25/01/2023

Marina Otero y su equipo del infierno

En el Centro Cultural 25 de mayo, el jueves 19 de enero se estrenó Fuck Me. Dos días después, en la sala circular del mismo teatro, se estrenó Love Me. Son las dos últimas piezas del proyecto vivo que es Marina Otero (bailarina, directora, intérprete, y dramaturga), a quien el mote de “gauchita del off” ya no le calza. Radicada en Madrid desde 2022, con Fuck Me la descosió en Europa. En cada ciudad inspiró comentarios de asombro, de arrebato, de agradecimiento. Después, giró con Love Me, que coescribió y dirigió junto a Martín Flores Cárdenas, por México, Francia, Suiza, Italia y España. En cada país causó furor. El sábado 14 de enero nos contó lo que fue viviendo, entre adaptación y viajes, durante el año pasado, con funciones a sala llena de las dos obras, en todos lados.  Nota y fotos: Por Andrés Manrique para ANRed.


Antes de cada respuesta, Marina Otero busca las palabras que mejor trasmitan lo que siente y piensa. Cinco días antes de lanzarse a las 16 funciones de las dos obras en un plazo de tres semanas, va de lo más tranquila, en bicicleta. Podríamos decir que tiene gimnasia, que hay entrenamiento, que también hay madurez. Pero es algo más: a su lado, un equipo que le pone toda la garra.

¿Por qué te instalaste en Madrid?

Me quería ir y me empezó a salir laburo en territorio europeo. Y me instalé en Madrid porque dentro de lo difícil que es irte, compartimos idioma y es la ciudad más parecida a Buenos Aires. Fue tratar de hacerme fácil lo que de por sí es tan difícil, que es irte. Y como estuve viajando mucho por trabajo, que no es ningún problema, aunque haya sentido, sí, esa sensación de falta de hogar.

¿Qué haces allá, además de teatro?

Me tomé tiempo para pensar algunas cuestiones personales que estoy laburando. Descansé, fui a ver obras, me junté con gente. Y vi algunas cosas increíbles, aprovechando el circuito internacional que viaja todo el tiempo, porque en  Europa las distancias no son un problema. Todo está mucho más cerca.

¿A quién, o qué extrañas?

Y, las salidas. El verme con otras y otros, la improvisación que hay acá. Extrañé a Buenos Aires también, que es una ciudad hermosa donde hay de todo para hacer. Y también mi trabajo docente, que este año no fue necesario sostener como fuente de ingresos, pero que me viene muy bien para mi trabajo de creación.

¿Podemos decir que educas?

No, no diría que educo. Propongo para que investiguen. Mi trabajo docente tiene que ver más con proponer cosas que con una bajada: es más taller. Tiene más que ver con eso que con la educación entendida de una manera formal.

¿Y qué es lo que más te interesa o te calienta del trabajo de taller?

La urgencia de querer probar lo que se te ocurra. Y la dedicación. La atención a cada prueba. Esa parte de la investigación: de prueba y error. De ese tiempo en el que no estás en busca de un resultado puntual, sino del recorrido. Un resultado que a veces no se da. No sé cómo es el terreno de exploración con intérpretes, que es como se trabaja en Europa. Porque allá si no hay plata no se produce, es todo mucho más formal. No sé si contratando gente van a animarse a probar, y yo quiero que haya gente con esa intención, que es lo que pasó en Fuck Me, donde todos los que participan van a fondo.

¿Podrías enumerar, paso a paso, el método Otero?

Es gracioso lo de método Otero, no sé. Yo creo que los métodos surgen de las obsesiones, pero tendría que repasarlos porque son como veinte puntos de trabajo los que suelo dar en mis talleres: ¿Querés que los desarrolle?

En otro momento, mejor. ¿Hubo alguna ciudad donde los participantes del taller se destacaran por alguna particularidad?

En todos lados: en México, en España. Después en Francia di un taller donde se anotó gente de todo el mundo: de la India, de China, de Japón, del Congo. Fue muy revelador. Hay algo en Europa de la inmigración que me atrae. Hay tanta inmigración, que vivir se vuelve un poco cosmopolita. Porque tenés culturas y costumbres de todos lados con información que se cruza. Eso hace que no se vea nada desde un solo ángulo, y eso es increíble.

Directora, intérprete, autora y docente. ¿Alguna de estas actividades te representa más que otra?

La autora que prueba es la que más me interesa. Tengo una especie de adicción con probar en escena. Y hay una lucha entre directora y autora. La docencia, en cambio, es más un acontecimiento: una rama que sale de la autora, la intérprete y la directora. Es una autora que prueba en el ensayo: una autoría de dirección que va tomando decisiones.

¿Crees que el año de la operación y la rehabilitación te quitó o fue al revés?

Me dio un montón: hizo que cambiase de dirección mi vida, y me cambió. Si no me hubiera lesionado no habría hecho Fuck Me tal como es. Si no hubiera hecho Fuck Me no me habría ido de gira. Si no hubiera estado de gira no me habría mudado a Madrid y si no habría elegido Madrid no estaría acá ahora hablando de esto. Por eso lo que creés que es una mierda, es la vida misma: la oportunidad para transformar ciertas cosas.

¿Podríamos decir que estás logrando organizar los documentos orgánicos de tu cuerpo?

Ah, eso lo sacaste del diccionario utópico de teatros, pero creo que organizar esos documentos es el trabajo de toda una vida.

¿Entre la programación y la espontaneidad qué viene ganando?

La programación. Pero es una guerra. Quisiera que la espontaneidad salve a la programación y trabajo para eso, pero hay algo que se va programando con la repetición, y ahí es donde la programación opera más allá de la voluntad: no es un chip que nos meten en el cuerpo, sino algo que aprendemos, repetimos. Y es sobre esas repeticiones que se va instalando la programación. Lo que busca el arte es quebrar las programaciones para encontrar, de alguna manera, ese algo que desvíe.

A punto de reestrenar Fuck Me y Love Me en Buenos Aires, ¿Qué expectativas tenés?

Deseo mucho hacerla para el público de acá, que entiende el lenguaje palabra por palabra. Hay algo del código, de no tener que cambiar nada de lo que fue creado en este contexto, que me tiene muy entusiasmada. El deseo es hacerla acá, donde nacieron las obras.

¿Tenés algún método para elegir la música de tus trabajos?

En general, hago listas que tienen que ver, por alguna razón más o menos directa, con los materiales que estoy trabajando. Por ejemplo, las listas de Fuck Me eran todas de cantantes románticos que representaban al hombre hegemónico: muchos machirulos que seguía de chica, con esa obsesión por la obviedad de los hombres. Y ahora, que estoy empezando a pensar el próximo trabajo, estoy armando listas con otro criterio. Algo común es que todos los temas que elijo se asocian a una época de mi vida. Temas que estuvieron de moda en algún momento, porque para mí la música en escena es como volver a traer algo del pasado para hacerlo presente; por eso no existe ningún tema que no sea del recuerdo.

¿Cómo te llevás con repetir la obra tantas veces?

Me encanta. Repetir la obra es haber logrado convertir en trabajo eso que fue mi vida. Representarla me fascina. Tanto el momento en que estoy creándola, como el trabajo de representación. Ahora todo el equipo sabe lo que tiene que hacer. Aunque pase de todo en el medio, en la función cada cual va y hace; esa entrega es todo. Lucre (por Lucrecia Pierpaoli), que es la asistente de dirección resuelve sin parar. Cada uno tiene seguridad y se da como una sabiduría de la repetición muy hermosa.

¿De alguna de tus obras estás enamorada? ¿Y alguna que no volverías a hacer?

Yo creo que de Fuck Me, pero no por la obra en sí, sino por todo lo que me regaló. Ahora le critico cosas, pero al mismo tiempo siento que tenía que ser así. Como Recordar… que en su momento me transformó la vida. Son dos obras que me dieron mucho. Y Andrea, por ejemplo, que fue el comienzo, pero ya está, no la haría hoy.

¿Hasta dónde pensás que puede crecer?

Asia sería una locura, pero para este año por ejemplo ya tenemos Copenhague, Berlín, Atenas.

Con Andrea te vengabas de un cuerpo deseante, en Recordar 30 años para vivir 65 minutos vengabas algo del pasado y la frustración. En Love Me, te echás contra la violencia de la cual por momentos no supiste/ sabés cómo zafar. La venganza emerge como una fuerza que le da forma a tus trabajos: ¿hoy cuál es la fuerza o emoción que más te está motorizando?

Todas mis obras, de alguna manera, hablan de eso. Love Me habla de la violencia y de la despedida de la violencia. Fuck Me es un hasta acá con la idea de tener un cuerpo sexualizado en relación al mundo y a los hombres. Y en Kill Me, que es la próxima, quisiera decir: hasta acá con la dependencia. Sería independizarme de la dependencia. Tengo la necesidad de vengar la dependencia, de poder independizarme de la mirada. Esa podría ser mi nueva lucha, digamos. Y por ahí también vengar el impulso autodestructivo. Ya quisiera pasar a otra cosa.

¿Cuál es la emoción que más te gusta provocar en el espectador, si hay una?

Que lloren me encanta. Bien melodrama. Que lloren y se rían, pero no porque quiera que se rían; me gusta que les dé vergüenza estar llorando, y que la gente sienta vergüenza ajena. Me parece hermosa la sensación de que les dé vergüenza llorar por lo que sienten, por un lado; y, por otro, me gusta que sientan vergüenza ajena por lo que yo estoy haciendo en escena. Algo del rechazo me interesa generar.

¿Cómo llamarías el teatro que vos hacés?

Los rótulos me embolan, pero si tuviera que definirlo entre biodrama, teatro documental y autoficción, usaría este último: autoficción con performance; porque hay un tratamiento de autoficción en todo lo que hago.

¿Qué otras/os podrías decir que son tus referentes?

Mis referentes, entre otros, son Thomas Ostermeier, Carolina Bianchi, Florentina Holzinger, Jêróme Bel, Federico León, Diana Szeinblum, Milo Rau, Emilio García Wehbi, Pablo Rotemberg, Sergio Blanco, Angélica Liddell, Edouard Louise. Un montón, pero no tengo a ninguno allá arriba, porque hay cosas que me gustan de lo que hacen, y otras no tanto.

¿Existe alguien a quien hayas plagiado, borroneando las huellas? 

A Angélica Liddell es a la que más le robé, pero siempre lo dije. Y a Pablo Rotemberg, pero también lo dije en 200 golpes de Jamón Serrano. Es decir, a los que robo los pongo en evidencia porque me importa declararles el amor y el odio.

¿Atrás de qué estás?

Estoy empezando a trabajar en Kill Me, con Agustina Comedi (directora del documental “El silencio es un cuerpo que cae”). Voy a laburar con intérpretes, si puedo inmigrantes, pero todavía no los tengo. Prefiero no adelantar mucho.

¿Cuál fue el mejor regalo que te hizo un espectador?

En Bruselas, al final de Fuck Me un espectador se desnudó y empezó a correr por el escenario: ese fue el regalo más lindo.

¿Qué es lo que más te gusta de vos?

Cuando tengo certezas de que algo es por ahí. Eso es lo que más me gusta, que no pasa muy seguido, pero cuando tengo esa certeza me gusto.

¿Cuál de tus defectos desterrarías?

Mi impulsividad. Esa cosa impulsiva y ansiosa. Mi desesperación la odio. Llevarme las cosas por delante sin escuchar. Cuando no escucho. Eso.

¿Sentís que te repetís?

Sí, es mi lucha constante, pero es difícil.

¿Si tuvieras que quedarte con un solo dedo, cuál elegirías?

El que hace fuck you.

Si se prohibiera el teatro en todo el planeta, ¿a qué te dedicarías?

Haría cine. Sin duda.

¿Cuál fue el mayor riesgo que corriste en escena?

Cuando salí en bolas corriendo del teatro en París, porque a veces me pinta salir, me cagaron a pedos. Me dijeron que si me agarraba la policía iba presa.

¿Qué le dirías a una bailarina que recién empieza?

Le diría que se rebele, sí. Eso. Porque hay algo de la sumisión de las bailarinas que hay que romper. Al principio, sobre todo cuando se empieza hay que romper las reglas porque sí. Después, romper porque sí se vuelve una estupidez. Pero al principio se trata de cuestionar, y me refiero a tomar riesgos. Eso es indispensable. Por lo menos es mi marca. Desde alquilar una sala de ensayo durante meses hace diez años, para hacer pruebas y experimentos, sólo para probar, buscando… hasta dejar trabajos a los que les había puesto mucho, con directores reconocidos.

Marina Otero ríe para dar algunas respuestas. Se la nota contenta y agradecida con lo que le viene pasando. Agradecida con los distintos públicos, claro, y mucho también con el equipo que la acompaña. Porque a Lucrecia Pierpaoli, asistente de dirección, se suman Mariano de Mendonça, el productor general que no para, y los seis intérpretes de Fuck Me que la descosen en cada puesta. La entrega de cada cual hace que el trabajo cobre el poder y la fuerza que la historia demanda, que la obra precisa. Querer y coger siempre es con alguien más. Toda escena es colectiva. Nada crece aislado. Nada.

 

FUCK ME

19, 20, 26 y 27 de enero a las 21 h.

02, 03, 09 y 10 de febrero a las 21 h.

Centro Cultural 25 de Mayo (Triunvirato 4444, CABA).

 

LOVE ME

21, 22, 28 y 29 de enero a las 21 h.

04, 05, 11 y 12 de febrero a las 21 h.

Centro Cultural 25 de Mayo (Triunvirato 4444, CABA)

 

FICHA TÉCNICA FUCK ME

Dramaturgia y dirección: Marina Otero

Intérpretes: Augusto Chiappe / Juanfra López Bubica / Fred Raposo / Matías Rebossio / Miguel Valdivieso / Cristian Vega / Marina Otero

Asistencia en dirección: Lucrecia Pierpaoli

Espacio e iluminación & Dirección Técnica: David Seldes / Facundo David

Producción general: Mariano de Mendonça

Diseño de iluminación y espacio: Adrián Grimozzi

 

FICHA ARTÍSTICA LOVE ME

Performer: Marina Otero

Texto y dirección: Marina Otero / Martín Flores Cárdenas

Diseño de luces: Matías Sendón

Producción: Mariano de Mendonça / Casa Teatro Estudio



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