02/09/2022

Violencia política, violencia mediática

¿Algún día los medios hegemónicos se harán cargo de sus réplicas de discursos de odio? ¿Y de otorgar micrófonos y cámaras a la violencia planificada de personajes políticos que operan para terminar con las libertades democráticas que obstaculizan sus proyectos de miseria? El atentado contra Cristina Fernández es el corolario de un continuo fogoneo desde las usinas mediáticas para avanzar con violencia contra la protesta social y lo que está afuera de la agenda. Desde bajadas «periodísticas» para justificar cómo un «ciudadano normal» embistió con su auto a un grupo de familias «piqueteras» que cortaban el tránsito, hasta el recuerdo de manifestaciones en Plaza de Mayo con bolsas mortuorias. Desde el continuo ataque al movimiento feminista, a el «Son ellos o nosotros» de referentes de los sectores de derecha, los mismos que envalentonan al gatillo fácil, la mano dura o el escarmiento contra la protesta social, o el silencio oficial con las declaraciones de Sergio Berni, quien justificó el desalojo violento de miles de familias sin techo en Guernica en plena pandemia asegurando que «los grupos de izquierda huyeron como ratas». Por ANRed.


El atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández cobra una trascendencia nunca antes vista, pero no debe pensarse como un hecho aislado. Lamentablemente, se viene desarrollando una escalada violenta, constantemente amplificados por los medios de comunicación hegemónicos que reciben millones de pauta del Estado.

Esta escalada de discursos violentos y de odio que desemboca en la escena de un sujeto que gatilla fallidamente un arma de fuego contra la cabeza de la vicepresidenta, encuentra un hilo conductor que une al «Son ellos o nosotros» de los y las referentes de los sectores de derecha, los mismos que envalentonan al gatillo fácil y la mano dura, al justiciero contra el pobre o al escarmiento contra la protesta social, con bajadas «periodísticas» para justificar cómo un «ciudadano normal» embistió con su auto a un grupo de familias «piqueteras» que cortaban el tránsito.

A un lado, las bolsas mortuorias con nombres de personalidades públicas que fueron colgadas en Plaza de Mayo por Las bolsas fueron colgadas por el grupo derechista «Jóvenes Republicanos». Al otro lado, el conductor que arrastró con su auto a un grupo de manifestantes del Polo Obrero en Abril de 2018.

En esta escalada de discursos de odio y violencias, encontramos las bolsas negras mortuorias con nombres en una protesta contra el gobierno que se dio en Plaza de Mayo, al mismo tiempo que también los discursos estigmatizadores y de odio se dirigen hacia miles de familias sin techo de Guernica que fueron desalojadas violentamente en plena pandemia por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, cuya justificación encontró su mayor síntesis en las intervenciones del ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni, que desfiló por los medios asegurando que «los grupos de izquierda huyeron como ratas«. Declaraciones de odio que no sólo contaron con la amplificación de los medios hegemónicos, sino que también fueron acompañadas por un fuerte silencio oficial.

Qué decir del violento episodio en el bunker del partido de Espert y Milei, que plantean constantemente la política de mano dura como respuesta a casi todo, una mano dura que su espacio político no pudo asegurar cuando un custodio amenazó con sacar su arma en medio de un disturbio en el público.

O del discurso justificador de Patricia Bullrich, la ex ministra de Seguridad de Mauricio Macri, de la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado, el asesinato del joven mapuche Rafael Nahuel a manos de la Prefectura, o el asesinato llevado adelante por el policía Chocobar, que fue recibido y arengado públicamente en la Casa Rosada. Y, una vez más, todo esto amplificado mediáticamente.

El ex presidente Mauricio Macri y su ministra de Seguridad Patricia Bullrich, cuando recibieron en Casa Rosada al policía asesino Luis Chocobar.

O del continuo ataque al movimiento feminista, como por ejemplo, el 8 de marzo cuando algunos canales de noticias en vivo y en directo dedicaron largos minutos televisivos para hablar de “las de pañuelos verdes”, incitando al odio. Se construyen discursos que incitan a la violencia en cada editorial en la prensa escrita que titula «Una fanática de los boliches, que dejó la secundaria«, para referirse a una mujer víctima de femicidio, o denominar niñas madre a cientos de niñeces abusadas sexualmente y obligadas a gestar y parir en muchas provincias del país. Las continuas agresiones al colectivo LGTBIQ+ apuntando contra el cupo laboral trans, al que se sumaron incluso diputadas, quienes en redes, medios y prensa escrita destilaron su odio en medio de la búsqueda de Tehuel de la Torre, joven trans que desapareció cuando iba a buscar empleo.

También se encuentra en esa frontera el permanente enfoque mediático criminalizador de la protesta social, señalando sólo el caos de tránsito y silenciando las expresiones. Algo que aleja las posibilidades de diálogo y fomenta el odio en la audiencia. Todo en un delicado contexto, con un 50% de la población bajo la línea de pobreza y donde la salida no pareciera ser la violencia hacia quienes menos tienen sino la comprensión y la solidaridad.

Por todo lo señalado, no se puede banalizar el discurso del odio infundido desde las redes sociales y los medios hegemónicos. Como dice Diego Sztulwark: «el discurso de la derecha pasó al acto. Atacar de este modo a Cristina, intentar asesinarla, es un cruce de los límites admisibles. Juegan con lo incalculable, y resulta imposible permanecer ajenos. Fundamental crear respuestas masivas a la altura de la violencia fascista que han puesto en circulación».



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