21/08/2018

«Buscate Clara Anahí, por favor buscate»

Compartimos las emotivas palabras de la antropóloga Amelia Barreiro, luego de enterarse de la noticia del fallecimiento de Chicha Mariani a quien conoció personalmente, mientras se encontraba en la búsqueda de su identidad: «¡Pucha! yo sé que estaba vieja pero cómo hacemos para transmitirle al universo que algunas personas no pueden morir»


Mis vueltas alrededor de la cuestión de mi propia identidad han sido, como todo en mí, bastante desordenadas. No es fácil de explicar lo que significa que se te caiga -en segundos- ese castillo de naipes que estuviste 25 años armando; tampoco la imposibilidad material y emocional que tenes de volverlo a construir después. Quizás no todes entre ustedes lo sepan, pero después de vivir un cuarto de siglo y después de la muerte de todas las personas que me criaron, me enteré de que en realidad elles no eran mi familia biológica. Nacida en 1978 y salida de una familia de derechos y humanos, ante mí sólo el abismo. Pero hay puentes.

Las viejas son puentes. La mano abierta donde acurrucarse cuando les caemos con las alas rotas.

Llegué hasta Chicha en lo más grande del torbellino que fue buscarme, o buscar mis orígenes, dos formas de decir lo mismo. Apabullada por pasillos judiciales y oficinas ministeriales tapadas de papeles que no hablaban de mí, una amiga -¡cómo tantas otras por esos tiempos!- me tendió la mano.

Yo era como ese cachorro esquelético que te mata de tristeza en la calle cuando ves como le mueve un poco la cola a cada persona que lo mira. Su tía me juntó de la calle me depositó en la puerta de la casa de Chicha Mariani. Su casa estaba a menos de dos cuadras de la casa en la que había vivido casi toda mi vida y sin embargo jamás me había cruzado con esos anteojos oscuros.

Su casa cuando entrabas era una fortaleza de papeles, fotos, historias, granito, humedad, muebles de los de antes, gente siempre circulando, preguntas apiladas, recuerdos amontonados, búsquedas y ausencias.

En la puerta de esa casa me recibieron, y tras las presentaciones de rigor, me franquearon el paso. Chicha se acercó a recibirme haciendo un esfuerzo por ver mi cara (ya en ese entonces se estaba quedando ciega) mientras una de sus compañeras me describía. Seguramente, por ahí sin quererlo, se encontraba superponiendo los cachetes sonrientes de esa foto del bebesit de aluminio a esta cara flaca con demasiada ojera.

Las fechas no daban para que yo fuera Clara Anahí y eso ya todes lo sabíamos pero yo podía ser la Clara Anahí DE ALGUIEN y con ese mínimo de duda yo ya era para ella lo más importante en ese momento. Entonces Chicha se excusaba por su incipiente ceguera como si fuera su culpa, y acercaba sus dedos bien viejos y hermosos a tu cara para sentir un poco de que la iban tus rasgos.

Mientras relataba lo poco que sabía de mi historia me escuchaban en silencio y me observaban con mil ojos tratando de adivinar -ahora entiendo- mi nariz o mis ojos en alguna de esas caras de jóvenes que miraban desde fotos dispersas por todas partes, despreocupades, sin imaginarse que el horror les esperaba ahí nomas.

Podría relatar cada segundo de ese encuentro y de todos los siguientes cuando, por un rato y de prestado, yo volvía a tener familia. Como me llevó con Corazza para que me sacaran sangre, y por primera vez me hizo desear realmente que alguien me estuviera buscando tan fervientemente. Porque Chicha era todo lo que es el amor. Generosa, fuerte, cálida, inclaudicable. ¡Pucha!, yo sé que estaba vieja pero cómo mierda hacemos para transmitirle al universo que algunas personas NO SE PUEDEN morir.

Emanaba el amor que le salía de pensar que Clara Anahí podía ser como cualquiera de nosotras, y andar con esos jeans Oxford tremendamente retro, iguales a los que se ponía su mamá antes de que le volaran una casa encima. Y todes queríamos ser Clara Anahí ¡por supuesto!. Porque de una forma u otra seguro que ya éramos huérfanes y si nos tenía que quedar alguien vivo en este mundo ¡por favor! que fuera alguien como Chicha. Era un deseo enorme, como esas ganas incontenibles de abrazar que te agarran cada tanto. Estar cerca de ella era querer abrazarla toda entera, de adentro hacia afuera.

Finalmente su deseo de poder deslizar esas yemas arrugadas por el filo de la nariz de Clara Anahí no se pudo cumplir. Pero no nos han vencido. Te fuiste multiplicando las Anahí de este mundo, las sembraste tercas como el yuyo y hoy todes gritamos estas palabras para recordarte: BUSCATE, CLARA ANAHÍ!!!! POR FAVOR!!! BUSCATE!

Todes te estamos esperando para abrazarte. Tenemos tantas cosas hermosas que contarte de tu abuela. BÚSCATE POR FAVOR.

 



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