29/11/2008

Velocidad e imprudencia hasta la muerte

trabajadoreslaf3.jpgLas recientes transformaciones en las dinámicas de producción incrementaron los «accidentes» laborales notablemente, a causa principalmente de la falta de prevención por parte de las patronales. «La sumatoria combinada del incremento de la velocidad física, el incremento de las horas de trabajo y la permanente inseguridad generada por las condiciones socioeconómicas, le impusieron al trabajador/a una tensión psicofísica insoportable, absolutamente antinatural» Por Marcos Britos, para Rompiendo Cadenas.


Desde que Carlitos Chaplin filmó Tiempos Modernos han pasado casi cien años. Con sólo verla se nota que algunas características del obrero de principios de siglo XX se mantienen en el presente, y en el caso de las empresas más chicas y con menor tecnología, casi todas. Pero también hay que saber encontrar las diferencias para poder comprender el mundo actual del trabajo y las relaciones sociales de producción, ya que esta comprensión es la que nos debería permitir descubrir cuáles son las tareas necesarias para lograr transformar la realidad. No sólo pensando en el futuro, también pensando en el presente.

Hace cien años se dejó de lado el «banco de trabajo» y se implementó la «línea de producción». En el mismo tiempo, la misma cantidad de obreros, generó enormes cantidades de productos y se necesitaron grandes espacios para almacenarlos. El transporte ya había logrado un cambio cualitativo con el paso del barco a vela al barco a vapor y con la locomotora y los trenes en tierra firme. Pero todo seguía en el marco de un tiempo para la administración, comercialización y distribución que estaba desproporcionado respecto a la producción. A la burguesía le faltaba ponerlas «en línea». Pero en los ’70 irrumpió un cambio cualitativo: la cibernética y sus sistemas computarizados. Un avance científico colosal que afectó las normas y métodos de producción cualitativamente.

La velocidad de producción se incrementó, pero sobre todo se incrementó la velocidad de transporte, distribución y comercialización de los productos. Podemos decir que, finalmente, estos tres aspectos del sistema de producción se pusieron «en línea» con la fabricación de mercancías. Y esto ocurría por primera vez desde que las mercancías había abandonado el «banco de carpintero» para subir a la «línea de producción» fordista: muchísimas más mercancía, en muchísimo menos tiempo, comenzaron a llegar a muchísimos más consumidores. Para la burguesía fue una gigantesca fuente de riquezas.

Modificaciones en la producción

El primer aspecto clave de la transformación fue la compartimentación sistemática de la producción: toda la producción capitalista fue adoptando el sistema del encadenamiento de componentes que se aplicó a las computadoras. La producción de una mercancía pudo alterarse con sólo modificar un componente del sistema. Y esta modificación prepararse previamente, sin afectar la producción. Después sólo basta cambiar un componente para generar una transformación de calidad en el conjunto. Fueron desapareciendo los engranajes que pueden «engranarse», como en Tiempos Modernos, y parar la maquinaria completa. En caso de «emergencia» hasta puede sortearse automáticamente un componente productivo, que queda fuera de servicio, mientras otro toma su lugar.

El segundo aspecto que se modificó cualitativamente fue la totalidad del sistema de transportes de mercancías: aparecieron las «pistas de transporte». La ingeniería del transporte, recibió un fuerte impulso, empezando por el diseño del sistema de contenedores (la mercancía viaja en su almacén) y el concepto de «pista» como la inexistencia de momentos de espera. Pero en este marco, el almacenamiento y transporte de datos fue el aspecto central del avance. Los archivos de administración y el transporte de dinero, la mercancía por excelencia del capitalismo, alcanzaron la velocidad de la luz transmitidos por fibra óptica de un parte a la otra del mundo. Miles de millones de datos y de dólares tardan milésimas de segundos en transportarse de China a los EE.UU. y viceversa. El crecimiento macromegálico del capital financiero está estrechamente relacionado con este avance científico tecnológico. También la velocidad de su derrumbe y sus fluctuaciones tal como lo estamos viendo en estos días.

Pero estos avances, instrumentados al servicio de la tasa de la ganancia del capitalista golpearon malamente sobre la mente y el cuerpo del trabajador/a: los ritmos de producción se multiplicaron y la cantidad y calidad de la información necesaria para operar una herramienta también lo hicieron. La sumatoria combinada del incremento de la velocidad física, el incremento de las horas de trabajo y la permanente inseguridad generada por las condiciones socioeconómicas, le impusieron al trabajador/a una tensión psicofísica insoportable, absolutamente antinatural.

Durante millones de años nuestro organismo estuvo relacionándose con la naturaleza de una manera armónica y, como especie, aún tenemos el ritmo de la naturaleza. Es nuestra condición de asalariados la que nos impone un ritmo biológico «contra natura», obligados por la sed de ganancia de los capitalistas. Esa contradicción se expresa en el cuerpo en forma de enfermedades físicas y mentales. En forma de falta de atención, estress y neurosis. En forma de alienación. Trabajar en «estado de alienación» es uno de los factores de riesgo más importante, además de las desinversiones del capitalista, o su Estado, en mecanismos de prevención.

Ausencia de política de prevención

Desde este punto de vista, es fundamental que cada vez que ocurre un supuesto «accidente de trabajo» analicemos la situación con una mentalidad antagónica a la patronal. Las empresas (ARTs incluidas) siempre harán responsable en primera instancia al trabajador/a. Por el contrario, para nosotros, bajo cualquier circunstancia, la responsabilidad será de la patronal. Pero es decisivo tener la capacidad de demostrar esa responsabilidad, para lo cual siempre hay que ubicarse en un punto de vista de clase. Tomemos como referencias los casos de LAPA y Río Turbio.

La película Whisky, Romeo, Zulú demuestra cómo la cabina del avión era una joda en el momento del despegue del avión de LAPA. Para la patronal y sus socios eso señala cómo responsable al piloto. Para Piñeiro y nosotros eso demuestra que la patronal no tenía política de PREVENCIÓN. Que imprescindiblemente necesita verificaciones del estado de la salud psicofísica de la tripulación, la calidad y cantidad de sus tiempos de descanso y sueño, la calidad y comprensión de las tareas que debe realizar, y un largo etcétera del cual el capitalista no se ocupó, y el Estado no controló, para que a los propietarios de la empresa no le disminuyera la tasa de ganancia.

En la mina de Río Turbio murieron catorce compañeros asfixiados por el humo de una combustión. Es un caso más evidente: la falta de inversiones en prevención llevó a esos homicidios. Recientemente hubo un caso de una naturaleza distinta y habitual. Cuando se dan, gran parte de los propios/as compañeros/as condenan a la víctima. Se trata de la actitud imprudente. Por supuesto, la empresa siempre se refiere a esta «actitud» como justificación.

El hecho fue que un trabajador del sector ferroviario de la empresa subió a una locomotora cuando esta iniciaba su marcha saliendo del galpón de maniobras. El espacio entre la locomotora y el paredón del galpón es de pocos centímetros. El compañero fue aplastado/girado en ese lugar y quedó gravísimamente herido aunque salvó su vida. Primer análisis de los compañeros mismos: «fue un tarado». Los más delicados: «estaba en babia». El propio compañero termina creyéndolo y pensando: «fue mi culpa». Pero hay otra visión: la locomotora del caso era una de las «diesel» que reemplazaron a las «vaporeras». Estas eran mucho mas angostas que las «diesel» y permitían el paso de una persona entre la locomotora y el paredón subidas a un «pescante». Con sólo unos cuantos mazazos al paredón no hubiera habido accidente aún con actitud imprudente.

La «actitud imprudente» normalmente tiene que ver con las pésimas condiciones de trabajo o con situaciones sociales del trabajador que lo ponen en situación de riesgo psicológico por falta de atención. Todos tenemos derecho a cometer imprudencias en estas circunstancias. Pero la empresa, o el capitalista, tiene la obligación de implementar medidas de prevención que contemplen hasta la mínima imprudencia. No lo hace por el descomunal egotismo de su sed de ganancias innecesarias.

Por eso, salvo en casos de suicidios probadamente inevitables, seguimos sosteniendo que los capitalistas, o funcionarios responsables en el Estado, deberían ir presos cada vez que un trabajador muere o resulta herido en su lugar de trabajo.
Esta es una visión de clase. Nuestra visión.

Por Marcos Britos, para Rompiendo Cadenas

Fotografía: Lizbeth Arenas Fernández



0 comentarios

1000/1000
Los comentarios publicados y las posibles consecuencias derivadas son de exclusiva responsabilidad de sus autores. Está prohibido la publicación de comentarios discriminatorios, difamatorios, calumniosos, injuriosos o amenazantes. Está prohibida la publicación de datos personales o de contacto propios o de terceros, con o sin autorización. Está prohibida la utilización de los comentarios con fines de promoción comercial o la realización de cualquier acto lucrativo a través de los mismos. Sin perjuicio de lo indicado ANRed se reserva el derecho a publicar o remover los comentarios más allá de lo establecido por estas condiciones sin que se pueda considerar un aval de lo publicado o un acto de censura. Enviar un comentario implica la aceptación de estas condiciones.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Ir arriba