08/03/2010

Mujeres trabajando

tapa-235.jpg«Es un paisaje común, un día cualquiera. Como hoy que es
lunes 8 de marzo, son un par de horas pasadas del
mediodía. Con suerte algunas personas ya han concluido
su turno de trabajo. Caminan apuradas, arrastrando los
pies, agotadas de cansancio. Caras demacradas pero
ansiosas por volver a casa a descansar tras una larga
jornada laboral. Sin embargo en las trabajadoras, en casi
todas ellas, se evidencia también preocupación y apuro,
porque el trabajo del día no ha terminado aún, continúa en
casa. Nos esperan, con suerte (¡?!) platos sucios, si no es
que todavía tenemos que preparar la comida, revisar la
tarea de nuestros hijos y un sinfín de quehaceres que
nadie más que nosotras hace. Trabajo doméstico que no
conoce de domingos ni feriados y por el cual nunca llega el
sueldo a fin de mes ni nos dan vacaciones. Para nosotras es
un día más, hoy lunes 8 de marzo. Día Internacional de la
mujer trabajadora.» Por Aportaherramientas, desde Tucumán


¿Y como trabajamos? La precarización laboral tiene sexo

A partir de los años ’80/’90 se produjo un importante
crecimiento del trabajo femenino remunerado.Pero este
aumento de la inserción de la mujer trabajadora, sea en
espacios formales o informales del mercado de trabajo,
fueron mayormente en las áreas donde predominan los
empleos precarios e inestables. Además, esta expansión
del trabajo femenino no tuvo un correlato coherente en la
retribución del trabajo, donde todavía es notable la
desigualdad salarial de las mujeres que contradice su
creciente participación en la producción de riquezas.
También podemos ver que en el ámbito fabril, es muy
notoria la división sexual del trabajo: el trabajo masculino
se concentra la mayoría de las veces allí donde hay
maquinarias más avanzadas y sofisticadas, mientras que
el trabajo de las mujeres esta frecuentemente restringido a
las áreas mas rutinarias, donde es mayor la necesidad de
trabajo intensivo, es decir donde es más explotado el
trabajo, y en general son tareas caracterizadas por ser
manual y repetitivo.

En las citrícolas locales, según nos cuentan algunas
trabajadoras, muchas mujeres se ocupan con la tarea de
descarte, trabajo minucioso que no requiere de fuerza
física. «Es un trabajo muy pesado, tenemos que seleccionar los
limones de distintas calidades rápidamente a medida que viajan
por las cintas». También nos cuentan que durante la
campaña 2009 llamaron menos personal, tomando sólo a
los a que habían participado de varias cosechas previas,
empeorando la situación de las mujeres. «Donde antes
había 2 mujeres trabajando, trasladaban una a hacer trabajo de
hombre, en el volcado o empaquetado pero sin reasignar la
categoría salarial.» una forma manifiesta de la
discriminación hacia la mujer, no? Actualmente el ingreso
de las mujeres representa cerca del 50% del ingreso
masculino, y el desempleo es mayor en el caso de las
mujeres que en el de los hombres.

Además con un simple recorrido de los establecimientos
industriales se nota la ausencia de personal femenino
entre los trabajadores. Seria muy ingenuo pensar que esto
es mera casualidad. Muchas empresas argumentan que
las mujeres generan un mayor costo en la producción
debido a la maternidad. A lo que le agregan que las
mujeres se ausentan más del puesto de trabajo porque
éstas asumen el cuidado de los hijos cuando enferman.
Ante esta evidente situación discriminatoria, se
realizaron estudios para demostrar la falsedad de tales
afirmaciones, donde se concluye que el salario por
maternidad solo aumenta un 2% en el salario de las
trabajadoras, ya que a lo largo de la vida laboral en
general, no se presenta esta licencia mas de 3 veces. Y que
no hay mayor ausentismo en las mujeres en comparación
con los hombres, solo que en el caso de los varones en
contadas excepciones éstas se deben a responsabilidades
familiares. Al respecto de esta situación una trabajadora
de la citrícola san miguel nos comentaba: «nos dan permiso
para volver a casa para cuidar de nuestros hijos, no nos hacen
problema, pero eso si, solo nos pagan las horas que trabajamos, el
resto nos descuentan»
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También es cierto que en general, el empresariado no
reemplaza a las trabajadoras con licencia maternal. Y esta
falta de reemplazo no tiene justificativo, ya que el pago de
la licencia por maternidad no lo hace el empleador si no el
Estado a través del sistema de seguridad social. Esto
implica que mientras la trabajadora está en su período
post natal no genera costo alguno al empleador, por lo que
éste no tiene excusas para no contratar un reemplazo. Lo
que hacen es reasignar la tarea de la trabajadora con
licencia maternal al resto del equipo de trabajo, con el
consiguiente malestar que esto genera, ya que no hay una
recompensación económica por este trabajo extra. Esto
sirve para descalificar a aquellas trabajadoras que eligen
la maternidad, cuando en realidad este malestar no
existiría si hubiera una clara difusión de que la
maternidad no genera perjuicio ni a los empleadores ni a
los compañeros de trabajo y que además es una función
social imprescindible para garantizar la reproducción
social. Por otro lado, los empleadores tampoco asumen su
obligación legal de proveer servicios tales como
guarderías, salas cuna, etc, dejando que la trabajadora
asuma por sí misma este costo.

Todo esto ocurre porque el capital, porque además de
reducir al límite el salario femenino para maximizar
ganancias, también necesita del tiempo de trabajo de las
mujeres en la esfera reproductiva, generando las
condiciones indispensable para la reproducción de la
fuerza de trabajo de nuestros maridos, hijos y la nuestra
propia. Es decir que el capital necesita que las mujeres nos
ocupemos del cuidado de actuales trabajadores y de los
que lo serán a futuro, para garantizar tener siempre
disponible trabajadores para explotar.

Doblemente explotadas/El Trabajo y familia

En los últimos 30 años, las mujeres pusimos toda
nuestra energía en insertarnos en el mundo público
pero olvidamos renegociar los espacios privados. Por eso hoy nos encontramos entrampadas entre las
exigencias de uno y otro ámbito. Con jornadas
laborales por demás extensas que incluyen la doble
jornada, con reclamos de horas extras de trabajo y
reclamos de nuestros hijos e hijas a las que muchas
veces se suman responsabilidades para con los padres
en situación de enfermedad. Todo esto debido a que la
gran inserción de las mujeres en el ámbito laboral, no
ha sido acompañado de una inserción de los hombres
en el ámbito doméstico. Por eso el malestar y el
cansancio abundan. Quien nos oponemos a esto,
muchas veces somos acusadas de destruir la
institución familiar.

Por eso es necesario redefinir esta situación y debemos
tener presente que las obligaciones que poseemos las
mujeres en el ámbito doméstico que permite a los
hombres gozar de la máxima disponibilidad laboral no
son una elección y eso se basa en la confianza de que
siempre habrá mujeres en posición de subordinación
social y familiar. Por eso, de lo que se trata entonces es
de comprometer a los varones a que asuman las tareas
domesticas como una responsabilidad, y no a modo de
colaboración, si no como una obligación.

En esta redistribución de tareas, tampoco podemos
dejar afuera al Estado, que a la vez de asumir la
igualdad entre hombres y mujeres, debe hacerlo
efectivo, brindando a las parejas la posibilidad real de
poder acceder y sostener una trayectoria laboral, para
lo cual se debe contar con la infraestructura necesaria,
sea esta en forma de guarderías, salas maternales, un
sistema educativo de calidad, cobertura necesaria,
cuidado para adultos mayores en situación de
enfermedad.

Y juntos, mujeres y varones luchar contra las
condiciones de opresión que nos esclavizan.

Por Aportaherramientas

Boletín tucumano de trabajadores

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