29/05/2009

El Cordobazo y los Rosariazos

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Los «Azos» del ’69 demostraron la capacidad de lucha, creatividad, y solidaridad del pueblo. Las asambleas, algunas espontáneas, que se realizaron en Rosario y Córdoba, reunían en su seno a obreros, estudiantes universitarios y parte de la población pobre de los barrios. Por Leonidas F. Ceruti


La «Revolución Argentina», encabezada por el dictador Gral. Onganía, mostró su rostro al profundizarse la crisis y la creciente acción represiva, deteriorando el ensayo que «no tenía tiempos ni plazos, sino objetivos».

Desde 1969, la lucha antidictatorial paso a otro plano, con alzamientos populares como los Rosariazos de mayo y septiembre y el Cordobazo, que tuvieron como protagonistas a la clase obrera y al estudiantado universitario, que fueron las fuerzas de choque callejeras con que contó el movimiento antidictatorial.

Expresaron la explosión de la bronca acumulada tras años de deterioro económico-social, opresión política y gremial, sumado a la proscripción del peronismo, la pérdida de conquistas históricas de los asalariados y deseos de cambios.La clase obrera con sus acciones mostró una tendencia a la unidad como clase y el alineamiento junto a él de las masas explotadas, donde se salió de las fábricas, los sindicatos y se paso a la acción directa con manifestaciones callejeras y asambleas masivas.

Los «Azos» del 69 demostraron la capacidad de lucha, creatividad, y solidaridad del pueblo. Las asambleas, algunas espontáneas, que se realizaron en Rosario y Córdoba, reuniendo en su seno a obreros, estudiantes universitarios y parte de la población pobre de los barrios tomados, rodeados de barricadas, y en algunos lugares ejerciendo el poder de policía, como el de permitir la entrada y salida de las zonas tomadas, también constituyeron una forma embrionaria de órganos de poder, con democracia directa abarcando ya a toda una ciudad.

La situación social mostraba luchas crecientes de la clase obrera, que daban la pauta de una tendencia espontánea hacia la constitución de otros órganos de lucha, además del sindicato.

Decimos, «otros órganos de lucha», ya que la composición tenía un claro contenido de clase en el sentido que expresaba socialmente una composición no de tipo «gremialista» como el sindicato, sino de organización obrera: nuclear a proletarios de distintos gremios e incluso sectores populares no proletarios, cuyos objetivos, si bien no claros en política, trascendían las reivindicaciones gremiales para orientarse a los reclamos políticos.

Por otra parte, se abrió un profundo debate entre la militancia, se puso en cuestión a los partidos tradicionales de la izquierda, desde sus planteos, métodos organizativos, y las formas de resolución de los conflictos sociales o políticos. Estos se fracturaron y estallaron.

La polémica se extendió entre el activismo peronista, donde surgieron nuevos grupos y organizaciones. En las facultades se polemizaba desde el tipo de Universidad hasta las transformaciones necesarias.

En las fábricas y los gremios, las charlas adoptaron una forma más encubierta, en grupos, las asambleas en las fábricas llegaron con los conflictos.

La clase obrera desde 1969 vivió uno de los periodos más ricos en experiencias. Enriqueció las vivencias de otras décadas, como los cuerpos de delegados, comisiones internas, el accionar de los sindicatos, el ejercicio de la democracia directa, tomas de fabricas, organización de huelgas, paros activos, movilizaciones.

Se produjo un puente histórico entre generaciones con hábitos distintos y la síntesis de ese proceso llevo a nuevos intentos. Desde las luchas de la Resistencia en las fabricas y barrios obreros luego del 55; las huelgas durante el gobierno de Frondizi y la resistencia a la implementación del represivo Plan Conintes, la elaboración de los Programas de La Falda y Huerta Grande, el Plan de Lucha de la CGT entre mayo de 1963 y julio de 1965, que incluyo la ocupación simultánea de miles de fabricas en una jornada.

Esas experiencias se unieron al surgimiento de la «CGT de los Argentinos» con su Manifiesto del 1º de Mayo de 1968, al protagonismo en el Cordobazo y el II Rosariazo, las puebladas en Villa Ocampo (Santa Fe), Gral. Roca, Casilda, Malargue, al surgimiento de las Ligas Agrarias, la huelga en El Chocón, el accionar de los gremios combativos de Córdoba, como Luz y Fuerza y SMATA, las experiencias de los gremios de la Zona Norte del Gran Rosario, como el SOEPU y la Intersindical de San Lorenzo, el SINTER, los gremios clasistas, las luchas del SITRAC-SITRAM, el Viborazo, el Villazo del 74, la CGT clasista de Salta, el poder creciente de las comisiones internas, las tomas de fabrica con control obrero de la producción, las Coordinadoras de Gremios en Lucha que surgieron durante el «Rodrigazo» en el 75 que derrotaron el Plan de Isabelita, Rodrigo y López Rega.

El choque entre la burguesía y la clase obrera, se dio con distintos tonos, variadas formas de enfrentarse, con negociaciones, acuerdos, rupturas, represiones, consensos pasivos, insurrecciones populares, puebladas, congelamientos saláriales, distribución populista, pacto social, paritarias acordadas, otras no homologadas, planes represivos, movilizaciones militares de los trabajadores, leyes antiobreras, paros «materos» y paros activos.

El proletariado fue creciendo en conciencia, organización, nuevas formas de lucha, se incorporaron nuevas camadas, realizo grandes movilizaciones, con poder creciente al interior de las plantas industriales, la construcción de una intima relación con el movimiento estudiantil universitario, la practica constante de la democracia directa, con asambleas masivas en las fábricas, en los sindicatos, calles y plazas. Por todos estos motivos es que el objetivo central que tuvo el golpe militar del 24 de marzo de 1976, fue el ataque a la organización y formas de lucha que la clase obrera había venido gestando.

Debemos reivindicar, difundir y recordar, los «AZOS» del 69. Porque si algo los distinguió fue la decisión de ganar las calles de todos los explotados. En cada barricada reino la alegría, la solidaridad, se disfrutaba la pelea por la libertad, y la bronca antidictatorial florecía en las manifestaciones.

Fue un tiempo plagado de sueños, encantamientos y esperanzas por quienes los protagonizaron. Años idealizados por algunos y descalificados por otros. Años en que apareció una verdadera contracultura en las artes, las letras, la vida cotidiana, la sexualidad, la vestimenta, las costumbres. Y como escribió Adolfo Gilly, años que marcaron una «esquina peligrosa, una de aquellas en donde la historia pudo haber dado un viraje».

Leónidas F. Ceruti.

Historiador


El presente artículo pertenece a la sexta edición de Rompiendo Cadenas



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