19/10/2008

«Los hombres jamás nos cuestionamos la prostitución»

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En el mes de septiembre la Asociación Civil La Casa del Encuentro inició un ciclo de Jornadas para todas y todos contra la violencia, abuso y discriminación hacia las mujeres. En dicha oportunidad Alberto Ilieff, de Coalición Argentina contra la Trata y Tráfico de Personas (CATWAr), se refirió a las responsabilidades y complicidades, particularmente de los hombres, en la prostitución y trata de mujeres y niñas, marcando importantes reflexiones y puntos de vistas, y así poder establecer nuevas estrategias en la lucha contra este perverso negocio. Reproducimos aquí la primer parte de su exposición.


Jornada sobre la trata de mujeres y niñas para la prostitución: responsabilidades y complicidades

«Para inaugurar este espacio yo decía qué cosa distinta puedo traer, y lo único que se me ocurrió es traer la voz del varón, es decir, qué pensamos los hombres comunes, los de la calle, los que andamos por ahí dando vueltas, acerca de la prostitución, de la trata. Y la idea que se me ocurrió es no hablar de nada académico -yo soy psicólogo- tampoco hablar de nada psicológico. Hablar como si fuera la primera vez que entro a un lugar y alguien me pregunta «che, ¿qué opinás de la prostitución?».

Lo primero que se me ocurre es que los hombres no opinamos de la prostitución, jamás nos cuestionamos la prostitución, no es un tema nuestro, es un tema de ustedes, de algunas de ustedes, de las mujeres, pero para los hombres la prostitución es como la pizza, como el fútbol, como de chicos jugar a vigilantes y ladrones, era algo que estaba ahí. Fue apareciendo en nuestra vida como algo que hablaban los grandes y después, bueno, cada vez con una cierta presencia cuando se iba acercando la época de que teníamos que «debutar». Porque obviamente en mi época el «debut» era por ese lado, por el lado de la prostitución. Pero era en función nuestra. La prostitución era a través de lo cual nosotros nos «inaugurábamos» como hombres adultos, digamos así. El tema no era la mujer prostituta, ni la existencia de la prostitución, ni nada por el estilo.

El tema de la prostitución aun hoy, ya adultos, en los hombres comunes, está en la periferia de nuestra conciencia, o sea no es un tema central, no es un tema que pensamos, ni siquiera que nos interese, a ningún hombre común se le ocurre ponerse a hablar con otro hombre de la prostitución, tenemos otros temas: el trabajo, el dinero, el fútbol, algunos temas de política, la familia (cuando hablo de la familia de los hijos, no tanto de la mujer). Pero a nadie se le ocurre cuestionar más allá de lo obvio, como a nadie se le ocurre cuestionar a Tinelli. Es más, todos los hombre miramos a Tinelli, vemos esos cuerpos, los miramos con recelo, los calificamos de «gatos» y punto, se acabó, tampoco es un cuestionamiento, no nos ponemos a pensar «por qué Tinelli hace eso» porque estar ahí da plata, muestran cuerpos lindos, el rating, o sea hay un consenso, todos los hombres miramos Tinelli o sea que a todos los hombres nos gusta, fortifica nuestra identidad masculina, entonces está todo bien, para qué cuestionarlo. Los hombres tenemos un pensamiento muy simple, y que la televisión nos lo robó, si funciona, para qué cambiarlo. Si siempre funcionó así y nos sirve para qué cuestionar.

Solamente algunos hombres pueden llegar a cierto tipo de cuestionamiento: aquellos que tienen una educación religiosa, que les enseñan que determinadas conductas son pecado, lo que tampoco la religión cuestiona la prostitución, cuestiona directamente la sexualidad y los que en algún modo tuvimos cierto acercamiento con ideas religiosas sabemos que el cuestionamiento es bastante ambiguo, si bien la sexualidad está cuestionada hay cierta sexualidad que no está bien vista, pero está permitida, que es la prostibularia. Desde San Agustín, que dijo «bueno, si los hombres tienen necesidades, antes que andar violando mujeres por ahí o provocando a las vírgenes que quieren llevar una vida honesta, entonces que se desahoguen con las prostitutas».
Pero les repito, los hombres que acceden a un cuestionamiento de este tipo lo hacen a través del pecado, no de cuestionar directamente la existencia de la prostitución.

Otros se lo cuestionan a través de su ingreso a partidos políticos de izquierda o de raigambre socialista y depende el tipo de izquierda que sea, si es de esta línea, de la otra o de la otra, las respuestas son variables, encontramos desde los que dicen no, hasta los que dicen sí, bárbaro, por qué no. Por eso yo decía, cuando las feministas vienen a hablarnos de estos temas, las miramos como diciendo ¿de qué nos hablan si este tema no es nuestro? ¿dónde está el problema? Nosotros no lo vemos al problema, la frase esa «existió siempre», es para nosotros una respuesta. Si existió siempre, existe ahora y va a seguir existiendo, ¿dónde está la cuestión?

Si alguno de nosotros se atreve a preguntarse o a mirar o a querer entrever algo hay todo un andamiaje cultural que nos da todas las respuestas: «las mujeres que están en prostitución están porque les gusta», entonces por qué lo vamos a cuestionar, «ganan plata fácil», «no quieren trabajar», ya los tipos más agresivos directamente dicen «y bueno, son minas del reviente». Todas estas frases son principios, es decir la cultura los establece como principios, esto es así, esto no se cuestiona, y están creadas para obturar el pensamiento, cuando un hombre quiere pensar un poco más o preguntarse algo, aparecen estas frasecitas que dicen éstas son las respuestas adecuadas y convenientes, ojo no vayas más allá de esto. El ir más allá de esto para los hombres es un peligro que quizás las mujeres no lo tengan demasiado claro, los hombres no criamos y nos formamos y adquirimos nuestra identidad siendo gregarios, nuestros grupos de referencia son de otros varones, por eso nuestras incidencias en la sexualidad siempre son grupales, siempre fueron grupales, es muy raro que un hombre -o al menos en mi época- que fuera solo por primera o segunda o tercera vez a un prostíbulo. Siempre era llevado por su grupo de referencia, el amigo, o grupo familiar, pero grupo de referencia al fin. Era otro hombre el que nos iniciaba en este camino, son otros hombres los que nos miran o nos escuchan a lo largo de nuestra vida que opinamos de un culo, de un par de tetas o de la libertad sexual u homosexual, no son las mujeres las que nos cuestionan, y en todo caso su cuestionamiento lo aceptamos porque, y está bien, son mujeres y está bien que piensen así, lo que nos importa es qué piensan los hombres, los que nos tienen que convalidar nuestra sexualidad y nuestra virilidad.

Por eso les decía el peligro de ir más allá de todo esto es el ostracismo, la soledad, el ser mirados de costado, este es raro, o que le estará pasando, y sino podemos tener un escudo es la religión, o es tal cosa, empezamos a caminar en una cuerda floja que es bastante peligrosa para nosotros. Como cuando uno, yo por ejemplo, digo no me interesa el futbol, ¿cómo no?, ¿por qué? No me interesa, nunca me interesó, por qué me tiene que interesar? Pero ya suena como algo raro.

Pero esto no es solamente con la sexualidad, me pasó con»¦ debo ser el último de los hombres de este país que tiene un celular, cuando todo mundo me pedía un celular y yo decía que no tenia, me miraban con una cara como diciendo ¿por qué no me lo querés dar, que tengo yo que no me querés dar el teléfono? Nadie podía entender que no lo quería tener. Tal es así que me lo regalaron al celular. Con la sexualidad pasa lo mismo, cuantos varones obligados a ir a un prostíbulo, 14, 15 años llevados por la fuerza a tener su primera relación sexual. Averígüenlo entre sus hombres conocidos, y fíjense que es un tema que los hombres jamás hablamos, de nuestro inicio prostibulario, hablamos de las conquistas, pero no hablamos de eso. Porque ahí se jugaron para nosotros situaciones de muchísima angustia, primero porque no todos los que fueron llevados a un prostíbulo estaban preparados ya para acceder a su sexualidad. Una autoridad de afuera (papá, tío, hermano, amigos mayores) determinaron «bueno, es tu edad, es tu momento, vamos». Algunos lo pasaron mejor otros peor, pero en esa situación la angustia del varón en el inicio fue altísima, era la primera vez que teníamos que enfrentarnos con un cuerpo distinto, un cuerpo desnudo real, ya no revista pornográfica, mi cuerpo desnudo real, y mi virilidad.

¿Sirvo, no sirvo, se me parará, no se me parará, como se hace? Esta pregunta siempre cuenta, cómo se hace, nadie nos había explicado cómo se hacía. Pero todo eso sirve, aparte de la marca de cómo tenemos que ser, para cerrar el pensamiento de estas cosas no se hablan, estas cosas no se las piensan, esto es así. Tanto se cierra el pensamiento que ningún hombre se va a plantear las causas de la prostitución hay mujeres que son prostitutas y que están ahí, será porque les gusta, porque nacieron putas, o porque la mamá, o el papá, pero bueno, ya está. En todo caso no hay una responsabilidad del hombre por buscar las causas, y acá apunto a algo que los hombres tampoco nos decimos, pero que lo pensamos es que gracias a nuestros gobiernos y nuestras iglesias sigue existiendo, tenemos un desconocimiento total de la sexualidad femenina, ningún hombre u hombrecito o adolescente tiene la menor idea de lo que es la sexualidad de la mujer.

Como nadie nos enseñó eso lo aprendemos con mitos, con qué mitos, los de los otros hombres, con los que nuestros precedentes crearon para tapar su propia angustia luego nos transmiten a nosotros y así hacemos una cadena de sucesiones, que son los estereotipos que el feminismo maneja, estereotipo centrados en la mujer, y que todos apuntan a una cosa, al falocentrismo. Estos mitos lo importante una vez más no es la mujer, sino el hombre. Es chocante pero son los mitos que existen: «cómo se calma a una mujer: con un buen pedazo», «cuando una está nerviosa, qué le falta, un pedazo», es como que para el hombre si le puede administrar un buen pedazo a la mujer ya está todo logrado, para este mito la mujer se reduce solamente a eso, lo cual ojo, también genera nuestras más terribles angustias, porque ¿será mi pedazo el que satisface? ¿O requieren de otro? ¿O cual es el tamaño, cual es la forma? Y como nadie nos lo dice, no lo sabemos es una angustia que a los hombre nos juega siempre por el hecho de ser hombres y ya no en relación a la mujer, porque en la homosexualidad también se juega el mismo miedo, la misma angustia, la misma ansiedad, los mismos chistes.

Y ya no tiene que ver con la mujer, porque en todos estos mitos apuntan porque todo este sistema a cerrar el pensamiento apunta al hombre, todo pasa por nuestro pene y nuestra satisfacción y todo apunta ahí. Ese desconocimiento de la sexualidad qué hace, reafirma los mitos sobre nosotros y sobre las mujeres, si las mujeres se satisfacen solamente con un buen pedazo entonces es cierto que la mujer es una máquina insaciable a las cuales se les tapa la boca o se las tranquiliza de una única forma. La mujer es lo temido para el hombre, acuérdense los poetas y que todas ustedes, no ustedes precisamente, las románticas que se lo creyeron hablar con orgullo, la mujer es el misterio, la mujer es lo sutil, la profundidad, la mujer es como la noche perfumada, la luna, son imágenes poéticas que lo único que nos dicen que la mujer es lo irracional, la mujer es lo misterioso eso que no se puede poner en palabras y que asusta a los hombres, la mujer es lo oscuro, lo oscuro y lo siniestro siempre fueron de la mano, esas palabras simplemente encubren nuestra falta de conocimiento y los terrores que la sexualidad femenina siempre le inspiraron a los varones. Como eso otro inmanejable, ¿qué es un orgasmo femenino? ¿Cómo hace un hombre para satisfacer a una mujer? ¿Cuál fue la última pregunta en la primera cama de todo hombre y que ya no la hacemos porque sabemos que quedamos para el culo? es si le gustó. Esa es la última duda, pero no porque nos interesa la mujer, porque nos interesa reafirmar nuestra virilidad. Si les gustó porque mi pene estuvo bárbaro y actué como un dios, y si no le gustó…hmmm»¦ hay algo en mí que no funciona bien.

En este sentido les decía que todo esto es un andamiaje cultural que nos sirve para determinar qué cosas pueden ser pensadas, qué cosas pueden ser cuestionadas y que otras cosas no. Y en todo caso desde donde hay que verla, estos mitos nos dicen que en este caso la respuesta es que la mujer se la satisface de una única forma que puede ser suplida con el dinero, en el psicoanálisis ambas cosas se unen, en nuestra culturas el dinero es poder y es otras de las representaciones del falo, el dinero se demuestra con los coches ostentosos, las casas ostentosas, el valor del hombre se demuestra de ese modo, una mujer se puede satisfacer con el pene pero también con el dinero, ojo según este mito, la prostituta se la satisface con ambas cosas y si no se la satisface con el pene no importa, porque le estamos pagando, en todo caso reafirma esta idea de que el que tiene el poder es el hombre, por el pene o por el dinero, en todo caso el poder es nuestro. Y la prostituta, la mujer en prostitución también satisface otro mito, las mujeres en última instancia son casi (carne) insaciables, son lobas, de ahí esa canción «como una loba, la mujer desesperada por el hombre», la idea de lupanar viene de ahí, lupanar, lupus, el lobo, las mujeres lobas, las mujeres que acechan en la noche a los hombres, las mujeres que nos tientan las mujeres que están para devorarnos, por suerte podemos darle el dinero y con eso arreglamos, les decimos «mirá no me podes devorar, porque yo te pago y estas a mi servicio».

Las mujeres que tenemos en casa ya es otra cuestión, más que lobas ahí son brujas, les quitamos la parte sexual y las llevamos más para la parte psicológica, como le ponemos casa y comida no nos torturan tanto con lo sexual, pero nos hinchan las bolas exigiéndonos otra serie de requisitos. En todo caso la prostitución como las brujas forman parte de este modelo, de este modelo que la sociedad nos ha transmitido de lo que es ser hombre y lo que es ser mujer, pares antagónicos y que en todo caso los hombre siempre tenemos que estar cuidándonos, porque lo de Eva fue cierto, si Eva no nos hubiese cagado la vida el paraíso sería nuestro. La mujer es la que siempre esta acechando, la mujer es la loba.»



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