22/12/2018

Autogestión sanitaria de los ‘street medic’ ante la violencia policial en Francia

Las fuerzas andidisturbios no dudan en cargar haciendo uso de lacrimógenos y camiones de agua, hacia los manifestantes. Foto: Teresa Suárez Zapater

Al menos cuatro personas han perdido una mano y otras nueve un ojo a causa del llamado armamento no letal usado por la policía francesa contra los chalecos amarillos. La sociedad se autogestiona para prestar asistencia sanitaria en las calles a las decenas de heridos que se cuentan cada sábado. Son los ‘street medics’. Por Rosa Pérez Masdeu / El Salto.


Ante las manifestaciones de los gilets jaunes —chalecos amarillos, el Ministerio del Interior francés ha ejercido una demostración de fuerza: blindados de la gendarmeria, cañones de agua, policía a caballo, lanzadores de flash-ball motorizados, granadas lacrimógenas, aturdidoras y dispersoras. Ha convertido el gas lacrimógeno en la atmósfera de las manifestaciones que toman las calles de Francia cada sábado desde hace un mes. La violencia policial ha desencadenado un alto nivel de organización de los equipos de street medic —médicos de calle—, voluntarios que asisten con primeros auxilios a los manifestantes y eventualmente a la policía.

La represión a las protestas también se cuenta en número de detenciones, muchas de ellas efectuadas antes mismo del inicio de las movilizaciones. Según el diario Le Monde, solamente en París, el sábado 24 de noviembre hubo 103, que pasaron a 412 el sábado 1 de diciembre y a 1082 en la manifestación del 8, día en que en toda Francia el despliegue policial fue de 89.000 efectivos.

“El despliegue policial en estas manifestaciones tiene la finalidad de atemorizar y disuadir a la gente de manifestarse, no de protegerla”, señala Pascal Gassiot, miembro del Observatoire des Pratiques Policières (OPP), una organización creada entre la Liga de Derechos Humanos, la Asociación de Abogados de Francia y la Fundación Copernic en cooperación con el Centre National de Recherche Scientifique.

“Ir a una manifestación no debería ser peligroso cuando el derecho a manifestarse es constitucional. Necesitar la presencia de street medic ya es de por sí delirante”, opina Virgil Leprince, que estudia en el Institut d’Études Politiques de Toulouse (IEP). Virgil ya había ejercido de street medic en su ciudad, Caen, durante las manifestaciones contra la Ley del Trabajo en 2016, “pero de una forma mucho más desorganizada e improvisada”, señala.

El viernes 7 de diciembre por la noche, Mathilde Mourgues e Yves Cartailler, ambos estudiantes del IEP, asistieron a una reunión preparatoria en un parking a las afueras de Toulouse. Allí se encontraron con otras 50 personas. “Ninguna daba su apellido. Solo se autocalificaba como ‘confirmada’ o ‘no confirmada’, lo que significa disponer o no de conocimientos de primeros auxilios”, relata Mathilde, que se declaró confirmada. Ella es bombera voluntaria en Figeac, su pueblo de nacimiento.

Unas horas antes del inicio de la manifestación se reúnen para darse algunas consignas, repartirse el material sanitario, que en gran parte donan las farmacias, y organizarse. “Formamos un equipo por persona confirmada, que normalmente será también quien tome las decisiones en el momento de la acción”, explica Mathilde. Ella era la confirmada del equipo que cubría el frente de la manifestación del 8 de diciembre. Asistió sobretodo a heridos de flash ball, que habían recibido impactos en las piernas, en las costillas y en la cabeza.

“Los LBD [lanzador de bolas de defensa] o lanzador de flash ball son armas semi-letales, deberían ser el último recurso antes de sacar la pistola”, explica Gassiot, quien, sin embargo, constata que la policía las utiliza cuando todavía tiene munición de granadas lacrimógenas.

En Toulouse, un hombre de 29 años sigue en coma después de haber recibido un impacto de flash ball en la cabeza durante la manifestación del 1 de diciembre. Al menos nueve personas han perdido un ojo por un impacto de bola de caucho en el marco de las manifestaciones de los Gilets Jaunes, según el balance del colectivo Desarmons-les (Desarmémosles) a día 19 de diciembre.

Los street medic se identifican por ir vestidos con camisetas blancas y un casco señalados con una cruz roja. Llevan mascarilla y gafas de esquiar o acuáticas (como muchos manifestantes, para minimizar el efecto de los gases). Hay personas que salen por su cuenta con la mochila llena de gasas o sérum fisiológico. Pero los que están organizados bajo el Secours Volontaires de Toulouse han notificado su presencia a la Prefectura, “por lo que en teoría la policía tendría que respetar nuestro trabajo”, señala Virgil. De hecho, hay unidades que han asistido a policías heridos.

“Cuando hay una carga, nosotros nos quedamos pegados contra un muro con las manos levantadas. La policía debería pasar de largo, para que, una vez calmado el movimiento de la masa, podamos asistir a los heridos”, narra el estudiante. Sin embargo, el sábado 15 de diciembre, mientras su equipo esperaba poder ir a buscar a quienes necesitaban asistencia, las Compañías Republicanas de Seguridad —un cuerpo policial francés— les tiraron tres granadas lacrimógenas y les dispararon con el cañón de agua. El mismo sábado, a otro equipo le confiscaron el material.

“No es fácil encontrar un lugar seguro donde atender a los heridos entre las nubes de lacrimógeno, las cargas de flashball o las granadas. Es una situación muy estresante”, expresa Mathilde. El sábado 8, Yves estaba asignado en el mismo equipo que ella, en el frente. Pero sufrió un ataque de ansiedad cuando la policía empezó a cargar con granadas poco después de iniciar el recorrido, que ese día coincidió con la Marcha por el Clima. Una vez recuperado, Yves se fue hacia la parte de atrás, donde se adhirió al grupo a cargo de los heridos graves.

Al menos cuatro personas han perdido la mano a causa de granadas GLI-F4, que contienen explosivos y gas lacrimógeno, según el balance de Désarmons-les. Las granadas GLI-F4, con 20 gramos de explosivo Tonite, han sustituido las granadas ofensivas OF-F1, que contenían 76 g. Prohibidas en 2014, fueron el arma con la que un gendarme mató al joven de 21 años Rémi Fraisse durante las protestas en la Zona a Defender (ZAD) de Sivens.

Las granadas GLI-F4 ya fueron empleadas en la intervención de marzo en la ZAD de Notre Dame de Landes. “Era muy extraño que la policía las utilizara en la ciudad antes de las manifestaciones de los Gilets Jaunes”, explica Ian, miembro de Désarmons-les. La gendarmerie anunció el año pasado que las dejará de usar cuando terminen el stock. Ian teme que serán reemplazadas por las GM2L, que ya han empezado a aparecer. Granadas que liberan gas lacrimógeno y crean un gran estruendo, pero no contienen explosivo.

“También utilizan granadas de desencerclamiento”, afirma Gassiot. Proyectan 18 trozos de caucho que salen disparados en todas direcciones, causan un fuerte trueno y pueden contener gas lacrimógeno. “La policía, supuestamente, debe servirse de ellas cuando están acorralados y quieren abrir un corredor. Pero hemos constatado que a veces lo utilizan casi por diversión”, apunta. La policía utiliza granadas de desencerclamiento frecuentemente en los barrios populares, según Ian de Désarmons-les: “desde 2016, observamos un uso ofensivo más que defensivo de estas armas”, remarca.

Ante un herido de granada, “teníamos que hacer venir a una ambulancia, pero era imposible hacerla llegar hasta el Jardín Japonés, los alrededores eran un caos”, recuerda Yves. Allí, su equipo reanimó a un hombre con electroshocks, que la confirmada del grupo había traído por su cuenta.

En cada equipo una persona lleva un geolocalizador. La coordinadora del street medic, Manon, se encuentra fuera de la manifestación, en una habitación desde donde controla la ubicación de cada unidad. En el caso de necesitar una ambulancia, ella se comunica con el servicio de urgencias para trazar un recorrido hasta el lugar más cercano y seguro posible de donde se encuentra el paciente.

“Nuestro trabajo es administrar las curas básicas, sin medicamentos. Ayudar a la gente a respirar, proporcionar sérum para los ojos, vendajes, o ver si alguien que ha recibido un golpe en la cabeza responde de forma lógica, si no está consciente, ver si tiene pulso…”, explica Mathilde. En el equipo, otra persona filma en vídeo para dejar constancia de las prácticas que han llevado a cabo. “Si alguien está en el suelo en medio de los enfrentamientos, lo primero es sacarlo de allí. Si esta persona luego tiene una secuela, se nos podría acusar a nosotros, cuando su lesión en realidad viene de la carga policial. Aunque al trasladarlo, también podemos hacer un mal movimiento. Actuamos en tierra de nadie”, reflexiona Virgil, que todavía tiene los vídeos del sábado pasado en el móvil.

“Consideramos que hay un antes y un después de [Manuel] Valls [ministro de Interior entre 2012 y 2014]”, señala Gassiot. “Dio un giro al comportamiento de las brigadas de antidisturbios, pasaron a entrar mucho más en contacto con los manifestantes, lo que genera mucha más tensión y enfrentamientos”, concluye el portavoz del observatorio.

Particularmente, en las prácticas policiales en las manifestaciones de los Gilets Jaunes confluyen distintos factores que ponen a la policía nerviosa, expone el portavoz del OPP. Por un lado, el tramo de la manifestación no está declarado. Los antidisturbios no se sienten en su territorio. Por otro lado, las protestas tienen un carácter imprevisible. Los manifestantes pasan de cantar “CRS con nosotros” a lanzarles piedras”. Pero, por encima de todo, el Ministerio ha movilizado todo cuerpo de policía capaz de salir a la calle. Lo que incluye las Compañías de Securización y de Intervención (CSI) o la policía local. “Cuerpos que han sido armados, pero no formados para la ocasión y que desencadenan el pánico a la mínima”, apunta Gassiot.

Por encima de todo, el Observatorio señala la presencia de la Brigada Anti Criminalidad [BAC], como la más problemática. “Tienen un carácter provocador, cultivan la tensión, aúllan mientras corren o cargan. Normalmente van de paisano, aunque armados, mucha gente los confunde con militantes de extrema derecha”, asegura el portavoz.

Los CRS y la Gendarmerie Mobile son cuerpos entrenados y equipados para resistir a la presión inherente a un cuerpo de antidisturbios. “Tres piedras no deberían hacerles perder el control. Entonces entendemos que su violenta reacción en estas manifestaciones responde a una decisión política desde arriba: dar miedo para disuadir a la gente de salir a manifestarse. Y funciona”, sentencia Gassiot.

La BAC el sábado 15 lanzó granadas lacrimógenas en la plaza del Capitole, la plaza central de Toulouse, mientras llovía, lo que aumenta la nocividad de los gases. “Di sérum ocular a niños de 2 años”, relata Virgil. “El día que no sean necesarios los street medic en las manifestaciones estaré más que contento”, concluye. De momento, la autogestión popular en forma de asistencia en primeros auxilios es más que necesaria.

Balance provisional de heridos, a 19 de diciembre

Una mujer de 80 años murió en Marsella. Le impactó una granada lacrimógena en la cara mientras cerraba las ventanas de su casa. Murió en el hospital.

Un hombre sigue en coma en Toulouse por el impacto de una flash-ball en la cabeza.

Al menos cuatro personas han perdido una mano a causa de una granada GLI-F4.

Al menos nueve personas han perdido un ojo a causa de Flash ball.

14 fracturas graves en el cráneo causa de flash ball.

Una persona ha perdido definitivamente la audición GLI-F4.

Fuente: El Salto

 

 



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