27/02/2019

Acampe chaqueño en el Obelisco

En una provincia como Chaco, donde se denuncia el 52% de desnutrición, no puede esperarse otra consecuencia a la crisis que la movilización social. Esta vez las organizaciones que arribaron a la ciudad de Buenos Aires el lunes 18 de este mes fueron cuarenta y tres. Sus referentes están pasando la noche emplazados en la base del Obelisco entre los autos que van y vienen por la 9 de Julio, el calor del verano y los fríos nocturnos atípicos para esta época. A todo eso se exponen porque reclaman el cumplimiento de un acuerdo firmado junto con el Gobierno Nacional en abril de 2017 en el que se comprometía a realizar 120 viviendas, adjudicarles planes sociales y motorizar desarrollo productivo. Denuncian ante los pocos medios que se interesan que nada de esto ocurrió y que ahora la urgencia es mayor porque, además de la pobreza estructural que viven, las inundaciones de enero agravaron más la situación. Por Agustina López Oribe para ANRed


Ya en 2016, el propio intendente de Quitilipi, Carlos Casalboni, elaboró un informe que revela que la mitad de los chicos están desnutridos. En un cóctel de inflación, devaluación y recesión sumado a las tormentas con 7500 afectados, el problema se profundiza.

Armando Centurión, de Quitilipi también, está en el Obelisco en representación de una de las siete organizaciones que llegaron de esa localidad, la 8 de Octubre y explica: “Nosotros vinimos el lunes pasado a tratar de reavivar un acuerdo de hace dos años en el que ofició de mediador y garante el defensor del pueblo de la Ciudad Autónoma, Alejandro Amor. Venimos para ve si se cumple. Fuimos a hablar con Amor para retomar el diálogo con el Gobierno Nacional. Nos dijo que si, que se iba a poner en campaña, pasó una semana y no nos llamó nadie ni vino nadie. El martes a la tarde hablamos con Matías Kelly, de Desarrollo Social. Nos dijo que para el jueves tendría una respuesta. El jueves no nos atendió y no supimos más de él. Hicimos una denuncia en el INADI por discriminación. No tenemos ninguna respuesta en esta semana y media con todo lo que nos cuesta estar acá”.

Como fueron hostigados por la policía, buscan asesoramiento judicial pero hasta el momento les dijeron que dado el contexto más represivo, no hay garantías que valgan. No pueden manifestarse sin una autorización oficial y mucho menos acampar alrededor de un monumento. De hecho, no les permitieron colgar carteles en las rejas que rodean al Obelisco.

Pero la desesperación es tal que están determinados a quedarse hasta que consigan una respuesta. “Nuestra provincia está muy postergada. Hay gente que perdió todo y a raíz de eso hubieron muchas enfermedades. No tenemos ningún tipo de asistencia. Nuestros compañeros están acampando en el Chaco a la vera de la ruta, otros grupos están manifestándose en casa de gobierno y otros grupos, en desarrollo social. Nosotros tenemos un compromiso con esas familias. Estamos dispuestos a permanecer en este lugar y si es necesario profundizar la lucha, a tomar medidas más fuertes”, dice Vicky Maciel, del Movimiento Buen Aire de Resistencia.

Por su parte, Walter Ojeda, que es de la comunidad wichí de Machagai donde conviven con qoms y mocovies, dice: “Estamos muy castigados por la lluvia. Nosotros vivimos en casas de tablas, en ranchos, los niños están bajando de peso, algunos están con bajo peso”. Es lo que más le preocupa a Ojeda. Son 1700 en su comunidad. El único médico que atiende a esta cantidad de personas va una vez por semana y muchas veces no llega porque los caminos están anegados. “Estamos a 30 kilómetros del pueblo, a veces vamos en carro, a veces pedimos a los vecinos un tractor para que saquen a los enfermos porque la ambulancia no puede entrar en días de lluvia. Ahora llovió alrededor de 400 milímetros.” -¿Enfermedades? “De todo, tenemos chagas, tuberculosis y después tenés un montón de cosas más. Está jodido el tema de salud pública.”

La directora de la escuela hace 40 km diarios para llegar. “Cuando llueve sabemos que la escuela está cerrada porque no pueden llegar hasta donde estamos nosotros”, relata el referente wichí de Machagai. No están ahí porque lo eligieron, sino porque fueron desplazándose a partir de los famosos corrimientos de la frontera agropecuaria para plantar soja. La soja es la sospechosa de incrementar las inundaciones porque tiene pocos rastrojos, desgasta mucho el suelo y lo vuelve casi impermeable. El agua no drena y corre como un río por toda la zona. Viven hace más de 100 años ahí, ahora entre campos. “Nosotros sembrábamos algodón y cuando estuvo Capitanich nos sacó todo, se perdió todo. Nos sacó porque era muy caro sembrar. Lo que gastábamos en semilla, no recuperábamos la plata. No valía tanto como antes el algodón. Y vemos en la tele que hay mucho subsidio para el campo pero nunca nos llega nada a nosotros, nunca llega al pequeño productor”.

Entre la disputa de dos gobiernos, el nacional y el provincial, que se pasan la pelota, como sucede habitualmente cuando no están alineados políticamente quedan ellos. Pero también tienen que subordinarse a la corrupción estatal “Los funcionarios se roban todo y eso en la comunidad lo estamos pagando”. Nadie sabe dónde queda el dinero para las 140 viviendas que se acordaron. Ni los caminos que hacen falta, ni los subsidios para proyectos productivos.



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