23/04/2019

Subzona 15: la eterna espera de las familias desamparadas

Oscar Bergero y Susana Collinet fueron secuestrados a fines de 1977 y permanecen desaparecidos. Dos historias con un elemento en común: la incertidumbre de sus familias. Sus hermanos declararon en el juicio. Por Que Digital


“Mis padres siempre esperaron que llegara, que tocara el timbre”, expresa, emocionada, Cristina Collinet, hermana de Susana Aurora, que fue secuestrada a principios de diciembre de 1977 en Mar del Plata. “No sólo fue la pérdida de un hermano, sino que ya mis viejos no fueron los mismos, se fueron enfermando”, lamenta Armando Berguero, hermano de Oscar, que fue secuestrado en noviembre de 1977. Las historias, distintas. La realidad de lo que vivieron sus familias, atravesada por el mismo dolor e incertidumbre.

El testimonio de los hermanos de quienes hoy permanecen detenidos formaron parte de la continuidad del juicio por delitos de lesa humanidad que se lleva a cabo desde hace un año en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata y que tiene a 43 imputados por delitos cometidos en la Subzona 15 -ámbito jurisdiccional, compuesto por las áreas 15.1 y 15.2- y dentro de los centros clandestinos de detención conocidos como “La Cueva” y Base Naval.

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Oscar Francisco Bergero, empleado administrativo, estudiante de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata y simpatizante del peronismo fue secuestrado el 22 de noviembre de 1977 en la zona de 1º de mayo y Ayacucho, cerca del mediodía.

Aquel día su hermano Daniel estaba en su casa junto a sus padres esperándolo para comer, pero Oscar nunca llegó a sentarse en la mesa.

“Terminamos de comer y no llegó, mis padres se empezaron a preocupar. Mi papá fue a lo de una tía a ver si estaba de paso, por si se había quedado a comer ahí, algo que alguna vez había pasado. Pero no había ido”, relató el hombre, que al momento del hecho tenía 13 años, ante las preguntas de los fiscal Eugenia Montero y Juan Pablo Curi.

De esta manera, explicó que así se inició un recorrido por casas de familiares, comisarías y hospitales. Y luego una vecina les contó que había visto a Oscar en la calle, cuando llegaba a su casa y que se habían saludado. “Fue la última persona que lo vio”, expresó y reconstruyó -a partir de que la bicicleta que usaba fue encontrada ese mismo día afuera de la casa de otro vecino- que ese mediodía Oscar llegó a la casa pero fue secuestrado en la entrada, en el momento en que la familia escuchó un ruido del portón.

En otro tramo de su relato, explicó que antes de la desaparición de Oscar la familia no había sufrido ningún allanamiento, pero recordó que luego aparecieron algunas amenazas en la vivienda.

Daniel pudo reconstruir muchas de las presentaciones realizadas por sus padres en busca de su hermano a partir de que la familia cuenta con dos carpetas en las cuales fueron archivando cada una de ellas, concretadas en organismos de derechos humanos, ante personas de la política y de la religión, organismos internacionales como la Cruz Roja y embajadas.

A su turno, Armando, el otro hermano de Oscar, expuso en el juicio al también declarar como testigo cómo su madre se puso al frente de la búsqueda, comenzó a reunirse con diversas madres -luego se transformarían en parte de las ya históricas e icónicas Madres de Plaza de Mayo- y reparó en que esos encuentros en la ciudad se realizaban en una capilla cerca de su casa, hasta que el sacerdote fue obligado a dejar de cederles el lugar, aunque siempre siguió en contacto con ellos, apoyándolos.

“A partir de ese momento mi mamá fue una leona buscando a su hijo. Iba a los destacamentos, se reunía con las madres que tenían el mismo problema que ella, viajaron varias veces a Buenos Aires”, relató y luego lamentó: “No sólo fue la pérdida de un hermano, sino que ya mis viejos no fueron los mismos, se fueron enfermando. Con esto yo perdí a parte de mis viejos, porque no fueron los mismos”.

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Susana Aurora Collinet Galíndez, oriunda de Azul, fue secuestrada a principios diciembre de 1977 en Mar del Plata, donde se había venido a vivir en 1975 y donde trabaja en ese entonces en una fábrica envasadora de pescado. A partir de ese momento su familia perdió un poco su rastro, aunque su hermana viajó en algunas oportunidades a visitarla. El último encuentro que recordó al declarar en el juicio ante los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Alfredo Ruiz Paz se había producido hacia 1976. “Me dijo que acá estaba bien y que no quería viajar para generar algún problema en la familia. En esa época no sabíamos lo que estaba pasando“, recordó su hermana Cristina.

Asimismo, rememoró varios episodios vividos tras la desaparición de su hermana, algo que se enteró luego de que una amiga de ella le dijera haber visto en un medio de comunicación su nombre como parte de una noticia de allanamientos y detenciones. Uno de esos episodios se produjo antes del secuestro de Susana, según recordó. Y fue su casa, en la que vivía junto a sus padres en Azul, la que fue violentamente allanada.

“La manzana fue rodeada con tanques, con camiones con decenas de soldados, ametralladoras, una cosa impactante”, reseñó. Asimismo, recordó que luego intentó averiguar el motivo del procedimiento en la sede Policía Federal de Azul, adonde la mantuvieron retenida prácticamente todo el día hasta que finalmente un comisario la atendió y no le dio mayores explicaciones. “Me dijo que era una tarea conjunta de las fuerzas y que las ordenes venían de Buenos Aires y que no íbamos a ser molestados más“, sumó al recuerdo.

También relató haber viajado al Regimiento de Granaderos en Capital Federal, adonde la envió un sacerdote de Azul en busca de obtener alguna respuesta.

“Lo que más me impactó era la cara de miedo de los soldados”, rememoró y sumó: “Hablé con un coronel y me dijo que era un tema muy difícil y que iban a ver qué podían hacer”. Las respuestas nunca llegaron. Y ese dolor contenido recién pudo empezar a ser expresado muchos años después.

“Nosotros no hicimos el juicio de desaparición hasta el año 1996 o 1997 porque mis padres la seguían esperando”, expresó y recordó que hasta entonces no habían contado con asesoramiento y no sabían qué hacer ni cómo actuar: “Mis padres siempre esperaron que llegara, que tocara el timbre”.



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