13/05/2009

Darío, Maxi y los ejecutivos de la Ford

Autopartes-tapa-anred.jpg «En la mañana del 27 de junio de 2002, los mates estallaban en las entrañas, al dolor por los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (sucedidos el día anterior) se le sumaban algunos discursos que emergían en las ruedas de mate; en la medida que la vergüenza se los permitía algunos compañeros mostraban su simpatía con la ‘iniciativa’ de Duhalde en despejar rutas y puentes de la ‘molestia’ piquetera». Por Armando Ruedas.


En la mañana del 27 de junio de 2002, los mates estallaban en las entrañas, al dolor por los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (sucedidos el día anterior) se le sumaban algunos discursos que emergían en las ruedas de mate; en la medida que la vergüenza se los permitía algunos compañeros mostraban su simpatía con la «iniciativa» de Duhalde en despejar rutas y puentes de la «molestia» piquetera.

En los años siguientes mientras diversos sectores de la industria se reactivaban, los piqueteros seguían en la calle, los medios titulaban con ellos y volvían una y otra a vez a las ruedas de mate. La definición como ejército de reserva ya no alcanzaba, los desocupados estaban ahí, todos los días en la calle, recordándonos cuando íbamos y cuando volvíamos de la fábrica nuestro privilegio de ser trabajadores explotados, alienados, escindidos, pero ¡asalariados! Como no-asalariados los piqueteros tampoco eran ciudadanos, desde las ondas que irradiaba Radio 10, entraban en el universo de los bolivianos, los peruanos o los travestis de la zona roja.

El mercado (tanto interno como externo) empezó a demandar más autos, la compañía conciente del «hambre atrasado» reaccionó tomando algo de mano de obra e incrementando brutalmente las horas de trabajo. Perdíamos entonces muchas más horas de nuestras vidas en la fábrica al ritmo que nuestras quincenas engordaban, los productos de los grandes centros comerciales estaban a nuestro alcance, comprábamos ladrillos, pasábamos nuestros hijos de una escuela privada berreta a otra escuela privada (aparentemente) menos berreta pero más cara. Nestor Kirchner cambió represión por cooptación, los piqueteros ya no estaban en las calles pero volvían a la fábrica cada día de cobro de la mano de la AFIP, los compañeros que antes pedían palos ahora puteaban porque tenían que resignar una reproductora de DVD o una llanta Momo para mantener a esos «vagos de mierda».

Cualquier obrero de muchos años en la industria automotriz quizás no reconoce o no acuerda con las crisis cíclicas del capitalismo de Marx, pero la experiencia le indica que las «buenas épocas» tienen una corta vida y por la tanto hay que «aprovecharlas» mientas duren. Efectivamente este veranito comenzado en el 2003 empezó a mostrar grietas durante el 2008 y comenzó un apocalíptico 2009 mostrando la fragilidad de la industria en su «cuna natural» los EE. UU.

La crisis y el orden civilizatorio

En la planta de Pacheco la producción se mantuvo firme, pero la palabra CRISIS empezó a permearse en todos los discursos de la empresa. Ante un pequeño aumento del ausentismo se generan grandes convulsiones, los puestos están brutalmente saturados, ningún trabajador de la línea mata su tiempo jugando al truco y por el contrario exige cada día más sus articulaciones o incuba las hernias de disco repitiendo miles de operaciones diarias.

Se olfateaba en el aire la mentira de apelar permanentemente a la cantidad de trabajadores que sobran, un día 330, otro día 600, otro día 450 y así después de cada negociación la comisión interna vendía humo en diversos envases. Hasta que sucedió lo que quienes leemos asiduamente los diarios sospechábamos, la patronal del sector cerró filas en función de sus intereses (algo de lo que deberíamos aprender quienes aspiramos a transformar esta sociedad) y le arrancó al Estado subsidios para ¡1500! De sus trabajadores.

Después de varios días de ¿conflicto? Una comisión interna impresentable pasó rapidito por los sectores anunciando las «conquistas»: un bono, que no es un aumento salarial, de 200 pesos por mes de enero a junio en un solo pago de $1200, estabilidad de los contratados (vaya la paradoja de relacionar estabilidad a contratados) hasta fin de año y la promesa de discutir salarios en el mes de julio y banco de horas (entiéndase flexibilidad laboral). En algunos sectores no dieron respuesta a ninguno de los cuestionamientos de los compañeros realizados en pequeñas reuniones y en el área de producción de camionetas, un lugar donde no logran hacer pié, fueron obligados a dar el informe en asamblea desde donde se fueron abucheados.

Los lectores de diarios descubrimos un punto del acuerdo que no fue anunciado en ninguno de los informes oficiales del sindicato: la adhesión al Programa de Recuperación Productiva, en Crítica, en La Nación y en Infobae pudimos corroborar que el Estado estará aportando $600 por cada trabajador, es decir gran parte del monto de nuestro aumento será solventado por el Estado. Los 330 trabajadores que antes sobraban, ahora no sobran gracias a este aporte de seiscientos pesos, la empresa seguramente les encontrará algo para hacer de modo que no se aburran, raro fenómeno que los economistas deberán estudiar.

Es inevitable que las figuras de Darío y Maxi aparezcan nuevamente, ningún directivo de la Ford tuvo que pasar por sus circunstancias para arrancarle algo al Estado, seguramente bastó con un buen restaurante de Puerto Madero, alguna migaja al SMATA para que le reconozca la crisis y una apretada a Tomada a menos de sesenta días las elecciones.

Esperemos que las rondas de mate de esta semana expresen la indignación ante un Estado que en medio de terribles ausencias sociales, aporta a empresas multinacionales una cuota del pago que se la hace a los trabajadores para su reproducción.

Los compañeros que conmovidos por las tapas de los diarios y el «conflicto de la Ford» asisten a la puerta para resumirnos en un volante algunos tips para garantizar el triunfo, deben encontrar la forma de aportar en otra disputa que es diaria y es aquella que se da por la hegemonía a través de los medios de comunicación, los jefes, la lista verde del SMATA, el banco Francés y demás. No se trata de prometerle a estos compañeros otra sociedad con mejores salarios, la gran tarea es construir nuevos sentidos que nos permitan imaginar una sociedad sin salarios, donde la compulsión por el consumo no sirva para ocultar la explotación, el estudio no esté asociado a una credencial que nos permita comer y muchas otras posibilidades que podemos ir construyendo juntos desde el cuestionamiento del orden civilizatorio vigente.

Por Armando Ruedas, especial para ANRed.



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