28/04/2019

Un paro de trabajadores y trabajadoras

Foto: Luciano Thieberger.

Distintos sectores del movimiento obrero organizado encabezados por camioneros, bancarios, el Frente Sindical por el Modelo Nacional (FreSiMoNa), la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT), regionales de la CGT, las dos CTAs, la Multisectorial 21F, entre otros, convocaron a un paro general para el 30 de abril contra la política económica del gobierno neoliberal de Macri y el FMI bajo la consigna: «No nos queda otro camino. Plan de lucha. Paro General. La política económica debe cambiar». Por Maximiliano Arecco, trabajador en la Química Praxair (Pacheco).


A 110 años de la Semana Roja de 1909

Como un guiño de la historia, la semana del paro convocado por estos sectores del movimiento obrero coincide con el aniversario de los 110 años de la huelga de 1909 que derivó en una gran revuelta obrera y popular conocida como la Semana Roja.

En ese entonces, los trabajadores, en su mayoría extranjeros, estaban nucleados en la FORA (Anarquistas) y la UGT (Socialistas y Sindicalistas Revolucionarios). Por diferencias ideológicas y políticas, estas corrientes habían convocado a actos por separado por el 1ero de Mayo y para denunciar las condiciones de trabajo, el hacinamiento en los conventillos, la falta de libertades democráticas y la represión permanente.

Mientras transcurría la concentración de la FORA el sábado 1 en la Plaza Lorea, la policía, a cargo del coronel Ramón Falcón, montó una provocación y desató una cacería que dejó como saldo ocho trabajadores asesinados, un centenar de heridos, más de ciento cincuenta detenidos y la clausura de locales sindicales y políticos.

A pesar de las diferencias entre socialistas, sindicalistas revolucionarios y anarquistas, inmediatamente sucedida la represión, las dos centrales sindicales (FORA y UGT) junto a muchos sindicatos autónomos, llamaron a la huelga general a partir del lunes 3 contra la represión, por la libertad de los presos y la reapertura de los locales obreros que habían sido clausurados por la policía.

La huelga general duró una semana, con manifestaciones callejeras, piquetes, actos, revueltas y choques con la policía en distintos puntos de Buenos Aires y las principales capitales del país. El martes 4, alrededor de 300 mil personas acompañaron el sepelio de los asesinados hasta el cementerio de la Chacharita. El sábado 8, según información consignada por los investigadores Julio Frydenberg y Miguel Ruffo, representantes del gobierno entraron en contacto con miembros del Comité de Huelga, solicitando que finalice el paro y cediendo ante las reivindicaciones de los huelguistas. El domingo 9 se realizó una asamblea de los gremios en lucha y se decidió levantar la huelga.

La fuerza, la convicción, el coraje y heroísmo de los trabajadores obligaron al gobierno de José Figueroa Alcorta a reunirse con las centrales sindicales, liberar a los presos y reabrir los locales sindicales y políticos clausurados.

Como reconoce el historiador Diego Ceruso, aquella fue una de las primeras veces en la que el gobierno se sentó a negociar con los representantes obreros y cedió ante sus reclamos. Lógicamente esto sucedió por la firmeza de la huelga y la movilización de los trabajadores en las calles.

Esta firmeza y determinación unitaria en la lucha de los obreros fue un ejemplo, a pesar de las diferencias políticas e ideológicas entre los sectores mayoritarios de esa época en el movimiento obrero (Anarquistas, Socialistas y Sindicalistas Revolucionarios), y marcó para el futuro la necesidad e importancia de la lucha, la solidaridad y la unidad de los/as trabajadores/as.

Tuvieron que pasar varios años más para la concreción de la necesaria solidaridad y unidad de los/as trabajadores/as y luego vendrán tiempos de unidad pero también de nuevas crisis, pero esas jornadas de 1909 dejaron una huella que, hoy  a 110 años, en tiempos de gobiernos neoliberales con políticas represivas y antiobreras debemos recordar y tener presente.

La política económica debe cambiar

El plan económico neoliberal aplicado por Macri y el FMI es la profundización del plan iniciado por el golpe cívico-militar-eclesiástico-patronal de 1976.

En los tres años que lleva el gobierno de Macri los índices económicos e industriales retrocedieron a paso firme. Actualmente, el uso de la capacidad instalada de la industria está en un piso solo comparable con el de la crisis 2001-2002; el desempleo llegó a dos millones de personas y se calcula que cierran entre 25 y 30 PyMES por día. El Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) pasó de u$s580 a finales del 2015 a los actuales u$s288. Durante el último año se perdieron más de 400 mil puestos de trabajo y miles de trabajadores/as sufren suspensiones a diario. En las últimas semanas, a modo de ejemplo, se quedaron en la calle 600 trabajadores/as de Metalpar, 400 de Ersa, 120 de Tecnosport, 150 de Tsu, 100 de Hilados Platex, entre muchos más. De forma paralela, también aumenta el subempleo, el empleo informal e ilegal y el trabajo precario. A su vez, no son pocas las patronales que aprovechan la crisis para reducir costos y eliminar comisiones internas combativas y activistas de base, presentando falsos preventivos de crisis (PPC) como en FATE, Coca Cola Femsa, Laboratorio Craveri, Elea, Carrefour, Molinos Rio de la Plata, etc.

Este contexto de cierre de fábricas, despidos y suspensiones genera un «ambiente ideal» para el empeoramiento de las condiciones de trabajo ocasionando un aumento alarmante en las muertes laborales que llega al escalofriante número, ocultado por los medios de comunicación hegemónicos, de 400 trabajadores/as al año, según el espacio intersindical Basta de Asesinatos Laborales.

Sumado a estos datos, aumentan la represión y las detenciones de activistas y luchadores/as sociales con un claro carácter disciplinador y aleccionador contra quienes protestan. En los últimos días se detuvo a los delegados del laboratorio Craveri por reclamar contra el falso PPC y los despidos. En La Plata detuvieron a cuatro choferes de la Línea Este, por un conflicto de condiciones de trabajo desarrollado entre 2016 y 2017, y hasta el día de la fecha continúan privados de su libertad.

La unidad es el camino

Mientras tanto, la conducción de la CGT es de las más cuestionadas de la historia de esta central obrera. A pesar de ello, o como un primer gesto de reacción, sería acertado que revea su actitud, se sume a la convocatoria y llame también al paro general junto a la mayoría de los/as trabajadores/as del país.

Más allá de lo que haga la conducción de la CGT, ese día hay que parar con los sindicatos, centrales y corrientes sindicales que ya se comprometieron con la huelga (camioneros, subte, bancarios, aeronáuticos, metalmecánicos, aceiteros, las CTAs, las regionales de la CGT, señaleros, curtidores, estatales, docentes, gráficos, canillitas), y desde las bases y auto-organizados/as en aquellos lugares de trabajo en los que las conducciones gremiales no convoquen a la medida de fuerza.

Ese día tenemos que parar de forma unitaria como paraban los/as trabajadores/as de principios del Siglo XX. Como pararon los/as trabajadores/as el 17 de octubre de 1945 mientras la CGT decidía parar el 18. Hay que parar como lo hacen las mujeres cada 8 de marzo dando una muestra de coraje, dignidad y unidad.

Hay que parar por los y las millones de trabajadores/as que no pueden parar porque se quedaron sin trabajo.

Hay que parar contra la pobreza, la desocupación, el trabajo precario e ilegal, la reforma laboral, el cierre de fábricas, las muertes laborales, los falsos PPC, la judicialización de la protesta, en defensa de los y las jubilados/as,  la educación y la salud pública.

 



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