14/05/2023

La Segunda República española y los escritores argentinxs

Varios escritorxs compatriotas viajaron a España y pasaron buen tiempo allí, antes del golpe encabezado por los generales y la guerra. Su estada se desenvolvió desde los días del “bienio negro”. Y en un par de casos se extendió después del triunfo del Frente Popular, en febrero de 1936. Por Daniel Campione*.


 

Roberto Arlt, Raúl González Tuñón y María Luisa Carnelli estuvieron en España entre 1935 y 1936. Primero con el gobierno republicano en manos de una coalición del centro y la derecha, la que giraba en un sentido represivo y con políticas cada vez más conservadoras.

Y luego en los albores del gobierno del Frente Popular, una alianza con apoyo de trabajadores y campesinos con altas expectativas. Quienes esperaban que ahora sí hubiera una mejora drástica de las condiciones laborales y una verdadera reforma agraria. Lo que sólo había ocurrido en pequeña medida en el llamado “bienio Azaña”, regido por una coalición republicano-socialista entre 1931 y 1933.

Arlt llegó a España en la peor etapa del llamado “bienio negro”, cuando la extrema derecha de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) ya estaba integrada al gabinete de gobierno, con influencia creciente. Y con la consecuencia de sometimiento a sus dictados cada vez mayor de las fuerzas consideradas “centristas”.

En esos mismos meses arribaron a la península González Tuñón y Carnelli. A los dos, lo mismo que al autor de El juguete rabioso les atraía sobremanera la rebelión obrera de Asturias y la represión sanguinaria que había seguido a la derrota del “Octubre Rojo”.

Los tres autores llegaron al país ibérico en función de periodistas, dispuestos a enviar crónicas a diversos periódicos argentinos. Y asimismo a escribir para las publicaciones españolas, que acogieron con generosidad sus escritos.

El bienio negro.

La CEDA era la fuerza política del catolicismo integrista, con línea directa con la poderosa Iglesia española. La misión que se autoasignaba era revertir los componentes laicistas de la gestión que tuvo a Manuel Azaña como jefe de gobierno, así como abandonar el afianzamiento de la educación estatal, los derechos de las mujeres y las medidas sociales.

Uno de sus principales objetivos era reformar la Constitución republicana, que facilitaba autonomías regionales y limitaba el poder eclesiástico.

Junto a esas finalidades políticas y culturales de tinte católico se hallaba un hecho insoslayable: La fuerza derechista articulaba bien con los sectores con poder económico. Terratenientes, banqueros e industriales veían con simpatía su defensa de la propiedad privada y su explícito alineamiento contrarrevolucionario.

Además, los cedistas impulsaban una sindicalización de raíz católica. Y tenían bastante éxito, sobre todo en el campo. Los sindicatos que habían surgido de ese proceso eran mucho más gratos para los empresarios que los de dirección libertaria, socialista o comunista.

El líder cedista, José María Gil Robles anunciaba a voz en cuello que si llegaba a la jefatura de gobierno el parlamento debía someterse al ejecutivo, y si no se lo hacía lo haría “desaparecer”.

Cuando los escritores argentinos mencionados llegaron a España, como ya escribimos, estaban frescos los efectos de la represión del llamado “octubre rojo” en Asturias. Había millares de detenidos, sobrevivientes de las ejecuciones y las torturas que había prodigado la represión. En la que se habían destacado las feroces tropas coloniales, tanto de la Legíón como de los llamados “regulares moros”. Asimismo la guardia civil había intervenido después del alzamiento, para ensañarse con quienes estaban arrestados.

Los tres escritores y escritoras argentinos se propusieron respectivas investigaciones en torno al reciente conflicto obrero. Y en particular sobre sus protagonistas centrales: Los mineros del carbón que habían enfrentado con dinamita y ánimo heroico a las tropas represoras.

Los mineros y su consigna “Uníos hermanos proletarios” acababan de entrar en la historia grande de los movimientos revolucionarios del siglo XX desde el corazón de la clase obrera española. Y nuestros compatriotas no podían permanecer indiferentes,

La sofocación de la rebelión estuvo coordinada por un militar que había sido el general más joven del ejército español y se destacó mucho en la guerra colonial en Marruecos. Todavía era joven y se llamaba Francisco Franco. A modo de recompensa fue designado al poco tiempo como comandante general del ejército de Marruecos.

En mayo de 1935 las cosas empeoraron aún más. La CEDA amplió su representación en el gabinete y accedió Gil Robles al ministerio de Guerra.  Quien enseguida nombró a Franco jefe de Estado Mayor Central del Ejército de Tierra.

En el mes de diciembre de 1935, el dirigente del partido católico quiso convertir su influencia predominante en dirección plena del gobierno. Quitó su apoyo a la coalición radical-cedista y trató de imponer al presidente de la república, Niceto Alcalá Zamora, que lo entronizara como jefe de gobierno. El presidente se negó, nombró a un gabinete sin Gil Robles y finalmente llamó a elecciones.

En esta crisis hubo ruido de sables. En parte no se produjo un alzamiento militar porque Franco no quiso jugarse a fondo en esa dirección.

El Frente Popular

En enero de 1936, se constituyó una alianza amplia de izquierda con la finalidad de disputar con éxito la confrontación electoral que se avecinaba. Sus fundadores intentaban asumir la lección de los comicios de 1933, cuando se presentaron divididos y sufrieron una derrota.

Desde las fracciones de la llamada “izquierda burguesa” hasta la fuerza comunista más radicalizada, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), entraron en ese frente. Hubo reticencias a la incorporación del Partido Comunista, por parte de los componentes más conservadores de la coalición. El líder obrero del Partido Socialista, Francisco Largo Caballero presionó para que se les permitiera integrarse y lo consiguió.

Aunque no era la denominación oficial, la alianza pasó a ser llamada Frente Popular en línea con la aún reciente orientación comunista de constituir bajo ese nombre frentes antifascistas muy amplios. Tales que incluyeran a sectores de la burguesía considerados más democráticos y progresistas.

El acuerdo programático fue parcial, ya que los partidos republicanos de izquierda, Izquierda Republicana Unión Republicana , no aceptaron las propuestas socialistas de nacionalización de la banca y de la tierra, y el control obrero, entre otras. Lo que puede constituir una manifestación de que frente al empeño reaccionario y golpista no se encontraba un solo proyecto político y social sino dos: Uno reformista y otro revolucionario, con divergencias raigales en muchos aspectos.

Francisco Largo Caballero, el líder obrero socialista, afirmó por esos días en un mitin:

“Nosotros, los trabajadores, entendemos que la República burguesa hay que transformarla en una República socialista, socializando los medios de producción (…) Entiéndase bien que al ir con los republicanos de izquierda no hipotecamos absolutamente nada de nuestra ideología y de nuestra acción.”

Los anarquistas no se sumaron a la coalición, manteniendo su rechazo a las instituciones burguesas y las elecciones, pero no hicieron campaña contra el Frente Popular ni a favor de la abstención electoral. Muchxs sufragios libertarios fueron al Frente. Éste tenía en su programa la amnistía para los presos del bienio negro. Los ácratas decidieron apostar en silencio a la liberación de sus correligionarios encarcelados.

Al mes siguiente, el 16 de febrero, el llamado Frente Popular ganó las elecciones. Dirigentes civiles y militares trataron de convencer a las autoridades salientes para que dictaran el “estado de guerra”, un virtual golpe de Estado que tendría como derivado la anulación de las elecciones.

El jefe del Consejo de Gobierno, Manuel Portela Valladares, no quiso tomar esa responsabilidad y entregó el gobierno a la coalición triunfante, antes de lo previsto. La gran movilización popular en resguardo del triunfo de la izquierda tuvo mucho influjo en esa decisión.

Las masas obreras y campesinas y los sectores medios más radicalizados estaban activos y ocupaban con frecuencia el espacio público. La clase dominante y las instituciones conservadoras (La Iglesia, el ejército) se encaminaron desde el primer momento a una rebelión que sepultara a la República.

Asumido el nuevo gobierno, amnistió a los presos y restituyó la suspendida autonomía catalana. Asimismo repuso las autoridades de muchos ayuntamientos regidos por la izquierda, que habían sido desplazados después de la rebelión de Asturias.

El gobierno frentista, con Azaña como jefe, corría el riesgo de ser rebasado por las corrientes más radicales, que no auspiciaban un proceso reformista sino la revolución, como ya expresamos. Los campesinos y jornaleros rurales tomaban tierras, lxs trabajadores urbanos se movilizaban por sus derechos.

Hacia el golpe

Las fuerzas golpistas actuaron desde el primer día. En marzo ya había reuniones de altos oficiales para preparar el futuro golpe. Eso desmiente la pretensión de que en la sublevación de julio de ese año se pronunciaron frente a circunstancias de carencia de autoridad y virtual anarquía. Querían a la izquierda fuera del gobierno desde el primer día.

Allí actuaba también Falange Española y de las JONS, el fascismo hispánico, que había crecido en número de militantes y practicaba la lucha de calles contra los adherentes a los partidos de izquierda y los sindicatos.  Era “la dialéctica de los puños y las pistolas”, enarbolada por su fundador y líder, José Antonio Primo de Rivera, para contraponerse con brutalidad a la dialéctica del marxismo.

Una vez instalado el gobierno de izquierda las organizaciones paramilitares de derecha produjeron resonantes atentados, como el que afectó al jurista Luis Jiménez de Asúa, uno de los autores de la constitución republicana de 1931. Parte de la respuesta del gobierno fue la detención de Primo de Rivera. Tiempo después fue asesinado el juez Manuel Pedregal, a cargo precisamente de la investigación del atentado contra el jurista.

A los pocos días de instaurado el nuevo gobierno se desenvolvió un gran proceso de toma de tierras. Jornaleros y campesinos hacían su propia reforma agraria, sin aguardar decisiones desde arriba.

En un discurso del 3 de abril, Manuel Azaña, el jefe de gobierno intentó marcar los límites del proceso en  curso:

“El Frente Popular es lo que es y lo que nosotros queramos que sea, no lo que quieran los demás. No es la revolución social, ni es la labor de entronizamiento del comunismo en España, no es eso; es otra cosa más fácil, más llana, más inmediata y más hacedera: es la reinstauración de la República en su Constitución y en los partidos republicanos, en los que la creamos, en los que la defendemos y estamos dispuestos a seguirla defendiendo y a crearla todos los días.”

Por esos mismos días se produce la destitución del presidente Alcalá Zamora, reemplazado por Azaña. Fueron vanos los esfuerzos para que lo sustituyera como jefe de gobierno el experimentado dirigente socialista Indalecio Prieto. Al final el reemplazante resultó ser Santiago Casares Quiroga, un político de dotes mucho menores a Prieto.

Un tiempo después se desarrolló una amplia ola de huelgas, tanto en forma de conflictos por empresa como a nivel de rama. En ellas que el movimiento obrero levantaba las reivindicaciones anuladas o dificultadas por el gobierno derechista.  Los trabajadores presos o despedidos durante el “bienio negro” eran restituidos a sus puestos de trabajo.

Los obreros estaban acuciados además por altos índices de desempleo y pérdidas salariales. Se buscaban también mejoras de nuevo cuño, como la reducción de las jornadas de trabajo. Funcionaron jurados mixtos que resolvieron muchos de los conflictos. En la mayoría de estas controversias trabajadoras y trabajadores salían a la calle y hacían manifestaciones antipatronales

En el mes de junio comenzó un paro de la construcción en Madrid, la rama productiva más importante de la ciudad, que se hizo muy visible y persistente.

Los militares siguieron adelante con sus planes golpistas, con Emilio Mola, comandante militar en Navarra como “director”. Franco trató de comprometerse lo menos posible, hasta poco antes del estallido del golpe.

Aquel que sus autores llamarían “el movimiento salvador de España” tuvo lugar el 17 de julio por la tarde, iniciándose en el Marruecos español. Con pretextos falsos, como el asesinato del dirigente ultraderechista José Calvo Sotelo, lo que alentaban era una gigantesca revancha social contra los enemigos de clase: Los obreros, los campesinos y las fuerzas de izquierda. Esas mismas fuerzas se dispusieron desde el comienzo a la resistencia armada contra el pronunciamiento cívico militar. Éste fracasó en las tres principales ciudades de España y en la mayor parte de su territorio.

Sin que nadie lo supiera todavía, daba comienzo en julio de 1936 una dictadura de cuatro décadas de duración, signada para millones de españoles por el asesinato, las torturas, la cárcel, el hambre y la abolición de las libertades más básicas. Se iniciaba la larga y negra noche del franquismo.

Los tres autorxs argentinxs y su itinerario hispánico

Cronista viajero del popular diario El Mundo, de Buenos Aires, Arlt recorrió diversas regiones incluyendo las grandes ciudades, desde abril de 1935 y hasta mayo de 1936. El periódico que lo enviaba publicó sus notas, algunas bastante después de su regreso. El escritor mostró sensibilidad y buena escritura en su recorrida.  Eludió el pintoresquismo para retratar con precisión la vida cotidiana y la política de un país convulsionado.

Roberto Arlt

Sus artículos españoles han sido revalorizados y objeto de reediciones recientes, que superan a las más añejas.

Hay dos compilaciones destacadas. Una es Aguafuertes de viaje: España y África, de Ediciones Hernández, que reúne casi toda la publicación periodística de Arlt en la península. Y la otra, más circunscripta, Aguafuertes madrileñas: Presagios de una guerra civil, de Editorial Losada, que recoge las notas enviadas desde la capital de España, las más ligadas al quehacer político y a los fuertes debates que sacudían al país.

Cautivado por la ciudad a la vera del río Manzanares escribe“No vayas a Madrid, que cuando tengas que marcharte los ojos se te llenarán de lágrimas…” Y también: “No acudas a la villa de Madrid, viajero inexperto. Madrid es la tentación. Te llenará de ensueños. Terminarás enamorándote como un crío.”

A través de ese año en España, el considerado por muchos el mejor novelista argentino del siglo XX dejó el sello de su pericia periodística y su escritura vivaz en ese año convulso, prefacio del golpe cívico militar y la guerra.

González Tuñón hará en 1935 su segundo y trascendente viaje a España. Acude allí después de su boda con la también escritora Amparo Mom y permanece allí varios meses, hasta enero de 1936

Se emociona con los sucesos asturianos, que lo remiten a sus raíces en migrantes de ese origen. Y lo llevan a conocer de primera mano los escenarios y las gentes protagonistas de los sucesos.  Además de producción periodística sobre el tema, el resultado más auspicioso son los poemas de La   rosa   blindada, dedicados a los trabajadores revolucionarios, que se publicarán en Buenos Aires en mayo de 1936.

Raúl se relacionará en Madrid con parte de los principales poetas residentes en la península: Rafael Alberti, Pablo Neruda, Federico García Lorca. A las inquietudes estéticas compartidas se une la cercanía de las ideas políticas. Aún con mayor intimidad se vincula con Miguel Hernández, en una ligazón productiva para ambos. Tuñón recordará ese viaje como “…memorable en mi vida de poeta, de periodista, de hombre de mi tiempo, el que me dejó marcadas más vivencias”.

González Tuñón en su juventud. Fuente: La Tinta.

María Luisa Carnelli viajó asimismo en 1935. Uno de sus primeros empeños fue también la investigación sobre los mineros y su insurrección. Sufrió que la siguiera la policía, que los pobladores se resistieran por desconfianza a hablarles de la rebelión, que las autoridades le dificultaran el acceso a los yacimientos. Con mucho en contra, logró plasmar su libro, UHP Mineros de Asturias, una investigación periodística que aún se puede leer con placer. Y todavía espera una reedición en nuestras tierras.

Retrato de María Luisa Carnelli, acompañado de poema sobre la guerra de España. Fuente: Tangos al bardo.

De ese modo esos tres compatriotas dedicados a las letras tejieron uno más entre los innumerables vínculos que se estrecharon, a ambos lados del océano, a propósito de la segunda república española y su objetivo de albergar a los “trabajadores de todas clases” y dar lugar a una sociedad igualitaria y justa.

 

*Publicado en Tramas

 



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