02/02/2019

Reformistas, anticapitalistas y socialistas (III)

Tercera parte del especial sobre la actual situación en México, tras la asunción como presidente de Andrés Manuel López Obrador. Por Guillermo Almeyra.


Leer la Primera Parte y la Segunda Parte

Los grandes movimientos sociales improvisan representantes que desean utilizar para ser reconocidos nacionalmente, pero pagan así su tributo a la alienación, son utilizados por esos representantes y pierden, en parte, su impulso autogestionario. Lo que podría ser un torrente impetuoso corre entonces el riesgo de convertirse en un vasto pantano.

Morena no es un partido sino el canal electoral para decenas de millones de personas que no aspiran a entrar por la ventana en la casa capitalista sino a destruirla para construir otra desde los cimientos sin saber muy bien cómo hacerlo.

Lo que sí es el núcleo de un partido y una verdadera camarilla es la gente reunida por un programa capitalista extractivista. Ese núcleo arrastra a muchos que quieren ahorrarle al país el costo de un enfrentamiento violento entre el Estado represor y sanguinario resultante de nuestro pasado y desean también crear un capitalismo democrático y humano, una nueva Suecia.

Esa gente olvida que la pacífica Suecia o Suiza eran naciones exportadoras de feroces mercenarios y que en la Segunda Guerra Mundial hubo en Noruega y Suecia dictaduras que, para defenderse del tigre (el peligro obrero y socialista), colaboraron con los nazis. Sólo la lucha de clases impuso en Escandinavia los derechos democráticos.

No es posible un cambio pacífico, una República amorosa y el perdón a los criminales que fomee la perpetuación de los crímenes. La violencia del sistema (la explotación, el hambre, la miseria, la necesidad de emigrar, la ignorancia, los feminicidios, la prostitución) sólo puede ser eliminada con la imposición violenta de la ley por la mayoría popular que, construyendo una nueva solidaridad, permita a los miserables manejados por los delincuentes de cuello blanco salir de su sumisión, atraso e ignorancia.

La gran mayoría de quienes votaron por Morena lo hicieron para castigar al PRI (a Echeverría Álvarez y Salinas de Gortari, al desarrollismo autoritario, centralizado y corporativo con sus charros y al neoliberalismo). No lo hicieron para imponer un nuevo desarrollismo extractivista que, por otra parte, es imposible en la actual fase de dominación caótica del capital financiero internacional ante la amenaza de un colapso ecológico o de una guerra devastadora.

AMLO, su entorno de grandes capitalistas y de grandes duques del PRIAN que antes se le oponían ferozmente, como Romo y todos los oportunistas transformistas que hoy acampan en nombre de Morena en las instituciones, quieren imponer políticas económicas cuyo eje es ordeñar la vaca exhausta de Pemex, tal como los huachicoleros.

La existencia de relaciones de producción y de condiciones ambientales que permitan la existencia de la civilización depende, por el contrario, de la sustitución de los combustibles fósiles por energías limpias y de la eliminación de un sistema insostenible que destruye el planeta.

Pemex debe ser saneada y salvada YA. Pero para México y para el mundo el desafío REAL es salvar el ambiente y los recursos comunes, cambiar las prácticas agrícolas depredadoras, eliminar el consumismo y los desperdicios que éste entraña mientras, al mismo tiempo, se aumenta el consumo popular de alimentos sanos y se retorna a la fabricación de productos naturales y biodegradables.

Hay que rechazar el turismo de masa que produciría el Tren Maya, así como los proyectos de Echeverría, Zedillo, Fox y AMLO para el Istmo de Tehuantepec por su peligrosísimo impacto social y ambiental.

Región por región hay que discutir en cambio en todo el país con la población local la reorganización del territorio y de la producción para responder a las necesidades, crear empleos y mercado interno y desarrollar empresas locales que reduzcan los fletes y la contaminación.

La cúpula capitalista extractivista de Morena choca diariamente con los intentos de los reformistas democratizadores y modernizadores, los Romo están en las antípodas de los Taibo II. AMLO también propone reproducir el neoliberalismo distribucionista de los burgueses progresistas al estilo de Luiz Inácio Lula da Silva. Sus concesiones democráticas (libertad de presos sociales, acuerdo con la CNTE, nombramientos culturales justos, reducción de altos sueldos) resultan mínimas frente a la inaceptable creación de un cuerpo represivo militarizado para retribuir la aceptación castrense de su candidatura con el agravamiento de la militarización del país.

Los anticapitalistas que buscan un futuro sin clases, basado en la autogestión social generalizada y en una Federación de comunas autónomas libres y asociadas luchan hoy con los que buscan, en cambio, el retorno a un pasado indígena irreproducible. No hay razón alguna para no formar un sólo haz con todas las fuerzas anticapitalistas hoy dispersas que permita influir más sobre quienes buscan sólo reformas y golpear juntos, aun permaneciendo separados mientras se aclaran las diferencias.



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