30/12/2008

A 50 años, el gran reto

78009_50.jpg «La heroica Cuba es lo que queda del socialismo del pasado siglo. Continuarlo y proyectarlo hacia el futuro es deuda con la humanidad y con nuestra propia historia». Un balance de Pedro Campos sobre la situación política de Cuba hoy, a 50 años de la Revolución Cubana. El autor es historiador, reside en la isla e impulsa junto a otros un proyecto de autogestión obrera y social.


ANRed reproduce este artículo que pone en evidencia no sólo la necesidad de seguir teniendo en cuenta la Revolución Cubana como un hecho histórico de importancia e influyente para América Latina, sino también que su proceso de construcción política es un asunto de actualidad y vigente. Saludamos sus primeros 50 años.

Por Pedro Campos

«Los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar», José Martí.

Ese fenómeno político, económico y social que es la Revolución Cubana, esa gran obra de todo el pueblo, está próxima a cumplir 50 años. Es hora de recuento y proyección. Han sido cinco décadas de luchas, de agresiones imperialistas, de experiencias, de victorias y también de sinsabores. Haber resistido la embestida enemiga a solo unas millas del más grande y potente de los imperios de todas las épocas y sobrevivido a la caída del «campo socialista» fueron sus triunfos mayores y también los de la generación histórica que encabezó esa lucha desde sus inicios, especialmente del Comandante en Jefe Fidel Castro que ha estado al frente de todas las batallas. Con la Revolución Cubana, llegó la hora de la segunda independencia para los pueblos de «Nuestra América» y el movimiento revolucionario en la región tomó otras dimensiones.

Frutos y a la vez pilares han sido la extraordinaria revolución cultural, el alto nivel profesional y de socialización alcanzado por la salud pública y la acción solidaria internacional de los cientos de miles de combatientes, médicos, maestros y cooperantes cubanos en todas las ramas que han ofrecido, muchos sus vidas y todos, sus mejores años cumpliendo misiones en otros países, las más de las veces en muy difíciles condiciones, separados de sus familias.

Por la combinación de esos tres elementos masivos, se ha forjado un abnegado pueblo, heroico, combativo, trabajador, educado, solidario y revolucionario, gran artífice y ejecutor de todo lo logrado, en lo que puso vida, sangre, sudor y lágrimas, con manchas sí, pero como el sol. Él no debe nada, no es deudor, la deuda eterna es con él, pues todo lo ha entregado. Por todo eso merece honor y gloria y también ser más respetado, más considerado y más tenido en cuenta. A pesar de bloqueos y amenazas imperiales, de traiciones, de tres ciclones y de nuestras propias deficiencias, y porque está aquí de pié y luchando, este pueblo merece celebrar por todo lo alto este 50 Aniversario de su Revolución.

De lo alcanzado en medio de tantas dificultades podemos sentirnos orgullosos, pero no satisfechos mientras no logremos afirmarnos sobre una nueva base económica y social, nuevas relaciones socialistas de producción, que posibiliten el amplio despliegue de las fuerzas productivas forjadas, única garantía de poder compensar las expectativas de realización plena y digna del pueblo y de evitar la eventual reversión de la revolución.

La sacrificada y heroica Cuba es lo que queda del socialismo intentado en la pasada centuria. Evitar su caída, darle continuidad y proyectarlo hacia el futuro es una deuda moral que tenemos los revolucionarios cubanos con la humanidad y con nuestra propia historia. Es enorme la responsabilidad de la Revolución Cubana. Por los millones de comunistas, socialistas y revolucionarios europeos, asiáticos, africanos y latinoamericanos que creyeron en la utopía y por ella entregaron sus vidas y para honrar las luchas gloriosas y los enormes sacrificios de nuestro pueblo, debemos y podemos seguir avanzando y lo lograremos, si rectificamos errores y desvíos. Mérito de Fidel quien lo advirtió el 17.11.05 y llamó a participar.

Tres años después de ese trascendental discurso y a cinco décadas de su existencia, La Revolución está a punto de enfrentar el gran reto, la más difícil prueba, la que nos viene encima con una nueva cara política en el Imperio, igualmente interesada en impedir el avance de la nueva sociedad en Cuba, pero dispuesta a cambiar la táctica fracasada de agresión/bloqueo, por la de acercamiento/penetración, según la filosofía del «Soft Power», -ejercicio del poder haciendo énfasis en el control económico, la tecnología, los medios y la cultura, y no en la fuerza de las armas-, propiciada por importantes grupos detrás de Obama.

Éste no ha tomado posesión todavía y ya se ven tropiezos en la lidia con lo por venir. Fidel nos enseñó a pelear a la riposta[1] contra el imperialismo. Debemos prepararnos para todas las variantes y sobre todo, estructurar un nuevo programa socialista de consenso proyectado hacia la satisfacción de las necesidades fundamentales materiales y espirituales de todo el pueblo, capaz de cohesionarlo solidamente, base principal de una defensa efectiva.

La caída del socialismo a fines del siglo pasado en Europa y Asia, ayudada por esa «suave» y experimentada manera imperial de proyectar el poder, fue posible -básicamente- porque los proyectos levantados desde la propiedad estatal y el trabajo asalariado (típico del capitalismo), no generalizaron las nuevas relaciones socialistas de producción, bases del nuevo sistema económico, por lo cual reprodujeron vicios -explotación, autoritarismo, consumismo, mercantilismo, diferencias sociales, corrupción y otros- y superestructuras burocráticas similares a los de la burguesía.

Tales estados pudieron sostenerse mientras se mantuvo la confrontación Este/Oeste, el aislamiento y las guerras calientes y frías, hasta que la «convergencia» y «el tendido de puentes» trocaron el enfrentamiento en acercamiento y competencia «pacífica» entre los dos tipos de capitalismo (el estatal y el privado, oriental y occidental), proceso que -camuflado bajo la «globalización» y el slogan «un país, dos sistemas»- condujo al ensamblaje de ambas economías basadas en el mismo modo de producción.

Aquel «socialismo», un capitalismo de estado paternal ineficiente, fue absorbido por el capitalismo privado que concibió y desarrolló el superior socialdemócrata «estado burgués de bienestar», expandido luego de la 1ra GM y consolidado después de la 2da. Se comprobó que en ambiente de paz y múltiple intercambio, sólo otra economía cualitativamente distinta a la capitalista, superior en humanismo y en justicia social, podría enfrentarla con éxito.

Cuba aún mantiene el mismo modo de producción estatal-asalariado y la misma y pesada superestructura burocrática del viejo socialismo. Si a la experiencia histórica le concedemos algún valor, hemos de aceptar que, en condiciones de capitalismo de estado, una distensión en las relaciones con el nuevo gobierno de Obama y un acercamiento económico al enemigo histórico, tan demandado y por muchos deseado, por ley natural de la economía política, nos llevaría muy probablemente a ser asimilados por el capitalismo norteamericano.

No se pretende asustar ni presionar a nadie con el espantajo de la restauración capitalista, ni desde luego, tampoco nadie entienda que este análisis implica abogar por el mantenimiento del bloqueo o cosa semejante, política criminal contra nuestro pueblo que debe cesar total e incondicionalmente; se sugiere -simplemente- que el tal «reencuentro», sin abandonar la actual concepción de «socialismo», nos llevaría al umbral de una anexión virtual por absorción económica, sin menoscabo -incluso- de nuestra nacionalidad ni cultura. De manera que el gran escudo del socialismo cubano, más que la cultura o la identidad «nacional», -que pudiera seguir expresándose en un capitalismo dependiente, de donde surgió y se desarrolló-, sería una economía socializada que espera por ser implementada. El problema es socio-económico, más que cultural, de base, más que de superestructura. Las culturas rusa y china siguen allá.

Tenemos relaciones económicas con otros países imperialistas y «no nos han absorbido»; pero esos países no se propusieron ese objetivo, ni ninguno ha hecho tanto como EE.UU. por tratar de anexarse Cuba, ni son nuestros enemigos históricos, ni están a 90 millas, ni tienen dos millones de cubanos allá, ni con ellos tenemos la tradición de controversias que hemos tenido con EE.UU., ni el nivel de intercambio económico con ellos es el que podría crearse con EE.UU. (con todo y bloqueo ahora casi tenemos dependencia alimentaria) y hay otros ni»¦

La desaparición del campo socialista obligó al sistema existente en Cuba a convivir con un ambiente externo más hostil, pero no por ello menos favorable, pues paradójicamente tal hostilidad y aislamiento nutrió siempre el sostenimiento del «socialismo sitiado». Sin embargo, el ambiente de «hostilidad-favorable», podría ahora desaparecer con un eventual cambio de política en Washington y tornarse en «acercamiento-desfavorable».

Quienes aspiren a que la Revolución del 59 no quede en nuestra historia como un episodio pasajero, deben promover cambios en las relaciones de producción (base de la sociedad), en las funciones del estado (superestructura) y en lo externo, procurar una mayor integración con las naciones del ALBA, para evitar el control de nuestras relaciones económicas externas por los pulpos capitalistas internacionales, especialmente los norteamericanos, aunque la red financiera invisible ya no permite casi identificar su «nacionalidad», o mejor, mafia de origen. Una cosa es el inevitable intercambio comercial con el mundo capitalista y otra distinta «integrarse» en el mismo.

La voluntad política de la dirección, que ha reconocido la necesidad de cambios, es muy importante y mucho dependerá del alcance de esa disposición, la cualidad de las transformaciones que se proponga, la velocidad con que se desarrollen, sus fundamentos y la concepción de un programa integral capaz de lograr la necesaria socialización de la economía y la política, imprescindible para lograr una fuerte reanimación económica y un amplio y masivo respaldo popular que permitan enfrentar las nuevas circunstancias que se avecinan.

La dirección sabe que la corrupción y el burocratismo llevarán al desastre y trata de combatirlos. La corrupción -bastante generalizada- debe enfrentarse en sus causas socioeconómicas y no se remedia con indiscriminada represión, la cual sí debe ser ejercida con todo rigor -selectivamente- contra los grandes corruptos. De lo contrario puede ser contraproducente y agravar el escenario socio-político, al empujar hacia la oposición y el marginalismo a los importantes sectores de la población, contra los que se ejerza sin distinción, que han buscado sobrevivir a la asfixia del excesivo estatismo en las ilegalidades menores, provocadas por los bajos salarios y las propias prohibiciones absurdas que ya debieron desaparecer. La solución está en el sentido de pertenencia sobre los medios y recursos que brindarían las nuevas relaciones socialistas de producción generalizadas: propiedad o usufructo colectivo y participación democrática en la dirección, la gestión y la repartición de parte de las utilidades.

El burocratismo no se neutraliza cambiando funcionarios, ni creando nuevas macro estructuras burocráticas, sino simplificando las existentes y modificando sus funciones administrativas actuales directas en los centros de producción y servicios, -atribuciones que deben descentralizarse y concederse a los colectivos de trabajadores- convirtiéndolas en metodológicas, de orden general, en la planificación, presupuestos, desarrollo estratégico y proporcional de las ramas y regiones, infraestructura, comercio y otros. Esa parece ser la mejor manera de ejercer el importante papel que el estado todavía debe jugar en la transición socialista, sin menoscabo del control obrero concreto y directo en la administración de los centros de producción y servicios por medio de la cogestión, la autogestión y el cooperativismo.

Los partidarios de un socialismo más participativo y democrático tratamos de ayudar con nuestros análisis y propuestas a que el proceso revolucionario profundice el rumbo de los cambios necesarios hacia más socialismo, antídoto que parece ser el más efectivo para contrarrestar el gran reto a 50 años de Revolución: la amenaza de plena restauración capitalista que vendría apoyada «suavemente» por Obama con el respaldo de los pro-capitalistas internos. El Artículo 3 de la Constitución de la República de Cuba, expresa: «Todos los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios,»¦contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución».

¡Viva el 50 Aniversario del triunfo de la Revolución!

La Habana 20 de diciembre de 2008.


Nota:

 [1] Riposta. Anglicismo de «riposte», usado en el boxeo, pelear a la riposta: reaccionar y responder inteligentemente según el ataque del contrario.



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