01/11/2018

De cómo nos duele y nos nace Lucía en Mar Del Plata

Comenzó el proceso judicial por el femicidio de Lucía Pérez, joven de 16 años, cometido hace dos años en la Ciudad de Mar del Plata. Compartimos la crónica, del primer día de audiencias. Por Colecivo Harté para ANRed


Habernos enterado de la existencia de una joven llamada Lucía Perez hace dos años atrás, nos fue bien profundo, bien adentro. Primero se decía, una joven, una joven de 16 años, una joven de 16 años a la que mataron, a la que violaron, una joven, se decía, se dice muchas cosas, como (intentó arreglar después con poco compromiso) el portal Infobae titulando: “sexo y drogas y un caso emblemático”.

Pero estos medios, los cuerpos que hasta hoy abrazan de piel a esta familia, titulamos: Lucía, joven, sonrisa, foto, sus rastas, el rock, su mirada, la escuela, la calle Juan B Justo que seguro caminaba cada vez que salía de ahí, las dudas que tendría como joven, como mujer, el dolor, la injusticia de quienes se creen dueños de ellas, de nosotras, de nosotres, la lluvia, porque cada vez que nos movilizamos por ella llueve, y hay viento, y está gris. Como cuando se cortó la ruta, en el sur de Mar Del Plata, casa a donde la llevaron hoy estos tipos: Matías Farías, Alejandro Maciel, Juan Pablo Offidani. Esos tres nombres, que nos resuenan y nos duelen, esos nombres, que la llevaron muerta hasta la salita del barrio Playa Serena y se fueron, dejándola ahí.

Como les decíamos: lluvia, viento, frío, y una marcha poco tiempo después de ese ocho de octubre de 2016, la ruta once, al lado de la costa, caminada por esa familia, esos compañeros y compañeras de su escuela, esa comunidad del sur que todavía dolía porque en otras circunstancias ya habían violado a otra joven y abusado de una niña pocos meses atrás. Situaciones diferentes, pero con el mismo nombre: patriarcado.

Entonces empezamos a caminar distinto. A fortalecernos en las palabras de su hermano Matías Perez, tan hermano de todas nosotras, que al concluir esa marcha por la ruta en el barrio Alfar (lugar donde la mataron) pedía justicia por Lucía, y pedía con claridad y fortaleza: que a ninguna más le pase. También como no, a escuchar a Guillermo, ese padre y su fortaleza, a Marta, esa madre tan ojos color Lucía, que nos mira de frente y nos dice: Lucía me da la fuerza.

Y mientras, los medios que difunden más las fotos de Lucía que de los imputados, sus amigas de la escuela que con llanto y claridad pedían: “no hagan un show de su muerte”. Que es un pedido, a los medios: cuidemos. Cuidemos. Cuidemos.

Y después vino el paro de mujeres, otra vez lluvia, el poema escrito por la compañera Clodeth García “Lucía 16 años”, la parada del colectivo de Playa Serena con un “Nombrarte Lucía, para que el olvido no se haga carne” la parada del barrio Alfar con su cara, una organización de mujeres en asamblea que brotaba lucha, la confusión en los medios, el espacio a Maciel en una O.N.G que actúa como centro de adicciones, la canción “juguetes perdidos” para recordarla, sus compas contando como pintaron el banco donde ella se sentaba, jóvenes, adolescentes, con la lágrima gruesa de esta Mar Del Plata que no para de doler en la situación laboral para les jóvenes, en esa fila donde cientos buscando trabajo era “para alegrarse” según funcionarios, donde el consumo es cada vez más una de las pocas opciones que tienen a mano, donde el frío turbio costero en la calle, donde la educación pública que se les caen los techos, donde la “justicia” confirma el sobreseimiento al policía Santiago Perez que mató al joven Thomás Perez, donde un intendente con dichos militares, donde una ciudad con cada vez más femicidios, donde una ciudad que solo se trabaja dos meses (o menos) en el verano y es esclavo, explotador, inhumano, o sus cuerpos se van a las fábricas del puerto donde, donde, donde, muchos donde ahí en esos, esas jóvenes que hoy duelen en la piel de una ciudad que no da respuesta, solo vacíos de talleres culturales que les quitan de las manos. Todo en esos cuerpos, jóvenes a los que nos debemos abrir los oídos y preguntar.

Entonces se cumplen dos años. La forma de marchar se repite: Por la mañana en la ruta 11, y por la tarde desde el monumento. Llueve. Otra vez, en los carteles y en las voces que dicen: 30 de octubre, empieza el juicio a los tres imputados.

Entonces 30 de octubre. Nueve de la mañana. Las puertas de tribunales de la calle Brown y Tucumán. La entrada. Cerrada. Cerrada sólo para algunes. Para quienes están acompañando a la familia de Lucía Pérez, militantes, organizaciones, mujeres, disidencias, familiares de Analía Aros y Nancy Segura víctimas de femicidio, las “mujeres del barco El repunte” que con pañuelo de “ni un hundimiento más” también acompañaron.

Del otro lado de la reja, otra vez, sobre el asfalto, cortar la calle, que se venga la lluvia, que pasen las horas, y se hagan, finalmente las tres de la tarde. Llovizna, y en un costadito con las banderas de Lucía y la espera hecha carne, salen Matías, el hermano de Lucía, Guillermo, el padre, y después ellas. Ellas. Marta, mamá. Y Jimena, mamá de ángeles Rawson. Sonríen, cruzan la calle con el “Lucía Perez, presente, Ángeles Rawson, presente” y vienen como ola al abrazo sobre esas veredas de charcos y de lluvia, el frío se va y quienes estamos ahí vemos como estas dos mamás se ríen, acarician, abrazan, cuidan. Los ojos no pueden irse de esas mujeres de fuerza que nos enseñan, y que con sus manos unen las dos flores que tienen y dicen riendo: “¿sabes cómo deben estar esas dos ahí arriba no?”. Y la lluvia para, vuelve, sigue. Y al otro día, otra vez, la reja, el frío, viento, las horas, declaraciones testigos, la familia que sale otra vez, el abrazo, la escucha, el aprendizaje ahí en ese costado de la calle, la familia de Jimena Silva, también víctima de femicidio, que se acerca a contar su historia en esa vereda de tribunales que lamentablemente visitamos tanto.

Hasta ayer: Tribunal Oral Nro 1. El primer día declaró la familia de Lucía y sus amigas con los acusados presentes. Con el abogado Gustavo Marceillac como defensor, y los jueces Pablo Viñas, Facundo Urso y Aldo Carnevale. La defensora oficial de estos tres, Laura Solari, se encargó de hacer preguntas acerca de la vida privada de la joven. Este miércoles por la mañana, fue el turno del Subsecretario De Salud De La Municipalidad Pablo de La Colina, recibió el cuerpo de Lucía en la salita del barrio Playa Serena, además del hombre que vió como la trasladaban, y los policías que estuvieron en un principio. También el fiscal Daniel Vicente puso en evidencia la acusación de que estos hombres vendían drogas a menores, cerca de la escuela a la que Lucía iba.

Los días que faltan: Hasta el 14 de noviembre. El recuerdo de Lucía: para siempre. Mañana, el lunes, martes, miércoles, a seguir en las puertas, cantando por Lucía estamos acá, luchando contra la justicia patriarcal.



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