26/04/2009

Cuatro voces feministas

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ANRed culmina hoy con la publicación semanal de la compilación que realizaron las mujeres de Socialismo Libertario, entrevistando a militantes feministas latinoamericanas acerca del feminismo. En esta última entrega, la voz de María Paula García, integrante del círculo feminismo revolucionario de Socialismo Libertario (Buenos Aires).


Cuatro preguntas a cuatro compañeras feministas

MARÍA PAULA GARCÍA:
Integrante del círculo feminismo revolucionario de Socialismo Libertario (Buenos Aires).

1. ¿Cómo describirías la situación en que nos encontramos las mujeres hoy?, ¿hay algún tema que consideres prioritario?, ¿existe una «especificidad» de las mujeres en Latinoamérica?

 La mejor manera de definir cómo nos encontramos hoy las mujeres es decir que vivimos una situación de emergencia, muy compleja y delicada. Para mucha gente esta afirmación tal vez pueda parecer exagerada, ya que habitualmente se dice que las cosas han cambiado mucho para las mujeres. Y esto es cierto, sobre todo en algunas partes del mundo, pero también es verdad que dichos cambios van de la mano de una aceleración impresionante de la violencia contra las mujeres. Y ése es un tema prioritario. Todas las mujeres, más allá de las edades, las etnias, las culturas o la condición social, están en peligro permanente (al salir y volver solas o al quedarse en sus casas). Por ello hablo de una situación de emergencia, porque adquiere una magnitud tal que incluso se hace difícil de comprender, ya que no puede ser circunscripta a un aspecto en particular y mucho menos adjudicada a hechos aislados. La violencia contra las mujeres asume una multiplicidad de formas y expresiones: desde los golpes hasta las violaciones, desde el maltrato psicológico hasta la insoportable prepotencia masculina, desde las muertes por abortos clandestinos hasta los abortos selectivos de fetos femeninos, desde las injerencias de las iglesias en los cuerpos de las mujeres hasta las intromisiones estatales, desde la trata de mujeres para la prostitución hasta la mercantilización de los cuerpos femeninos en los programas de TV. Y no se trata simplemente de algunos casos: según datos de
la ONU, una de cada tres mujeres en el mundo es víctima de abusos, violencias o violaciones; en China 2 millones de mujeres no llegan a nacer por la práctica de aborto selectivo; en India, de cada 1000 abortos 927 son de fetos femeninos; en Ciudad Juárez (México) las desapariciones y asesinatos de centenares de mujeres continúan impunes; en Argentina cientos de mujeres están desaparecidas por las redes de prostitución, mueren dos mujeres por día por abortos clandestinos y una es asesinada cada dos días por el simple hecho de ser mujer. Los femicidios se suceden día a día y a ello debemos sumarle la complicidad de las instituciones estatales mediante las leyes que los justifican y atenúan las penas para los culpables. Para la mayoría de las mujeres, la violencia sufrida y denunciada significa tener que soportar el juicio y la condena pública de quien, en definitiva, se termina solidarizando con los hombres violentos. Tengamos en cuenta el caso de Romina Tejerina, apenas uno entre los tantos parecidos que hay en el resto del país. Es necesario tomar el toro por las astas y asumir la lucha contra la violencia patriarcal como un compromiso ineludible, central y urgente. Es importante dar cuenta de que estamos hablando de violencia patriarcal y de que el patriarcado está presente en todas las esferas de la vida, en todas las sociedades y culturas (aunque se relaciona con un contexto histórico, social y cultural concreto). Es por ello que, desde mi punto de vista, podemos hablar de particularidades en nuestro continente. No es que la dominación de las mujeres haya aparecido con los conquistadores, pero no podemos dejar de tener en cuenta la forma en que dicha dominación fue reforzada y profundizada por la Conquista. Las mujeres hemos sido también colonizadas y la fundación de los Estados nacionales no significó una mejora en nuestras vidas, en absoluto. También hemos sufrido en carne propia dictaduras sangrientas y las hemos enfrentado valientemente, aunque luego las democracias latinoamericanas tampoco significaron un cambio. Hoy todos los gobiernos hablan de reconocimiento y respeto por los derechos humanos pero no sólo se violan cotidianamente sino que esas violaciones son particularmente impresionantes cuando se trata de mujeres. La insatisfacción de necesidades básicas, la imposición de modelos económicos despiadados, la rapiña y el saqueo de nuestros recursos naturales, el crecimiento de la pobreza y de la explotación, también se manifiestan en forma de violencia contra las mujeres, aun en países que tienen presidentas (como Argentina o
Chile). Creo que hay que repensar al feminismo desde una perspectiva latinoamericana
pero, obviamente, sin que esto implique una postura que niegue la búsqueda de miradas y propuestas globales.

2. ¿Qué significa para vos ser feminista hoy?, ¿cómo ves a los feminismos en la actualidad?

 Cuando hablamos de orígenes del feminismo estamos, en realidad, hablando de mujeres concretas, de mujeres que alzaron la cabeza y levantaron la voz contra el destino que querían imponerles, que comenzaron a unirse para afirmar la libertad y la dignidad, para adueñarse de sus propias vidas. El feminismo cobra vida a partir de esas mujeres trasgresoras e inoportunas para el poder, que con su lucha y sus convicciones desafiaron el orden impuesto, cuestionando cosas que nunca antes habían sido cuestionadas, poniendo en cuestión al patriarcado pero también a diversas formas de opresión y explotación. Hay una consiga ilustrativa de las sufragistas que decía: «Nadie lo hará por nosotras». Y tenían razón. No sin debilidades, contradicciones y parcialidades, por supuesto, postularon al feminismo como crítica radical de la dominación capitalista y patriarcal. Y es para mí muy importante reconocerse en esas pioneras que, dispuestas a revolucionarlo todo, comenzaron por revolucionarse a sí mismas. Debemos extraer lecciones de todo ese recorrido, muy complejo y contradictorio por cierto, asumiendo los desafíos del presente. Desde entonces corrió mucha agua bajo el puente y hoy es más correcto hablar de feminismos, en plural, como diferentes maneras de concebir la lucha de las mujeres. Algunos de estos feminismos en la actualidad han perdido ese espíritu, se han domesticado ante el poder, han caído en la trampa de la igualdad al interior del sistema de dominación y han reducido todo a una mera lista de reivindicaciones, a una
«agenda de género», a políticas de Estado al interior de Estados patriarcales. Muchas mujeres han sucumbido ante la idea de que «desde adentro» y «empoderándose» del poder constituido se pueden cambiar algunas cosas. Algunas de ellas porque, claro está, no pretenden cambiarlo todo. Y así terminan por no cambiar nada sustancialmente, ya que su colaboración sólo le ha sido útil al sistema para intentar reciclarse. Por ello creo que ser feminista hoy implica, más que nunca, afirmar y profundizar un espíritu y una vida rebeldes, que no se conforma con nada, que no se ilusiona con las falsas opciones, que desafía la trampa del poder capitalista y patriarcal y devela su verdadero rostro. Ser feministas es apropiarnos de nuestros deseos, no seguir los mandatos preestablecidos, no conformarse ni subordinarse. Es problematizar y desnaturalizar todo lo aparentemente natural, incluso cuando los mandatos, los estereotipos y la violencia provienen de la propia sociedad y son sostenidos por ella, no sólo por los poderes. Afortunadamente son muchas las mujeres, feministas o no, que lo piensan y lo viven cotidianamente de esta manera.

3. ¿Podrías comentarnos de qué manera concebís a la lucha feminista?, ¿pensás que el feminismo puede ser una contribución a la lucha por la transformación social?

 En primer lugar, considero a la lucha feminista como una lucha contra el patriarcado y por la liberación de las mujeres pero, inseparablemente, también como una lucha contra toda forma de opresión y explotación. No concibo a la priorización de la lucha por los derechos de las mujeres por sobre la transformación radical del sistema de dominación y de la sociedad en su conjunto. No habrá libertad y dignidad para las mujeres si todas y todos no somos libres, es decir, sin una revolución que comience a sentar las bases de una vida nueva para todos y todas. Por eso me parece un sinsentido pensar a la lucha feminista como separada de la lucha contra la pobreza, las guerras, el hambre, el desempleo, la exclusión, el saqueo de nuestros recursos naturales y, sobre todo, de las luchas de nuestros pueblos. Las mujeres somos parte del mosaico complejo que conforman nuestras sociedades, no pertenecemos a un sector social determinado. Ahora, al mismo tiempo, estoy convencida de que no habrá una transformación social radical si las ideas, los valores y la práctica de un feminismo revolucionario no son elementos constitutivos de su motivación y de su hacerse mismo. Muchas veces se habla de sistema capitalista
y patriarcal, pero se piensa poco en cuáles son sus nexos y en la forma en que se sostienen mutuamente. Lamentablemente, siguen primando visiones que establecen jerarquías de uno sobre el otro -tanto en la lucha como en las reivindicaciones- y que buscan subordinar la lucha feminista a la lucha contra el sistema capitalista. Y eso no sólo es un error, sino, además, una gran ventaja para el sistema de dominación. Porque el patriarcado es un pilar fundamental a través del cual se sigue manteniendo la lógica propietaria, la violencia, el egoísmo, la represión de la sexualidad, los estereotipos, las representaciones sociales alienadas, las jerarquías familiares, etc. El «poder de los padres» sobre las mujeres es una manera opresora y violenta de concebir la vida y las relaciones entre las personas, que golpea en primer lugar a todas las mujeres pero que envilece a toda la humanidad. Es por ello que considero a la lucha feminista como una contribución necesaria y fundamental a la transformación social.

4. ¿Cuáles serían para vos los desafíos del feminismo en la actualidad?

 Desde mi punto de vista, los desafíos están íntimamente relacionados con lo que afirmaba más arriba. Un feminismo que pueda ser verdaderamente una contribución a la lucha revolucionaria debe tener también la capacidad para reinventarse y revolucionarse a sí mismo permanentemente. Creo que un proyecto de este tipo sólo puede crecer y enriquecerse en la sociedad, junto a las más y los más oprimidos y explotados, particularmente en aquellos lugares donde diversos sectores sociales se están planteando un cambio y están desafiando el orden impuesto por el poder. El gran desafío es cómo el feminismo puede -al tiempo que mantiene su necesaria autonomía de acción y pensamiento- enraizarse y crecer como opción de vida y como herramienta de lucha
para cada vez más mujeres. En cómo deja de ser un feminismo «para» las mujeres y comienza a ser un feminismo «de» las mujeres, al alcance de todas, un feminismo creado e inventado colectivamente mientras dialoga e interpela permanentemente al género masculino. Es un desafío alto, que no podemos desarrollar cada una o cada grupo por separado y que no tolera esquemas o respuestas fáciles. Es necesario abrir una reflexión amplia, intercambiar visiones, opiniones, propuestas y ensayos comunes. Ojalá este suplemento especial pueda ser una contribución en este sentido.

Mujeres de Socialismo Libertario

Taller Feminista

 socialismolibertario@hotmail.com



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