12/11/2008

«Los estremeció la noticia de que hubieran detenido a una documentalista»

Elena Varela (Foto Rulo, Subcoop) Elena Varela fue detenida, torturada y encarcelada, mientras realizaba un documental sobre la lucha mapuche en Chile. Tras meses en prisión, quedó en libertad vigilada. Recientemente fue autorizada a viajar a Argentina para participar de la muestra de cine documental «DOCA 2008 – Ocupar el lenguaje», realizada en Buenos Aires. Elena pudo salir de prisión y cruzar la frontera, pero sus filmaciones permanecen en poder de la policía chilena. Entrevista realizada en Buenos Aires por Hernán Scandizzo


Por Hernán SCANDIZZO*

Mujer, chilena, cineasta, productora, guionista, compositora, directora de Ojo Film, fundadora de la Escuela de Todas las Artes y de la Orquesta Sinfónica de Niños de Panguipulli; Elena Varela es todo eso y seguramente más. El 7 de mayo fue detenida en su casa de Licanray, en el sur del país. Por esos días trabajaba en dos documentales: Los sueños del Comandante -sobre la experiencia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en las décadas del ’70 y ’80- y Newen Mapuche -sobre las actuales reivindicaciones de ese pueblo.

Aquel día se realizaron múltiples allanamientos que culminaron con el encarcelamiento de otras cuatro personas, ella está acusada de ser la autora intelectual de dos robos con violencia cometidos por una fracción del MIR en 2004 y 2005. Según la Policía de Investigaciones el objetivo de esa organización es confluir con otras estructuras de izquierda y mapuche radicalizados para desarrollar una lucha insurreccional en esas tierras australes.

A mediados de agosto el tribunal de garantía de Rancagua decretó su libertad vigilada, con arresto domiciliario nocturno, mientras espera que se defina su situación procesal: la justicia debe resolver si elevaba la causa a juicio, la desestima o prolongaba el período de instrucción). Recientemente fue autorizada a viajar a Argentina para participar de la muestra de cine documental DOCA 2008 – Ocupar el lenguaje, realizada en Buenos Aires. Elena pudo salir de prisión y cruzar la frontera, pero las filmaciones e investigaciones que dan sustento a ambos trabajos permanecen en poder de la Policía de Investigaciones.

 Pocos días antes de tu detención fueron expulsados dos documentalistas italianos que registraban movilizaciones mapuche, también en marzo un equipo francés denunció hostigamiento policial. ¿Por qué en Chile una cámara molesta tanto?

 Porque en Chile están pasando muchas cosas, como en muchos lugares, pero se quiere tener una imagen linda. Siempre van a existir conflictos, problemas sociales y eso es lo que se trata de ocultar. Se trata de tener a las personas anestesiadas con los medios oficiales, donde ves puros programas divertidos, o dramáticos, o donde valoran la persecución de la policía [a ‘delincuentes’] en los barrios, donde hablas de que existe mucha droga, y finalmente no hay trabajo social que pueda apoyar los problemas humanos que hay. Hay un retroceso de todos los procesos históricos que se han dado después de la dictadura, en la cual se luchó tanto, y no hay conciencia. Se ha perdido la conciencia de lo que significa principalmente respetar derechos, lo que significan muchas cosas que se lucharon, la igualdad y la libertad, por ejemplo. Pienso que el problema fundamental está en la conducción del país, en la constitución política, y un montón de cosas que van haciendo de Chile un país injusto, un país cruel.

Un país con mucho progreso en términos de tecnología, de transportes… Económicamente ha progresado bastante, pero a costa del pueblo, a costa de un montón de cosas que nos han llevado a peder en el doble lenguaje, porque casi toda la comunidad piensa que eso es el progreso, y los que no: son terroristas, son indios. Confirma mi tesis de cuando empiezo el trabajo, la tesis del racismo que me planteó en Alemania una antropóloga. Me dijo: «En Chile hay racismo», y yo le contesté: «Â¡Cómo va a haber racismo!». Entramos en discusión y me dijo: «Ándate al sur y ve». Yo trabajaba la parte de etno-musicología, había estudiado la cultura mapuche como cultura: la música, los instrumentos, lo cíclico.

 Como un objeto y no como un sujeto.

 Claro. En realidad uno no se da la molestia de ir al campo, de involucrarse. He visto que se ha hecho mucho trabajo pasando con la cámara por el lugar. Lo que a mí me pasa, mi situación, confirma lo que me dijeron en Alemania. ¡Y sabes que el racismo no sólo tiene que ver con el gobierno, ni los militares, ni con echarle la culpa a todo el mundo, sino que también el chileno es racista! Porque si el chileno fuera tocado como es tocado el mapuche no estaríamos con [la aplicación de] estas leyes antiterroristas. Porque han sido educados pensando que uno es ‘persona’ y el otro es ‘indio’, eso es parte de un legado histórico que hay.

Newen Mapuche en el fondo es mi mirada respecto de lo que estoy viendo, en la medida que soy una persona que ha estudiado mucho los temas de cultura en general -música, cultura mapuche…- y quiero del cerco policial que hay. Yo hago el papel del personaje típico -que puede tener un grado de conocimiento universitario, tal vez-, y parto de ahí para ir a conocer qué pasa en el sur. Ahí voy conociendo que existen radios de resistencia y que existe gente que está presa, y es mi mirada con respecto al conflicto. Y yo creo que es la mirada que a lo mejor que quisiera que le pasara a mucha gente. Es decir, yo soy cualquier chilena, por eso Newen Mapuche es así, y es para familiarizar a la sociedad chilena, que en el fondo es la responsable que pasen estas cosas, porque uno no le puede echar toda la culpa a la policía. Si nosotros nos quedamos callados qué podemos esperar… que se siga oprimiendo.

 Asumir la responsabilidad colectiva. ¿Esa idea tiene arraigo en la sociedad chilena?

 No, en estos últimos años, desde que quedó la escoba en la supuesta democracia. Es decir, la sociedad ha dejado que algunos gobiernen y no ha asumido la responsabilidad de lo que está viviendo, de los procesos históricos y sociales no ha participado. ¿Y por qué no participa? Porque al Estado, al gobierno, no le interesa que participen todos, le interesa que participen los que van a estar para el lado de ellos. Entonces hay como un descuido, una dejación de parte de la sociedad chilena en la cual: «Ia, si no tengo nada, si no tengo a nadie, ¿para qué?», «Si a mí no me pasa, ¿para qué?», «Si no tengo que verlo, ¿para qué? Me conformo con la tele».

Lo que te decía de responsabilidad significa que todos somos responsables, todos, de lo que estamos viviendo. El problema es que cuando es muy poca la gente que realmente asume que las cosas están mal y hay injusticia, pasan estas cosas, pero si todo el mundo asumiera conciencia, despertara de su ritmo de dejación o de estar dormido, podríamos construir algo distinto, podría cambiar la situación. Yo apelo a esa idea al involucrarme con ese grupo de gente: Era una simple persona que llega al sur y ahí cambia mi historia. ¡Y cambia a tal punto que he estado presa! Entonces yo ya ahí le demuestro a la gente: «Â¡Mira cómo estamos! ¡Mira a lo que podí llegar! Lo que me pasó a mí le puede pasar a ti, aquí hay un problema de injusticia».

 Formalmente te detienen por «asociación ilícita» y «robo con violencia», no por la película.

 Supuestamente, claro, no me detienen por el material. Bueno, no era la única película que yo estaba haciendo, también gané un subsidio CORFO [Corporación de Fomento de la Producción] del Fomento del Cine y la Industria Audiovisual por una película del MIR en el sur [Los sueños del comandante], también zona mapuche, que corresponde a otra época pero que la llevo hasta el día de hoy la historia. El fiscal decía: «No, si ella se esconde detrás de las películas». «A nosotros no nos interesan las películas», pero sucede que las películas se quedaron en la Novena Región un buen tiempo, fueron clonadas. Al equipo de cine que detuvieron en la casa productora, donde hay tres mapuches trabajando -que habían sido acusados en un momento de asociación ilícita-, fueron detenidos como extremistas y llevados a Temuko para ser interrogados, pero no le preguntaron ni por mí ni le preguntaron por el robo, sino que le preguntaron por los incendios que habían habido en la Novena Región. Si conocían gente, si ellos eran parte… Eso te va demostrando que para ellos era importante el tema.

 Aunque la Justicia no relacionó tu detención con el ‘conflicto mapuche’, la asociación fue inmediata, incluso fue el eje de la campaña por tu liberación. ¿Cómo repercutió en la sociedad chilena?

 Causó miedo, terror en el sur, porque hay nuevas luchas contra las hidroeléctricas [que se quieren construir] en Panguipulli, donde yo trabajaba, donde se están instalando capitales con mucho poder. Allá los mapuche se están organizando para no permitir que se instalen las hidroeléctricas. Mucha gente que ha sido de izquierda es parte del movimiento natural que se va formando en rebelión de todo este proceso que se está viviendo y la tesis que tiene el Estado chileno es que los mapuches esconden miristas, frentistas y lautaristas [MIR, Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Movimiento Juvenil Lautaro y del Mapu-Lautaro] dentro de sus comunidades. Esa construcción hace que yo, que por un lado hacía la película del MIR y por otro lado la película mapuche, sea el pollón de oro, que ellos digan: «Aquí tenemos toda la información, tenemos todo en esta persona, captamos todas las cintas, quizás que más».

 Pero a la persona que cree en el Chile «moderno y económicamete próspero», ¿le generó alguna de inquietud tu detención?

 No, fue una noticia grande para toda la gente que trabaja en cultura, que denuncia por lo general, los periodistas. Muchos periodistas tuvieron que ubicarse en su lugar, «aquí se está reprimiendo por libertad de expresión», dijeron. Muchos periodistas se pusieron la bandera de lucha: «Si a ella la están reprimiendo por hacer un documental, estamos mal, despertemos de esto». En el fondo fue un remezón para mucha gente, darse cuenta que antes eran los mapuches, antes eran esto y lo otro, y ahora es una documentalista por filmar, familiarizarse con el movimiento [mapuche]. «Es que a ella la van a tomar detenida y finalmente va a llegar a cualquiera de nosotros». Yo creo que los estremeció bastante la noticia de que hubieran detenido a una documentalista y que fuera acusada de tan graves causas. El hecho de que tu estás siempre grabando los sucesos que van pasando… me encontraba con los reporteros de la prensa y sucede que a casi todos los conozco. De hecho hace poco anduve en la Novena Región y eran feroces abrazos de solidaridad de los mismos reporteros de la misma prensa que publica cosas atroces, te fijai.

Hay como dos realidades en la prensa, existe una explotación de las personas, una manipulación total de la gente que labora dentro del área audiovisual de los medios -y probablemente puede que no estén nunca de acuerdo-, pero la información que ellos recogen es utilizada para fines determinados. Tú te preguntas: «¿Por qué la prensa años antes de arrestar a un mapuche lo han tratado como terrorista?». Hace todo un trabajo de terrorismo mediático a un personaje determinado, y es porque la prensa tiene una relación estrecha con las forestales, con las empresas y con el Estado chileno. Más bien con las forestales, porque son los mismos dueños de las forestales los dueños de los medios principales. Y en el fondo el gobierno no hace nada respecto de eso, o sea, deja hacer lo que hacen.

 ¿La Concertación avaló públicamente el accionar judicial o tomó distancia diciendo: «La justicia es independiente»?

 La Concertación es una manera de decir que hay democracia pero no la hay. Dentro de la Concertación hay muchas visiones que se han discutido en el último tiempo de cómo relacionar el tema mapuche con el Estado, de manera de tener una vida más pacífica en el sur de Chile o en general. Hay gente que no está de acuerdo con lo que se está haciendo, estoy clara con eso, pero hay una política que impera y es la que ha transado con los grandes poderes económicos, que es la derecha. Entonces, lo que correspondía hace tiempo es que la Concertación dividiera, pero el poder es tan fuerte… Viven engañados de que la democracia debe ser así, y prefieren el silencio, quedarse callados, porque así van dando la imagen de que Chile es pacífico, no hay problemas, no hay conflictos. Hay una auto-mentira, hay un autoengaño de la gente que está gobernando.

 ¿Pero el gobierno tuvo que pagar algún costo por las repercusiones de tu caso? ¿Se dañó su imagen?

 Sé es que al ministro de Relaciones Exteriores [Alejandro Foxley Rioseco] se le colapsó su sistema de computación de todas las cartas del mundo que le llegaron, y se preocuparon. Llegó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pusieron una demanda contra el Estado por las películas que habían sido sacadas del lugar. También la Organización Mundial contra la Tortura hizo una denuncia. Todo eso está en trámite. Esa imagen de que en Chile no hay problemas, que estamos en forma pacífica, todo el mundo vive feliz, que ya la democracia llegó a su cúspide, se le fue a la punta del cerro al ver que toda la opinión internacional estaba diciendo: «Oye, no. Era verdad entonces que estabas reprimiendo a mapuches, que estabas reprimiendo a la gente. Ahora estás reprimiendo a una documentalistas, ¿cómo es posible?». Cartas de todas partes, solidaridad por todas partes, compañeros que han sido destacados a nivel nacional después de la dictadura militar también llamaron la atención al Estado chileno, al gobierno, para que parara la intervención que estaba realizando. Los documentalistas se unieron, hicieron una carta.

 De las filmaciones, ¿el Estado está obligado a devolvértelas en algún plazo?

 La Comisión Interamericana de Derechos Humanos exigió al gobierno que respondiera por el trabajo audiovisual de Los Sueños del Comandante y Newen Mapuche a fecha del 15 de octubre como plazo máximo.

Recuerdos de Chile sin tiempo:

Me estaba duchando cuando llegaron. Había un colega de fotografía que me estaba esperando y me dice: «Te buscan abajo», yo estaba en un segundo piso. Bajé la escalera y todos encima mío, nadie se identificó. Desde ese instante se me vino a la mente la CNI [Central Nacional de Inteligencia, activa durante la dictadura pinochetista], porque me dicen: «Usted está detenida, tiene que acompañarnos», y aparecieron armas por todos lados, y hombres de civil por todas partes -aproximadamente 40 personas. Me suben al tiro a un auto, para llevarme se suponía, pero no me llevan. Me retienen tres o cuatro horas ahí, interrogándome adentro del auto con vidrios polarizados. Me preguntaban por un montón de gente que no conozco y me preguntaban también por un montón de cosas, hechos, situaciones. Y trabajaron la parte psicológica conmigo: se subía un tipo de civil adelante, con un archivo de fotos, y era muy simpático, muy amable; después se subía otro, y era muy pesado conmigo. Y así, un juego, era un espectáculo.

Y todo lo que allanaron yo no tuve acceso a ver ni a firmar nada. Hicieron firmar a la señora que estaba trabajando dentro de la productora, que es analfabeta y que la amenazaron con llevársela presa si no firmaba el documento que dice que apenas hay unas cuantas cintas y unas cuantas cosas, y se llevaron casi toda la productora. Entonces, «¿De qué estamos hablando?», dices tú, porque el trato es igual o peor, quizá, no sé [que en tiempos de dictadura]. La parte de la tortura es la misma que han aplicado durante años, la única diferencia que yo tuve es que no nos aplicaron corriente.

Después me llevaron para Panguipulli con la amenaza de que allí me iba a encontrar con gente que no iba a poder negar que la conocía. Cuando iba llegando a Panguipulli me dijeron: «Aquí estamos donde tu ensayas con la orquesta». Y cuando ya estaba ahí, en el lugar, me dicen que me baje para declarar y para mostrar los instrumentos de música que yo guardaba ahí -que escondía las armas, fusiles y no sé qué más. Entonces dije que no me iba a bajar porque yo había dejado mi corazón en Panguipulli con los niños, que había puros niños [allí], que no iba a hacer esa estupidez. Me empezaron a empujar y finalmente los niños se dan cuenta que estoy dentro de ese auto, que me están prácticamente torturando. Me hacen bajar del auto y yo me tiro debajo, y les dije: «Bueno, pásenme por encima si quieren que entre, pero yo no voy a entrar». Me puse a llorar, de todo un poco, y al final el jefe de todo dijo: «Iá, ingrésenla al auto y enciérrenla». Me encerraron adentro del auto y ellos ingresaron. Después me llevaron a Temuko y quedé incomunicada, totalmente incomunicada. Pedí teléfono para llamar a mi hija, a mi familia, nadie me dio un teléfono. Decían que volvería si colaboraba… volvería a la casa a la tarde y así iba a ver a mi hija.

 ¿Eran fotos de comuneros y dirigentes mapuche lo que te mostraban?

 No, de todo. Era gente que no se veía mapuche, que eran dirigentes, muchos eran miristas, habían otros que eran mapuches. Hacían dibujos ellos de una futura rebelión en el sur de Chile, esa es más o menos la visión que hay. Entonces yo dije [pensé]: «No, estos tipos están más locos que… ¿Qué es lo que se están imaginando?». «Oye, si yo soy documentalista», le explicaba. Y me decían: «No, si nosotros sabemos todo lo que tu hací, nosotros te venimos investigando hace dos años. Sabemos con quién te juntai, quién es tu pareja, con quién te veí, cuáles son tus amigos. Pa dónde viajai allí te seguimos nosotros. Ayer estuviste allá en la montaña, ¿cierto? Buscando una locación supuestamente», decía uno. «Si sabemos todo de ti. Tomaste ron ayer. Tomaste ron ¿sí o no?» Ahí pensé: «¿Habrán puesto micrófonos en mi casa? ¿Quizá cuándo?». Y empecé a recordar que dos meses atrás se quedó el sonidista a dormir ahí, abrió la ventana y cayó intacta. No tenía bisagra, no tenía nada. «Sí, pusieron micrófonos. No hay otra manera.» Sabían todo lo que estaba pasando dentro de la casa, todo lo que allá se hablaba, los que llamaban, la gente que interactuaba dentro de la productora.

* Coletivo Pueblos Originarios Indymedia Argentina

* Foto de Rulo / Subcoop



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