23/05/2010

Europa: algo más que una crisis financiera

TAPA-27.jpg Primero Grecia, después España, ahora ya se habla de Inglaterra. La crisis económica esta vez es mucho más profunda y pone en cuestión el propio modelo capitalista que salva a la banca a expensas de los pueblos. Por
EDUARDO LUCITA*


La crisis griega abre una nueva etapa de la crisis mundial que se
desatara a mediados del 2007 y explotara en septiembre del 2008. Se va
expandiendo a Europa y España es ahora el centro de las
preocupaciones. Sin embargo hay en esta etapa un cambio cualitativo,
ya no se trata de un clima de desconfianza ni de la insolvencia de los
deudores que ponían en riesgo a los bancos. Se trata ahora de una
crisis de los Estados.

Como cuando las hipotecas basura de las que se acusaba a la codicia de
los banqueros, a la especulación, ahora se acusa a la
irresponsabilidad de gobernantes y funcionarios griegos, a
inconsistencias presupuestarias a la tergiversació n de las cifras, al
sobreconsumo. Como antes, se vuelve a exculpar al sistema como tal,
ocultando la crisis de sobreproducció n que subyace sobre tanta
parafernalia financiera.

Deuda pública y déficit fiscal

La crisis ha destapado el caldero a presión que arrastran las
economías de los países de la llamada periferia europea. Lo que pesa
son las deudas públicas y los déficit fiscales de los Estados. ¿Como
se ha llegado a esta situación? Por el impacto combinado de las deudas
que tomaron para poder lanzar al mercado enormes cantidades de dinero
y así frenar la amenaza de quiebras bancarias en cadena) y el
incremento en el gasto público, ya sea por la supervivencia de ciertas
redes de protección social remanentes del período anterior o por el
alza del gasto en salud, seguridad social, jubilaciones. A lo que hay
que agregar el gasto bélico en España (intervención en Afganistán) y
Grecia (disputas con Turquía).

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La deuda pública europea es hoy un 25 por ciento mayor de lo que era
en el 2005 y los déficit fiscales, con excepciones, superan largamente
las metas establecidas por los Acuerdos de Maastrich. Por si fuera
poco el endeudamiento de bancos y gobiernos de las cinco economías que
están ahora en el candelero (España, Grecia, Portugal, Italia e
Irlanda) ha terminado constituyendo una verdadera maraña, los
prestamos por miles de millones de euros fluyen de un país a otro,
estos países, a su vez, son grandes deudores de los más desarrollados
de la eurozona. Por lo tanto la bancarrota de uno arrastra a los
otros.

La deuda pública europea se estima del orden de los 8 billones de
euros. De este total los bancos alemanes, franceses e ingleses tienen
en sus carteras bonos por 500 mil, 400 mil y 350 mil millones de euros
respectivamente, emitidos por los cinco países de la periferia
europea.

Soluciones provisorias

Pocas cifras permiten entender la magnitud del salvataje a Grecia -144
mil millones de euros-, del blindaje preventivo al conjunto europeo -750 mil millones-, también explican por qué el Banco Central Europeo
(BCE) tomó la inédita decisión de comprar bonos de deuda para frenar
su caída en picada. Es que la vieja Europa está recibiendo el rebote
de haber seguido el sendero trazado por el G-20 cuando reforzó el
papel del FMI. Esto es de avanzar por el camino que los llevó a la
crisis, endeudándose para salvar a los bancos. Ahora comprometen
cifras millonarias para asistir a los estados y que éstos paguen sus
deudas con los bancos de los mismos países que ponen el dinero. Así el
círculo está cerrado.

No obstante el esfuerzo realizado logró sólo a medias tranquilizar al
dios mercado y hoy la factura pendiente de cobro se presenta por los
déficit fiscales. Pero aquí no hay salvataje ni blindaje posible, se
pagará con los fondos resultantes del ajuste estructural. En buen
criollo, intentan hacer pagar la cuenta a los trabajadores y sectores
populares, sea en Grecia, en España, en Portugal, en Irlanda. También
en Gran Bretaña, que está fuera del euro pero que su situación es tan
crítica como los demás.

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Pérdida de soberanía

No es otra cosa que el modelo tantas veces aplicado en América Latina
que tendrá un costo social enorme en un continente que envejece
rápidamente y donde la expectativa de vida es elevada. Téngase en
cuenta que el 46 por ciento del presupuesto griego se va en
jubilaciones, o que el 80 por ciento de los estatales españoles, que
tendrán un recorte del 5 por ciento en sus salarios, gana no más de
mil euros al mes. Portugal o Inglaterra no se quedan atrás.

Por si algo faltara la Comisión Europea, por imposición alemana, se
dispone a fortalecer el control sobre los presupuestos anuales de los
países miembros, con lo cual los gobiernos deberán contar con la
aprobación del grupo de ministros antes de enviar los proyectos
presupuestarios al parlamento. No sólo han perdido la soberanía
monetaria sino ahora también el derecho a elaborar sus presupuestos
según las necesidades e intereses de cada Nación.
Pero estas medidas nada garantizan. Nadie cree que la fuerte reducción
de los déficit propuesta para este año pueda lograrse, tampoco nadie
está seguro de que Grecia no caiga finalmente en default. Ya nadie
habla de los «brotes verdes» de la economía ni de «que lo peor ya
pasó». Por el contrario muchos pronostican que con esas medidas la
economía europea se deprimirá aun más. El estancamiento de larga
duración es el horizonte previsible.

El juego de Alemania

Por debajo de estas tensiones hay movimientos subyacentes que buscan
una reforma profunda de la Unión Europea en la que hoy se pueden
distinguir un grupo de países, encabezados por Alemania y Holanda, muy
eficientes en el control monetario, los equilibrios fiscales y
competitividad internacional, y otro grupo con economías de baja o
nula productividad, poco competitivos y agobiados por los déficit y
las deudas.

Alemania encabeza las tendencias a las reformas, basados en su modelo
de eficiencia presupuestaria, bajo déficit, alta productividad y
competitividad de sus exportaciones. La República Federal demoró con
su negativa al salvataje griego y al blindaje europeo, finalmente los
aceptó a regañadientes pero impuso sus criterios. Su canciller, Angela
Merkel, lo dijo sin ambigüedades: «Sin nosotros o contra nosotros,
ninguna decisión puede tomarse en Europa». Apoyada por el BCE y el
FMI, comprometió en un ajuste draconiano no sólo a Grecia sino también
a España y Portugal, y a futuro a quien le cuadre. Para que no
quedaran dudas se autoimpuso para el 2016 alcanzar un déficit fiscal
de apenas 0,35 por ciento de su PBI, esto es poco más de un 10 por
ciento de lo que impone Maastrich.
La canciller fue otra vez sincera: «El euro está en peligro, está en
juego el futuro de Europa y el de Alemania en ella». En este
entendimiento es que intenta reformular la UE a su imagen y semejanza.

En los últimos años ha reorientado su comercio exterior, ya no es el
gran proveedor de productos de alta tecnología y precisión a los
países europeos, los nuevos destinos de sus exportaciones ya son China
y el sudeste asiático, India y Brasil, mientras que sus importaciones
provienen cada vez más de EE.UU. y China. De alguna manera se va
desacoplando del conjunto de la UE, y muchos de los países más débiles
de la eurozona tal vez sean vistos como un lastre para la potencia y
motor del continente.

Hay otra salida.
Cuando escribimos esta nota está reunida en Madrid la «Sexta Cumbre de
Presidentes de Europa-América latina y el Caribe», pero también en
paralelo está sesionando la «Cumbre de los Pueblos-Enlazando
Alternativas» , que plantea que no se trata de salvar a los bancos sino
a los pueblos, que hay que salvar el clima no al sistema. Que hay otra
salida a la crisis basada en otras relaciones sociales de producción,
en otras relaciones del hombre con la naturaleza y en otras relaciones
entre los hombres mismos.
De la resistencia que los trabajadores y las clases subalternas
europeas opongan al ajuste estructural dependerá el destino de Europa
y de ellos mismos.

*Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).



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