26/01/2019

México: reformistas, anticapitalistas y socialistas (II)

En México existe una fuerte tradición indígena y comunitaria que sobrevive tenazmente, formas cotidianas y masivas de luchas sociales y la memoria histórica habitada por los Zapata, los Villa, los Jaramillo y todas las víctimas de la barbarie capitalista. Por Guillermo Almeyra.


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¿Cuáles son las características principales de México que atraviesan toda su historia? Una violencia salvaje e inigualada; una terrible ignorancia de las grandes mayorías y de las clases dominantes mismas apenas cubierta por una delgadísima capa de intelectuales cultos y refinados; una modernización y un Estado sólo recientes y gravemente erosionados por la mundialización; la ilegitimidad de los usurpadores priístas de la Revolución campesina; la integración de la burguesía nacional y de la oligarquía en el capital financiero internacional hipotecando la independencia nacional y destruyendo las medidas progresistas de Lázaro Cárdenas; la incorporación por éste al Estado y al partido gobernante, el PRI, junto a los militares, de los movimientos de masas obrero (CTM) y campesino (CNC) burocratizados; el terrorismo de Estado, la represión constante y constelada de asesinatos, matanzas y encarcelamientos masivos. Recordemos al respecto, entre otros, los asesinatos de Zapata y Villa, de Jaramillo, la matanza de partidarios del general Miguel Henrique Guzmán, la brutal represión al IPN, los ferrocarrileros, a los médicos, 1968, el 2 de octubre, la represión y los asesinatos en Guerrero en los setenta, los muertos y desaparecidos de esos años, los 500 perredistas muertos por el salinato, la represión al EZLN en 1994, las violaciones masivas en Atenco, los asesinatos y encarcelamientos continuos de líderes sociales y los centenares de miles de muertos y desaparecidos durante los tres pasados gobiernos.

Es también el país donde la miseria y el atraso cultural llevan a vender masivamente los votos, a la violencia cotidiana y feroz contra las mujeres, al reclutamiento de masas para la delincuencia de todo tipo ( huachicoleo, siembra y venta de drogas, bandas de sicarios) y en el que la podredumbre de las clases dominantes es tal que se entremezclan con los delincuentes y hacen de la corrupción y el robo su modo de vida.

Sobre todo eso se apoyan quienes le están queriendo aplicar ahora a Andrés Manuel López Obrador la política golpista criminal que utilizaron contra Salvador Allende en Chile y contra el pueblo venezolano y provocan hoy la escasez de combustibles y mañana, la de alimentos.

Pero en nuestro país existen también por fortuna una fuerte tradición indígena y comunitaria que sobrevive tenazmente, formas cotidianas y masivas de luchas sociales y la memoria histórica habitada por los Zapata, los Villa, los Jaramillo y todas las víctimas de la barbarie capitalista.

El EZLN y las organizaciones comunistas, exmaoístas, trotskistas, nacionalistas, que son una pequeña minoría, surfean sobre esa gran ola insurgente y potencialmente revolucionaria. Surgen así en México movimientos sindicales-revolucionarios, como los maestros de la CNTE de Oaxaca, y comunas efímeras como la APPO u organismos democrático-comunitarios como las policías comunitarias.

Esa es también la base de grandes impulsos solidarios (como en los terremotos) y la base inconsciente de movimientos de millones de trabajadores que asumen una forma electoral pero, como Morena, tienen un profundo contenido renovador.

Mi optimismo se apoya sobre esa conciencia profunda y esa base potencial para la organización y movilización anticapitalista de masas a pesar del atraso político del país, de los rasgos de localismo y hasta de xenofobia (¡Tijuana!), de la incapacidad general de comprensión del proceso mundial único y unificador y a pesar de las dificultades para hacer circular ideas entre gente que utiliza sólo pocas centenas de palabras que mal escribe y a la que, por consiguiente, le cuesta razonar.

El ataque actual al EZLN y el justo rechazo de éste a los proyectos del gran capital no deben impedirnos el análisis. El EZLN no nació anticapitalista; sólo lo es desde hace poco y aún subestima la capacidad de comprensión de aquellos indígenas que lo siguen y que, al mismo tiempo, lo utilizan para lograr su autonomía.

Además, sin escuchar críticas, tras la verborragia de Marcos hizo un silencio absoluto ante todo lo que pasa en el mundo y en México. Como no tiene ideas ni propuestas concretas no tiene tampoco un órgano, un semanario, una presencia organizada en las redes sociales ni volantes o folletos para ir formando y educando a sus cuadros y sus simpatizantes discutiendo las informaciones, qué hace y quién es realmente el enemigo y qué se debe hacer para vencerlo.

Su posición precapitalista también lo lleva a resistir a la acción común con los revolucionarios anticapitalistas que manejan y discuten ideas. Acostumbrado al mando militar verticalista, el EZLN desprecia igualmente la capacidad de comprensión de los que votaron por AMLO. Cree que son seguidores ciegos de un líder sin ver las contradicciones entre los deseos de los morenos y la política capitalista desarrollista extractivista de AMLO. Por eso creen posible lo que es políticamente improbable, o sea, un ataque militar inmediato que nadie aceptaría.

Por eso es necesario impedir los proyectos antiecológicos y anti-indígenas pero sin abandonar el juicio crítico. (Sigue y termina el domingo próximo).



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