28/10/2022

Decepcionar al público «careta», confrontar con el público machista

A finales de octubre de 1992 Nirvana estuvo por única vez en Argentina. El concierto fue memorable, pero no por las características que suelen instalar a un concierto como tal. Conflictivo, desganado y en gran parte incomprendido, el paso de Kurt Cobain por Buenos Aires tuvo mucho que mas ver con lo que fue su corta vida que con la fiesta que se anunciaba. ¿Fue un simple “recital flojo” o una de las acciones más disruptivas  del rock sucedidas en este país? ¿Cómo se puede pensar ese concierto 30 años después? ¿Por qué es necesario seguir recordando y analizándolo?  Una crónica tardía de lo que sucedió, tanto dentro como fuera del estadio de Vélez hace 30 años. Un recuerdo, también, de aquellos tiempos y lo que era un recital de rock y su entorno en los años 90. Por Ramiro Giganti (ANRed).


“Él es aquel, que le gustan nuestras canciones bonitas, y le gusta cantarlas, y le gusta disparar su arma, pero él no sabe lo que significan”, estribillo de la canción In Bloom del disco Nevermind.

Ante todo una advertencia: esta crónica no va a hablar de un concierto épico, brillante, donde el público vibró y la banda se destacó con un concierto impecable, donde repasó todos sus éxitos y mucha más. No va a hablar de  eso porque nada de eso sucedió aquel viernes 30 de octubre de 1992 en la cancha de Vélez. Más bien fue todo lo contrario.

Fue lo contrario al ideal de éxito instalado y demandado para un concierto en un país que apenas empezaba a saborear lo que luego sería un empacho: una invasión de artistas internacionales, dispuestos a llevarse todos los dólares a cambio de su música y espectáculos de todo tipo. No hubo artistas felices diciendo que “el público argentino es el mejor del mundo” como suele pasar y muchas veces sin siquiera la duda, sino la certeza de que dos días después o dos antes dicen lo mismo del público chileno del otro lado de la cordillera o en otros territorios. Ninguno de los tres subió al escenario con la camiseta de Argentina. No hubo pirotecnia, de hecho ni siquiera hubo algo tan elemental en cualquier concierto en un estadio como pantallas… nada de eso. Nada de artificios.

Pero tampoco hubo un ambiente de épica musical, ni un concierto de esos eternos donde la banda no deja nunca el escenario con un show repleto de bises. De hecho, la banda ni siquiera tocó su canción más exitosa. Hecha la advertencia empieza la crónica.

El contexto

Era el año 1992, el primero del “uno a uno”. Argentina empezaba a vivir bajo un modelo económico que sería el característico de la última década del siglo XX. Estaba en pleno desarrollo el “auge menemista”, no solo en lo económico sino también en lo cultural. Si bien en los años 80 el país había empezado a saborear las visitas de bandas globales (se puede poner a la visita de Queen, todavía en dictadura en 1981 como uno de los eventos fundacionales, pero luego visitas de Sting, Tina Turner, Rod Stewart o lo que Fue el concierto de Amnesty en 1988 con la vuelta de Sting, Peter Gabriel, Bruce Srpingsteen, Charly García, León Gieco y otros), en los años 1990 y 1991 ya empezaba a verse un leve crecimiento de visitas de la mano de una marca de cigarrillos de origen brasilera pero muy popular en Argentina en esos años con las visitas de Bon Jovi, Eric Clapton, David Bowie, INXS, Robert Plant, entre otros. Todo eso en un par de “festivales” que se desarrollaron en esos dos años, como inicio de una nueva década. Para el 92, ya con un tipo de cambio más favorable, y con la marca cola hegemónica como sponsor, esas visitas se incrementaron, siendo el año siguiente (93) el que mostró con claridad la “invasión” de artistas internacionales.

En ese contexto, con el sponsor de esa marca mundial y el sello BMG, se desarrolló aquel  “Coca Cola Rock Festival”, que tuvo 4 fechas, todas en la cancha de Vélez. Nirvana, estaba a cargo de encabezar la primera de esas fechas junto a Calamity Jane y Los Brujos, el viernes 30 de octubre. Curiosamente ese fin de semana no contó con otras fechas (¿Habrá jugado Vélez de local?), pero sí el fin de semana siguiente que tuvo, el viernes 6 de noviembre, a Brian May, Joe Cocker y Los Guarros; a Keith Richards y Los Ratones Paranoicos, el sábado 7 (también se sumó Joe Cocker a último momento a esa fecha); y a B´52, Os Paralamas do suceso y Los Auténticos Decadentes, el domingo 8.

Afiche promocional del festival con sus sponsor. Dato para milenials: VARIG era la principal línea aérea  de Brasil y se consolidaba en la región, Aerolíneas acababa de ser privatizada.

Analizando un poco ese lineup empezando por el final: B52s tenía “hits” fiesteros que las masas conocían y actuaba junto a dos bandas sudamericanas de muchísimo éxito en el país: tanto los Paralamas como los Decadentes que ya inundaban las radios con sus canciones fiesteras en la última jornada, quizás la que menos expectativas generaba. Keith Richards, a sorpresa de él mismo, fue luego el personaje más aclamado, siendo esa la noche que más entradas vendió: metió 50.000 personas con un espectáculo que él mismo luego diría que “no era para estadios”, ya que en otras partes lo presentaba en bares, de manera distendida. Él mismo declaró que se sorprendió al ver tanta gente. Esa visita fue el precedente de la primera de muchas visitas de los Rolling Stones en 1995. El día anterior estuvo Brian May junto a Joe Cocker. Catalogado como uno de los mejores guitarristas del mundo por mucha gente (incluidos quienes ni siquiera saben cuántas cuerdas tiene una guitarra), el referente de Queen era una de las figuras más reconocidas sobre todo por el “efecto necrológico” tras la muerte de Freddy Mercury el año anterior que sumó una masiva difusión al, ya existente, reconocimiento a los bellos solos que May supo incluir en muchos de los himnos de la ultra conocida banda británica. De todas las bandas, la menos conocida y quien peor la pasó, era Calamity Jane, la banda femenina que era parte del, en ese entonces desconocido en Argentina, movimiento Riot Grrrl.

Nirvana era, sin dudas, la más enigmática de las bandas de cabecera en la previa a ese festival. Al menos en Argentina. Tengamos en cuenta que no había internet, la información circulaba a otra velocidad y los rumores se expandían y perduraban eternamente sin posibilidades de chequeo.  Algunos medios jugaron con eso: “Rompen los instrumentos y vomitan en el escenario” era una de las características instaladas por la prensa más amarillista (imaginen a un adolescente de 15 como, en aquel entonces, quien les escribe a la hora de decirle a la madre que esa era la banda que iba a ir a ver en Vélez). La polémica tradición de romper los instrumentos al final de un concierto ya tenía larga data en aquel entonces: uno de los pioneros, nacido en Seattle la ciudad de Nirvana, había sido Jimi Hendrix que alguna vez explicó un vínculo con el vudú y “el sacrificio de lo que más quiere”, The Who era otra banda que tenía esa, a veces odiosa costumbre. Nirvana solía hacerlo cuando cerraba los conciertos con el oculto Endles Namless que podría escucharse pasados varios segundos después de terminada Something in the way en el último track del disco Nevermind. “no tocas más bises” fue una respuesta irónica cuando le preguntaron a la banda que lograban rompiendo instrumentos. Lo de “vomitar los escenarios”, era directamente humo: lo que había sucedido una vez fue que Kurt Cobain vomitó luego de una presentación pública, episodio del que luego se disculpó hablando de su ansiedad y problemas estomacales (ambas dolencias incidieron en el consumo de drogas por parte del artista que fomentaron el trágico desenlace de su vida).

“Nirvana, la banda del bebé nadando en el agua” era el comentario recurrente entre las masas que mucho no sabían del asunto refiriéndose a la portada del, en ese entonces, flamante álbum. Hoy, el “álbum del bebé” es el más referente de toda la década del 90, y uno de los más vendidos en la historia del Rock. En ese entonces ya había vendido varios millones de copias y en Argentina estaba lo suficientemente difundido como para que haya quienes asocien a Nirvana como “la banda del bebé”, pero no mucho más. Se conocían, si, algunas canciones: sus principales cortes de difusión, como lo fueron Smels like teen spirit, Lithium o Come as you are. Pero no mucho más que eso: ni el significado de sus letras, ni como pensaba la banda.

Nirvana hoy es reconocida como una de las mayores expresiones de lo que fue la “Generación X”, que representa a quienes nacimos entre los años  1965 y 1981 u 85, según las distintas interpretaciones.  Por una parte es la generación del desempleo y la precarización laboral, por otra parte también fue llamada “la generación de las llaves” por verse a los adolescentes de aquel entonces con las llaves de su casa colgadas de un collar, característica que más que estéticas, reflejan parte de la coyuntura: jóvenes, muchos de ellos hijos de padres divorciados, que a su vez eran más permisivos que generaciones anteriores debido a cuestiones coyunturales y consecuencia también en las luchas de los años 60, que la generación anterior protagonizó. Jóvenes que llevaban las llaves colgadas en un collar de cordón o hilo porque salían y entraban en casas muchas veces deshabitadas por padres o madre que estaban trabajando. La generación que también padeció la era del destrato y la despolitización producto del escepticismo y falta de utopías que empezaba a vislumbrarse (y luego amplificarse tras el fin del mundo bipolar con la caída del Muro de Berlín y la URSS). Kurt Cobain era hijo de padres divorciados, que de hecho detestaba a su progenitor. También sintió la falta de oportunidades laborales cuando, al terminar la escuela, tuvo que ganarse la vida trabajando de barrendero en la Escuela de Arte donde deseaba ir a continuar sus estudios. En Argentina todo este contexto había llegado de manera parcial. Mientras avanzaba la despolitización producto del fracaso del gobierno de Alfonsín y la hiperinflación del 89, se instalaba el paradigma privatizador acompañado de una “lluvia de inversiones” cuyas características nefastas todavía no se sentían, cosa que sí ocurriría años después.

Se hablaba algo, de la “pica” que la banda tenía con sus colegas de Guns N Roses pero sin explicar bien los motivos. Desde Nirvana se consideraban totalmente antagónicos de un tipo de rock machista y glamoroso del cual la banda de Axl Rose era un claro referente. Hubo un encontronazo en una entrega de premios donde, luego de una burla de Courtney Love hacia el cantante de la banda californiana, Axl, sin mirarla le dijo a Kurt Cobain “decile a tu p#ta que se calle”. “Cállate p#ta” , le dijo, riéndose en todo burlón Cobain a su pareja burlándose de la reacción machista. Dicha rivalidad, quedaría zanjada muchos años después tras el acercamiento de Duff Mckagan(bajista de “Guns”, quien declaró públicamente admirar a Nirvana) y Dave Grolh ya al frente de Foo Fighters.

En ese auge de la “fiesta menemista” la juventud disfrutaba de una superficialidad hedonista, en parte postergada en los años previos por la dictadura militar y sus consecuencias y la “pulsión consumista” se hacía presente como nunca antes. De ninguna manera una banda como Nirvana y la sombría figura de Kurt Cobain, podría haber sido referente de ese tipo de fiesta. El carácter de “antihéroe” no era el que el público Argentino deseaba. Éramos los campeones del 86 y subcampeones (pero campeones morales) del 90. Si bien hubo un primer paso de condenas con el juicio a las juntas (hoy muy recordado por la película mas taquillera de estas semanas), esos eran los tiempos de los indultos. Tiempos del presidente carismático que había jugado a la pelota con Maradona, manejaba una Ferrari y hasta había sido “picado por una avispa” en el auge de las cirugías estéticas. No parecía ser el mejor contexto para una visita de Nirvana.

El concierto

Con un perfil bajo, Nirvana llegó el jueves 29 a la Argentina, un día antes del concierto. Las puertas se abrieron en algún momento del día y por la tarde lentamente fue llegando el público para ocupar la mitad del espacio disponible. Se estima que 22000 personas estuvimos presentes en la única presentación que dio la que luego sería la banda más emblemática de la década y una de las más trascendentes en la historia del Rock. Mientras la música sonaba y el público iba ingresando al estadio en el campo se dio un clásico divertimento previo que era muy recurrente en aquellos años: el césped era cubierto con una lonas, que duraban poco, ya que arrancar las lonas y convertirlas en una suerte de “cama elástica” es uno de los recuerdos más divertidos en las previas de los conciertos de quienes fuimos adolescentes en los años 90: no faltaba “la flaca” o “el petiso” que volaban por el aire entre la risa y el vértigo amenizando la espera.

Parte del escaso registro fotográfico

Antes de que oscurezca, o en ese proceso inconcluso, Los Brujos salieron al escenario. Se comieron la cancha. La banda que ya había hecho su nombre en el under con un público seguidor que se ubicó adelante para ”hacer el aguante”, pero además tenía ya un lugar en el público masivo por canciones conocidas como Kanishka o Fin de semana salvaje, que le daba el nombre a su álbum publicado en 1991 y producido por Daniel Melero. Sus vocalistas Alejandro Alaci y Ricky Rúa (fallecido tras sufrir una enfermedad terminal hace algunos años) se desplazaron por todo el escenario, incluso trepando las torres de sonido, mientras la banda sonaba y el público presente acompañaba con el pogo y la ovación. Hay fuentes que dicen que a Kurt Cobain le había gustado tanto la banda al punto que afirman que la canción Very Ape, track 7 del álbum In Utero publicado un año después, tiene elementos “tomados prestados” de Kanishka. Los Brujos jugaron de local en Vélez, no pasaría lo mismo con la banda siguiente.

Ya entrada la noche Calamity Jane salió al escenario. Es muy probable que ya de entrada el prejuicio de género se haya hecho presente, pero además de eso había una práctica por suerte erradicada, de maltratar al grupo soporte. Los Brujos, por el momento de éxito que tenían y un público propio que copó el frente del escenario, además de tocar en un momento temprano en relación a las ansiedades, tuvo su oportunidad y la supo aprovechar. Pero ante una banda desconocida la situación ya era otra. La banda no gustó (si es que el público le había dado la oportunidad de mostrarse algo muy turbio en el recuerdo), pero más allá de eso sucedieron cosas inadmisibles como el inmediato maltrato del público. No debería ser para tanto, Calamity Jane tenía un sonido no muy distante al de Nirvana o Los Brujos. Pertenecían al movimiento punk feminista Riot Grrrl, que en ese entonces no era conocido en Argentina (Bikini Kill es, quizás, la banda referente de ese movimiento y su “hit” Rebel Girl ha sonado en distintas películas y series). Oriundas de Portland, en el noroeste norteamericano a pocos kilómetros de Seattle(ambas ciudades caracterizadas por tener una juventud, incluso hoy en día, mas activista que en el resto del país), la banda tenía su espacio en el under pero con un perfil muy bajo: hacían giras recorriendo la cosa oeste en casas rodante o siendo alojadas pro bandas amigas y tocaban en pequeños escenarios. El principal evento donde habían actuado antes de ese día, fue pocas semanas antes en un festival feminista junto a Nirvana, y otras bandas (Mudhoney estaba anunciada y algunos medios dicen que había participado pero al posponerse la fecha por el nacimiento de Frances, la hija de Kurt Cobain, el festival se había pospuesto, y la banda tenía otros compromisos). Pero aquel, el recital más masivo de Calamity Jane, había sido frente a 5000 personas que colmaron el Portland Meadows. Luego la banda continuó girando, sin ningún tipo de comodidades, hasta tomar un avión desde México para telonear a sus amigos en Argentina.

Nirvana había pagado 5000 dólares para hacer posible la presencia de la banda. Poco se habla de aquellos gestos para apoyar colegas cuando no se busca promocionar al artista por intereses comerciales. En entrevistas posteriores (muy posteriores), integrantes de la banda recordaron lo sucedido y que no podían creer los lujos al llegar a Buenos Aires: no estaban acostumbradas a que las reciban en un auto con chofer y las lleven a un hotel como era el Sheraton.  La prueba de sonido también las sorprendió: “todo era muy grande”. Pese a eso, hasta el momento de subir al escenario, eran felices. Les había gustado el show de Los Brujos y estaban entusiasmadas con salir a tocar. Todo se derrumbó en minutos.

«Lo que sucedió en Buenos Aires fue que todo era inmenso y que teníamos una barrera con el lenguaje. Estábamos fuera de nuestro elemento, mientras nos arrojaban monedas, escupidas, piedras y algunos incluso exhibían sus penes. Nos gritaban ‘¡put..!’ y mostraban los genitales, así que más allá de la impaciencia que podían tener por ver a Nirvana, lo tomamos como algo de género», declaró muchos años después Gilly Ann Hanner, vocalista de la banda al diario El País. En un principio, se escuchó un grito de Gilly An intentado pedir que paren de arrojar cosas, luego abandonó el escenario. El relato posterior cuenta que Courtney Love las convenció para volver al escenario. Desde el estadio su vuelta fue algo en vano: apenas volvieron ya el recibimiento fue el peor posible. Intentaron retomar, pero poco tiempo después rompieron las guitarras y abandonaron el escenario.

Fragmento de la crónica escrita por Kurt Cobain que figura en el  booklet del ep  Incesticide, donde menciona el episodio en Argentina. También recuerda otras anécdotas como haber actuado junto a L7 en un festival «pro-choice» (en defensa del derecho al aborto).

Todo fue “arruinado por 20.000 machirulos (macho boys) en argentina” como lo escribió Kurt Cobain en el disco recopilatorio de canciones inéditas Incesticide.  No solo el show, los 5000 dólares,  o el momento sino también la carrera de la banda. Calamity Jane se separó luego de esa presentación. Fue su último concierto en muchos años, hasta una posterior reunión recién en 2010. «Fue nuestro último show, debido a una variedad de circunstancias. Esa noche tuvo un gran impacto en nuestra autoestima. Combinado con el hecho de retornar a casa con nuestras guitarras rotas y tener que esperar tres meses a que nos paguen por un problema del management. Estábamos descorazonadas y decidimos volver a Portland sin siquiera finalizar el tour. Nuestro ánimo estaba por el suelo y nos tomó años recuperarnos».

Detrás del escenario estaban las chicas llorando desconsoladas junto a los integrantes de Nirvana que estaban a punto de salir a divertir a esa misma gente que las había maltratado. Intentaron suspender el show, pero las amenazas de represalias legales hiso que salgan de todas formas. «Se puso muy nervioso y su malestar físico no ayudaba. No quería salir a tocar, cosa que nunca se me hubiera ocurrido pedirle», recordó Gilly Ann Hanner refiriéndose a Kurt Cobain.  El público los ovacionó cuando salieron al escenario, minutos antes del horario pautado, cuando todavía no había terminado de ingresar toda la gente ¿Los querían ya mismo? Bueno, ahí están. Lo que el público no sabía era que el maltrato a la banda previa tendría consecuencias que no se limitarían a una prematura salida al escenario.

Llegó el momento. De repente los tres integrantes estaban en el escenario. No hubo introducción ni nada, solo la llegada y una pseudo afinación de los instrumentos y empezó. Las primeras dos canciones eran, hasta ese entonces desconocidas, la primera de hecho no tenía ni nombre, la segunda (Aneurism) saldría en el posterior ep. De hecho ese sonido crudo del principio con aire a ensayo  era una señal de desgano, que quizás para muchos fans lo convierta en una pieza de colección. Después llegó el momento más esperado y recordado: Kurt Cobain empezó a tocar los acordes de Smels Like Teen Spirit. El público reaccionó eufórico pero la canción que empezó a sonar fue otra: Breed, también del álbum Nevermind, y la primera medianamente “conocida” de la noche, el público. Pasó lo mismo antes de la siguiente canción, que fue Drain You, una de las perlas de Nevermind. Por eso, probablemente, en el momento no hubo reacciones negativas.  Un par de canciones después llegó otro momento clave. Empezó a sonar otra de sus canciones más conocidas: Come as you are. Más relajada y de fácil escucha, esta canción fue la segunda más difundida y masiva de la banda, lo que levantó al público a empezar a escuchar una de las esperadas, uno de los “hits”. Pero las primeras frases de la canción fueron reemplazadas por unos alaridos, tal vez emulando en tono burló al público y su clásico “eh eh eh eh”. La canción con un principio “optimista” y una frase de invitación (Come as you are: vení como sos), que de hecho actualmente está en el cartel de bienvenida de Aberdeen, el pueblo donde nació Cobain, fue reemplazada por alaridos. El mensaje 30 años después parece claro: ese público no era bienvenido.

El concierto siguió su curso, sonaron un par más de canciones de su, en ese entonces, reciente placa, pero la mayor parte del repertorio fue de canciones, o de su primer álbum Bleach, o rarezas hasta el momento inéditas. Tal vez el único momento de interacción con el público vino de la mano del carismático Dave Grohl, en aquel entonces oculto detrás de la batería, cuando en la canción Polly apareció al frente del escenario con una batería diminuta. En total, duró algo menos de una hora y media. Las últimas dos canciones fueron Blew (primer track de su primer álbum) y la, hasta ese entonces desconocida e inédita, All Apologies. Luego empezó el disonante y enigmático Endless Nameless (sin nombre sin final), oculto en el último track de Nevermind: una improvisación libre en cuyo desarrollo Kurt Cobain rompe la guitarra. “¿Que logran rompiendo un instrumento? – no tocar más bises”, había sido una respuesta irónica de Kurt Cobain. Quienes habíamos leído esas declaraciones sabíamos que esto se terminaba. Una gran parte del público se quedó esperando hasta que se encendieron las luces del estadio. Un suspiro sonó en el estadio: se acabó.

Las repercusiones

“Recital sin fuerza” tituló uno de los diarios más leídos del país. “Nirvana no huele a espíritu adolescente” sentenció otro. Las críticas castigaron a la banda y al evento. “Fue malo, admitámoslo” era el comentario entre concurrentes. “El tipo estaba caliente porque le putearon a la novia” comentó alguien, suponiendo que la novia de Kurt Cobain era Gilly Ann Hanner, vocalista de Calamity Jane, y no Courtney Love, que estaba detrás del escenario. La información circulaba así: rumores distorsionados, teléfonos descompuestos. Una de las notas (difícil recordar si fue Clarín o La Nación) decía que tras los “amagues” finalmente la banda tocó su canción más conocida, probablemente teniendo que terminar la notica antes de que cierren la edición del diario del día siguiente con el concierto todavía en desarrollo.

La semana siguiente la llegada de otros artistas tapó este “incidente”. Joe Coker cantó en el programa Ritmo de la Noche (difícil recordar si realmente cantó o fue Playback como solía ocurrir). En ese mismo programa fue entrevistado Brian May. Otros canales televisivos mostraron una entrevista a Keith Richards, la gran figura que llenó metiendo 50.000 personas. Aquel 30 de octubre el estadio de Vélez no estaba lleno a pesar de que algunas notas más actuales digan lo contrario. Se estima (como informaron en aquel entonces) que había 22000 personas. Algo así se veía desde la platea alta, donde el campo se apreciaba lleno por la mitad y algo similar se veía en las tribunas. Algunas semanas después Telefé mostró un compacto de todo el festival. En realidad no todo, solo de las otras 3 noches. Con imágenes emotivas como el público cantando Love of my life junto a Brian May, o la presencia del legendario Keith Richards, o el pachangueo con B52, o los Paralamas, dio a la industria la cobertura feliz del festival. El espectáculo quedó garantizado.  El hecho disruptivo y provocador: silenciado….  Al menos por un tiempo.

El mensaje incomprendido parecía imponerse en los 90. Un personaje como Cristian Aldana de la Banda El Otro Yo, supuestamente influenciada por Nirvana, fue luego denunciado por violencia de genero por muchas mujeres. Hoy se encuentra en prisión tras confirmarse testimonios tremendos. Si bien hubo otros casos, este fue el emblemático por su alevosía.

La incomprensión del lenguaje (quizás más por no querer entender) también estaba presente en las bandas. Y si bien no había los recursos de comunicación que hay hoy, y las noticias llegaban a cuentagotas en revistas especializadas, quizás de a ratos en radios de rock, y de manera muy lavada en canales como MTV (que llegó a Latinoamérica un año después, en septiembre del 93), bastaba con leer las palabras escritas por el propio Kurt Cobain en el Ep Incesticide, donde no solo repite su frase de cabecera pidiendo a sus fans que “si alguien de ustedes, de algún modo, odia a homosexuales, personas de distinto color, o mujeres, por favor háganos un favor: no vengan más a nuestros conciertos ni compren nuestros discos”. En el mismo booklet  Kurt Cobain también recuerda haber besado en publico a sus compañeros solo para «ahuyentar homofóbicos». Son recordadas las intervenciones o conciertos donde salieron vestidos de mujer como acción activista.

Resulta difícil conseguir el material grabado por Calamity Jane, al menos de aquella banda maltratada. Una banda alemana del mismo nombre y de una generó similar puede confundir a quienes pro curiosidad busquen material en plataformas de internet.

Hoy, 30 años después, es más recordado aquel fatídico concierto que los exitosos posteriores. Ya fallecido y convertido en leyenda, Kurt Cobain tuvo su revancha en el siglo siguiente. Los medios revisaron la actitud del público argentino y otra versión de la historia empezó a difundirse, acorde a las coyunturas del momento. “el día que fuimos el peor público del mundo”, tituló el gran diario argentino décadas después de haber criticado el concierto. Aquel “recital sin fuerza” siguió sonando entrado el siglo XXI. En esos momentos resultaba impensado que en Argentina fuera legal el matrimonio igualitario, hoy es ley desde hace mas de una década. También se lograron leyes de inclusión sobre identidades de género pese a que queden muchas cuentas pendientes.

En marzo de este año, Foo Fighters se presentó como número fuerte del Lolapalooza. En un contexto totalmente distinto (con un Lolapalooza también completamente distinto a lo que era a principios de los años 90) Dave Grohl fue ovacionado por mas de 100.000 personas, quintuplicando la cantidad de gente que había en Vélez en el año 92. Cada vez que recordaba a Kurt Cobain o a Nirvana, una ovación venía del publico, integrado, mayoritariamente por jóvenes que en 1992 ni siquiera habían nacido. No faltaron posteos en redes sociales o informes de radio recordando lo sucedido en 1992 y contrastándolo.

Actualmente hay muchas practicas que pueden ser nobles herederas de aquella acción anti machista. Grupos de mujeres se organizan para erradicar los acosos en los recitales. También la organización de artistas para que la oferta en los escenarios sea mas igualitaria, pese a que nunca falte algún comentario brutal de alguna figura publica o empresarial.  Sin embargo el alerta sigue siendo necesario.

Un recuerdo necesario

¿Por qué es necesario seguir recordando este episodio? La podría no necesitar una respuesta fundamentada. Sin embargo la coyuntura actual algo demanda. Más allá del simple y sano ejercicio del recuerdo, de hacer un uso de la nostalgia o simplemente contar una historia, hay algo importante para alertar. Si bien hace varios años que este episodio puede ser recordado como algo hoy ajeno y erradicado, las violencias siguen presentes y viejas prácticas vuelven de las alcantarillas.

Aquel Pro-choice que parecía instalada firmemente en Estados Unidos hoy está en peligro, producto del avance del conservadurismo en el país del norte. Algo similar pasa en países como Polonia. Acá en Argentina la conquista es reciente y todavía de difícil implementación. El discurso de la “corrección política” está en crisis, en parte por las escaladas agresivas, pero también por el exceso de superficialidad de gran parte de quienes lo ejercen y hasta ocupan cargos en la función publica. La respuesta a esa crisis parece venir por derecha, añorando discursos discriminatorios ya sean sexistas, racistas o xenófobos.

Podemos recordar con una alegre nostalgia momentos felices o anecdóticos del pasado pero, lejos de idealiza, también es importante tener presente los momentos oscuros: los daños dentro de la fiesta. Se añoran hoy, los momentos felices. Que “un peso valía lo mismo que un dólar”. Pero no las consecuencias que eso tendría. Se suele dar a entender que esa fiesta es “para todos” (¿”todas  y todes”?).

Pocos días después, otro tipo de episodios ocurrirían con la visita de sus “rivales” Guns N Roses, con una exposición mediática y espectacularidad totalmente distintas pero con un hecho similar hoy olvidado: el suicidio de Cynthia Tallarico, una adolescente de 16 años que se había quitado la vida luego de que su padre no la deje ir al concierto que la banda daría en noviembre en la cancha de River. El hecho, como cualquier suicidio, no se reducía a un episodio aislado en la vida de esta chica, pero la noticia así había sido abordada. A pesar del sano recuerdo de un concierto, no todo fue fiesta en aquellos tiempos.

Los destratos, el egoísmo, la falta de empatía, la discriminación y la violencia siguen siendo problemas graves y la difícil coyuntura lejos de erradicarlos parece ser el terreno para sus tristes prácticas. Desde la música, o el recuerdo de un evento masivo, puede encontrarse un pequeño aporte para seguir alertando sobre un comportamiento que no debería repetirse.



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