31/12/2018

«Debemos escuchar las estrategias para la vida de las mujeres de los sectores populares»

Rita Segato es antropóloga e investigadora. Su currículum es vasto e impresionante, pero en Tercer Cordón lo resumimos así: Rita Segato es una de las pensadoras del feminismo más disruptivas, profundas y necesarias de nuestra época. Por eso, la entrevistamos para saber qué piensa sobre los desafíos del feminismo en los sectores populares. Aquí les dejamos su gran aporte. Por Tercer Cordón


“En primer lugar creo que debemos aprender, las mujeres que somos de los sectores no populares, debemos escuchar, las soluciones para la vida, las estrategias para la vida, la inventividad y la concepción del mundo de las mujeres de los sectores populares. Aun cuando nos parece que se equivocan a veces. Es mi apuesta en general y nunca me ha traicionado esa apuesta, de que hay ahí un saber, hay una comprensión de la historia.

Nunca despreciar la inteligencia de las mujeres que han sabido sobrevivir en condiciones a veces extremas de pobreza, de indigencia y de malos tratos.

Nadie enseña sin aprender, eso es un lema fundamental. Quien enseña sin aprender, no está enseñando. Está perdiendo una gran oportunidad de aprender. El problema a veces de los feminismos de clase media, de los feminismos institucionales es el tema de la superioridad moral.

Cada vez que nos encontramos con nuestra propia superioridad moral o con la superioridad moral de nuestras compañeras hay que advertir, hay que desconfiar. La superioridad moral nunca lleva en una buena dirección.

El otro tema es qué pasa con exclusión, con la pobreza. Recuerdo una vez hace mucho años, creo que fue en 1996, estuve en la Universidad de Florida, en su campus de Gainsville, en una mesa redonda con Leonardo Bof. Y ahí él hablaba de la exclusión y los problemas de la exclusión.

El vocabulario que había sido anterior a la caída del muro de Berlín, había sido un vocabulario antisistémico. En lo que menos se pensaba era en incluir al sistema. En lo que se pensaba era cómo desmontar el sistema.

Inmediatamente después de la caída del muro de Berlín, se transforma en un vocabulario sistémico, cómo incluir. Todo el vocabulario de los Derechos Humanos, y el tema de la inclusión. Entonces tanto en la Teología como también en otros ámbitos, se empieza a hablar de los derechos inclusivos.

Como yo soy un poquito abogado del Diablo, se me empieza a ocurrir que “cuidado con esto”. Porque en la exclusión pueden haber también algunos caminos. Son los caminos que si bien utilizados, podrían llevar a las personas a una comunalidad, a formas de comunalidad, de reciprocidad, y de soporte de la vida sin depender del Estado. O dependiendo de una manera marginal, pero no completa, del mercado. Ahí se podría inventar, en esos espacios de exclusión y de marginalidad, caminos nuevos de la vida y de gestión de la vida, donde el estilo de gestión de las mujeres podría tener un papel, podría tener un lugar. Que es lo que perdió con la fundación de nuestros estados republicanos, coloniales, modernos. Digo coloniales modernos y no modernos coloniales porque la situación colonial fue la precondición indispensable para la fundación de los estados que se fundaron en nuestros países.

Entonces en esos estados patriarcales, criollos, coloniales, modernos, no se ha encontrado la solución para la gestión de la vida. Cuando digo “criollo”, y lo digo desde la tripa, es sinónimo de patriarcal, misógino, transfóbico, homofóbico, y especista. Estas mañas estas maldades del criollo, son inseparables de su constitución como sujeto, y ese es el fundador de nuestras repúblicas. Entonces siempre fracasamos cuando buscamos en este Estado amparo para la vida.

¿Qué pasaría si le apostamos a la construcción de un mundo extra estatal, excluido, comunal, donde la ayuda mutua circule entre las propias personas? ¿Cómo sería apoyar un proyecto como este donde se generaran unas formas de politización y de gestión oriunda y originaria del espacio doméstico precolonial? O sea del espacio doméstico que no era amplio, que no era despolitizado, que no era íntimo, pero que era un espacio activo en la gestión de la vida comunitaria. Y que es donde el tejido comunitario todavía existe y donde se encuentra vital.

Pienso que hay que buscar nuevas soluciones por otros caminos que no son caminos que hemos transitado hasta el presente. Los caminos que hemos transitado hasta el presente de entrar en el Estado, de intentar reinventar la Historia desde el Estado, incluirnos en posiciones de gestión, de poder. Hemos ido fracasando todo el tiempo. Las mujeres estamos sufriendo bajas y formas de crueldad en cantidades y en modalidades nunca vista anteriormente, creo yo. Las formas de la crueldad y los números de la crueldad, los números de la letalidad femenina, están en aumento. Y el Estado no ha demostrado su capacidad de protegernos.

¿Por qué no empezamos a hacer otro tipo de política? Una política que pase por las venas de la sociedad. Formas de reciprocidad, de redistribución y de recuperación de lazos comunitarios que están ahí todavía entre nosotros, inclusive en las ciudades. Pero pensarlos no para resolver un problema inmediato, como en las economías solidarias, en las economías populares, en las que se generaron en el 2001 colectivos para la resolución inmediata del problema de la carencia.

Yo estoy pensando de otra forma, estoy pensando el proceso político de reconstruir comunidad y forma de reciprocidad y de solidaridad,  de mancomunamiento, que pasen a lo largo, al costado de la gestión estatal.

No es que se trata de abandonar la lucha dentro del Estado. Pero le hemos colocado todas las fichas ahí. Todas nuestras quejas, reivindicaciones y aspiraciones van dirigidas al Estado. El Estado es un patriarca, es el papá del cual queremos recibir las soluciones para nuestros problemas. Y yo creo que sin abandonar ese campo, porque es el que aglutina la mayor parte de los recursos de la nación. Tiene una capacidad administrativa de enormes bultos de recursos originados en el trabajo, en la nación. Pero podríamos empezar a pensar en movimientos y en estructuras creadas fuera del Estado.

Ademas de dirigir esas reivindicaciones debemos pensar en soluciones que partan de la propia sociedad, del trabajo mancomunado, y de formas de ayuda mutua. Y en estilos de hacer política y gestión, que son estilos femeninos.

La masculinidad es corporativa. Y a veces usar la palabra sororidad parece ser reactiva a esa hermandad masculina, esa fratia. Tenemos que evitar reproducir las metas y deseos que no han llevado a la felicidad, del patriarcado. Por ejemplo, el deseo de poder. Instalarnos en estructuras de poder, tomar el poder. Todo eso son metas que no son muy interesantes, porque ni a los propios hombres los han llevado a una situación de felicidad y realización, y no han cooperado con la vida.

De la misma manera a veces la sororidad es empleada especularmente. Como una reproducción de nuestro lado de la solución masculina corporativa, la fratria masculina. Yo creo que no es por ahí. Nos puede entrampar esa idea de la sororidad y puede volverse también corporativa.

Nosotras tenemos algo muy diferente a los hombres, hemos sabido politizar nuestro problema. A los hombres les falta aprender a politizar su problema, porque lo tienen. El mandato de masculinidad y el mandato de fratria, el mandato corporativo, penaliza a los hombres. A veces el mandato sororo también nos penaliza a las mujeres porque es corporativo internamente y es jerárquico internamente. Yo no quiero imitar estructuras que ya están falidas, que ya han mostrado su debilidad y su fragilidad.”



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