08/04/2019

Juicio Subzona 15: la tortura de vivir perseguida y escondida

María del Luján Gutiérrez comenzó a ser perseguida en noviembre de 1975 y la secuestraron en abril de 1976. Logró escapar y huyó de la ciudad. En el juicio, mencionó entre los torturadores de sus compañeros a Pedro Giachino. Por Qué Digital.


María del Luján Gutiérrez llegó del sur del país a Mar del Plata para prestar declaración testimonial en el juicio por delitos de lesa humanidad que se lleva a cabo desde hace un año en el Tribunal Oral Federal. Su exposición no pudo terminar, por presentarse notablemente afectada psicológicamente. Pero en su relato, que se extendió por 20 minutos, remarcó que pese a haber sido secuestrada en abril de 1976 –después pudo escapar- la persecución sobre ella se había iniciado en noviembre de 1975, relató que compañeros de militancia en el peronismo fueron torturados en ese tiempo en la Base Naval por el militar Pedro Giachino e intentó expresar cómo “se llevaron su vida” a partir de haber tenido que pasar muchos años escondida, sin identidad, sola y fuera de la vida que había construido a sus 20 años.

María del Luján es una de las 111 “sobrevivientes” -luego de que lograra escaparse tras su secuestro- que forman parte del juicio. Además, de los 272 hechos que se ventilan, de 28 víctimas fueron encontrados sus cuerpos y 133 se encuentran en calidad de desaparecidosSon 43 los imputados en el debate por delitos cometidos en la Subzona 15 -ámbito jurisdiccional, compuesto por las áreas 15.1 y 15.2, que abarcó las localidades de General Pueyrredon, General Lavalle, General Madariaga, Mar Chiquita, Balcarce, General Alvarado, Lobería, Necochea y San Cayetano- y dentro de los centros clandestinos de detención conocidos como “La Cueva” y Base Naval. En el caso de María del Luján la acusación recae contra Eduardo Jorge Blanco, exsubjefe del GADA 601.

“En realidad, en abril de 1976 ya hacía unos meses que yo venía siendo perseguida“, advirtió la mujer hoy de 65 años ni bien arrancó su declaración ante los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Alfredo Ruiz Paz. El hecho que forma parte del proceso ocurrió justamente en aquel abril cuando María del Luján Gutiérrez, que era trabajadora en la fábrica de pescado Arpemar y militante del peronismo de base, fue privada ilegítimamente de su libertad. Fue secuestrada mientras caminaba por la zona de Falucho entre Misiones e Italia por un grupo de tres hombres vestidos de civil que la captaron, la sujetaron velozmente y la introdujeron en el asiento trasero de un Falcon.

Luego de un trayecto, la mujer fue bajada del auto y alojada en un sitio similar a la cocina de una casa en la que podía sentirse un fuerte olor de algo en estado de descomposición, lugar en el que, por lo menos, compartió cautiverio con tres personas más. Allí fue sometida a golpes y no pudo reconocer el lugar por miedo a lo que podía pasarle si miraba. Algunas horas después, María del Luján logró escapar tras aprovechar un descuido de los guardias. Y a partir de allí dejó la ciudad, se instaló en el sur del país y vivió bajo distintos nombres, sola y desesperada.

“El origen habrá sido el 14 o 15 de noviembre de 1975 -previo al golpe cívico militar-. Como todos los días tomé el colectivo para ir a trabajar y cuando me bajo me esperaba otra trabajadora que me dice que no llegara a la fábrica porque me estaba esperando el Ejército. Me dice que habían detenido a otras personas y que no se sabía nada”, inició su relato María del Luján.

Así, expuso que a partir de allí comenzó a contactarse con diferentes compañeros de militancia -entre ellos su pareja- para contarles lo que ocurría. “A partir de ese día me voy enterando que estaban deteniendo a otras personas y a un compañero al que le iba a avisar no lo vi más, a mi pareja tampoco la vi más“, señaló y remarcó que en ese momento decidió que no era seguro seguir viviendo en la casa junto a su hermano Félix. “No tenía dónde vivir, no podía trabajar tampoco”, sostuvo y sumó: “En todo este tiempo quedamos dando vueltas con varias personas que estábamos en la misma situación”.

En este marco, María del Luján expuso que a diario pautaban “contactos en la calle” con diferentes compañeros de militancia para saber que estaban bien, pero muchos, apuntó, empezaban a dejar de faltar a esas citas sin poder saber qué les había pasado.

“Al principio los vecinos del barrio en el que hacíamos tareas comunitarias (Santa Rita) me acercaban comida, y después de un tiempo, ya pasados unos meses, nos enteramos que había compañeros a los que habían detenido y ya legalizaban su detención y los llevaban a la cárcel”, sumó al relato y en ese contexto, y en medio de una fuerte conmoción, expuso: “Ahí,  por ejemplo, supimos que a un compañero lo habían llevado a la Base Naval y también a mi pareja. Uno de los torturadores que dice tanto este compañero como mi pareja que estaba en la mesa de tortura era Giachino, el torturador que murió en Malvinas”.

Al hacer esa referencia al primer caído en combate durante la Guerra de Malvinas y acusado por organismos de derechos humanos por su presunta participación en delitos de lesa humanidad, la mujer reafirmó: “Su nombre fue confirmado, escuchado en la mesa de tortura de la Base Naval”.

A partir de esa “legalización” de los compañeros de militancia que ocurría previo al golpe, María del Luján como otros militantes comenzaron a conocer información como que, por ejemplo, “a uno de los compañeros que fue torturado le mostraban una lista con nombres”: dentro de esos nombres, algunos de los cuales estaban subrayados con rojo, aparecía el del María del Luján. “Les decían a los compañeros que esos que estaban con rojo cuando los agarraran no iba a decir ni ‘a’ porque era a los que iban a matar”, expuso, sumamente afectada emocionalmente.

Cuando la mujer supo aquello de su nombre subrayado con rojo comenzó a cortar todo vínculo por temor a que le pasara algo a aquellos que la rodeaban: “Entonces me quedo completamente sola y la mayoría de los compañeros no sabíamos qué pasaba; no tenía qué comer, dónde vivir, no podía dar mi nombre en ningún lado, no entendía nada, nadie sabía nada”.

Pasado el tiempo, María del Luján se reencontró con su hermano Félix, quien había tenido que dejar de trabajar en ascensores Bolta ya que formaba parte de la comisión interna y la presencia de militares más la detención de compañeros había hecho imposible estar en el lugar. Así, volvieron a vivir juntos hasta que ambos, de manera separada, fueron secuestrados en abril de 1976.

“SE LLEVARON MI VIDA”

Al comenzar a exponer sobre su secuestro ocurrido en abril de 1976, los nervios y la tensión de María del Lujar quedaron a la vista por lo que los fiscales y los jueces resolvieron incorporar al juicio la declaración sobre el hecho que brindó en la instrucción de la causa.

“No quisiera hablar más de las atrocidades que me hicieron y de lo que pasé en el cautiverio .Ante tanto horror no le puedo poner palabras, pero sí quiero hablar de algo que creo que no está dicho o no está reconocido”, pidió sobre el cierre de su declaración. “El daño que causa esto sí lo quiero decir”, sumó.

“Yo me tuve que ir, me fui a un lugar que no conocía, donde tuve que vivir con otro nombre, donde tuve que olvidarme que tenía familia, que tenía una vida, donde tuve que negar mi realidad, donde no podía estar ni dar datos legales ni hacer un trámite. Y así pasaba el tiempo, pasaron los años y me fui enterando de cosas que habían pasado y hasta hoy hay una cosa, los que se fueron al exilio, los que se tuvieron que ir del país. Había una forma de nombralos y pudieron hablar y era, exiliados. Los detenidos fueron detenidos, hasta los muertos, hasta los desaparecidos. ¿Pero qué nombre se les da a los que eramos desterrados de nuestra propia tierra?“, cuestionó la mujer.

Y destacó: “Dentro de uno mismo no existíamos, no estábamos, no estaba nuestra familia ni nada. No hay un nombre para nombrar eso, y pasaron años y décadas y nadie lo entiende”. Asimismo, lamentó, hoy a sus 65 años, que se le haya “pasado la vida”: “No fue lo que le hicieron a una chica de 20 años, se llevaron mi vida, como se llevaron la vida de muchos”, señaló y pidió dentro de su reclamo de justicia “garantías de no repetición”.

LOS HERMANOS

Félix y Juan Gutiérrez, hermanos de María del Luján, declararon también en el juicio. Para ello el hombre llegó desde Suecia adonde vive después de también haber pasado años desaparecido y luego detenido, en lugares como La Cueva y la comisaría cuarta.

Félix contó que buena parte de la tortura que le practicaban en La Cueva tenía que ver con les dijera dónde estaba su hermana. “Me preguntaban dónde estaba mi hermana, yo no sabía que se había escapado”, relató. A su turno, Juana, contó que también iba a la casa de su mamá y a la de ella en busca de María del Luján.

En su relato, la mujer lamentó la muerte de su madre, en noviembre de 1975 cuando tenía 57 años y no dudó en vincularlo a las continúas amenazadas y “visitas” de los militares en busca de su hija.



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