12 de octubre hasta el Pozo. Allí se realizó la lectura del documento conjunto y las actividades culturales tomaron las calles para continuar recordando a los estudiantes secuestrados el 16 de septiembre de 1976.


«Darle vida a la vida y dejar que la muerte sirva como recuerdo, reflexión, elaboración. El dolor tiene que doler, que conmueva, que uno vaya a un centro clandestino de detención y duela. Que surjan las preguntas: ¿cómo pudo pasar esto? ¿Dónde estaba yo cuando esto pasó? Darle vida donde hubo tanta muerte es una operación de maquillaje» (Alfredo Grande)

Organizada por la Multisectorial Chau Pozo, que logró hace 4 años el cierre de ese sitio, se llevó adelante ayer una movilización desde la intersección de las calles Larroque y 12 de octubre hasta el Pozo de Banfield, donde, además de la lectura del documento conjunto, tuvieron lugar manifestaciones culturales.

Uno de los reclamos centrales se vinculó a los nuevos proyectos que comenzaron a planificarse desde la Municipalidad de Lomas de Zamora en torno al centro clandestino. La disputa también se generó a través de las insignias que fueron colocadas por el gobierno en las afueras del Pozo. Banners color naranja indicaban que allí sería montado un nuevo espacio de la memoria. Lo cierto también es que ese «decorado” ocultó las inscripciones que la Multisectorial había plasmado en las paredes. «Con la memoria no alcanza, con la lucha si!”, afirmaba la pintada que, detrás de esos carteles, se imponía tomando vida y realidad.

En este sentido, integrantes de la Multisectorial dejaron firmemente asentado que «no se va a permitir que este lugar se utilice como publicidad de campaña. Quince años de lucha para cerrar este lugar y no lo hicimos para que vengan a cortar una cinta roja y a decir alegremente como dijo Inzaurralde (se refieren a Martín Inzaurralde, intendente del municipio de Lomas de Zamora) de que el Estado nunca más va a volver a matar a alguien: avísenle que Jorge Julio López está desaparecido, avísenle que Luciano Arruga está desaparecido, avísenle que Maxi y Darío, que Teresa, que Petete, que Victor Choque, que Carlos Fuentealba y tantos otros cayeron en este período democrático”.

Una vez finalizada la lectura del documento y de las adhesiones, se organizaron en la calle actividades culturales para continuar recordando a los estudiantes secundarios secuestrados el 16 de septiembre de 1976 y que la historia renombró como «La Noche de los Lápices”. Esta presencia se construyó desde con un objetivo claro: «Nuestro homenaje no es feriado nacional, ni monumento, nuestro homenaje es continuar la lucha en cada sindicato, en cada fábrica, en cada barrio, en cada escuela y seguir creando poder popular para ir generando las condiciones que nos permitan construir esa sociedad sin explotadores ni explotados por la cual nuestros compañeros estuvieron dispuestos a dar su vida. Esa es la causa por la que estuvieron dispuestos a morir y esa es la causa por la cual querían vivir. Y nosotros tenemos que tener en claro que esa es la causa por la cual vale la pena vivir, por la cual vale la pena luchar, y por la cual vale la pena vencer. Ni baúl de los recuerdos ni lavada de cara del gobierno. Si con lucha lo cerramos, que quede en manos de los que luchan”, reafirmaron desde la Multisectorial.

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Una historia de lucha

La Multisectorial Chau Pozo redactaba en 2006 un texto de interpelación acerca de la existencia de un centro de aniquilación encajado en un barrio del distrito bonaerense, allí, cerca de las escuelas, de los almacenes, de las viviendas.

Ese sitio es el Pozo de Banfield que durante la última dictadura militar funcionó como Centro Clandestino de Detención de la Brigada de Seguridad, Investigaciones e Inteligencia de la Policía Provincial de Buenos Aires. También formó parte de una de las sedes del Plan Cóndor. Cientos de luchadores populares -en su mayoría argentinos pero también había uruguayos, paraguayos y chilenos- estuvieron allí: en total 249 personas, de las cuales 97 aún continúan desaparecidas, de 35 nunca se supo su destino, cinco desaparecidos recuperaron su libertad y posteriormente fueron asesinados. Entre ellos, hubo muchas mujeres que allí dieron a luz y sus bebés les fueron robados; de esos niños, hay cuatro que todavía se siguen buscando.

Con el fin de la dictadura militar, ese centro de aniquilamiento continuó funcionando como dependencia de la policía bonaerense: «La misma del gatillo fácil y la represión a los pobres, la que se dedica a amparar a los corruptos y a encarcelar al pueblo que ya no quiere vivir en la miseria. Es la misma policía que, en todo el país, ha asesinado a más de 1900 chicos desde el 83 a esta parte y que en la actualidad, en promedio, asesina a una persona cada día y medio”, denunciaban desde la Multisectorial.

En ese mismo lugar, estuvieron hace 34 años los estudiantes de La Noche de los Lápices y fue allí donde se efectuó un acto para conmemorar su lucha y reforzar la vigencia de sus ideales: «esta lucha sigue viva, sigue vigente más que nunca en cada escuela tomada, en cada secundario que se rebela contra las autoridades de los gobiernos. Sostenemos que nuestra lucha y memoria no cabe en ningún museo por que la lucha de los 30000 desaparecidos está vigente. No es del pasado, hay una dinámica, hay una unidad que continúa y nosotros manteniendo vigente esa bandera la estamos sosteniendo”, expresó Sergio Smietniansky, integrante de Cadep y de la Multisectorial.

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«No vamos a permitir que este lugar se utilice como publicidad de campaña”

«Yo identifico al Pozo de Banfield como un depósito ya de segundo nivel, era como bajar escalones. A veces uno estaba más cerca del infierno y cada vez daba la sensación de estar más perdido de la vida. Esa era la sensación que yo tenía. Daba la sensación que me había perdido de mi circuito y que nunca más nadie iba a poder encontrarme ahí aunque quisieran buscarme porque no había casi ningún control sobre la gente que estaba ahí. Realmente era como ir metiéndose cada vez más profundo en el aparato represivo, en esta cosa terrible». Estas palabras forman parte de una entrevista realizada en 2006 a Adriana Calvo, integrante de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos.

Y recordaba asimismo sobre las condiciones de detención: «en cada calabozo había una botella de lavandina cortada arriba y eso era el inodoro y ese recipiente usado por todas las personas que estábamos ahí a veces estaba tres y cuatro días sin que pudiéramos tirarlo… Yo tenía el privilegio de que me abrían una vez por día para lavarla a mi hija Teresa… No había ya golpes pero había algo muchísimo peor que los golpes que es la indiferencia, la indiferencia de los guardias que no importaba absolutamente nada quien era uno… y por otro lado casi la certeza ya de que la cosa se iba poniendo mal… Y a pesar de todo esto que cuento del Pozo de Banfield y de lo terrible que era sin duda, lo que más recuerdo fue la infinita ayuda, apoyo y solidaridad que recibí de mis compañeras…».

En la planta baja del edificio se encontraba la oficina del Jefe, la sala de torturas y otras dependencias. En el primer piso los calabozos, oficinas, comedor y casino de personal, cocinas y baños. En el segundo piso calabozos y baño.

«No puede ni debe diluirse lo que allí ocurrió detrás de otras actividades, aunque se trate de prácticas que estén vinculadas a los Derechos Humanos en su concepción más general. Muchos son los espacios donde estas actividades pueden llevarse a cabo sin necesidad de hacerlo en el Centro de Detención y Extermino que es símbolo en el mundo entero de la represión dictatorial en Argentina», dejaban en claro años atrás los integrantes de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos, respecto a las condiciones en las que debe permanecer un lugar que fue utilizado por la maquinaria del estado genocida.

Hoy se denuncian una vez más las maniobras gubernamentales que intentan transformar al Pozo convirtiéndolo tal vez en un centro maternal, tal vez en un espacio cultural como así lo denunciaron desde la Multisectorial: «Repudiamos el proyecto inhumano que emana desde el gobierno de querer poner un centro maternal precisamente en este lugar donde tantas compañeras dieron a luz. Hay que informarles que este lugar es un testimonio de lo que es el terrorismo de estado, el de ayer y el de hoy también. Por eso no vamos a permitir que esto quede en manos del estado”.

Fue el 16 de septiembre de 2006 cuando la Multisectorial, conformada por más de 30 organizaciones, logró el cierre y desalojo de este lugar. La construcción de la memoria que se debate en este espacio está enfocada a la preservación del lugar como emblema del genocidio. Tal como plantean, «en un primer momento, debe ser utilizado como prueba para el juzgamiento a los genocidas. No se puede hacer modificaciones estructurales en el edificio, ya que sirve como prueba en dichos juicios. En una segunda etapa, el lugar debe quedar en manos de las organizaciones populares, pero no para hacer un museo, sino como símbolo del terrorismo de Estado de ayer y de hoy. Queremos que en ese lugar se muestre quiénes fueron los autores del genocidio y la razón de por qué lo hicieron, pero también queremos que se muestre quiénes fueron los luchadores y luchadoras que por ahí pasaron y por qué luchaban».



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