Manu Ginóbili anotó un triple en machirulo
El viernes pasado Enamuel Ginóbili, la estrella argentina en la NBA se retiraba de los San Antonio Spurs. Su despedida contó con un momento emotivo: el agradencimiento de Manu a su esposa. «Gracias porque sé que te robé un montón de tiempo. Gracias por tu compañía, tu amistad, por hacerme quien soy. Por tantas veces relegar tanto de vos para ponerme como prioridad. Sé que estoy muy en deuda, pero tengo 40 o 50 años para retribuirte y haré todo lo que pueda para compensarlo», aseguró «Manu». El amor patriarcal, el eterno castigo femenino. Un rol que nos deja de espectadoras, dadoras de amor, de segundas, de respaldo detrás de «todo gran hombre». Mientras ellos triunfan, nosotras aplaudimos desde la tribuna. Por Leticia Corral para ANRed.
«El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal» (Simone de Beauvoir)
«Y a vos, Many… Tendría que durar dos, tres horas, el evento para agradecerte. Gracias por aguantar mis obligaciones durante 20 años, que la siesta tiene que ser a esta hora, que el silencio tiene que ser total, que la comida, que no puedo salir porque estoy cansado y mañana juego. Gracias por bancarte todo eso y ayudarme a que todo esto sea más fácil y que solo tenga que pensar en jugar», le dijo Manu a su mujer, que lo miraba sentada junto a sus tres hijos en el centro de la cancha de los Spurs.
«Gracias por bancarte veranos y veranos que tendrían que haber sido muestro momento familiar disfrutando en una playa, descansando, permitiéndome que me vaya a jugar muchos veranos con los chicos a Londres, Japón, China, Mar del Plata, y vos sintiéndote orgullosa de eso», añadió Manu con un nudo en la garganta.
«Gracias porque sé que te robé un montón de tiempo. Gracias por tu compañía, tu amistad, por hacerme quien soy. Por tantas veces relegar tanto de vos para ponerme como prioridad. Sé que estoy muy en deuda, pero tengo 40 o 50 años para retribuirte y haré todo lo que pueda para compensarlo».
«Una historia de amor incondicional», titularon muchos diarios. ¿A qué mujer no le gustaría que el amor de su vida le diga lo importante que es frente a los ojos del mundo?
A nosotras, las feministas.
Seguramente a Many no le importe o a muchas les parezca exagerada la postura. Al fin y al cabo, ¿qué tan malo puede ser un agradecimiento amoroso de un ser querido? El problema es el mensaje y el rol que las mujeres debemos interpretar en el amor patriarcal. Reforzar esa idea de la mujer dadora de amor, incondicional cuyo centro de vida es el cuidado de su familia y el acompañamiento de su esposo, es lo que queremos destruir. No queremos amar mas en condiciones de desigualdad.
Las feministas han pensado en estos asuntos desde hace años, denunciando que el amor romántico, ese concepto que encierra una serie de mitos sobre querer que implican la existencia de “la media naranja” o alma gemela, la exclusividad y los celos; ha perjudicado y limitado a las mujeres a lo largo de la historia.
“Las mujeres, además de todo lo que hacemos y como parte de todo lo que hacemos, amamos o tratamos de amar y, además, – con muchas ganas – tratamos de ser amadas y a veces no nos explicamos porqué esa diferencia entre la manera en que amamos y la manera en que somos amadas: no es idéntica ni es recíproca, es enormemente desigual y diferente”, expresó la antróloga feminista Marcela Lagarde.
La prioridad es el otro y ese rol culturalmente asignado es el que permite que «nos roben el tiempo». Hemos sido criadas para amar, pero en relaciones desproporcionadamente desiguales.
“En esa cultura es en la que somos construidas como seres del amor y, esa construcción es muy particular – sobretodo en las sociedades occidentales – que son las que colocan este tipo de amor – conyugal – como el centro de aspiraciones en la vida de las mujeres: crecer, hacer cosas, trabajar, estudiar y muchas cosas que tenemos por delante las mujeres, tienen sentido secundario o paralelo a encontrar el amor. El amor idealizado y fantaseado y construido con una enorme cantidad de mitos, de leyendas, de ideologías que permean nuestra conciencia y permean y educan nuestros afectos”, enfatiza Lagarde.
Nuestra educación afectiva nos ha dejado sin herramientas para poder trascender los mitos del amor romántico que se tranforma en el centro de nuestras vidas y estamos dispuestas a dejarlo todo por ese ser amado.
“El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos. Entre seres libres es otra cosa”, explicó Kate Millet.
La estampa de amor ideal que encarnan en los medios de comunicación Ginóbili y Many, su esposa, es una trampa mortal para nosotras. Sobre todo para la gran mayoría que no estamos casadas o en pareja con multimillonarios. Entregar la vida, para sostener la familia patriarcal conlleva enormes violencias, que van desde las mas graves, como morir, a perder en el camino nuestros deseos y necesidades individuales en pos de sacrificarnos por los demás.
Esta expresión, al parecer ingenua, de agradecimiento de Ginóbili hacia su esposa, no es mas que la exposición de sus privilegios machistas, que adornadas de amor producen la aceptación social y reafirman un ideario de roles patriarcales.
Ya no creemos en este amor idealizado patriarcal y capitalista. No creemos en este amor hétero monógamo e indestructible. Queremos amar desde nuestras fortalezas y libertades. Porque como dijo Mari Luz Esteban, «no se debe decir no te enamores, sino hazte de los arneses necesarios».