08/04/2019

La indolencia de un Estado y un pueblo que le deben tres vidas a los Solano

Daniel, Gualberto, Juana. Tres vidas que se apagaron en soledad y bajo un oscuro manto de impunidad tendido por el Estado. Por Carolina González / En estos días.


Gualberto Solano, el papá de Daniel, salió de su provincia natal, por primera vez a sus 55 años. Lo hizo para recorrer los 2700 kilómetros que separan a Tartagal de Choele Choel ante la desaparición de su “chango”.

Llegó a Río Negro en el mes de noviembre de 2011 y se encontró atrapado en una red de mentiras y complicidades policiales, judiciales, políticas y empresariales que lo fueron desgastando. Frente a un Juzgado acampó durante meses reclamando por su desaparecido hijo Daniel, soportó meses de intenso frío, hizo huelgas de hambre, se encadenó, pidió, rogó, se fue muriendo de a poco.

El 4 de abril de 2018 la impunidad terminó con él, como antes lo había hecho con su madre, y como cada día desde hace ocho años lo hace con su hijo.

Un mes antes de morir, sentado frente al Tribunal de Juicio que llevó adelante el debate oral y público por la desaparición forzada y homicidio de Daniel Solano, debió responder una pregunta difícil.

– ¿Tiene usted ánimo de perjudicarlos (a los imputados)?, ¿tiene ánimo de venganza?

La pregunta la hizo la jueza María Evelina García Balduini, presidenta del Tribunal. En realidad, era una formalidad, la misma que de rigor se hace con todos los testigos de un juicio.

Gualberto, bajo la mirada atenta de los siete policías homicidas, respondió que no. Él solo quería encontrar a su hijo.

El jueves pasado se cumplió un año desde la muerte de Gualberto. El viernes, se cumplieron 89 meses de la desaparición de Daniel. Pasaron ya nueve meses desde que la Justicia halló culpables de homicidio agravado por alevosía a Sandro Berthe, Pablo Bender, Héctor Martínez, Juan Barrera, Pablo Albarrán Cárcamo, Pablo Quidel y Diego Cuello, Policías de Río Negro que siguen en libertad y aún no fueron exonerados de la Fuerza.

La historia de violencia institucional del Estado rionegrino contra la humilde familia salteña está muy lejos de llegar a su final. Aún le deben respuestas: Jueces y Fiscales no fueron acusados en el Consejo de la Magistratura por complicidad; por lo menos tres policías más habrían tenido activa participación en el homicidio y tampoco fueron a juicio; dos causas conexas duermen en los juzgados; y una larga lista de irregularidades y preguntas que no encuentran respuestas.

Además, le deben a la familia Solano el cuerpo del joven.

Un pueblo indolente

La lucha por la verdad y quizás un poco de justicia, por Daniel Solano, por Gualberto y por tantos otros víctimas de violencia institucional no terminó. Los abogados Sergio Heredia y Alejandro Aparicio siguen impulsando las causas conexas por narcotráfico, trata de personas, complicidad empresarial y judicial.

En la parroquia de Choele Choel, donde durante años estuvieron instalados los abogados y la familia, el cura Cristian Bonin, amigo de los Solano, compañero fiel de la causa, mantiene presente el recuerdo. Pero apenas un puñado de vecinos se mantienen a su lado.

Cristian recuerda que durante los siete años que se demoró la causa en llegar a juicio y condena, además de los ya evidenciados engaños y amenazas que sufrieron, fueron difamados por la propia comunidad

“En aquel momento, cuando desapareció Daniel notábamos el rechazo de la gente, fundamentalmente en la falta de acompañamiento en las marchas para levantar la voz como pueblo ante las obscenas crueldades que se estaban cometiendo. La gente no estaba, estaba la familia Solano sola”.

Para Cristian, esa soledad también mató a Gualberto. “La violencia lo enfermó, la impunidad, la no pena al corrupto al asesino, la protección y el calvario de la víctima”.

Además de Daniel, desaparecido y asesinado, además de la agonía de Gualberto que buscó a su chango hasta en un pozo, la (in) Justicia rionegrina también mató a Juana, abuela y mamá de ambos respectivamente, que murió de tristeza ante el dolor de su familia.

“La familia Solano tiene tres muertos y hay una sociedad que a mi juicio permanece inmóvil. Esto me genera dolor y bronca. En esos sentimientos hay posibilidades que uno mismo se enferme, no quiero que eso me pase porque no quiero perder la esperanza en lo humano”, explica el cura a En estos días.

Por eso cree que aún hay esperanzas en procurar Justicia para la familia y encontrar el cuerpo del joven trabajador, y que esos pasos serán una forma de “empezar a sanar” porque “si no hay Justicia lo que viene son placebos para encontrar el modo de convivir con un dolor que persiste y con un delito que se sigue ejecutando, cada día que Daniel esté desaparecido”.

Fuente: En estos días

 



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