01/06/2019

50º Aniversario del Cordobazo: Un momento de libertad

La protesta obrero-estudiantil se convirtió en una de las más grandes movilizaciones de masas que en nuestro país acorraló la dictadura militar de entonces. Por Eduardo Lucita.


Las jornadas del 29 y 30 de mayo de 1969 conformaron una protesta obrero-estudiantil de una magnitud inesperada, acorralaron a la dictadura militar de entonces y abrieron un proceso de lucha de clases que, con altas y bajas, se proyectó hasta las Coordinadoras de Gremios en Lucha de 1975.

El Cordobazo no surgió de la nada forma parte y se recorta, con formas y dinámica propias, en las grandes movilizaciones de masas que en nuestro país y en el mundo, se desenvolvieron en la segunda mitad del siglo pasado.

Internacionalmente está emparentado con el cúmulo de acciones de solidaridad y esperanzas compartidas que se expresaban en los acontecimientos mundiales que se sucedían: el Mayo francés, La Primavera de Praga, el Otoño Caliente italiano, los movimientos estudiantiles en México y Japón… En lo local fue la culminación de largos años de resistencias y precedido por las movilizaciones estudiantiles en Corrientes y Rosario y por las puebladas de Casilda y General Roca. El Cordobazo fue expresión de la combinación de ese doble proceso, también parte constitutiva. De conjunto constituyeron el marco socio-político en el cual se desenvolvieron las jornadas.

Social y político

La protesta fue impulsada por reivindicaciones gremiales -alza de los precios y eliminación del sábado inglés y de las quitas zonales entre otras- asentadas en las organizaciones de base de las fábricas en las que se desenvolvía una fuerte conciencia antiburocrática. El abogado laboralista Lucio Garzón Maceda, asesor en ese entonces de varios sindicatos cordobeses, pone el acento en el contenido político democrático «…fue la decisión de tres dirigentes sindicales: Elpidio Torres de Smata; Atilio López, de UTA y Agustín Tosco, de Luz y Fuerza, de dar una pelea en las calles de Córdoba contra la expresión coercitiva del Estado, que era la Policía, y si era posible derrotarla, como finalmente ocurrió». «Esto porque era una de las formas más decididas de enfrentar a la dictadura planteando el restablecimiento de la democracia y terminar con las proscripciones, pero fundamentalmente la recuperación de las libertades públicas».

Más allá de las distintas interpretaciones hay coincidencias en que El Cordobazo fue, al menos hasta ese momento, la movilización de masas más potente y violenta desde la Patagonia Trágica en 1919. Los informes periodísticos de la época avalan esta conclusión: 34 muertos, 400 heridos y 2.000 detenidos.

Dinámica de lo impensado

Todo inició en la media mañana del 29 cuando las columnas obreras comenzaron a marchar para concentrarse frente a la sede de la CGT, fueron reprimidas por destacamentos policiales que tenían la orden de no dejarlos avanzar. Todo se desenvolvía en una serie de escaramuzas hasta que se conoció que Máximo Mena, un obrero mecánico, había caído muerto bajo las balas de la policía. La noticia corrió de boca en boca como un reguero de pólvora, a las columnas obreras se unieron las estudiantiles, primero resistieron y luego hicieron retroceder a la policía. La ciudad se llenó de fogatas y quedó bajo el control de la alianza obrero-estudiantil a la que se le sumaron numerosos vecinos, mientras los negocios cerraban. El detonante fue la muerte de un obrero, pero hubo un factor impensado, un imponderable: que la policía se retirara temerosa del desborde de los manifestantes, cuando se le acabaron las bombas de gases. Los contingentes obreros y estudiantiles se desplegaron por toda la ciudad, hubo ataques e incendios a objetivos bien definidos, pero no saqueos ni destrozos gratuitos.

Quienes en Buenos Aires seguíamos con interés y ansiedad los acontecimientos, nos enterábamos con preocupación que desde aquí se había dado la orden que el ejército avanzara sobre la ciudad de Córdoba para retomar el control. Las masas se replegaron y los estudiantes ocuparon el Barrio Clínicas, se nombraron delegados por manzana mientras que desde las casas y edificios se auxiliaba a los insurrectos, se les facilitaban los desplazamientos y se hostigaba a las tropas represivas. Por unas horas el barrio fue zona liberada.

«Tuve el privilegio de aspirar ese olor tan particular de la libertad total que existe en esos momentos… El sistema dominante se quiebra, aunque sea por 24 horas y el pueblo tiene la sensación de que puede ganar… Ese día vale por un millón, nadie lo podrá olvidar» (Carlos Scrimini, protagonista del Cordobazo).

Así la represión convirtió una concentración pacífica en insurrección popular. Una vez más se comprobó que la dinámica de la lucha de clases no siempre es predecible, los imponderables juegan y desatan la espontaneidad de las masas. «Una huelga política de masas que no fue pensada como levantamiento insurreccional» (así lo analiza el médico y militante Abel Boholavsky, participante de aquellas jornadas cuando cursaba el 5º año de medicina).

Nuestro ’68

El Cordobazo de 1969 fue nuestro Mayo de 1968, con diferencias. Aquí fue impulsado por los trabajadores al que rápidamente se sumaron los estudiantes; en Francia fue protagonizado por los estudiantes a los que lentamente se sumaron los sindicatos, lo que era resistido por el Partido Comunista. El Mayo francés cerró una etapa, el Cordobazo abrió un nuevo período de la lucha de clases en nuestro país. Los sectores combativos del peronismo se sumaban a los clasistas, y los objetivos socio-económicos y políticos se fusionaban en una dinámica que cuestionaba el orden capitalista existente.

Cinco décadas después en un escenario social y político muy diferente, recuperar aquellos acontecimientos es no solo un acto de reconocimiento a aquellas jornadas que están inscriptas con tinta indeleble en la historia viva de los trabajadores y el pueblo, sino una necesidad para incorporar sus enseñanzas a los debates actuales.

Para quienes fuimos contemporáneos de aquellas jornadas este 50º aniversario es una nueva oportunidad para transmitir a las jóvenes generaciones aquellas experiencias y también para recuperar la esperanza. La razón de ser de aquellos hombres y mujeres que protagonizaron esas jornadas y cuando muchos de ellos todavía estimulan las luchas del presente, sin la cuales no hay utopía posible.

Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI -Economistas de Izquierda-.



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