23/06/2023

20 años de «Darío y Maxi, dignidad piquetera»: un libro que se propuso ser una herramienta más de la lucha popular

Por su contenido y su forma de elaboración, la investigación sobre la Masacre de Avellaneda es una rareza que oscila entre el documento histórico y el reflejo de una mística que marcó una época. A 20 años de su primera edición, recuperamos su historia y el contexto que le dio origen. Por Pablo Solana*.


Cumple 20 años una edición que logró ser, como se lo propuso, “una herramienta más de lucha”. Apenas impreso, el libro se convirtió en material de lectura en las barriadas: prácticamente no hubo organización popular que no llevara ejemplares a cada rincón del país. La investigación que contienen sus páginas se presentó en los Tribunales de Lomas de Zamora y fue determinante para argumentar los pedidos de juicio a los responsables políticos. Fue material prioritario de consulta para periodistas, estudiantes y académicxs que analizaron aquella coyuntura histórica. Se reimprimió en Barcelona y se tradujo al italiano. El maestro Vicente Zito Lema solía elogiarlo y recomendarlo; Javier Torres Molina, estudioso de la obra de Rodolfo Walsh, arriesgó puntos de comparación entre la obra del más riguroso periodista argentino y esta investigación; Horacio González dijo en público que era el Operación Masacre del siglo XXI; Vicky Daleo lo describe así en el prólogo a la primera edición: “un libro urdido como en telar con las manos, el corazón y la inteligencia (…) que recupera el ´nosotros´, una seña de los ´70”. Tuvo tres ediciones y otras tantas reimpresiones durante la primera década.

En las líneas que siguen comparto algunos recuerdos y valoraciones, parciales por definición: se trató de un libro de múltiples aportes y de autoría colectiva, prácticamente anónima. Entre las decenas de manos que amasaron esta historia estuvieron las mías. Por lo tanto, en este relato asumo esa responsabilidad. A la vez, a 20 años, es imprescindible destacar la labor de todxs quienes sumaron su trabajo, para valorar la entrega de cada quien y para dar cuenta de una experiencia militante audaz parida en tiempos extraordinarios, como fueron los que siguieron al 2001 y la rebelión.

Sobre el contenido: principales aportes

Las primeras palabras del libro son del Che y llevan la letra de Darío Santillán: “Sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”. La imagen que se reproduce a modo de epígrafe muestra la caligrafía de Darío en una frase que él se sabía de memoria y predicaba con su ejemplo. Esa sensibilidad guevarista condensa de buen modo el espíritu de aquella camada de jóvenes militantes que se volcaron con pasión a la militancia por el Cambio Social.

Se inicia con un prólogo de Vicky Daleo, una querida compañera integrante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos que acostumbraba compartir con nosotrxs charlas sobre las luchas revolucionarias de su generación. Le sigue un texto de presentación que describe los criterios y objetivos de la publicación. Después, el contenido se divide en cuatro partes y un anexo. Incluye fotos, ilustraciones y dos infografías que ayudan a entender el despliegue geográfico de la represión. No vamos a hacer una descripción más minuciosa en estas líneas; el libro puede descargarse fácilmente en el enlace al final de este artículo.

Veamos, en cambio, los principales aportes que hicieron de este trabajo una obra particular:

* Información precisa surgida del pueblo. Fue determinante el aporte de los manifestantes, compañeros y compañeras de las organizaciones piqueteras para reconstruir el accionar represivo e identificar a los responsables. Por ejemplo: la contundente cifra de 34 heridos de bala de plomo que se convirtió en información indiscutida y dio por tierra con las versiones que pretendían victimizar a la policía, surgió de los listados de personas atendidas en el hospital Fiorito, de las constancias en el expediente judicial, pero, sobre todo, de testimonios directos recabados especialmente para este trabajo. El libro denuncia la existencia de una cantidad de heridos de bala que no habían querido testimoniar ante las autoridades ni ante el periodismo, pero sí aceptaron hacerlo ante lxs compañerxs que llevaron adelante este trabajo. De igual modo sucedió con la identificación de los policías que dispararon, algunos de civil. Una cantidad importante de fotografías y análisis de videos fueron presentados ante la fiscalía como resultado de esta investigación, sistematizada con ayuda de los abogados. Así, el libro logró un nivel de rigurosidad en la información y en el análisis por encima de lo que constaba en la instrucción judicial.

* Hablamos lxs piqueterxs del conurbano. La historia fue contada por un “nosotros” que, como señaló Daleo, remitía al protagonismo colectivo y la mística setentista (no era habitual aun el cuestionamiento al uso machista del lenguaje, por eso ese nosotros se manifesta a lo largo de todo el texto en masculino genérico). No son pocos los periodistas, analistas o historiadorxs que abordan con respeto la identidad popular a la hora de narrar hechos como la Masacre de Avellaneda, pero aun así suelen hacerlo desde una posición ajena a la historia que se cuenta. En este caso, el relato da un lugar central a las voces propias: “El gobierno está intentando que desactivemos todas nuestras luchas. Por eso hoy, más que por alimentos y por planes, compañeros, la lucha es por la dignidad y por sostener este Movimiento que siempre decimos que vamos a defender”, dice Mariano. “Vimos que apuntaban hacia donde estábamos nosotros. Algunos balazos eran de goma, porque no lastimaron tanto a las compañeras. Pero otros eran de plomo. Nos dimos cuenta cuando impactaron en el cartel que marca el nombre de la estación”, cuenta la Negrita. “En el piquete la marginación permanente, el patrullero, todo eso se invierte. El piquete es nuestro territorio. Ahí vos estás con la cara tapada y con el palo, cara a cara con el milico que tenés enfrente y le decís en la cara que es un hijo de puta. Eso te da un sentido de integración, de dignidad”, explica Marcelo. Las páginas destinadas al análisis político, en la parte IV, también priorizan las voces directas. El libro propone un balance elaborado en una reunión de delegadxs de base, y se concentra en desgrabar las palabras de cada militante.

* Coherencia entre el proyecto político-ideológico y el proceso de producción. En el prólogo a la tercera edición se dice sobre el libro: “Fue concebido con una lógica colectiva de participación popular y colaboración horizontal entre movimientos de desocupados, trabajadores y asambleas vecinales: todo un símbolo de época, producto genuino del auge asambleario y de protagonismo directo del pueblo a partir de la rebelión de diciembre de 2001”. En aquellos años decíamos que nuestra práctica debía “prefigurar” el futuro que anhelábamos, que había que empezar a poner en juego “aquí y ahora” lógicas de producción y formas de relacionarnos justas, igualitarias, anticapitalistas. Eso implicaba cuestionar el lugar del “jefe” en el trabajo y también en la organización social o política, evitar construir liderazgos en torno al reconocimiento personal y rechazar la figuración de quienes podían emerger de la organización colectiva por su carisma o personalidad. Así, lo importante era la asamblea y no el dirigente; la organización y no la persona; la base social y no los lugares de representación. Ese espíritu signó la elaboración de este libro. Tanto en el proceso de producción como en las formas posteriores de circulación buscamos responder a los principios ideológicos que orientaban nuestra propuesta política. Lo mismo sucedía en las panaderías comunitarias, las cooperativas de construcción y los bachilleratos populares.

Esa dinámica, que 20 años después constituye una verdadera rareza, merece desmenuzarse un poco más:

Autonomía y autogestión

El libro, de 192 páginas, en su primera edición lleva como firma “Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón”. Figura como sello editor “Ediciones 26 de junio”, un nombre que creamos para esa ocasión y que no volvió a utilizarse. En ese entonces nos rodeamos de personas capacitadas en las distintas tareas del quehacer de un libro (después, una vez que aprendimos, aprovechamos esa experiencia para crear la editorial El Colectivo en 2006, concebida como un proyecto político-cultural del Frente Popular Darío Santillán). Para imprimirlo buscamos una empresa tomada y puesta a producir bajo control obrero. En la página final del libro dice: “Impreso en Coop. Chilavert Artes Gráficas, taller recuperado y gestionado por sus trabajadores”. Esa primera vez hicimos 1.000 ejemplares que financiamos con un método de preventa. Asambleas de Buenos Aires y el conurbano juntaron el dinero entre sus integrantes para encargar cierta cantidad de ejemplares. Lo mismo hicieron centros comunitarios, colectivos artísticos, movimientos campesinos y personas individuales. Al poco tiempo volvimos a sacar de imprenta otra tirada de 1.000 y, si mal no recuerdo, antes del año, otra más. Siempre financiando los costos con precompras solidarias de organizaciones populares interesadas.

Era firme nuestra decisión político-ideológica de reforzar el carácter colectivo del trabajo. Por eso optamos por poner el nombre del movimiento como firma y diluir, dejar en el anonimato, a las personas que participaron de ese proceso. Creíamos estar empujando los límites respecto a cómo se hacían las cosas. Expresábamos una intención colectivista sincera. El anonimato era reflejo de un trabajo colectivo, pero, además, de una apuesta por lo horizontal y un rechazo a roles de dirigencia que expresábamos en la política y replicamos en la elaboración de este y otros trabajos.

Sin embargo, en los créditos que figuran en las primeras páginas aparecen mencionadas con nombre propio, aunque sin apellido, algunas de las personas que no integraban el movimiento y colaboraron en el libro: “Diseño de tapa, planos e infografías: Eduardo y Julia. Diseño de interior y armado: Laura, de la Asamblea de S. Ortiz y Córdoba. Corrección: Graciela, de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, y Claudia, de Agencia La Vaca”. Como puede verse, también en estas menciones buscamos referenciar los espacios militantes colectivos. Eso no menosprecia la valoración individual de las personas mencionadas, que aportaron una calidad profesional determinante. El mismo criterio de valoración orgánica por sobre las personas adoptamos en los agradecimientos que figuran en el texto de presentación: “FM La Tribu, HIJOS, Correpi, Galpón Sur, Indymedia”. Otra mención indirecta aparece en la incorporación de una dirección de correo de contacto, suministrada de manera solidaria en aquellos años por el colectivo anarquista italiano inventati; pronto las páginas web serían un canal fundamental por donde dar la batalla comunicacional, y también en ese plano buscaríamos zafar de la lógica del control de internet por parte de los grupos dominantes y la lógica comercial.

En el caso de lxs fotógrafxs es más habitual agradecer por sus nombres a quienes ejercen el arte de la captura de la imagen precisa. En el libro se menciona a George Möllering, un holandés que había retratado nuestros barrios y había puesto su archivo completo a nuestra disposición, y a Pablo Ferraro, compañero del colectivo Argentina Arde de La Plata, quien captó una de las fotos más potentes, la que muestra a Darío y a Maxi resistiendo, con una cercanía premonitoria que los recorta del caos que solo la mirada del fotógrafo logró despejar. La referencia a otros dos profesionales que hicieron un aporte determinante para la investigación, Pepe Mateos y el Ruso Kowalewski, quedó diluida bajo la mención de los diarios en que publicaron las fotos, aunque, en sintonía con esta valoración tardía, debimos haberlos mencionado por sus nombres.

Darío Santillán, al fondo. Maximiliano Kosteki lo mira. La única imagen que los retrató juntos el 26 de junio de 2002, día de la Masacre de Avellaneda

Tampoco se hacen explícitos otros aportes fundamentales para que el trabajo lograra la contundencia y eficacia comunicacional que logró: los compañeros abogados “Cherko” Smietniasky y el Tano Pandolfi; Piri y Julio, siempre generosxs a la hora de colaborar con la logística necesaria; Claudio Mardones, Seba Hacher y Laura Vales, periodistas que aportaron permanentes sugerencias y correcciones. Otra periodista que nos brindó consejos fue Lilia Ferreyra, trabajadora en ese momento en Página/12, última compañera de Rodolfo Walsh.

Sobre el trabajo de quienes éramos militantes de la organización, se destaca el aporte de Florencia Vespignani. Ella es la autora del arte de tapa. La ilustración de Darío, Maxi y el Puente se convirtió en un símbolo. Si bien su estilo es inconfundible y su arte quedó asociado de manera inseparable a aquellos procesos de lucha, el reconocimiento a su trabajo no aparece mencionado en ninguna de las ediciones o reimpresiones. Similar injusticia cometimos en aquel momento con el compañero Axel Castellanos, estudiante universitario que integraba el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Almirante Brown: su trabajo de archivo, desgrabaciones y sistematización de testimonios fue fundamental. A esta altura se impone reconocer que fue centralmente el equipo que conformamos Florencia, Axel y yo, el que sacó adelante las tareas más diversas de coordinación general. En mi caso, por la mayor carga de tiempo dedicado, el movimiento me autorizó a trabajar en este proyecto en lugar de hacerlo en las tareas que me correspondían en el trabajo cotidiano y en la organización. Fueron meses de dedicación exclusiva durante los que conté con el apoyo de todxs mis compañerxs de Lanús y de la Verón.

Presentación en lucha y ediciones según los tiempos políticos

El 25 de junio de 2003 el libro se presentó en la estación “Darío Santillán y Maximiliano Kosteki” (por entonces, Avellaneda) sin ningún acto especial ni mesa redonda, según recuerdo. La puesta en circulación del libro fue una actividad más entre las múltiples muestras de compromiso, denuncia y movilización con las que honramos la memoria de Darío y Maxi desde el mismo momento de sus asesinatos. Pocos días después realizamos una presentación en la Casa de las Madres de Plaza de Mayo, junto a Hebe de Bonafini. En otras presentaciones estuvieron Vicente Zito Lema y Alfredo Grande. En otras, las más, los debates en torno al libro eran directamente entre la militancia, sin invitados especiales. Sobre el Puente, el mediodía del 26 de ese mismo año 2003 organizamos un “Juicio Ético y Político a los autores ideológicos de la Masacre”. Allí, otra vez junto a Hebe y otrxs compañerxs, me tocó describir las responsabilidades de los funcionarios del gobierno de Duhalde. Para no olvidarme de nombrar a ningún responsable político llevaba el libro en la mano, subrayado. Ahí está todo: desde entonces fue una fuente de consulta fundamental. Quien aún hoy tenga dudas sobre las responsabilidades políticas de los asesinatos de Maxi y Darío puede consultar la Parte II titulada “El estado y la planificación criminal”. Otro recuerdo entrañable es del día en que compartimos el libro con Nora Cortiñas y Cachito Fukman, otro imprescindible batallador contra la impunidad. La foto de Leo Santillán y su hijo con ellxs y el libro es una de las más emotivas porque atraviesa generaciones con un sentido de coherencia estratégica, trascendental.

La segunda edición, presentada en junio de 2005, constó en realidad de una modificación artesanal de la primera. El nuevo prólogo titulado “2002-2005, tres años de impunidad”, grafica la necesidad política que llevó a esa actualización. Tras dos años de gobierno de Néstor Kirchner y la cercanía del juicio que terminaría con las máximas condenas contra los policías, el libro se relanzó en sintonía con un acampe histórico de 40 días frente a los Tribunales de Lomas de Zamora. El prólogo se pregunta si con Néstor Kirchner podía “¿(…) esperarse el fin de la complicidad y la impunidad? ¿Era posible que a partir de este gobierno algo cambiara?”. Eran preguntas retóricas, porque a renglón seguido describíamos “la secuela de promesas, silencios y especulaciones presidenciales en torno a esta causa”. Las nueve páginas que abarca el texto están dedicadas a fundamentar una caracterización que fue polémica en su momento –y que para muchxs que vieron en Kirchner a un político sincero y dispuesto al cambio sigue siéndolo–: la afirmación de que el presidente menospreciaba la lucha por justicia por Darío y Maxi, y pretendía usar el caso como un elemento más de negociación.

Esa segunda edición, como mencionamos, se hizo de manera artesanal, de forma medio tramposa en realidad. En un sobrante de 500 ejemplares de la última reimpresión fueron pegadas con cuidado, una a una, las 9 páginas del nuevo prólogo diagramado con igual tipografía y formato, y fue modificada la portada con un autoadhesivo que anunciaba la segunda edición. Allí ya no figuraba como firmante el MTD Aníbal Verón. El movimiento de desocupados se había dividido. La continuidad de la política histórica quedó en el flamante Frente que llevó el nombre de Darío Santillán.

Aunque el collage por medio del cual insertamos el nuevo prólogo resultó un trabajo prolijo, debemos reconocer que, en rigor, no es así como se hace una nueva edición. Sin embargo, la maniobra estuvo justificada por la necesidad política: más allá de protocolos editoriales el libro volvía a convertirse, de ese modo, en “una herramienta más de lucha” apropiada para potenciar la denuncia en el contexto del juicio y la complicidad estatal.

Esos pocos últimos ejemplares se agotaron pronto. El libro revivió recién en 2012, a los diez años de la Masacre.

La tercera edición fue de 3.000 ejemplares. El libro volvió a mostrar cambios: la autoría del Frente Popular Darío Santillán se ratificó con la inclusión del logo en portada y el sello de la editorial El Colectivo, que ya llevaba 6 años y había logrado una proyección sólida en redes alternativas de distribución y también en librerías. La editorial aportó otro elemento de identidad que ya venía marcando época en las nuevas ediciones independientes: el copyleft como alternativa libre al registro de la propiedad. Más allá de esa novedad, el rasgo distintivo volvió a estar en el posicionamiento político que se expresó a través de un prólogo a la tercera edición. Para junio de 2012 Cristina Fernández llevaba 6 meses en la presidencia, pero el texto, firmado por la organización y los familiares de Darío, dirige el pase de facturas a toda la gestión kirchnerista por el desinterés en colaborar con el reclamo de justicia.

A once años de su última edición

Hoy, el libro impreso no se consigue. La edición digital es valiosa porque permite conocer el texto y acceder a él en cualquier tiempo y desde cualquier lugar, pero la falta de ejemplares en bibliotecas populares, centros sociales, sindicatos o incluso escuelas (porque el libro también fue trabajado por docentes en las aulas para conmemorar la fecha) debería marcarnos un llamado de atención.

¿Por qué no se volvió a imprimir un libro que siempre fue buscado, que mantiene su valor histórico y que tanto sirvió como material de formación para la militancia?

Aquella política que apostaba por el protagonismo popular, el sentido colectivo y la dinámica horizontal no se consolidó en el tiempo. Las nociones de autonomía replegaron y volvieron a primar las concepciones más tradicionales de liderazgos y representación.

En los años posteriores al 2003 solía escucharse entre la militancia autonomista una crítica cuando no se cumplían las tareas: si es responsabilidad de todxs, no es responsabilidad de nadie. La última edición de 2012 buscó de algún modo subsanar esa limitación: el Frente Popular Darío Santillán asumió la responsabilidad. Pero después esa organización se dividió (más de una vez) y dentro de las disputas entre las partes estuvo el tema central de la denuncia a los responsables políticos por los crímenes de Darío y Maxi. El libro, en ese contexto, quedó boyando en un vacío de “paternidad”: con la organización rota, volvió a ser responsabilidad de todxs o de cualquiera, es decir, de nadie.

En estos días volví a releerlo con detalle para escribir estas líneas. Mientras lo hacía, recibía las noticias y los mensajes de lxs compañerxs de Jujuy que están protagonizando una nueva pueblada histórica contra el ajuste y la represión. Por eso volver a este libro fue una tarea cargada de nostalgia, pero a la vez de sentido de futuro: sigue siendo imprescindible que cada lucha no deba empezar de nuevo separada de las luchas anteriores, que la experiencia colectiva no se pierda y las lecciones no se olviden, que lxs trabajadorxs sí reivindiquen a sus héroes y mártires.

El libro bien podría ser reeditado por cualquiera de los colectivos que quedaron marcados a fuego por el ejemplo de Darío y Maxi y honran con sus prácticas y su coherencia sus memorias. Es cierto que, desde la primera edición, quedó un registro formal en la cámara del libro a nombre de las personas que mencioné más arriba, quienes conformamos una especie de equipo de coordinación general; pero ese detalle legal no puede ser impedimento para que el libro se vuelva a editar.

Sobre la historia que aquí se cuenta seguramente haya otras miradas, recuerdos y precisiones. Fue entre tantxs que amasamos este libro que lo más probable es que haya aristas que se me olvidan. Bienvenidos los aportes, sugerencias, ideas o correcciones.

Ojalá la excusa de los 20 años sirva para motivar una nueva edición, tal vez de la versión original a secas, tal vez con algún texto de presentación que ponga todo aquello en contexto histórico. Ante el momento político que se avecina, “Darío y Maxi, dignidad piquetera” está llamado a volver a ser una herramienta de lucha más.

▶️ Primera edición (2003): https://bit.ly/DyM-DignidadPiquetera-1raEd

▶️ Tercera edición (2012, Editorial El Colectivo): https://bit.ly/DyM-DignidadPiquetera-3raEd


* Pablo Solana militó en el MTD de Lanús, la CTD Aníbal Verón y el Frente Popular Darío Santillán hasta su ruptura en 2013. Estuvo entre quienes promovieron, redactaron y coordinaron el trabajo que dio como resultado este libro. Fue parte de la creación de la Editorial El Colectivo en 2006 e impulsor de La Fogata Editorial en 2015 en Colombia, país donde vivió y militó hasta 2020.



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