26/01/2018

Barro, alma y fútbol Las barreras en el fútbol femenino

Barro, alma y Futbol: El fútbol femenino sigue padeciendo las mismas deficiencias de siempre. ¿Será que nosotras somos peores dándole al balón? Por Dina Bousselman para el Salto.Net

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«Y el espectáculo (del fútbol) se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue». (Eduardo Galeano)

Recuerdo la primera vez que le dije a mis padres que quería jugar al fútbol. Corrían los años 90. Vivía aún en Tánger. Todavía no había liga de fútbol femenino en Marruecos. Apenas había mujeres dándole al balón en las calles, que es dónde socializábamos los niños y niñas de mi edad. Un par de años después se creó el Ajax Femenino en un barrio del centro de la ciudad, y me apunté. Entrenábamos en un descampado con más barro y arena que césped, en la iglesia italiana de Tánger. Eran unas condiciones muy precarias, y además teníamos que aguantar los gritos, silbidos e insultos de los que defienden que el fútbol es un privilegio sólo para chicos, día sí y día también. ¿Chicas jugando fútbol en pantalón corto? Ni hablar. El chaval que hacía de entrenador intentaba apoyarnos y animarnos (su forma de incentivarnos era a través del ofrecimiento de una tableta de chocolate, sí, nos regalaba chocolate a quienes jugábamos bien), pero pronto el equipo de disolvió. Corría el año 2004. Me metí en el equipo de futbol femenino de mi instituto (el Severo Ochoa) hasta 2007, año en el que me vine a Madrid.

 

Aquí estuve jugando en un par de equipos en liga regional hasta la actualidad (hoy con el Getafe Sur Femenino). Es verdad que no recibimos insultos, gritos, ni silbidos por parte de hombres a los que no les gusta ver a mujeres dándole al balón. Pero aquí la discriminación es sistémica. Y va desde: los horarios de entrenamiento de los equipos femeninos -que casualmente suelen ser peores que los masculinos- pasando por el nivel de movilización de la gente que va a ver los partidos, el reducido o a veces inexistente equipo técnico y médico, hasta las dificultades de poder compaginar trabajo, vida familiar y fútbol.

Hacer carrera futbolística (amateur, ya no te digo pro) siendo mujer de entre 20-30 años te lleva indudablemente a tener que tomar una decisión en relación al nivel de sacrificio que exige. No es lo mismo que Messi diga que quiere ser padre a que lo diga Vero Boquete. Tampoco es lo mismo que el PSG quiere comprar a Neymar a que el PSG Femenino quiera fichar a Ada Hegerberg. Tampoco es lo mismo hablar de un Barça-Madrid que de un Barça-Atlético Femenino. Tampoco lo es la prima de 400.000 mil euros que recibieron el año pasado cada uno de los jugadores del Real Madrid por ganar la liga, mientras las jugadoras del Atlético Femenino cobraban 54 euros por ganar el mismo título.

La desigualdad en el fútbol es reflejo de una sociedad patriarcal injusta con las mujeres donde no solo cobramos un salario menor que los hombres, sino que además sufrimos violencias (de todo tipo) y encima nos culpan a nosotras. El fútbol que nació siendo la alegría de los barrios, y cuya finalidad era entretener a las clases populares hoy se ha convertido en un negocio de ricos, a pesar de ser un deporte popular. Porque en general, el fenómeno social del fútbol, independientemente de origen, sexo, clase social, ideología o profesión, gusta en todos los rincones del mundo.

La pregunta es: si hay más hinchas de un equipo en las gradas que en el palco, ¿por qué seguimos permitiendo que el espectáculo del fútbol sea un negocio para las élites? El fútbol es de las clases populares y hay que recuperarlo. Hay que recuperar la alegría de disfrutar de un partido, la alegría de jugar. No puede ser que ir a ver el Real Madrid cueste de media 200 euros, cuando el salario medio de este país son 900 euros. No puede ser que la discriminación hacia la mujer sea la norma en el fútbol de este país. No puede ser que el fútbol de base sea una apuesta de quienes mandan arriba (desde las federaciones hasta el ministerio de deporte). O como diría Ángel Cappa, también nos roban el fútbol. Han conseguido mercantilizar el fútbol convirtiéndolo en un terreno de corruptos y corruptelas.

Y volviendo al inicio, a la cuestión de género, a pesar de la distancia geográfica que separa Tánger de Madrid, el fútbol femenino a ambos lados de la orilla a día de hoy sigue padeciendo las mismas deficiencias, mientras el fútbol masculino tiene siempre mejores condiciones. ¿Será que nosotras somos peores dándole al balón? Ese argumento cuñado es mentira. Y lo vemos con jugadoras como: Alex Morgan, Carli LLoyd, Dzsenifer Marozcan, Hope Solo, Abby Wambach o Vero Boquete. ¿Os suena alguna? Pues eso. Ojalá pronto el referente de una niña de 6 años a la que que le gusta jugar al fútbol no sea Cristiano Ronaldo sino Alex Morgan. Para eso los medios de comunicación tienen un reto importante: acabar con las barreras en el fútbol femenino y normalizar la presencia de las mujeres en el deporte dándonos más visibilidad, hablando de nosotras, emitiendo los partidos de la liga de fútbol femenina. No por solidaridad, sino por justicia. Recuperemos el fútbol, y por el camino acabemos con la desigualdad.



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