11/05/2019

La tiroides o la mala vida

Piensa en las mujeres de tu entorno, ¿cuántas tienen algún problema con la tiroides? ¿Qué está pasando? Tratamos de arrojar un poco de luz sobre esa pequeña glándula, con forma de mariposa, que tiene tanto poder sobre nuestros cuerpos. Por Andrea Momoitio / Pikara Magazine.


Zuriñe está agotada. Mucho antes de que hablasen en profundidad de anatomía humana en el colegio, ella ya sabía que no todas las partes de nuestro cuerpo aparecen representadas en los dibujos de los libros de texto. Ese honor solo les pertenece a los órganos, a los músculos y a los principales huesos. De la glándula tiroidea no hay ni rastro y es muy probable que muchas personas lleguen a viejas sin haber escuchado nunca hablar de ella. Las glándulas son algo así como las encargadas de preparar el trabajo de las hormonas, las enviadas especiales de nuestros cuerpos. Ellas llevan información a los órganos y tejidos a través de los circuitos sanguíneos. Coordinan la actividad de distintas células, que actúan en materias muy dispares: el desarrollo humano, el sistema reproductivo o el control de los niveles de sal en sangre. Muchas de estas hormonas se producen gracias a las glándulas, que son un grupo de células que trabajan duro para ello. Encima de la tráquea tenemos una que se llama glándula tiroidea, que segrega dos hormonas que regulan todo el metabolismo: tiroxina (T4) y triyodotironina (T3). Es decir, los cambios físicos y químicos que transforman los alimentos en energía.

A Zuriñe no le explicaron tanto en el ambulatorio. Tenía 13 años y salió de la consulta con un diagnóstico y una receta. A partir de ese momento tendría que tomar a diario, media hora antes de desayunar, una pequeña pastilla que ayudaría a su glándula tiroidea a trabajar mejor. Al medicarse sufría taquicardias y dejó de tomarla con el beneplácito de su médica. Desde entonces, se ha hecho analíticas regularmente y se ha encontrado, ante cada resultado, con la falta de consenso del personal sanitario sobre qué puede considerarse un problema de tiroides. Estas analíticas vigilan una hormona, que se llama TSH y se ocupa de estimular la tiroides. Es la jefa y se produce en la hipófisis, otra glándula que tenemos en la base del cráneo y que se encarga de controlar qué hacen las otras. El cuerpo es un sistema complejo y mágico.

Si un cuerpo tiene demasiadas hormonas tiroideas en la sangre, trabaja más rápidamente y hablamos de ‘hipertiroidismo’. Si produce pocas, el ritmo del cuerpo es más lento y hablamos de ‘hipotiroidismo’, una enfermedad con incontables síntomas. Ninguna lista hará justicia a lo que se siente ni será lo suficientemente rigurosa: somnolencia, estreñimiento, edemas en pies y manos, disminución de la libido sexual, piel seca, aumento de peso, palidez en la piel, ansiedad, nervios, pérdida de memoria, dificultad para concentrarse, dolores de cabeza, ciclos menstruales cortos o hemorragias, esterilidad, caída de pelo o lengua hinchada, entre otras muchísimas dolencias. En el caso del hipertiroidismo, los síntomas son otros, pero también muy dispares: debilidad muscular, dolores óseos, sudoración excesiva, adelgazamiento o irritabilidad. No hace falta tenerlos todos e, incluso, puedes sentir otros completamente distintos. Ahí radica una de las dificultades: el diagnóstico.

Carme Valls es una médica especializada en endocrinología y medicina con perspectiva de género. Ella es, probablemente, una de las principales expertas en la materia en el Estado español. Por su consulta pasan mujeres de aquí y de allá, que encuentran en Valls el reconocimiento que no encuentran en otros despachos médicos. Es una firme defensora de la ciencia de la diferencia, que busca visibilizar los cuerpos de las mujeres también en la medicina para evitar que las dolencias que sufrimos queden relegadas a un segundo plano. Las cifras que maneja ella son bien distintas a las que se topan en los ambulatorios. Algunos estudios determinan que la población sana tiene un TSH en torno a 1, ni más ni menos, que se plasma en las analíticas como 1mU/L. Para Valls, los niveles de TSH en una persona que no necesita medicación tendrían que moverse entre el 0,3mU/L y el 2,5mU/L. En los parámetros de referencia de Osakidetza, el sistema vasco de salud, se marcan con un asterisco los resultados inferiores a 0,27mU/L o superiores a 4,20mU/L. No hay acuerdo y, por tanto, para muchas mujeres no hay diagnóstico ni medicación. Valls, que lleva décadas trabajando el tema, reconoce que los avances son evidentes, pero aún queda mucho por investigar. No es casualidad que, como todos los estudios demuestran, todos los problemas relacionados con la tiroides afectan principalmente a mujeres cisgénero.

El número de perjudicadas no para de aumentar. Los factores genéticos ya no explican exclusivamente qué está pasando, pero Valls no titubea: “Los hidrocarburos y los pesticidas en la comida son disruptores de tiroides. Es decir, sustancias que afectan al equilibrio hormonal. Por eso hay más tiroiditis que antes. Me puedo mojar, aunque todavía no lo digan los libros de medicina”. Según un informe de 2012 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 800 compuestos químicos son sospechosos: desde los carburantes a algunas sustancias químicas de los detergentes.

Todo ha cambiado mucho, pero los problemas de tiroides se siguen diagnosticando poco y no del todo bien. Si no hay síntomas o no se tienen anticuerpos es posible que no se recomiende medicación hasta que la TSH supere los 10mU/L. Es el caso de Zuriñe, que estuvo años sin cruzar ese umbral y, por tanto, sin volver a tomar medicación. Un día recibió una llamada a la hora de la siesta desde su ambulatorio: “Vete cuanto antes al hospital, que tienes el TSH en 118mU/L”. Allí no consideraron que la situación fuera grave. “Mujer, de 32 años, asintomática”, escribieron en el informe. Determinaron que se trataba de un caso de “hipotiroidismo subclínico” porque no presentaba signos de la enfermedad. ¿Sin síntomas? ¿No poder comer, no conseguir concentrarte, tener la cabeza nublada continuamente y un cansancio terrible no son síntomas suficientes?

Precisamente ese es el gran problema: los síntomas son tantos y tan distintos que es difícil detectarlos. Podrían ser muchas cosas y podría ser ‘nada’. Así, sin ‘nada’, salen muchas mujeres de las consultas médicas. No es fácil distinguir entre el cansancio propio de una sociedad que nos condena a la doble jornada laboral y el que te provoca el hipotiroidismo. Todas estamos agotadas, pero algunas apenas pueden moverse. El hipotiroidismo, incluso cuando es leve, provoca muchísimo cansancio. Puedes llevar a cabo las actividades básicas del día a día, pero te quedas sin pilas enseguida. La culpa por no llegar a todo lastra nuestro autoestima. Este malestar lo comparten también todas las mujeres con problemas de fibromialgia, una enfermedad que nos afecta a nosotras en un 92% de los casos. “Descanse usted, señora”, es uno de los consejos que más reciben las pacientes.

Taquicardias jugando al escondite

Lo del hiper es otra cosa. Concha recuerda, entre risas, cómo sentía taquicardias jugando al escondite con su hija de dos años. Solo pensar que podría ser descubierta provocaba que su corazón se pusiera a mil por hora. Aquello no era normal. Ni los nervios injustificados ni los 16 kilos que había adelgazado en solo unos meses. Acaba de incorporarse al mercado laboral tras la baja de maternidad, así que pensó que los cambios corporales se debían simplemente al estrés. Lo que ella creía que era agotamiento resultó ser hipertiroidismo. El tratamiento hormonal que le pusieron entonces acabó por machacarla: “Me llevaron a un estado de hipotiroidismo, que es mucho más controlable. Pedí que el tratamiento fuera suave porque estaba buscando un segundo embarazo”. Tardaron casi dos años en acertar con la dosis. Ahora mismo, la glándula tiroidea de Concha no tiene ninguna actividad hormonal y toma la misma medicación que una persona a la que se la han extirpado. Esto suele ocurrir tras sufrir cáncer de tiroides, el tumor endocrinológico más habitual. El 75% de las personas diagnosticadas en este caso son mujeres. Ella ironiza: “Lo que tengo ahora aquí es una ciruela pasa”. Los problemas de tiroides provocan también una dificultad en los embarazos y pueden acelerarse tras el parto. Hay estudios que aseguran que un TSH superior a 2,5mU/L impide la ovulación y favorece la esterilidad. No se recomienda, por ejemplo, someterse a tratamientos de reproducción asistida sin haber normalizado los niveles.

Concha volvió a quedarse embarazada. Al nacer su bebé, llegaron las malas noticias. “Gracias a la prueba de talón, nos dijeron que el bebé era hipotiroideo”. En Soria no había entonces endocrinología para neonatos y estuvieron años viajando a Burgos para asistir a los tratamientos. Una de las consecuencias de la España vaciada o de los recortes en sanidad justificados por la crisis. “Llegaron a dudar, incluso, de que se le hubiese desarrollado la glándula durante el embarazo. Luego vieron que estaba allí, pero que era un cacho de tocino sin actividad hormonal”, recuerda. Ella nunca pierde el buen humor. Su hijo tenía tres años cuando su glándula tiroidea empezó a funcionar con cierta normalidad. Mientras tanto, miles de kilómetros entre Soria y Burgos para acudir a atención temprana. Era importante controlar que el bebé cumplía con todas las fases psicomotrices que se le presupone a cada etapa de crecimiento. Ahora está bien.

Si juntas a grupo de 10 exalumnas de, por ejemplo, la promoción de arquitectura de 1978, es muy probable que 2 o 3 tengan problemas de tiroides. Vicky López es médica de familia en Córdoba. Los sesgos androcéntricos en la investigación médica, y científica en general, son evidentes y acarrean graves consecuencias en la vida de las mujeres: “Para la medicina, sólo existimos en relación a la función reproductiva. La medicina ha sido, por un lado, un dispositivo de control sobre nuestros cuerpos y sus funciones reproductoras pero, además, ha invisibilizado todos los procesos que nos afectan exclusivamente a nosotras y los que nos afectan de manera distinta”, subraya. A la falta de perspectiva de género en la medicina, las mujeres nos enfrentamos con frustración e impotencia. Al servicio de su incapacidad para comprender que habitamos el mundo, las mujeres ponemos nuestros cuerpos.

La visión fragmentada del cuerpo humano provoca también que las soluciones que se promueven desde el sistema público de salud a problemas como el hiper o el hipotiroidismo se centren únicamente en la ingesta de una pastilla diaria. Media hora antes de desayunar. A Zuriñe le dijeron, mientras narraba todas sus dolencias, que estaba hablando de cosas que no tienen nada que ver unas con las otras. La medicalización es imprescindible, pero cambiar ciertos hábitos de vida también es importante. Al hipotiroidismo, por ejemplo, no le gustan ni el tabaco ni muchas verduras, como el brócoli o la berza. Aconsejan, además, la ingesta moderada de ajo o cebolla. En cualquier caso, algunos cambios en la alimentación podrían contribuir a pequeñas mejoras. Eso sí, consulten al personal médico, pero busquen distintas opiniones, que ya saben que no se ponen de acuerdo.

Zuriñe ha leído este reportaje antes de ser publicado. No ha puesto pegas, pero ha hecho un comentario: “No sé si refleja lo mal que lo he pasado”.

Nota de la autora: No he podido averiguar cómo afectan los problemas con la glándula tiroides a la población trans ni he encontrado estudios relevantes relacionados con esta enfermedad.

Fuente: Pikara Magazine



1 comentarios

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  1. Artemis · 2019-05-11 22:13:23
    Mujeres cis??? No será mucho ya?

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